Conviene desenmascarar tal falacia científica, como lo expresa el Prof Herranz:
“No puede ocultarse la decisiva influencia que el Informe del Comité Warnock ha tenido sobre lo que mucha gente piensa acerca de las técnicas de reproducción humana asistida y sobre el embrión humano.
Pero es necesario recalcar que, en lo que ahora nos concierne, la contribución principal del Informe Warnock ha consistido en lanzar una bomba de humo sobre la cuestión del rango ético y biológico del embrión.
La mayoría de los miembros del Comité, con el propósito de neutralizar éticamente al embrión humano y de despojar de significación moral nuestras relaciones con él, optó por privar al embrión humano de consistencia ontológica y lo convirtió en una noción funcional. El Comité escribió: “Aunque las cuestiones de cuándo la vida y la personalidad comienzan a aparecer son susceptibles de respuestas netas, sostenemos que las respuestas a tales cuestiones son de hecho complejas amalgamas de juicios factuales y morales. Por ello, en vez de intentar responder directamente a esas preguntas, hemos pasado sin más a la cuestión de cómo es correcto tratar al embrión humano”.
Nunca se reprochará bastante al Comité Warnock su decisión de soslayar la primera y germinal cuestión de definir la naturaleza ontológica del embrión, de la cual dependen todas las demás. Pero, por encima de esta omisión, el Comité hizo algo muy maligno; declaró que todo intento de esclarecer la naturaleza ontológica del embrión es una empresa intelectualmente inelegante, pues es un embrollo de hechos y (pre)juicios morales que se resiste a ser analizado racionalmente.
El informe Warnock sentó además el precedente histórico de reducir un problema ético difícil a una cuestión de regulación administrativa. La reglamentación propuesta por Warnock confiere a un Organismo de control la prerrogativa de autorizar la investigación sobre embriones humanos de cualquier proveniencia, con tal de que, entre otras, se cumplan dos condiciones: que la investigación no se prolongue más allá del día 14 después de la fecundación y que ningún embrión sobre el que se haya experimentado pueda ser transferido al útero de una mujer.
Está claro que este vuelco de la valoración ética del embrión no podría lograrse si no es a costa de acallar muy importantes objeciones ontológicas y éticas. El informe Warnock contó con un fuerte apoyo para una manipulación programada de la opinión pública. La Señora Warnock, con la ayuda de sus muchos simpatizantes, buenos conocedores de los recursos dialécticos disuasorios, promovió una campaña, elegante en la forma, pero despiadada en el fondo, para descalificar a quienes ven el embrión humano un ser digno del máximo respeto.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988.