sábado, 17 de mayo de 2025

Eutanasia y suicidio asistido (VIIIa)

Es evidente que la eutanasia funciona con slogans. Veamos unos ejemplos.

Cuestión: Una de las banderas enarboladas por los movimientos a favor de la eutanasia ha sido la eutanasia por compasión… ¿No cree usted que esta concepción, que pretender aliviar el sufrimiento -del enfermo, y fundamentalmente del nuestro- eliminando al enfermo, es una aberración? ¿No nos estamos dejando arrastrar por las olas del sentimentalismo? 

Respuesta del Prof. Herranz (I): “El movimiento pro-eutanasia ha ido centrando la atención en ofrecer un cuadro patético del final de la vida y, por tanto, de la humanidad, sobre todo en relación con la senilidad, con las grandes minusvalías, con lo que podíamos llamar la "depleción afectiva" del enfermo terminal. Hacen creer a la gente que se da ahí una situación de indefensión, de incapacidad para gestionar la vida. 

En este punto creo que podemos comprender muy a fondo nuestra actitud hacia la debilidad humana, y hasta dónde puede llegar a ser fuerte el rechazo de la limitación. En algunos, de mente moderna, que han "triunfado", que han dirigido a otros, que han "pisado fuerte" en su vida, se suele dar una especie de intolerancia a venir a menos. Cuando una persona que ha estado dirigiendo una empresa, mandando sobre centenares de personas, ejecutando planes que se desarrollaban al compás de su batuta, se encuentra que ya no puede valerse por sí mismo, que ha de ser ayudado a levantarse, a vestirse, a lavarse, que otra persona tiene que ocuparse de funciones muy íntimas, considera todo eso como una humillación incompatible con su propia dignidad, y se desmorona. Es entonces cuando pide la eutanasia. No valerse por uno mismo, tener que pedir ayuda, se convierte en una humillación que no se tolera. 

En encuestas llevadas a cabo en Estados Unidos y Canadá, uno de los motivos para pedir la eutanasia que más ha crecido, y que incluso en algunos estudios se ha colocado en primer lugar, es precisamente esta pérdida de autonomía. En muchas sociedades, el hombre de hoy ha sido hasta cierto punto educado para la autonomía. Cuando ya no la puede ejercer, la vida pierde todo su valor. El depender de otros se percibe como una degradación, a la que es preferible la muerte. Cuando uno no puede dirigir su propia vida, esta pierde su sentido. Y esto funciona como eslogan en favor de la eutanasia.” Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, p 129-130. 


viernes, 9 de mayo de 2025

Eutanasia y suicidio asistido (VII)

La muerte es digna. Lo que es indigno es el abandono con descarte.

Cuestión: Hoy en día se evita que, por ejemplo, los niños se enfrenten con el dolor y el sufrimiento. El argumento esgrimido es el de no causarles un trauma. Por otro lado, las prisas de esta sociedad frena esa labor -tan bonita y tan humana- de visitar y acompañar al enfermo.

Respuesta del Prof. Herranz: “Es necesaria una educación social que evite el rechazo del enfermo terminal. No se debería reducir la relación con él a los breves momentos de una visita, de la que se escapa lo más rápidamente posible. Portarse así es perder una oportunidad de ganar humanidad profunda.

La dignidad del moribundo es dignidad humana. El deterioro, el descontrol fisiológico que puede ocurrir, no es humillante, no anula la dignidad de la persona enferma. Es, por el contrario, la ocasión de reconocer nuestros límites, de percibir hasta dónde llega nuestra corporalidad decaída, pero nunca degradada. Es una situación que se arregla limpiando al enfermo, cambiándole la ropa, lavándolo: como se hace con los bebés, con cariño, no con asco. (Hoy, además, con el uso de los pañales de adulto, eso es más fácil que lo era antes). Ese es una de los aspectos más amables de la regresión que en la ancianidad hacemos a la primera infancia. Es inhumano abandonar a un paciente a la inmundicia, lo mismo que lo es suprimir al paciente para prevenir nuestra náusea y disgusto.

La muerte humana es digna. Porque de la misma manera que se sostiene que la dignidad es intrínseca en relación con otros aspectos, también la dignidad del moribundo es admisible. No cabe duda de que el eslogan de la eutanasia es convertir la muerte en algo eficiente, limpio, rápido, pulcro, programado, dominado; pero eso no es sino a costa de una pérdida muy significativa de lo que es la humanidad real.” Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, p 128-129.


viernes, 2 de mayo de 2025

Eutanasia y suicidio asistido (VI)

La vida siempre tiene una dignidad que no permite la indignidad del abandono. 

Cuestión: Para muchas personas —y algunas de ellas muy cercanas- la vida pierde su dignidad y deja de ser un bien altamente estimable cuando la calidad decae por debajo de un nivel crítico. La "calidad" de vida se está imponiendo a la propia vida. 

Respuesta del Prof. Herranz: “La calidad de vida de un enfermo terminal es un tema que no se ha trabajado lo suficiente. Cuando el pronóstico está bien sentado y es objetivo (en la media en que humanamente se pueda juzgar), es decir, cuando no hay esperanza humana de seguir viviendo, queda todavía un breve tramo final de vida que tiene un valor y unas implicaciones excepcionales. 

Conviene saber que, en general, las atenciones que reclaman los pacientes terminales no son ciertamente muy grandes: según los datos de un par de tesis doctorales que he dirigido, menos de las imaginadas. Los pacientes suelen vivir los últimos pocos días u horas bajo la influencia de fármacos paliativos. Su vida, sus exigencias, se van debilitando y tienden a disminuir, porque el deterioro fisiológico y mental los va apagando como un pequeño fuego que se va extinguiendo.

Vivir en esas condiciones precarias, que es como suele hacerlo el ser humano moribundo, es el modo propiamente humano de vivir la vida terminal. De la misma manera que reconocemos que en el ser humano de pocas células hay un modo precario, aunque lleno de potencia, de iniciar la vida, es necesario reconocer también que hay precariedad en los días finales de la vida (cuando la plenitud, el florecimiento se han marchitado). Ese es un pedazo de la vida tan lleno de humanidad -y de humanidad cualificada- como lo pueda ser cualquier otro. 

No hay otra manera de acabar la vida sino así, por lo menos en el caso de la muerte natural por vejez o por una enfermedad crónica que se agrava. Este es el modo habitual de morir.” Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, p 127-128.