viernes, 27 de octubre de 2023

La ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (I)

La actitud, activa o pasiva, de cada uno frente a los avances de la ciencia influye de forma decisiva en sus aplicaciones y desarrollo. No es posible dejar de ser responsables. 

El Prof Herranz refiere que:

“Hay obligación de preguntarse por los efectos humanos de la ciencia …Quiero sembrar en la mente de todos ustedes una idea: que es necesario interrogarse acerca de lo que los avances científicos y tecnológicos significan para cada uno de nosotros y para la sociedad que queremos forjar. Sólo haciéndonos ciertas preguntas podremos estar en condiciones de ayudar a que la ciencia sea verdaderamente humana y de ayudar a los científicos a hacer una ciencia a la medida del hombre.

La primera reacción de cualquiera de nosotros al oír lo que acabo de decir es la de pensar que eso no va con uno. Parece que hacer la ciencia es asunto que hay que dejar en manos de los mismos investigadores, que son quienes de verdad saben de ciencia. 

O quizá podemos pensar que eso es cosa que compete a los políticos, a los grandes de la tierra: a los que gobiernan el cuerpo político, a los líderes intelectuales y religiosos, a los comités nacionales de bioética, por ejemplo.

Estamos inclinados a pensar que las mujeres y los hombres de a pie nada tenemos que decir acerca de materias tan complejas como lo es la política de la ciencia: qué sabremos nosotros de cuánto hay que gastar en investigación y desarrollo, de cuáles son las áreas prioritarias en las que volcar el dinero y el talento, de qué hay que hacer con el gigantesco montón de cosas que se saben y que están sin usar esperando a que a alguien se le ocurra qué hacer con ellas, y cosas por el estilo.

Y, sin embargo, ocurre que nuestro modo de vivir depende cada vez más de lo que se investiga en los laboratorios de las universidades y de las grandes industrias, o en las salas y quirófanos de los hospitales. 

Las invenciones y aplicaciones de la ciencia nos siguen desde la mañana temprano hasta la noche, y también mientras dormimos. Vivimos en una cultura dominada por la tecnología, que se nos ha metido en casa: lo que comemos, el modo como nos comunicamos unos con otros, los medios de trasladarnos de aquí para allá, el nacer y el morir, la comida que ingerimos, todo está densamente determinado por la ciencia y sus aplicaciones prácticas. Suspiramos a veces por la vuelta a la naturaleza, pero no nos gusta escapar de esa cápsula de ciencia y tecnología que nos protege y nos domina.

Y, sin embargo, será cada vez menos disculpable quedarse a un lado, y decir: eso no va conmigo. Hemos de sopesar entre todos cuáles son las consecuencias que para la dignidad humana, los valores y derechos humanos, para la vida moral de cada uno y de la sociedad entera, tiene eso que solemos llamar los logros de la ciencia y del progreso tecnológico. Es decir, no deberíamos eludir la cuestión de calcular cuánto nos beneficia, y cuánto nos cuesta, en libertad, en dignidad, en respeto de unos para otros, cada uno de esos avances.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María. 


viernes, 20 de octubre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (y X)

En el juicio de Nuremberg se condenó a los médicos nazis por experimentar con seres humanos. Esos médicos sacrificaban vidas humanas justificando que sus muertes tenían un alto grado de “servicio”: la prevención de otras vidas consideradas de mayor calidad. Impresiona comprobar las coincidencias entre las técnicas experimentales actuales con embriones humanos y las técnicas nazis que fueron condenadas en Nuremberg. Parece necesaria la reflexiva actuación ética.

A continuación, el Prof Herrnaz ofrece argumentos:

“En 1976, se celebró en el Hastings Center de New York un simposio sobre si era ético traer a cuento las atrocidades de los investigadores nazis en las polémicas sobre la Ética de la investigación sobre seres humanos. 

El Director del Instituto, el secularista Daniel Callahan, reconoce que puede haber un modo malicioso de aplicar la analogía nazi y que es muy frecuente usarla equivocada o malévolamente. 

Pero hay también ocasiones en que es oportuna: cuando se quiere advertir que todo aquello “partió de comienzos muy pequeños”. Entre sacrificar embriones humanos para aclarar y remediar los trastornos de la esterilidad y sacrificar prisioneros y así aclarar el mecanismo fisiopatológico de la muerte por inmersión en agua fría y tratar de salvar la vida de los pilotos de guerra derribados en las frías aguas del Mar del Norte hay notables diferencias, pero hay analogías todavía más profundas. 

Siento por unos y otros la misma compasión, por embriones y prisioneros, la misma idéntica la dignidad que poseen. Mi condición de médico me obliga a no discriminar entre los seres humanos con los que entro en relación profesional. No puedo desear para otros lo que no hubiera deseado para mí. Y tengo por cierto que la muerte de un embrión es la muerte de un hombre.

La investigación destructiva sobre seres humanos puede ser “el comienzo muy pequeño de una nueva medicina de iniquidad”. Por eso pienso que los Gobiernos deberían poner en su agenda una intensa campaña de información acerca del embrión humano. 

Sería esa una información acerca de nosotros mismos, cuando teníamos esa decisiva edad y escribíamos el más brillante capítulo de nuestra biografía biológica, cuando teníamos la fabulosa y fugaz capacidad de tomar las decisiones más trascendentales sobre nosotros mismos.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


viernes, 13 de octubre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (IX)

Al médico, y al investigador, cuando actúan sobre seres humanos, no le cabe otra actitud que el respeto por toda vida humana. Sin embargo, si dan cabida a considerar que alguna vida humana podría sacrificarse en utilidad a otras muchas, esa conducta sólo puede calificarse de repudiable indignidad. Cualquier embrión humano, cualquier vida humana, es siempre intangible.   

Con notable claridad lo expresa el Prof Herranz:

“Cuando alguien usa un embrión humano para experimentación destructiva no puede eludir el hecho de que sacrifica a un ser humano, aunque embrionario, para obtener una información que le interesa. El interés puede nacer, lo admito, de un deseo nobilísimo y altruista de resolver un problema que perturba la felicidad de muchos matrimonios o de obtener información científica de máximo interés. Cuando uno antepone su deseo de investigar al deber de respetar la vida humana de los embriones, tiene que justificar éticamente su conducta, y para ello puede elegir uno de dos caminos:

a) Declarar que un embrión humano es simplemente una masa celular, un complejo molecular. También nosotros lo somos. Pero sabemos que no es el embrión in vitro un simple cultivo celular, sino un organismo completo, que es ya humano desde el principio, que tiene connatalmente tanta dignidad humana como los otros miembros de la familia humana. La dignidad humana es de todos, no depende del lugar de residencia. Se posee por el hecho de ser un ser humano, no porque se me conceda por los guardianes de la sociedad. Si por alguna razón accidental se me puede negar el título de ser humano algo grave está sucediendo, pues parece que regresamos a una sociedad de amos y esclavos, ya no somos una familia de hombres libres.

b) declarar que la obtención de ciertos datos científicos bien vale el sacrificio de un número -decenas, centenares- de seres humanos embrionarios. Quien piense así se clasifica a sí mismo como un utilitarista racional, pues mide el tono ético de su acción por el beneficio obtenido: tener cierto tipo de información es mejor que carecer de ella, sea cual fuere su costo en vidas humanas. Este es el modo de pensar de los médicos que usan los seres humanos en la experimentación irrespetuosa o en la experimentación destructiva.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


miércoles, 4 de octubre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (VIII)

Toda investigación sobre el embrión humano tiene que garantizar el respeto que siempre exige la persona humana. La persona desde el más temprano inicio de su vida como embrión tiene el derecho a ser tratado de acuerdo con su dignidad. 

El Prof Herranz señala los márgenes éticos de la investigación embrionaria: 

“¿Investigación respetuosa o investigación destructiva? …hemos de interrogarnos sobre el futuro. En mi opinión la noción de preembrión tendrá una existencia fugaz. No puede ser empleada como fundamento de una conducta moral, porque, además de ser un truco semántico, significa una manipulación de las conciencias.

Una Ley que estableciera que los embriones humanos constituyen una casta biológica y ontológica inferior, que pueden ser tratados de modo cualitativamente diferente de los otros miembros de la raza humana, es una ley injusta. Es de justicia distributiva elemental respetar el derecho a vivir del embrión in vitro, pues lo suyo propio es su vida; y por ser un ser humano, hay que reconocerle como acreedor al mismo tratamiento que los otros seres humanos, ni más ni menos. En el ámbito médico, hay que respetar su salud y su vida y, si está enfermo, habrá que diagnosticarlo y curarlo, como a los restantes enfermos, pero jamás podrá justificarse médicamente su destrucción deliberada.

La Instrucción vaticana señala unas directrices éticas que tienen a su favor la rectitud y la consistencia. Nos dice que la investigación médica no puede causar daño a los embriones vivos ni puede dañar a la madre; que toda intervención investigativa sobre los embriones sólo puede hacerse después de haber obtenido el consentimiento, libre e informado, de los padres; que los embriones vivos, sean o no viables, deben ser respetados con el mismo respeto que se debe a los otros seres humanos; que, dada la excepcional fragilidad del embrión humano joven, toda experimentación no directamente terapéutica es ilícita; que cabe un razonable margen de audacia en el ensayo de nuevos remedios, si los riesgos que se corren son proporcionados al peligro de muerte en que se encuentra el embrión.

La investigación sobre embriones humanos nos concierne a todos. Todos hemos sido embriones, exactamente igual que hemos sido niños. Si no se le mata o no se muere, un embrión humano se convierte en un hombre o en una mujer. Un embrión no es una cosa: es un ser humano en edad embrionaria. No es todavía niño o adulto, pero existe en la forma humana común en que todos hemos existido.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988.