sábado, 27 de abril de 2024

Ética médica y píldora del día después (A)

La trascendencia de lo que ocurre con la toma de la píldora del día después no puede pasar desapercibida. Basta asomarse a los efectos farmacológicos que presenta.

El Prof Gonzalo Herranz

“El mecanismo de acción de la píldora del día después incluye un componente de significado ético fuerte: impide la anidación y, con ello, el desarrollo del embrión humano

Sabemos que lo hace, pero ignoramos cuantas veces los hace. En consecuencia, recetar el médico o tomar la mujer la píldora del día después son acciones con fuerte carga de responsabilidad, en las que juegan un papel muy relevante factores de dos órdenes. Uno que podríamos asignar al área de la ética biológica; el otro, al de la ética profesional. 

El factor ético-biológico consiste en saber qué es lo que ocurre en el organismo de la mujer cuando ella hace uso de la píldora del día después: sólo sabiéndolo, no daremos palos de ciego y será posible actuar con conocimiento y racionalidad. 

El factor ético-profesional consiste en analizar, a la luz de los principios y normas de la deontología médica, qué requisitos -de información no sesgada, de respeto por las personas y sus convicciones morales- habrían de exigirse para que un médico pueda prescribir la píldora del día después.

Mecanismo de acción en la penumbra ¿Qué sabemos de la píldora del día después? Aquí, la pregunta no se refiere primariamente a su eficacia y seguridad, a sus interacciones: de eso sabemos suficiente. Se refiere a su mecanismo de acción, del que necesitamos saber y hablar más.

Es casi rutinario decir que la píldora del día después ejerce un efecto diverso y multifactorial, que depende de la relación temporal que se dé entre el momento de la ingestión del producto y el día del ciclo menstrual o el tiempo transcurrido desde la relación coital. 

En la versión oficial de los hechos, se dice que la píldora del día después puede inhibir la ovulación o, a través de sutiles perturbaciones de la función del eje hipotálamo-hipófisis-ovario, retrasarla; que puede modificar la textura del moco cervical y volverlo impracticable para los espermios; que puede enlentecer la motilidad tubárica y con ella el transporte de los gametos; que puede debilitar la vitalidad de los espermios y del ovocito y mermar su capacidad de fecundarse; o que, en fin, puede alterar el endometrio y hacerlo refractario o menos receptivo a la implantación del huevo fecundado. Es decir, unos cambios son contraceptivos porque inhiben a la fecundación; otros, en cambio, operan después de ésta y han de ser tenidos como interceptivos o abortivos muy precoces.

Qué parte juega cada uno de esos factores, y particularmente ese último y decisivo efecto antinidatorio de la píldora del día después, en el resultado neto final de que nazcan menos niños, nadie se ha propuesto dilucidarlo…” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001.


viernes, 19 de abril de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (y XIII)

La corrupción ética de la reproducción asistida se vende fácilmente con el empleo de un lenguaje suficientemente engañoso.

El Prof Gonzalo Herranz:

“Todas estas cosas no se pueden introducir en la sociedad y en la conciencia de la gente si no es a través de una artificialización del lenguaje. Esta artificialización opera a varios niveles. 

Uno de ellos es la reducción de un ser humano individual a una etiqueta sociológica o diagnóstico-médica. Eso conlleva el riesgo de expropiarles de su condición humana. 

El derecho a tener un nombre propio es uno de los derechos fundamentales de la persona. Cuando el médico se refiere a un feto o a un neonato que sufre de alguna alteración genética no como a un ser humano concreto y real, sino como a una etiqueta diagnóstica, una abstracta especie morbosa, los despersonaliza, los reduce a algo no-humano e irreal. El médico dice: Esta mañana aborte una Down y una hemofilia. Y, está claro, en sus cuentas no hay lugar para la significación humana de unas vidas plena y doliente o inocente y feliz. Su lenguaje artificial le dispensa de tener conciencia.

Eso mismo pasa a otro nivel cuando se habla de preembrión, como timo de la estampita, mediante el cual mucha gente inteligente acepta la neutralización ética del hombre recién concebido. O cuando se designa el aborto como microsucción, microaspiración, regulación menstrual, o interrupción voluntaria del embarazo (IVG).

Chesterton decía que los ricos inventan a veces palabras largas para revestir de dignidad cosas que dichas en lenguaje común no pueden ocultar lo malvado de una conducta. Decía que cuando un pobre comete determinada acción se le acusa de robo. Pero cuando el rico comete la misma fechoría se le diagnostica de cleptomanía.

Eso es lo que ha ocurrido con la cooperación que la Medicina ha prestado a los poderosos del control demográfico o de la reproducción asistida: Ha creado palabras largas para ocultar lo perverso de ciertas acciones. 

La familia artificial necesita un vocabulario artificial: sin él, la gente de la calle no hubiera tragado el anzuelo.

Yo espero que los universitarios (y todos) sepan (sepamos) ser, como es su obligación, agudamente críticos.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993  


viernes, 12 de abril de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (XII)


A las técnicas de fecundación in vitro se les exige calidad de manufactura. Ciertamente, los profesionales especialmente adiestrados en fecundación in vitro son los veterinarios.

El Prof Gonzalo Herrranz

“La artificialización de la familia conoce otras manifestaciones ligadas a la reproducción asistida. Las leyes pueden hacerse ciegas a la realidad, e incluso, autorizan a falsificarla. Pero la realidad no se deja trucar. 

Eso ocurre con la donación de gametos o de embriones. Como dice la Instrucción Donum vitae, "El respeto a la unidad del matrimonio y a la fidelidad conyugal exige que el hijo sea concebido en el matrimonio; el vínculo existente entre los cónyuges atribuye a los esposos, de modo objetivo e inalienable, el derecho exclusivo a llegar a ser padre y madre solamente el uno a través del otro... La fecundación artificial heteróloga lesiona los derechos del hijo, lo priva de la relación filial con sus orígenes...  obra y manifiesta una rotura entre parentalidad genética, parentalidad gestacional y responsabilidad educativa." 

Y como dice con mucha fuerza Sir Immanuel Iakobovits, una autoridad del Judaísmo, la inseminación artificial por donante "es moralmente objetable porque constituye una falsificación y una profanación del matrimonio; porque es un engaño al público, pues la paternidad del niño es registrada fraudulentamente a nombre del padre estéril; por el modo clandestino con que se practica, ya que oculta o hace desaparecer la identidad del donante; por la posibilidad de uniones incestuosas entre parientes próximos del donante y su descendencia artificial; por lo arbitrario de permitir que sea un médico o un ayudante de laboratorio quien decida quién ha de ser el padre del hijo de una mujer,... y, sobre todo, por la execración de la generación humana que se iguala a las técnicas de reproducción animal".

La artificialización de la familia mediante la reproducción asistida materializa al hijo en un producto, no en un don. 

Hay indicaciones que tanto los médicos como los padres se exigen o exigen un adecuado nivel de calidad del producto. Mediante el aborto in vitro, el seguimiento de las técnicas de diagnóstico genético o prenatal, se procede obstinadamente a la eliminación de los niños tarados o malformados. Los médicos lo hacen para verse libres de posibles demandas por malapráctica y para mantener el alto nivel de calidad exigible a una tecnología avanzada. Los padres porque su deseo de hijos no es ciego: el hijo artificial no puede ser en sí mismo un fracaso. Algo que ha costado tanto dinero y esfuerzo debe ser razonablemente normal o, en todo caso, supranormal.

Esto tiende a crear en la sociedad una difusa aspiración a tener sólo niños perfectos, a popularizar el diagnóstico prenatal como instrumento de selección, a establecer una intolerancia social hacia la deficiencia, la debilidad, la imperfección biológica, a caer en la tiranía de la normalidad.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993 


viernes, 5 de abril de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (XI)

Dictar sentencia aleatoria de vida o muerte a personas en su estadio inicial (embrión) es parte del trabajo ordinario del fecundador in vitro.

El Prof. Gonzalo Herranz

“Es curioso que, al principio de la práctica de la fecundación in vitro, sus promotores asumían una actitud humilde: decían que ellos estaban allí para ayudar a la naturaleza, para salvar in vitro la obstrucción de la trompa, pero que quienes de verdad eran los actores eran los miembros del matrimonio estéril, con sus gametos y su potencial parental. 

La cosa no duró. No tardó mucho en ponerse en práctica el recurso a los donantes para que aportaran sus gametos, a la producción de embriones heterólogos, al uso de úteros alquilados, a la reducción selectiva de los casos de gemelaridad elevada, etc. 

El papel asumido por el fecundador artificial se ha ido haciendo cada vez más dominante. En los primeros tiempos, los periodistas entusiastas daban el título honorífico de "padre de la primera niña probeta" a los que desarrollaron el rudimentario procedimiento de entonces. Ahora que todo parece más banal y menos glorioso, es cuando, en realidad, los fecundadores artificiales toman decisiones de vida o muerte sobre las criaturas que crean en su laboratorio.

Un ejemplo. He tratado de imaginar a veces cómo puede ser que un médico llegue a cosificar en tal grado al embrión humano que se sienta autorizado a practicar la combinación de fecundación in vitro con la llamada reducción selectiva. Años atrás, para incrementar al extremo la eficiencia de la FIVET o para vencer ciertos problemas de esterilidad ovárica, se provocaba una intensa estimulación ovárica con los que, in vitro o in vivo se obtenía un número excesivo de embriones (en ocasiones, hasta doce). Hoy se han dictado directrices firmes para evitar esa circunstancia. Al cabo de unas semanas, se determina, mediante ecografía, cuántos embriones se han implantado y se desarrollan normalmente. Se pregunta entonces a la madre cuántos niños desea tener. Y mediante guía ecográfica, el fecundador in vitro reduce al número deseado el de embriones presentes, elimina los sobrantes.

Esto, para mí, representa el colmo de la artificialización de la familia. Porque la combinación de fecundación en masa con la reducción del número de los embriones (no quiero llamarla selectiva, porque ¿Qué selecciona? ¿Muertes? ¿Vidas?) significa que se juega al azar cuáles de los hermanos van a vivir. Se hace una especie de ruleta rusa, una lotería como la empleada para diezmar un contingente rebelde, mediante la cual, son liquidados unos hermanos (niños, niñas) para ajustar su número a las preferencias de los padres o, lo que parece más probable, al deseo del fecundador de evitar los riesgos de una gestación múltiple y de asegurar al máximo la eficacia del procedimiento.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993


sábado, 30 de marzo de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (X)

La distinción entre padres y fecundador in vitro son muy evidentes.

El Prof Gonzalo Herranz: 

“Se ha dicho que la fecundación in vitro ha dado a muchos matrimonios, junto al hijo deseado, la estabilidad que había estado a punto de quebrarse. Pero lo cierto es que, en al menos ocho de cada diez matrimonios que acuden a la FIVET, la técnica fracasa. Truncadas sus ilusiones, se hace muy difícil soportar un futuro matrimonial cerrado a la procreación. Perdida la ilusión del hijo deseado, muy frecuentemente, el matrimonio se rompe o queda fuertemente traumatizado por el estigma social de la infertilidad. Que tal fracaso produzca gran sufrimiento moral es lógico: la reproducción de laboratorio ha nacido y se ha desarrollado en un contexto biotecnológico. Quienes las han diseñado y las aplican apenas prestan atención a la naturaleza somato-psíquica y espiritual del hombre. 

Su poca sensibilidad hacia los valores humanos se manifiesta muy claramente en la ignorancia deliberada de los aspectos más fundamentales de su trabajo, hacia la realidad sobre la que está actuando el fecundador in vitro. 

Este trabaja de ordinario sin querer enterarse de que está jugando a Dios, sin darse cuenta de que ha asumido el papel de Destino. Él es quien hace la familia, no los esposos. El artificializa la familia: decide quién nace y quién no. Produce zigotos en número excesivo, para precaverse contra una eventual falta de embriones. Pero tiene que seleccionar, entre los zigotos producidos, cuales van a ser reimplantados en el útero y cuáles pasan a ser embriones sobrantes; decide, cuando transfiere inmediatamente al útero ciertos embriones y destina a la criopreservación a otros, quién recibe la oportunidad de nacer ahora, y quién más tarde o nunca.  

Determina que parejas son dignas de tener un hijo y, por ello mismo, a cuáles otras, por razones económicas, genéticas, socioculturales, o simplemente aleatorias, les niega tal oportunidad. 

El fecundador in vitro es, en efecto, quien establece los criterios para seleccionar las parejas a las que proporciona ayuda tecnológica: él fija qué estado matrimonial, qué grado de salud mental o qué nivel de estabilidad económica han de tener los candidatos, con qué intensidad han de desear tener un hijo, qué edad de la madre es apropiada o no. 

Trabaja el técnico de la reproducción humana olvidado de ordinario de que ha asumido para ciertos hombres el papel de Destino. Decide que la vida de un niño cuyos padres no tienen mucho dinero es menos valiosa y plena que la de otro niño cuyos padres viven desahogadamente, y consiente en crear una y en denegar la otra. Porque puede pensar que quien nace de unos padres algo desequilibrados no podrá tener una biografía significativa, se negará a engendrarlo, en beneficio de quienes se adaptan a su propia noción de normalidad.

Es ésta una responsabilidad enorme, pero transitoria. Una vez creada la criatura, el fecundador artificial rehúsa toda responsabilidad sobre ella. Desde un punto de vista antropológico, el médico juega un papel mucho más activo que los padres en el proceso de generar ciertas vidas humanas. A fin de cuentas, los padres funcionan, y no siempre, como simples, e incluso lejanos, proveedores de gametos: el fecundador in vitro es el co-creador inmediato, el artífice de la nueva vida. ¿Cuál es su responsabilidad antropológica? Ninguno de ellos ha querido responder a esta pregunta.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993


viernes, 22 de marzo de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (IX)

El acostumbramiento social en asumir como normal la fecundación in vitro no disminuye sus graves e innegables consecuencias a nivel individual y familiar.

El Prof Gonzalo Herranz:

“A continuación, quiero aducir datos y argumentos para demostrar que la producción artificial de niños no es la solución para los problemas de la familia.

Como hemos visto, hay en el mundo mucha gente que, pudiendo tener hijos, no los quiere: los evita o los destruye. Y, paradójicamente, hay a su lado muchos otros que quieren tenerlos, y no pueden. Y si los primeros confían en la eficacia de los medicamentos y artilugios mecánicos de la contracepción y en la catástrofe humana del aborto, los últimos ponen sus esperanzas en las técnicas de la reproducción asistida para recibir de ellas el alivio de su esterilidad. 

Las técnicas de reproducción asistida están haciendo mucho por artificializar la familia, y lo están haciendo de modo sutil pero eficiente.

La reproducción asistida, en particular la fecundación in vitro, conmovió, hace unos años, a la opinión pública mundial. Hoy se habla menos de ella. Pero, todos lo recordamos, podrán contarse con los dedos de una mano los logros de la Medicina que hayan tenido tanta y tan buena prensa. 

La embriagante mezcla de triunfo científico y de felicidad familiar con que los periodistas presentaron en sociedad a los niños probeta ha dejado una huella muy profunda. 

Cuando se publicó la Instrucción vaticana Donum vitae estalló un clamor de protesta contra lo que se consideró un documento rígido de mente moralista e insensible a uno de los más profundos problemas humanos como es la esterilidad matrimonial. Hoy las cosas se han serenado: el anunciado triunfo de la reproducción asistida sobre la esterilidad humana no se ha producido. Pero son pocas las voces que se levantan para evaluar el procedimiento en sí y los efectos que de modo insidioso está creando como impulsora de la familia artificial.

Eso es posible porque hay una especie de pacto de silencio en torno a ciertos aspectos de la reproducción asistida, un pacto de no dañar el prestigio social de esa tecnología

Se filtran las noticias (la mujer menopáusica convertida por la ciencia en una feliz madre de 50 años, la dura represión contra el Dr. Jacobson por haber inseminado con su propio semen a 75 mujeres, etc.) para rendir tributo a los inagotables recursos de la tecnología reproductiva o manifestar que los compromisos éticos de la especialidad son tomados en serio. Apenas se habla ya de niños artificiales. Sólo unos pocos, entre moralistas, psiquiatras y grupos feministas, sigue prestando atención a los problemas éticos, jurídicos y psicológicos de la reproducción asistida. La sociedad en general parece haber digerido el problema.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993 


viernes, 15 de marzo de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (VIII)

Está fuera de toda ética médica el plegarse a intereses particulares utilitaristas. Cuando se cede al utilitarismo el aborto lleva a la eutanasia, y viceversa.

El Prof Gonzalo Herranz

“Y como la familia es de una pieza, hay también una inevitable conexión entre la mentalidad anticonceptiva-abortista y la eutanasia. Cuando en una sociedad son muchos los que creen que tener hijos es un error ingenuo, las consecuencias socioeconómicas tardan unos años en llegar, pero llegan inexorablemente, al seno de las familias y a todo el tejido social. 

Algunos economistas y expertos en sociología de la familia se han puesto a pensar en lo que ocurrirá si no cambian a tiempo las tendencias demográficas actuales. La carestía de nacimientos -nos dicen- causará graves perturbaciones a todos los niveles de nuestra economía. Las primeras víctimas serán los padres de ninguno o de muy pocos hijos. Serán decenas de millones los adultos con la desgracia de terminar sus días sin tener a su lado nadie que les quiera de verdad, sin hijos ni nietos. 

Hay quien ha sugerido que, ante la falta de apoyo familiar para una fracción tan grande de la sociedad, debe instituirse una solución eficaz, del tipo de la eutanasia, que podría aplicarse voluntariamente a quienes la solicitaran o, incluso, involuntariamente al cumplir determinada edad. Y eso no por la simple razón económica de que la población activa, poco numerosa entonces, se resistirá a sacrificarse y prescindir de sus gastos de diversión y bienestar para subvenir a las necesidades de los ancianos y de los improductivos. Es que, en una sociedad egoísta, el anciano enfermo crónico, que vive solo, que no tiene familiares próximos que cuiden de él, es, como demuestra la experiencia holandesa, uno de los candidatos naturales para la muerte por compasión.

La falta de aprecio por la vida humana de los parientes viejos es la simple extensión y consecuencia de la falta de aprecio por la vida humana naciente que es el aborto. 

Se han cumplido ya en algunos países europeos bastantes años de la promulgación de las leyes despenalizadoras del aborto. Los efectos de esos años de desprecio legal de la vida son ya muy marcados en la sociedad y en la familia. 

Al aceptar mucha gente -los partidos políticos, los creadores de la opinión pública, algunos pensadores muy influyentes- con toda frialdad que el aborto es algo moralmente irrelevante, algo habitual que ha entrado en las costumbres admitidas, la sociedad se ha hecho 'oficialmente' indiferente o agnóstica ante el valor sagrado de la vida humana, de cualquier vida humana. La sociedad está preparada para que le digan que hay una cosa que queda por hacer: determinar cuáles son las vidas humanas que valen poco o que valen mucho menos de lo que cuestan, a fin de que se autorice legalmente su eliminación. 

Entran entonces en el mismo saco de vidas para desechar las que se calculan como molestas, costosas o simplemente indeseadas. Un amigo mío inglés, excelente filósofo, me decía que el aborto y la eutanasia han unificado su grito de guerra: al ya clásico `Todo niño, un niño deseado´ se ha añadido ahora `Todo anciano, un anciano deseado´.”  Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993