El Prof Herranz, continuando con los cinco puntos ya anunciados, pasa a considerar un aspecto del segundo punto.
“2 a) La farmacología de la diada materno-embrionaria
La instalación del embrión en el seno de la madre es, pues, fuente de conflictos farmacológicos y éticos. De momento, la inmensa mayoría de esos conflictos pasan inadvertidos, porque la inmensa mayoría de las mujeres que quedan embarazadas no van al médico hasta que han transcurrido al menos seis u ocho semanas de la fecundación, cuando el período de la organogénesis está o muy avanzado o ya terminado. Probablemente, no ocurrirá así en el futuro. Hay una fuerte tendencia social a “medicalizar” la gestación, a acudir al médico en el período periconcepcional, a fin de poner en práctica medidas preventivas de determinadas malformaciones, mediante la ingestión de suplementos vitamínicos. Las madres, como un aspecto más de su control de la reproducción, querrán estar preparadas para acoger maternalmente al embrión.
Lo dicho basta para fundamentar la conclusión de que, en el contexto del respeto a la vida naciente, hay, ante la diada madre-embrión, ciertos deberes ético-profesionales del médico y del farmacéutico, a la hora de prescribir y dispensar medicamentos a las mujeres en edad fértil y, sobre todo, a las embarazadas.
El médico ha de abstenerse de prescribirles medicamentos potencialmente teratógenos, y les ofrecerá medicamentos alternativos no-teratógenos, similares en eficacia y seguridad. Si no hay alternativa posible y la enfermedad materna, por su gravedad, ha de ser inexcusablemente tratada con un fármaco teratógeno, es obligado aplicarlo a la dosis efectiva más baja, pues muchos efectos teratógenos son dosis-dependientes.
En los casos en que los fármacos teratógenos procuran un beneficio solo marginal o cuando la naturaleza de la enfermedad consiente aplazar el tratamiento, es éticamente obligado diferir la terapia al tiempo en que se ha concluido la organogénesis y ya no hay riesgo apreciable de inducir malformaciones.
Para las enfermedades que necesitan tratamiento continuado, convendrá utilizar fármacos no teratógenos antes de la concepción y durante el primer trimestre y cambiarlos a otros en el resto del embarazo.
Sin embargo, y a pesar de actuar con todas las cautelas, no será posible siempre evitar algunos pocos casos de exposición inadvertida, accidental o inevitable, a fármacos teratógenos. Hay fármacos, como algunos análogos de la vitamina A, la isotretinoína, por ejemplo, que mantienen su acción teratógena durante meses. Si su administración se suspende, es posible evitar parte de sus efectos adversos.
Y hay fármacos que no se puede dejar de administrar de modo continuado, como ocurre con algunos antiepilépticos, pues suspender el tratamiento podría conllevar efectos graves. En estos casos, el imperativo de no dañar obliga al médico a buscar el equilibrio justo entre el tratamiento de la enfermedad de la madre y la preservación de la vida y la salud del embrión, pues tiene entonces una responsabilidad moral de proteger al embrión y evitarle daños serios derivados de la exposición a esos fármacos.” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999.”