El carácter esencialmente consultivo de los comités éticos les impide, también, éticamente arrogándose un poder vinculante del que carecen. Sustancialmente, a los comités se les pide que ponderen, deliberen y emitan las posibles soluciones que provengan de un profundo estudio. Como expresó el Prof Herranz, en el envío anterior, esa condición básica de que emitan sus distintas soluciones basadas en un profundo estudio invalida, de raíz, a los “comités decorativos o de paja (políticos)”.
El Prof Gonzalo Herranz:
“La grandeza y la debilidad de los comités de bioética radica justamente en su carácter consultivo… Pero nunca pueden imponer sus decisiones o, de algún modo, imponerlas como vinculantes…
…hay cuestiones tan cargadas de tensión moral -cual es el caso, por ejemplo, del estatuto del embrión humano, del aborto, de la reproducción médicamente asistida o de la suspensión de la atención al paciente terminal- para las que no se vislumbra la posibilidad de un futuro de acuerdo y concordia. Es precisamente entonces el momento de que los propios Comités levanten acta del hecho, duro y duradero, de la diversidad ética de la sociedad. No cabría entonces imponer como pacto final una solución que fuera meramente mayoritaria: es obligado entonces aceptar los votos de disenso, respetar las minorías éticas y convivir pacíficamente en el desacuerdo educado, crear las condiciones de respeto a la libertad de cada uno.
El pluralismo cultural, es decir, la convivencia y cooperación, dentro de los comités, de personas de formación académica dispar, de procedencia geográfica y social diversa, de adscripción política, filosófica o religiosa diferente, supone un enriquecimiento irrenunciable.
Creo que uno de los mayores peligros que acechan a la bioética hoy no es tanto el legítimo pluralismo ético, sino el reduccionismo operativo, la visión unilateral que reduce la realidad a lo abstracto, la visión meramente cientifista como ideología totalitaria, que proclama que la ciencia es la única fuente, fiable y universal, del conocimiento, que la realidad se reduce a la interpretación positiva y objetiva que la ciencia da del mundo y del hombre. Para contrapesar la enorme fuerza atractiva del cientifismo como ideología, se necesitan en los Comités gentes no dominadas por el paradigma tecnológico-manipulativo. Sin ellas, se perdería el componente verdaderamente humano de los conflictos planteados por el progreso, y se caería en el riesgo de reducir al hombre bioético a mera etiqueta diagnóstica, a constelación de genes, o a complejos moleculares…” Gonzalo Herranz, “La Bioética, asunto público: presente y futuro de los Comités Internacionales y Nacionales de Bioética”, conferencia en el Congreso Internacional de Bioética. Universidad de La Sabana, 1997.