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lunes, 14 de noviembre de 2022

El enfermo alcohólico es incompatible con la eutanasia

Son muchas la razones por la que, de forma natural, al igual que en el resto de las enfermedades, la eutanasia está proscrita en toda labor ética del médico, pero con la enfermedad por alcoholismo esa verdad se hace especialmente patente.

Si algo caracteriza al enfermo alcohólico es su firme decisión de mantenerse en la adicción de la que tanto beneficio personal cree obtener. Llega a no poder concebir su vida sin el alcohol, que ha pasado de simple acompañante a ser la razón de su existencia. La satisfacción que le depara el alcohol es ya para él un requisito vivencial al que se entrega sin contemplación. Al enfermo alcohólico le son extraños los razonamientos que le pretendan disuadir de la bebida, por mucho que se revistan de persuasivos.  

Ciertamente, el paciente alcohólico pasa por momentos especialmente difíciles en su enfermedad. Uno de esos momentos son los episodios en los que desea, o intenta, el suicido. Pero si lo analizamos con más detalle ese hecho, se comprueba que suele coincidir con haberse desencadenado en él una vivencia especialmente intensa de soledad existencial, junto a una fuerte impotencia para superarla. Una alternativa válida que se le presenta es la de aferrarse todavía con más fuerza a la bebida. Se genera así un funesto círculo vicioso del que es prácticamente imposible salir por sí sólo. En definitiva, dicho enfermo no encuentra ni desea otra compañía que el alcohol, que, a su vez, le precipita con más intensidad en su abismo de soledad. Hay que aclarar, a todo esto, que la vivencia de soledad existencial es una soledad especialmente angustiosa, y muy distinta a cualquier experiencia de soledad física. 

Es cierto que subjetivamente para este enfermo el alcohol ha logrado que aminoren, o incluso se esfumen, gran parte de los problemas que el mismo se ha creado, pero el precio que paga es muy alto: caer en una dependencia que le esclaviza y le cercena los recursos para superarla, haciéndole naufragar sin rumbo. Todo ello sin contar, además, que el enfermo alcohólico tiene potenciada la generación de sesenta enfermedades distintas. 

Pero, en el momento álgido de la enfermedad, cuando en el paciente alcohólico se agudiza su soledad existencial, es cuando precisamente el médico, con la ayuda de allegados, familia, amigos etc., puede mostrar una especial eficacia de tratamiento. Sólo el hecho que le presta la cercanía de la asistencia médica provoca una notable acción reparadora en dicho enfermo.

Entonces, ¿en qué le puede servir al enfermo alcohólico un planteamiento u ofrecimiento de eutanasia? Absolutamente de nada, igual que al resto de los enfermos de cualquier etiología. Pero en el caso de los pacientes con dependencia alcohólica se hace más patente el carácter engañoso de la acción eutanásica, ya que estando esclavizados por el alcohol quieren seguir dependiendo de él y, además, su vivencia de soledad también la tienen cubierta con la bebida. 

Prácticamente, lo único que se demuestra eficaz en esos enfermos alcoholizados, que viven habitualmente en una situación de riesgo terminal, es que experimenten una cercanía que realmente les rescate de su soledad existencial a través de una profesional asistencia médica y familiar al unísono. 

El enfermo alcohólico es, sin duda, ejemplar en rechazar con claridad, y poner en claro la falsedad, de la mortífera pseudo compasión eutanásica. Llegado el caso, el enfermo alcohólico no dudará en acogerse a la eficacia profesional de unos Cuidados Paliativos.

Juan Llor Baños

Medicina Interna


lunes, 23 de mayo de 2022

Causas del descontrol en la enfermedad por alcoholismo (y III)

Pocas patologías son tan deletéreas como las que arrastra el alcoholismo. Se sabe que, por ejemplo, reduce las expectativas de vida en unos 20 años, y favorece la aparición de 60 enfermedades, junto con evidencias, entre muchas, del tipo como: que en la mujer el alcohol produce doble efecto lesivo que en el hombre; que genera el síndrome alcohólico fetal si la mujer en estado de gestación persiste en la bebida; que es inductor de suicidio en un 35%, con especial incidencia en el suicidio juvenil; que genera el 50% de los heridos graves y fallecimientos en carretera, y que es causa de cerca de la mitad de los homicidios que se cometen.

Así, el enfermo alcohólico, inmerso en una sociedad carente de sensibilidad para inhibir los peligros que provoca sus “evasiones”, también tiene perdidos los resortes que le podrían facilitar su tratamiento. El enfermo alcohólico, en general, sólo es asistido convenientemente cuando su patología cursa con cierta gravedad, sea cirrosis u otra entidad clínica, y con un detrimento serio en su pronóstico de vida. Todo ello condicionado y acrecentado por carecer de especialista propio y específico de enfermedad por alcoholismo.  

Además, en estos tiempos, como desgracia añadida, el enfermo alcohólico puede ser presa fácil de una mentalidad utilitarista, tipo filosofía eutanásica o abortiva que, sirviéndose del pronóstico de vida reducido que con frecuencia padece, le ofrezca un adelanto fraudulento de la muerte, en el adulto, con la eutanasia, y del aborto, en el síndrome alcohólico-fetal.    

Iniciar el camino de solución a este difícil y trágicamente lesivo problema de la enfermedad alcohólica supone actuar en sus causas, no tanto de desde la perspectiva coercitiva, sino desde el esfuerzo mantenido en la formación continuada tanto a nivel social como asistencial y facultativo, que ponga de relieve una apuesta real por valorizar, sin equívocos, la cultura del aprecio por la vida que contrarreste la cultura del desprecio por la vida. La cultura del desprecio por la vida, en esencia, consiente y acepta, con indiferencia social e individual, que la persona se pueda arruinar orgánica y psíquicamente persiguiendo la “evasión” alcohólica.   
Juan Llor Baños
Medicina Interna
mayo 2022


domingo, 22 de mayo de 2022

Causas del descontrol en la enfermedad por alcoholismo (II)

Aunque es cierto que la decisión para descontrolarse con el alcohol, por muy irresistible que sea la atracción, siempre es individual, también es cierto que todo ello ocurre en un escenario social propicio, que en el fondo da por buena, de forma implícita, aunque también en ocasiones explícitamente: botellones, de salas de diversión, etc., en donde se da rienda suelta a que se desplieguen esas “evasiones”.

Es muy repetida la información, que va en aumento año tras año, sobre la mortalidad por alcoholismo que a nivel mundial supera los 3 millones, unos 6 fallecidos por minuto. Esa cifra, prácticamente, solo tiene valor estadístico, ya que, hasta el momento, carece de poder para incentivar una reacción eficaz en formación y asistencia a distintos niveles. 

Además, el alcoholismo, en cuanto enfermedad, tiene intrínsecamente reducida su capacidad de resolución por un doble componente: el primero, situado en el propio paciente, pues en la mayoría de los casos no admite ser reconocido como tal enfermo y, en segundo lugar, en el propio facultativo, que al enfrentarse a un enfermo así es difícil que encuentre otra salida distinta a la de inhibirse en asistencia o en dar una propuesta de tratamiento a sabiendas que nada o poco puede solucionar.

Sin embargo, pocas patologías son tan deletéreas como las que provoca el alcoholismo. Se sabe que, por ejemplo, reduce las expectativas de vida en unos 20 años, y favorece la aparición de 60 enfermedades, a lo que se añade el riesgo de promover un severo deterioro de la salud en las personas que familiarmente o por amistad conviven o se relacionan con el enfermo alcohólico.

En esta enfermedad, tampoco es eficaz para alertar de su gravedad, el recurrir repetidamente al estudio estadístico, que ciertamente es un instrumento de primera calidad para cobrar conciencia de la magnitud de la tragedia, pero puede inducir al peligro de pensar que sólo los números, con sus llamadas a la atención y a la consideración, pueden iniciar o facilitar la solución del problema. Esos números sólo serán eficaces si son simultáneos a un revulsivo programa de acción en formación y en atención médica reglada.

Juan Llor Baños

Medicina Interna

Mayo 2022


sábado, 21 de mayo de 2022

Causas del descontrol en la enfermedad por alcoholismo (I)

Introducción

El alcoholismo merece la pena prestarle atención desde muchas vertientes, pero vamos hacerlo aquí, especialmente, desde el punto de vista médico, basándonos, en la enorme carga que supone su morbi-mortalidad a nivel de la práctica médica y su clara implicación de responsabilidad ética.

Es fundamental, en este problema de repercusión sanitaria tan elevada, centrar los esfuerzos en corregir las causas que lo provocan y acentúan. Si la raíz desde donde se genera el alcoholismo no se controla, poco, o menos que nada, se podrá hacer, aunque los esfuerzos en paliarlo sean grandes.

En realidad, más que el alcohol, lo que mata es la falta de atención o, más exactamente, el “síndrome de indiferencia” que permite que el alcoholismo se difunda sin tasa ni límites, sin criterio alguno de sujeción, y sin vislumbrar un plan de contención asistencial y de formación que actúe de forma planificada y coordinada.

El alcoholismo como expresión de una mentalidad 

¿A qué se debe ese descontrol en la actuación tanto a nivel individual, como social y sanitario? ¿Cuáles son sus raíces?

El alcoholismo, y la enfermedad que genera, reflejan claramente una actitud personal en quien lo practica. Una actitud de abandono y derrotismo en manos del alcohol inducida por el atractivo de la “evasión”. Esa evasión que puede adoptar dos características principales y distintas:

La primera forma, es buscar la evasión a través del alcohol para pretender superar una insatisfacción personal. Son los “adictos primarios” o “tipo primario de bebedor compulsivo”. Se bebe como EVASIÓN PARA SUPERAR o remediar una deficiencia subjetiva personal.

La segunda clase, lo constituyen los “adictos secundarios” o “tipo secundario de bebedor compulsivo”. Se busca la evasión PARA MANTENER o ADQUIRIR una meta de conveniencia personal o social y que se autojustificada. Esa autoindulgencia progresiva evoluciona hacia las características del tipo primario.

En ambos casos, en el inicio, antes someterse a la intoxicación alcohólica, por lo general, el estado de salud es aceptable, y es sometido a un derrumbamiento voluntario que presagia el cataclismo orgánico y psíquico.

Juan Llor Baños

Medicina Interna

Mayo 2022


jueves, 26 de agosto de 2021

El alcohólico asintomático

Conviene acudir a la medicina para aclarar qué se entiende por enfermedad sintomática, asintomática, y mera sospecha de enfermedad. 

Ser sintomático es asistir al reflejo de la enfermedad que se manifiesta por signos, que deben ser valorados con precisión por el facultativo. Ser asintomático es tener una enfermedad que actualmente no da síntomas, y sólo corresponde al médico la valoración de su existencia tras una consulta reglada, que le dará una relevancia escasa, media o mayor, como enfermedad asintomática. Ciertamente, ni en la enfermedad sintomática, ni en la asintomática, la valoración diagnóstica nunca viene concedida únicamente por unas pruebas de laboratorio, radiológicas, etc. sean positivas o no, sino por la valoración diagnóstica del facultativo. Lógicamente, la mera sospecha imaginaria de enfermedad se coloca fuera de los límites de la medicina.

Pues bien, la enfermedad alcohólica, en la historia natural de cada paciente, ofrece un perfil casi óptimo para considerar la definición de ambas manifestaciones de la enfermedad, tanto en su vertiente asintomática como sintomática. 

La versión asintomática en la enfermedad alcohólica muy frecuentemente transcurre durante un largo periodo de tiempo que, incluso, puede ser de meses, con el agravante de ir consolidando, de forma casi silente, una afectación severa o muy severa.

En medicina, se sabe que estos enfermos alcohólicos padecen desde el inicio una alteración de conducta que transcurre oculta durante largo tiempo, formando parte de una verdadera enfermedad asintomática, en donde el enfermo mimetiza formas de comportamiento que se conciben como normales, tanto para su entorno como incluso para el propio enfermo. 

Si nos referimos a las alteraciones orgánicas de la e
nfermedad alcohólica, normalmente, de forma paralela a las alteraciones de la conducta, sólo suelen manifestarse de forma muy solapada al cabo de largos meses. Por ejemplo, a nivel hepático toman asiento lesiones que pasan desapercibidas y que, al no ser advertidas, no pueden dar ni siquiera la alerta al paciente en la conveniencia de abstenerse del alcohol. Alerta, que le alejaría de la evolución tórpida hacia la irreversibilidad de la cirrosis y sus graves complicaciones. No es el hígado el único órgano que se ve afectado por el estado asintomático de la enfermedad alcohólica, ya que ésta pone en marcha más de 60 enfermedades en el organismo. 

Sirva de ejemplo la enfermedad alcohólica para confirmar que, al margen de la realización de pruebas y de su positividad o no, siempre se precisa la completa valoración diagnóstica del facultativo para definir cuándo estamos ante la enfermedad sintomática o asintomática con su rango de afectación, escasa, media o importante. Por supuesto, está fuera de consideración médica la imaginativa sospecha de enfermedad.


domingo, 14 de febrero de 2021

EL ALCOHOLISMO MANTIENE A DIARIO UN ELEVADO NÚMERO DE INGRESOS HOSPITALARIOS


El alcoholismo llena el 10% de las camas hospitalarias de forma continuada, y son sesenta las enfermedades importantes que están vinculadas al consumo excesivo de alcohol. El 5% de la población, por su consumo de alcohol, convive con el riesgo próximo de quebrantar su salud, agravada por la alarmante permisividad que existe en la sociedad frente a este problema.

Bien se puede decir, sin faltar a la verdad, que con respecto al alcoholismo la sociedad vive en la inconsciencia, y con los límites de control de la enfermedad permanentemente rotos. 

Bastaría para hacer caso a esas alertas considerar que esa enfermedad arrastra al paciente a forzar los ingresos por patologías que le supondrán repetidos reingresos por enfermedad crónica y de pronostico de vida llamativamente reducido, como es el caso de la evolución de los procesos cirróticos, o procesos pancreáticos, etc. 

Plantarse salir de esa devastadora espiral, necesita plan de asistencia personal. Pero también, medidas que debieran sensibilizar e implicar a las administraciones sanitaria y educativa de una manera seria y real, no como "francotiradores" con políticas con frecuencia aberrantes. Por ejemplo, se echa en falta la creación de un organismo de prevención del alcoholismo con medidas de control programado, con un plan regular profesional de información en institutos, universidad, y a nivel social. Las políticas tomadas hasta ahora han demostrado ser descoordinadas, inconstantes, y llamativamente ineficaces. Es más, el alcoholismo se nutre, y va a más debido a la falta de seriedad en el modo de afrontarlo. Es casi imposible establecer el consumo racional de alcohol en una sociedad que es gravemente inconsciente del riesgo cuando se sobrepasan los límites.

Entre las seis decenas de enfermedades asociadas al consumo excesivo de alcohol están la cirrosis, la pancreatitis, el incremento llamativo de cánceres, además de otros riesgos asociados como los accidentes de tráfico en casi el 50%, las agresiones sexuales, la adicción al resto de drogas, y un alto porcentaje de  violencia de género.

viernes, 5 de febrero de 2021

LOS LÍMITES DEL ALCOHOL (y II)

   Las políticas de prohibición, en este problema del alcoholismo, tanto a nivel individual y como social, consiguen algunos resultados positivos, y pueden desempeñar su papel. Pero no es, en mi opinión, ni con mucho menos, el camino más eficaz. Considero que es más realista, a la hora de ganar terreno en esta batalla, mantener un estado de constante y actualizada formación en diferentes los niveles, sobre todo a nivel de educación básica, media y superior, social, y, por supuesto, sanitario. En ese sentido, a mi juicio, tampoco la Medicina cuando trate al enfermo alcohólico tiene que actuar desde la reprensión y el miedo, sino esencialmente a través de la constatación de un diagnóstico, lo más ajustado posible, para dar cauce a un tratamiento acorde e individualizado.

   En mi experiencia, me parece importante subrayar, en esta patología, un elemento que cobra clara notoriedad para una adecuada marcha en el tratamiento de la enfermedad alcohólica. Se trata de la estrecha colaboración que debe haber entre el médico y la familia, o allegados próximos, del paciente. Me parece que es un requisito básico que la familia tenga conciencia de que el alcohólico es radicalmente un enfermo en el sentido más explícito y real del término. No es un individuo con un hábito vicioso arraigado, aunque lo haya sido en su pasado más o menos lejano. El entorno familiar debe comprender que estamos frente a una auténtica enfermedad de gran calado, tanto a nivel orgánico como psíquico.

   Lo importante en esta área de la Medicina, como en muchas otras, no es intentar solucionar tanto los efectos del descontrol, como preverlo y actuar en las causas. Así, si se busca el alcohol como aliado para el divertimento o la solución de problemas personales, lo más probable es que los síntomas de su abuso no tarden en hacerse presente en forma de confusión y descoordinación de funciones orgánicas y psíquicas, que generarán, paradójicamente, un estado progresivo de tedio y depresión, desplome del refugio que se añoraba, y se agravará la vivencia de indefensión y de soledad.

   La enfermedad alcohólica es un auténtico reto de grandes proporciones a nivel individual y social. Baste saber que el 5% de la población en España supera los límites de bebida y se sitúa dentro de la potencial enfermedad. La patología alcohólica arrastra unos 60 tipos de enfermedades, es la causa de aproximadamente la mitad de los accidentes, y es incuestionable que las bebidas alcohólicas en los jóvenes (“botellones”, etc.) está incidiendo y condicionando de forma grave en su salud.

   Estos datos reales deben servir para alertar y sensibilizar, junto a poner en práctica, sin dilación, los pertinentes servicios que lleven a cabo la labor de prevención y formación a distintos niveles educacional, sanitario y social.


jueves, 4 de febrero de 2021

LOS LÍMITES DEL ALCOHOL


 El alcohol como bebida, en sí misma, debe ser aceptada, y podemos decir con certeza que es incluso recomendable. Pero tiene, como todo, sus límites. El peligro serio empieza cuando se rebasan esos límites aceptables y la razón comienza a ser suplantada por una conducta descontrolada.

Esa conducta descontrolada coge fuerza cuando, sirviéndose del alcohol, va ganando protagonismo conducirse por meras sensaciones y estados de ánimo. El alcohol, que en un principio es utilizado como instrumento para facilitar el divertimiento a toda costa, o bien para procurarse una compensación, o para favorecer la apariencia de un rol social, etc., puede traicionar a la persona, y pasar de instrumento usado para esos fines, a hacer sucumbir a la persona bajo la dependencia alcohólica, al principio de forma silente y casi imperceptible hasta provocar un estado de severa enfermedad.

Sobrepasar los límites aceptables en la ingesta del alcohol puede subvertir a la persona. El individuo pasa del autodominio natural a un estado de progresiva enfermedad consecuencia de los efectos del alcohol en su organismo, condicionando su conducta bajo un rigor de dependencia psíquica y psíquica.

En un estado de falta de autodominio por la dependencia al alcohol, ¿qué hacer? A nivel personal hay dos claros caminos: uno, permanecer en esa situación dejándose llevar por el grave progreso deletéreo de esa enfermedad de dependencia, con resultados devastadores para el individuo; o bien, intentar buscar la solución médica para encauzar correctamente esa grave alteración psico-orgánica.

La solución médica parte de unas premisas que debe conocer el paciente: 1) asumir que se ha caído en la enfermedad, y que sin ayuda médica el progresivo deterioro se da prácticamente por descontado, 2) que esa conciencia de enfermedad debe ser asumida también, por la familia o allegados del paciente, y deben colaborar de forma activa con el servicio médico, 3) que ordinariamente el periodo de tratamiento es progresivo y firme, pero largo, aunque haya que contar con retrocesos, 4) que las metas alcanzadas en la mejoría, aun sean aparentemente mínimas, constituyen grandes éxitos, y 5) que la abstemia no es imposible ganarla.


domingo, 13 de diciembre de 2020

EL ALCOHOLISMO SOCIALMENTE CONSIDERADO

   Estas breves reflexiones que voy a exponer como médico son fruto del trabajo con cientos de enfermos de alcoholismo, y también por haber asistido a muchos que fallecían, adultos jóvenes, por su patología alcohólica, conscientes de que ya era demasiado tarde para dejar de beber y poder evitar un desenlace que se presumía más o menos próximo.

   Una primera afirmación básica de la que hay que partir y asumir, es que el alcoholismo es una enfermedad, y una enfermedad grave. Tiene la característica de que se va gestando silenciosamente, con inicio casi imperceptible, utilizando, en muchas ocasiones, un pretexto para solucionar un problema o dificultad personal más o menos justificada, tanto en el joven como en el adulto, como puede ser, por ejemplo, querer sobreponerse a una tendencia a la timidez que se quiere solucionar con una ingesta alcohólica pretendida como “normal” (que es muy por encima de lo que es el valor normal). Otras veces, esa ingesta “normal” se desea como ayuda para sobrellevar un fracaso, etc. Ahí el alcohol presta un “gran servicio”, pero también constituye es el inicio de una dependencia que puede llevar a una esclavitud de por vida.

   Ese servirse del alcohol para obtener un cierto beneficio personal, es especialmente dañino en el joven. El adulto tiene, en principio, ciertos recursos para ser más consciente del problema que le genera el alcohol, y así superar algunas situaciones que le abocan a la bebida. Pero el joven, por su lógica inmadurez, está especialmente expuesto y sin apenas recursos para evitar el progresivo avance de la enfermedad alcohólica, y se queda atrapado por ella.

   Está muy demostrado que el joven, en la ingesta de alcohol, está muy influenciado por la conducta que observa en sus padres. Unos padres que no ayuden con su ejemplo a la hora del propio consumo de bebidas alcohólicas, o no expliciten, de forma clara, que la bebida alcohólica tiene sus límites, o bien, resten importancia a estados de ebriedad, o bien, aprueben, aunque sea sólo tácitamente, ciertos excesos en este tema, indudablemente están marcando de forma considerable las actitudes que tomen o tomarán sus hijos en esta materia.

   Conviene saber, además, que todo joven tiene un proceso de maduración cerebral que finaliza ya entrada la segunda década de la vida, y por esa razón, son numerosos los trabajos que alertan del consumo de alcohol en la etapa temprana de la vida. Es un argumento que debe pesar en la responsabilidad de los padres.

   En los momentos que nos encontramos, ciertamente, no resulta ésta una tarea nada fácil, cuando los jóvenes tienen, hoy en día, prácticamente todo permitido, y se viste de “normalidad” lo que es más bien frecuente, como es cualquier conducta tomada por la mayoría: el “botellón” en grupo de jóvenes (de comienzo a los trece años). Pero pienso que esa dificultad para prevenir en los inicios la enfermedad alcohólica no debe asumirse con la conformidad de que se puede hacer poco. por remediar ese estado. Es más, por el contrario, debe ser una razón poderosa para estar especialmente alerta. El ser consciente de ese problema ya es una clara victoria.

   Actualmente también hay que contar que los jóvenes sufren una poderosa presión social fomentada por un permisivismo sin límites que favorece y fomenta el alcoholismo entre ellos. Es de sobra conocido que el alcohol es puerta de entrada a todo tipo de drogas, al libertinaje de la permisividad sexual, etc. en el que el consumo de alcohol es un aliciente querido, buscado, y fomentado sin frenos por esa razón.

   La solución pienso que debe venir, esencialmente, no tanto por un severo control de los padres, un mayor control policial, un incremento de tasas en la bebida, mayores trabas en la consecución del alcohol, etc. Indudablemente, esos procedimientos pueden ser en ocasiones aceptables estrategias, pero lo que es del todo insustituible, y más eficaz, es promover un programa de adecuada formación en este campo, que sirva para suministrar un criterio personal de comportamiento, y así prevenir la enfermedad alcohólica con el conocimiento de los graves y numerosos estragos que a nivel individual y social produce.

   A todos nos conviene estar atentos al consumo individual del alcohol, que por ser saludable su consumo, tiene también un saludable límite.


lunes, 23 de noviembre de 2020

LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA ¿SE PUEDE VENCER?

La contestación no es sencilla. Sin duda se pueden mitigar y reducir sus efectos de forma muy importante con la supervisión médica.

En primer lugar, hay que ser conscientes que la enfermedad alcohólica es una enfermedad como tal. No es un vicio, aunque en los primeros estadios pudiera ser así, pero cuando está arraigada como dependencia, ya estamos hablando de una enfermedad en sentido pleno y exige control médico preferente.

Hemos dicho que se debe acudir cuanto antes al médico. De ello depende que su pronóstico varíe y empiece a mostrarse favorable. No es lo mismo, por ejemplo, encontrar un estadio inicial de afectación hepática, que es relativamente fácil de revertir, que cuando la afectación hepática es severa y difícil de superar, con frecuentes descompensaciones, que colocan al enfermo habitualmente en estado crítico. Con mayor importancia si además de la enfermedad hepática contraída se padece la afectación psicológico - psiquiátrica de la dependencia.  

Uno se podría preguntar cuándo acudir al médico, o cuándo debe acompañar al médico, al enfermo alcohólico. Se pueden dar, a modo de orientación, las siguientes pautas: 

1) cuando, en los últimos meses, en una ocasión, durante pocas horas, se ha superado la ingesta de más de medio litro de vino (equivalente a 4 ó 5 cañas),

2) cuando se tienen pensamientos de que se debería poner fin al beber, 

3) cuando la familia o amigos le recomiendan que deje de beber, 

4) cuando se presentan sentimientos de culpabilidad por beber. 

5) cuando la familia, o el propio individuo, nota que por la mañana necesita ingerir bebida alcohólica para encontrarse confortable.

Si está presente alguna de estas situaciones, no se debería diferir la consulta médica, pues existe sospecha importante grado de dependencia alcohólica, que de por sí es muy difícil de superar.

lunes, 16 de noviembre de 2020

LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA: EFECTOS PERSONALES Y SOCIALES DEVASTADORES


Es importante que el enfermo alcohólico cobre conciencia de su enfermedad. De hecho, cuando conoce que puede conseguir mejorar ostensiblemente su situación opta, con frecuencia, por acudir a la consulta médica, aún cuando esté al principio con dudas más o menos razonables. Satisface comprobar que se le pueden ofrecer posibilidades de mejora eficaces, e incluso esperanza de curación, a ese tipo de pacientes con enfermedad de curso irreversible.

Actualmente, tanto en hombres como en mujeres, se observa un incremento del alcoholismo. Pero desgraciadamente, el incremento es tremendamente significativo en la juventud, en donde la proporción hombres o mujeres está equilibrada. El incremento del fenómeno del “botellón”, que no se remedia, ni se remediará, con mayor vigilancia policial, presagia un descontrol a todos los niveles, social y personal, todavía más preocupante en esta seria enfermedad.

La enfermedad alcohólica en sus distintas manifestaciones a nivel hepático, sistema nervioso central, cardiaco, pancreático, traumatológico por los accidentes de todo tipo que provoca, etc, y por supuesto, psiquiátrico, viene a suponer un 10% de los pacientes ingresados en el un centro hospitalario. Es una cifra que habla por sí sola del respeto que se le debe tener a la enfermedad alcohólica, y habla también, por contra, de la poca importancia que se le está prestando actualmente.

Cuando no le prestamos, a nivel social y profesional, la importancia que se le debe, nunca encontraremos remedios eficaces a las tragedias que desencadenan día a día, aunque sean muchas las quejas. Por supuesto, en un ambiente la crisis social, de crisis de ansiedad, de fomento de pánico social y  económico, etc., sin duda, incrementarán el número de pacientes con enfermedad alcohólica. Serán cada vez más los que se sumarán a sentirse atraídos por el alcohol como refugio que aminore sus preocupaciones. Y desgraciadamente, el alcohol consigue ser muy eficaz en aminorar temporalmente sus preocupaciones. Ahí, precisamente, empieza la espiral vertiginosa de la enfermedad que acaba esclavizando. El enfermo alcohólico necesita que se le saque de la soledad que le atenaza, y de la que es incluso incapaz de pedir auxilio en su inconsciencia. 

No se podrá abordar una solución eficaz en esta cuestión, si no se plantea un serio plan de formación a distintos niveles: familiar, escolar, universitario, y, ciertamente, sanitario. Otras medidas que no tengan en cuenta ese plan de formación, como la mayor vigilancia policial etc., no pasarán de soluciones parciales, de parcheo circunstancial, y poco eficaces.  

Por ejemplo, los padres deben se debe saber que el sistema nervioso central del adolescente está en periodo de madurez, y la toxicidad del alcohol es tremendamente lesiva en ese estadio, junto a otros trastornos psicológicos que provoca: desatención a los deberes familiares y escolares, retraso en el nivel de aprendizaje, y escasa motivación para otras aficiones que no esté presente el alcohol… etc. 

Los daños, en bastantes casos, pueden ser muy difíciles de reparar. Sin embargo, es muy gratificante comprobar que enfermos seriamente afectados por el alcoholismo pueden iniciar una recuperación muy esperanzadora.


jueves, 12 de noviembre de 2020

LA TRAGEDIA DE MINUSVALORAR LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA


“La solución de la enfermedad alcohólica no se basa en más vigilancia, más persecución y más castigos. La solución tiene otros cauces principales”

Causa asombro comprobar cómo persiste el desenfoque y la confusión a la hora de juzgar y asumir socialmente los problemas que provoca el alcohol. Para intentar que desaparezcan los accidentes graves por el uso del alcohol, la solución principal no es poner más vigilancia en las carreteras, más agentes de vigilancia, etc.

El problema del alcoholismo en general, y más en la juventud, tiene mucho más calado. La medicina, ya desde hace lustros, habla y previene que el alcoholismo en los jóvenes adolescentes provoca serias alteraciones en el sistema nervioso central y ocasiona, a corto y largo plazo, alteraciones psicológicas importantes.

Por ejemplo, el descontrol en la bebida alcohólica provoca:

-Alteraciones importantes en la memoria y en la expresión verbal en los adolescentes.

-Se ha comprobado que existe en los consumidores jóvenes un riesgo en déficit de atención, acentuación de estados de hiperactividad, y desordenes tipo bipolar, que causan desordenes en el desarrollo y madurez cerebral. 

-Está demostrado que el alcohol es la principal causa de muerte en adolescentes. 

-Se multiplican y se agravan las alteraciones en reuniones masivas en donde el protagonista es el alcohol, creándose un ambiente de descontrol y desinhibición cerebral masivo que propicia la enajenación mental multitudinaria. A ese “polvorín de dinamita” sólo le falta una “chispa” para que acontezca la tragedia con llegada urgente de ambulancias.

Urge concienciar a los poderes públicos, a la sociedad y especialmente a los padres, del alcoholismo en la juventud, peligro al que están expuestos los jóvenes de forma demasiado ordinaria. De poco sirve las lamentaciones tras una tragedia, y menos cuando no se quieren resolver las causas principales que la provoca.

Hay, sin duda, especio para la esperanza. La batalla está vencida, aunque ciertamente haya que sufrir algunas derrotas, con tal que:

-se reconozca que el problema es muy urgente, 

-que se adopten programas alternativos de ocio en adolescentes, por ejemplo, en el arte y en el deporte, diseñados con alto nivel profesional,

-prever las causas que incitan a la bebida para actuar sobre ellas, 

-involucrar activamente a la familia y a la sociedad en este cometido, 

-usar en la escuela métodos modernos de aprendizaje en prevención.

domingo, 8 de noviembre de 2020

ALCOHOL Y MALOS TRAGOS

Un método diseñado por la Unidad de Alcohol logra que el 70% de los enfermos prescindan de la bebida durante tiempo prolongado.

El método es eficaz. Pero el camino no acaba aquí. El alcoholismo es una enfermedad con un sinuoso recorrido y hay que estar al tanto en cada paciente: comprobar que sigue abstemio, porque es posible que recaigan en un 50% al año.

El alcoholismo tiene una fuerte carga de prevalencia. La población con una ingesta excesiva (más de cinco bebidas al día) se sitúa en torno al 4,3% entre los hombres y el 0,6% en las mujeres. Por eso, es importante disponer de un método que facilite la resolución o reducción de la bebida del alcohólico crónico.

El método diagnóstico-pronóstico consiste en informar al paciente de su actual alteración hepática y de su pronóstico a mediano y a largo plazo si persiste en el consumo. Es importante incorporan también los consejos de otros especialistas, como psiquiatría. Todo ello con un seguimiento y una valoración trimestral periódica dependiendo del estado clínico, y la evolución de los marcadores biológicos. Así,  de esta manera, el paciente ve cómo mejora su evolución y mejora también su pronóstico.

El método ha resultado ser más eficaz en las mujeres que en los hombres: el 67% de los hombres deja de beber durante un año, frente al 89% de las mujeres. 

El consumo excesivo de alcohol está relacionado con 60 enfermedades diferentes, con daño en órganos vitales como cerebro, tracto digestivo, cardiovascular, y sistema inmune. El alcohol también está condicionando un incremento del 10% de los procesos cancerosos.


martes, 3 de noviembre de 2020

LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA: PROBLEMA SANITARIO DE PRIMERA MAGNITUD

La enfermedad alcohólica es un problema sanitario de primera magnitud, como lo califica la Organización Mundial de la Salud, por lo que supone también una pérdida social y humana de talento y productividad. De los pacientes ingresadas en un hospital, el 10%  sufre una patología directa o indirecta relacionada con el alcoholismo.  

El alcoholismo es el causante de 60 tipos de enfermedades que se asocian al exceso de ingesta. Afecta prácticamente a todos los órganos. También incrementa en un 10% de la patología cancerosa a distinto nivel.

Hace mucho tiempo que saltó alarma con el alcoholismo. Son más de tres millones de vidas las que se lleva por delante cada año a nivel mundial, es la tercera causa de muerte en el mundo, y lo peor de todas estas estadísticas es que es una enfermedad evitable.

Es cierto, que el vino no es una bebida a proscribir, pero también es cierto que tiene sus límites. Es bueno conocer esos límites para que no vaya ejerciendo una lenta y progresiva dependencia en el individuo, de la cual es muy difícil desprenderse por sí solo.  

El número de pacientes varones supera a las mujeres, aunque en las mujeres el efecto del alcohol es más dañino. La mujer tiene menos capacidad para metabolizar el alcohol (prácticamente la mitad que posee el hombre). 

Está demostrado que el tratamiento médico orientado al alcoholismo puede llegar, con determinados métodos, a un 70% de deshabituación. 

domingo, 1 de noviembre de 2020

LA BEBIDA ALCOHÓLICA EN ADOLESCENTES


Los datos demuestran que cuando los jóvenes beben, lo hacen con mayor intensidad en comparación con los adultos.

Los estudios también confirman que se comienza a beber cada vez más jóvenes.

Quizás lo más aterrador, es que el alcohol lidera las causas de muerte, y es el principal causa de fallecimiento de los de menos de 21 años.

Riesgos y factores que se asocian a mayor incidencia de la bebida en los jóvenes:

    -historia familiar de alcoholismo

    -dificultades socioeconómicas

    -pobreza

    -paro

    -predisposición familiar

    -disponibilidad de acceso al alcohol

El alcohol es la droga principal de la juventud:

    -en los últimos años los jóvenes beben bastante más y bastante más temprano.

    -la bebida alcohólica está muy extendida entre adolescentes, y 

    -cuando los adolescentes beben, lo hacen de forma excesiva.

    -la mayor tasa de dependencia es entre los 18  a 24 años

    -se comienza a edades más tempranas. Actualmente se inicia a los 13 años.

    -los que comienzan a beber a los 15 años, multiplican por 4 la posibilidad de enfermedad           alcohólica en la madurez.

Consecuencias de la bebida en los menores de edad tienen efectos adversos a corto plazo:

    -problemas académicos

    -problemas sociales

    -quebrantamiento del estado de salud

    -alteraciones de conducta sexual

    -alteraciones de memoria

    -incremento de violencia y muertes violentas

    -alteraciones en la madurez cerebral con resultado de alteración de la conducta.


sábado, 31 de octubre de 2020

EL ALCOHOL: SUS LÍMITES

Alcohol como bebida, en sí misma, debe ser aceptada, y podemos decir con certeza que incluso tiene su nivel recomendable. Pero tiene, también, como todo, sus límites. El peligro serio empieza cuando se rebasan esos límites aceptables y la razón comienza a ser suplantada por una conducta descontrolada.

Esa conducta descontrolada puede coger fuerza de vértigo cuando, sirviéndose del alcohol, va ganando protagonismo conducirse por meras sensaciones y estados de ánimo.

El alcohol, que en un principio es buscado como instrumento que facilita el la alegría social,  concederse una compensación, o para favorecer la apariencia de un rol, puede traicionar a al consumidor fuera de límites, y pasar de instrumento de uso para dichos fines, a hacerle sucumbir en la dependencia alcohólica, al principio de forma silente y progresivamente, casi imperceptible, hasta provocar la enfermedad alcohólica, de la que es muy difícil sobreponerse.

Sobrepasar los límites aceptables en la ingesta del alcohol puede subvertir a la persona. El individuo pasa del autodominio natural a un estado de progresiva enfermedad causada por los efectos del alcohol en su organismo. Con el agravante de que ese inicio de enfermedad le irá condicionando de forma progresiva su conducta bajo el rigor de dependencia física y psíquica.

Las políticas de prohibición, en este problema del alcoholismo, tanto a nivel individual y como social, consiguen algunos resultados positivos, y pueden tener su papel importante. Pero no es ese, en mi opinión, ni con mucho, el camino más eficaz.

Considero que es más realista a la hora de ganar terreno en esta batalla mantener un estado constante y actualizado de formación a diferentes los niveles sociales, tanto educacional como sanitario.

Si se busca el alcohol como aliado para solución para ayudar y provocar artificialmente un estado de alegría social, lo más probable es que los síntomas de su abuso no tarden en hacerse presente en forma de confusión, y descontrol de funciones orgánicas y psíquicas, que precipitarán, paradójicamente, a un estado progresivo de tedio, depresión y soledad.

Si se busca como aliado de refugio, para olvidar o desinhibirse de problemas, ese refugio se desplomará, más temprano que tarde, ante la falta de consistencia en esa solución buscada.

Si se busca como aliado para mantener un status social, por una personalidad acomodaticia y notablemente inmadura, se agravará todavía más el estado de indefensión y de soledad por el descontrol que ocasiona.

Está comprobado que la ingesta abusiva de alcohol, aunque sea de forma esporádica, tipo botellón, etc., en edades tempranas, cuando el sistema nervioso central todavía se está conformando, puede producir efectos deletéreos en la maduración neuronal que dejarán seriamente comprometido el nivel intelectual de los que la sufren, además de suponer un peligro próximo que desliza a la dependencia alcohólica, de la que es muy complicado desembarazarse.

martes, 27 de octubre de 2020

LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA. ASPECTOS GENERALES

   
Hay muchos bebedores de riesgo que no son conscientes de su situación. Es importante evitar que la enfermedad del alcohol, como es habitual, avance silencioso en estos pacientes y amanezcan en el hospital, pasados los años, cuando ya poco se puede hacer por ellos. Si hubiera un medidor general de hasta qué medida sería aceptable beber, se podría poner un límite en los tres vasos de vino diarios para los hombres y dos para las mujeres. A partir de esa cantidad, esa persona puede empezar a entrar a zona de riesgo y habría que vigilar su relación con el alcohol. No significa que no se pueda beber. La cuestión está en que hay que tomar la proporción ajustada. 
   El descontrol en la bebida leva a un final devastador. De esas personas que beben muy por encima de lo recomendado, sobre un 15% pueden evolucionar a una cirrosis hepática, que suele ser, además, el preámbulo del cáncer de hígado. 
   La cirrosis es
la degeneración hepática, la desestructuración del hígado. Se pierde su arquitectura, tanto orgánica como funcional. Un órgano que es capital para el funcionamiento del cuerpo humano se convierte en prácticamente inservible. 
   Revertir la cirrosis es imposible. Lo único que se puede hacer es frenar su progresión. El clásico pensamiento de que una borrachera ocasional es normal y no supone ser alcohólico es uno de los mitos que hay que echar por tierra, al igual que la frecuente borrachera es la que define a la enfermedad alcohólica. La enfermedad alcohólica no se define sólo por la frecuente borrachera. Hay muchas personas que sin llegar a estar con frecuentemente embriagados son enfermos alcohólicos. Muchos son bebedores sociales, sin saberlo, son enfermos del alcohol. 
   El grado de dependencia al alcohol marca la diferencia entre unos pacientes y otros.
   También es preciso un cambio de mentalidad en los familiares del enfermo alcohólico, pues no nos encontramos frente a una persona con un vicio, aunque en un principio pudo serlo, ahora enfrente tenemos a una persona absolutamente incapaz de vencer una dependencia. Sin contemplarlo así es imposible tratar adecuadamente su enfermedad. Si se sigue y se le trata con razonamientos para convencerle que tiene que salir del vicio, el fracaso está servido. El enfermo alcohólico tiene una voluntad tan debilitada que no puede disponer de ella: esa es la esencia de su enfermedad.

Si se precisa más aclaración, o consulta, dirigirse a: medicinayvida@gmail.com