viernes, 26 de julio de 2024

El paciente de Alzheimer: responsabilidad deontológica (y V)

Al enfermo de Alzheimer no se le trata cabalmente con protocolos y algoritmos por muy actualizados que estén si no están integrados en la ciencia del cuidado.

El Prof Gonzalo Herranz

“…Paso a tratar del tercer punto: El canon de la conformidad terapéutica. La demencia es algo mucho más grave que los trastornos celulares, orgánicos y psíquicos en que se manifiesta. Por encima de todo eso, es una crisis de humanidad, una crisis definitiva que pone a prueba a la Medicina y a los médicos. 

El Alzheimer pone a prueba la ética médica, como lo demuestra, por una parte, la racionalización utilitarista del abandono del paciente. 

Cierta ética utilitarista rechaza la sacralidad del enfermo incurable. En los pacientes de Alzheimer sólo ve su balance económico negativo, su inutilidad perturbadora. Es ciego para su dignidad humana real, aunque eclipsada, durante ese ocaso, largo y penosamente estéril, de la vida. La muerte eutanásica se presenta al utilitarista como la solución ideal, digna y compasiva, eficiente y pulcra, tanto para la precariedad y dependencia del paciente, como para la solicitud estéril y sin salida de los cuidadores. 

Junto al peligro del abandono, está el del celo terapéutico. Éste rechaza la incurabilidad del enfermo desahuciado. Saliéndose de la vía recta del ensayo clínico, ejercita un activismo exasperado, voluntarista, ciego tanto al hecho palmario de la ruina biológica del paciente, como a los imperativos de la experimentación biomédica. Si respetar la vida significa aceptarla en su limitación y en su finitud, la obstinación testaruda es, en el fondo, una falta de respeto a las personas, un abuso caprichoso del título profesional.

Las posturas abandonista y encarnizada coinciden en dos cosas: en no comprender el valor de las intervenciones paliativas, y en ser refractarias a la esperanza de la investigación científica. 

El médico necesita una especie de visión binocular que le permita integrar y superponer la imagen de precariedad biológica de un sistema lesionado más allá de toda posibilidad de arreglo, con la de un ser humano al que no se puede abandonar, al que hay que respetar y cuidar hasta el final. Esa doble visión es necesaria en el médico, pues lo exige su doble condición de cuidador de los hombres y de cultivador de la ciencia natural.

Pero la medicina no puede resignarse. Puede perder las batallas de unas vidas para las que no encuentra todavía el remedio sintomático, pero ganará la guerra de la medicina paliativa. Siempre se ha sentido estimulada por la presencia del sufrimiento para tratar de esclarecer las causas y mecanismos de la enfermedad y encontrarle remedio. La extensa demografía de la demencia de Alzheimer y la intensidad humana de la minusvalía que causa están promoviendo esfuerzos de investigación que han empezado ya a dar fruto. Está cada día más claro que es urgente para los enfermos que la sufren y prioritario para la sociedad, desarrollar una política de investigación que, respetando la libertad de los investigadores, trate de ir por derecho a esclarecer los aspectos biológicos, preventivos, terapéuticos y humanitarios de la enfermedad y de los enfermos de Alzheimer. 

Aquí tiene la ética mucho que hacer, porque el paciente de Alzheimer, en cuanto sujeto de experimentación, nos obliga a revisar cuestiones medulares de la ética biomédica: hay que desarrollar mecanismos más seguros y, a la vez, más eficaces de sustitución del consentimiento informado, que nunca podrán prescindir de la rectitud ni de la responsabilidad del equipo investigador…  Muchas gracias.” Gonzalo Herranz, Conferencia Nacional Alzheimer, Pamplona 8 de noviembre de 1997.

sábado, 20 de julio de 2024

El paciente de Alzheimer: responsabilidad deontológica (IV)

El enfermo de Alzheimer marca, de forma señalada, el nivel de calidad ética del profesional sanitario.

El Prof Gonzalo Herranz:  

“El paciente de Alzheimer reclama del médico y de los allegados una relación interpersonal específica, que incluye tanto el cuidado técnico como, sobre todo, la presencia humana. 

Hay una expresión, res sacra miser (el enfermo es sagrado), que expresa de modo magnífico lo especial del hombre en esta situación, pues traduce de maravilla la coexistencia de lo sagrado y digno de todo ser humano con la miseria causada por el deterioro psíquico y orgánico. 

Esa feliz expresión nos descubre al paciente como a alguien investido simultáneamente de nobleza y de indigencia, como a alguien que, es inviolable, presente, pero para cuyos males no tenemos otro remedio que la paliación y el acompañamiento. 

Este es, en mi opinión, el fundamento ético de los cuidados paliativos, nunca inútiles, nunca injustificados económicamente. 

Hay en Medicina una proporcionalidad éticamente vinculante entre debilidad y deber de cuidar: a mayor debilidad, mayor deber. Lo expresó magníficamente el Comité Consultivo para la Ética de las Ciencias de la Vida y la Salud, de Francia, cuando, en 1986, en su Informe sobre las experimentaciones sobre enfermos en estado vegetativo crónico, dijo, en contra de la opinión de algunos, que “esos pacientes son seres humanos que tienen tanto más derecho al respeto debido a la persona humana cuanto que se encuentran en un estado de extrema fragilidad”. Gonzalo Herranz, Conferencia Nacional Alzheimer, Pamplona 8 de noviembre de 1997. 


viernes, 12 de julio de 2024

El paciente de Alzheimer: responsabilidad deontológica (III)

Siguiendo al Prof Herranz, la virtud médica de la justicia frente a los enfermos de Alzheimer puede manifestarse en tres normas. Vimos la primera: no discriminación. Pasamos a considerar la segunda: la proporcionalidad entre el respeto médico y la debilidad humana.

El Prof Gonzalo Herranz:

2. La proporcionalidad entre respeto ético y debilidad humana.

No somos capaces, de momento, de prevenir ni de curar la enfermedad de Alzheimer, pero podemos aliviarla. Es, por tanto y de momento, mucho más asunto de la medicina paliativa, que de la curativa. 

La pregunta inevitable dice: ¿cómo justificar éticamente una medicina que no cura y que, en ocasiones, ante el Alzheimer avanzado, nos deja en la duda de que consuele o alivie? ¿Cómo justificar una medicina que muchas veces va dirigida, tanto o más que a tratar al paciente, a dar apoyo moral a quienes cuidan de él? 

…La medicina de paliación y consuelo emerge, a mi modo de ver, de un componente básico de la ética del médico: el respeto y el cuidado típicamente médico por la debilidad humana extrema. El médico no puede desentenderse de las víctimas de la enfermedad incurable, del enfermo desahuciado. En cierto modo, ha pasado ya el tiempo en que se podía decir: Ya no hay nada que hacer. 

La razón es patente: la Medicina y el médico están para los débiles. Es esta una idea madre, un principio fecundo, que está tanto en la raíz antropológica de la Medicina, como en el impulso para, y en el avance de, la ciencia médica. La presencia de los débiles ha sido el impulso permanente para despertar en muchos la vocación profesional de médico o de enfermera; es el estímulo social que empuja a tratar de mejorar la asistencia que prestamos; será cada vez más el acicate que mueve a investigar las causas y los remedios de la enfermedad. 

En la tradición deontológica cristiana —no se puede decir hipocrática, pues el respeto y cuidado del incurable era algo totalmente extraño a la medicina precristiana— ser débil es título suficiente para recibir protección y respeto. La relación médico/paciente-incurable presupone el reconocimiento de la fragilidad esencial del hombre: del deterioro del cuerpo, de los síntomas que humillan, de la situación de total dependencia, de lo inevitable y próximo de la muerte (o, a veces y paradójicamte, de su lejanía a veces exasperante).

Ante el enfermo de Alzheimer hay que resolver un enigma: el de descubrir y reconocer, bajo una apariencia tan empobrecida y debilitada, todo el valor de un ser humano. La demencia eclipsa la dignidad precedente del hombre o la mujer que es su víctima. Y destruye también el proyecto de ancianidad noble con que cada uno de nosotros sueña...” Gonzalo Herranz, Conferencia Nacional Alzheimer, Pamplona 8 de noviembre de 1997. 

sábado, 6 de julio de 2024

El paciente de Alzheimer: responsabilidad deontológica (II)

Conducirse con justicia en medicina es garantizar que los criterios de aplicación sean realmente médicos y, también, ir más allá de la pura aplicación ecuánime ya que el enfermo siempre exige un cuidado con esmero. 

El Prof Gonzalo Herranz:  

“¿Qué pasa cuando el médico excluye a un paciente de Alzheimer de un tratamiento? Pueden pasar varias cosas. 

Puede el médico incurrir en una cruda injusticia, si niega la intervención por el mero hecho de que el paciente es un anciano demente. Esa injusticia ocurre cuando el médico no se interesa o no trata a un paciente de Alzheimer con una neumonía causada por gérmenes sensibles a un antibiótico disponible. 

Pero no es injusto y obra con corrección deontológica cuando omite una intervención, no porque desprecie al paciente y le tenga por indigno de ella, sino porque, por razones biológicas serias, sabe que tal intervención es inútil. Pues no desconoce que el hombre o la mujer, el niño o el anciano, siendo éticamente igual de dignos, son biológicamente diferentes. 

Como bien dice el Código de Ética Médica de la Asociación Médica Americana, la edad y, para nuestro caso, la enfermedad del Alzheimer, pueden actuar como criterios para hacer juicios sobre la indicación terapéutica. Pero hay que cuidar mucho de que esos criterios sean genuinamente médicos. Si son criterios no-médicos que crean una desigualdad de oportunidades médicamente no justificada, entonces son instrumento inaceptable de la injusticia y la discriminación.

Pero la justicia médica no consiste sólo en justicia distributiva, en ecuanimidad terapéutica. Hay en la vocación médica, en la ética médica, un segundo elemento esencial que impone, más allá de la justicia, una especie de opción preferencial por los más débiles: el deber de cuidarlos con especial dedicación y esmero. …” Gonzalo Herranz, Conferencia Nacional Alzheimer, Pamplona 8 de noviembre de 1997.

viernes, 28 de junio de 2024

El paciente de Alzheimer: responsabilidad deontológica (I)


Los próximos envíos tratará, de manos del Prof Herranz, sobre el paciente de Alzheimer. A nadie se le oculta que el enfermo de Alzheimer reclama una alta calidad profesional. 

El Prof Gonzalo Herranz:

“… Son tres las normas que, de modo más o menos explícito, articulan los términos de la responsabilidad deontológica ante los pacientes de Alzheimer: la primera, es el mandato de no-discriminación; la segunda, es la norma de proporcionalidad entre respeto médico y debilidad; la tercera, es el canon de la conformidad terapéutica.

Estas tres normas deontológicas tienen mucho que ver con el principio bioético de justicia. Yo prefiero considerarlas como manifestaciones de la virtud médica de la justicia.

1. El mandato de no discriminar. En 1948, la Asociación Médica Mundial promulgó su fundamental Declaración de Ginebra. El texto …decía: “no permitiré que consideraciones de religión, nacionalidad, de raza, de partido o de clase social se interpongan entre mi deber y mi paciente”. 

El paso del tiempo la ha mejorado. El texto vigente de 1994, dice: “no permitiré que consideraciones de afiliación política, clase social, credo, edad, enfermedad o incapacidad, nacionalidad, origen étnico, raza, sexo u orientación sexual se interpongan entre mis deberes y mi paciente.”

A partir de 1948 y con rara unanimidad, todos los códigos han acogido, más o menos literalmente, ese deber tan humano, pero, a veces, tan difícil de cumplir, de abstenerse el médico de toda discriminación ante sus enfermos. 

Nos conciernen de modo directo dos de esos criterios de no discriminación:

No permitiré que consideraciones de edad se interpongan entre mis deberes y mi paciente. Así pues, el tener diez, cincuenta o noventa años es un dato éticamente irrelevante: no se puede separar a los enfermos en categorías diferentes de respeto ético vinculadas a la edad. Los seres humanos de todas las edades son igualmente dignos y significativos éticamente.

No permitiré que consideraciones de enfermedad o incapacidad se interpongan entre mis deberes y mi paciente. La demencia puede empobrecer la función cerebral y agostar la capacidad de florecimiento de la personalidad de mi paciente, pero ninguna enfermedad o incapacidad, pueden crear en mí repugnancia ética o mermar el respeto ético que a él le debo.

El médico que vive la virtud de la justicia aspira a tratar a todos sus pacientes según un principio de equidad, que es independiente de la edad que tiene o de la enfermedad que padece. Más aún, tiene el convencimiento, a la vez teórico y operativo, de que el cuidado de todos, incluidas las víctimas de la demencia de Alzheimer, es parte de lo que la sociedad exige al médico, de lo que el médico ha de contribuir a la construcción de una comunidad justa y libre de discriminaciones. 

Esto significa que el médico ha de tener y de manifestar el mismo interés por un Alzheimer que por un niño, que ha de explorar tan diligentemente al uno como al otro, que no pude dejarse llevar de la inhibición, del desaliento, del pesimismo que tan fácilmente evoca la combinación de senilidad y demencia. Así pues, deontológicamente todos los seres humanos son igualmente dignos, todos igualmente respetables. A cada uno ha de dársele lo suyo.” Gonzalo Herranz, Conferencia Nacional Alzheimer, Pamplona 8 de noviembre de 1997.


sábado, 22 de junio de 2024

Ética médica y píldora del día después (y I)

Los términos anticonceptivos que ocultan y falsifican la realidad biológica y clínica ponen en evidencia una injustificable y nociva actuación médica que es incompatible con la ética.

El Prof Herranz

“Los neologismos técnicos de contracepción endometrial, de intercepción postcoital, de efecto antinidatorio sólo describen una parte de la realidad. Ocultan el hecho de que, en muchas ocasiones, según sea el momento del ciclo en que la mujer haya realizado el acto sexual, se impide la supervivencia de un número considerable de embriones humanos.

Eso es lo relevante. Llamarle o no aborto es, en cierta medida, indiferente para la realidad ética subyacente, pero con alguna palabra hay que denominar la acción de eliminar vidas humanas inocentes

Ofuscar a las mujeres diciéndoles que con la píldora del día después nunca pasa nada, en lo biológico y lo ético, es un condenable paternalismo, es tenerlas por incapaces de asumir la responsabilidad de sus acciones, escamotearles la oportunidad de escoger. 

Deben saber que por efecto de la píldora del día después una vida humana puede ser cercenada, un destino humano cancelado, la promesa de una vida personal anulada. 

Y esa es una tragedia que no es justo trivializar con juegos de palabras por sugerentes que sean, por inteligentes que parezcan, aunque hayan recibido las bendiciones del Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología (ACOG), la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Sociedad Española de Contracepción (SEC).” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001. 


viernes, 14 de junio de 2024

Ética médica y píldora del día después (H)

La responsabilidad del que tiene que asistir a un ahogamiento de una persona por naufragio no se puede dejar llevar de los cambios que se introduzcan en la definición de ahogamiento, según el tiempo que debe pasar, la edad… etc. En Medicina la responsabilidad no es menor.

El Prof Gonzalo Herranz

“Las cosas no casan ni pueden casar, cuando el lenguaje es torturado y se vuelve loco. Los genetistas que colaboran con los embriólogos clínicos han desarrollado técnicas de diagnóstico génético preconcepcional y preimplantatorio, que le dan la espalda a la nueva nomenclatura. Y se la dan en la práctica profesional también los mismos ginecólogos: en un estudio hecho en 1998, en Estados Unidos, en que se les preguntaba en relación con la información que dan a las mujeres en el proceso de obtener el consentimiento informado, el 73% respondieron que concepción es sinónimo de fecundación y sólo el 24% indicaron que concepción era sinónimo de implantación.

Abortos que no lo son. Con la nueva definición de concepción, una cosa queda asegurada: la contracepción no es sólo impedir la concepción, no abarca sólo el conjunto clásico de procedimientos, dispositivos, o sustancias que impiden la reunión del espermatozoide y el oocito y su fertilización. Incluye ahora, y trata de cobijar bajo la calificación ética de contracepción, los procedimientos, dispositivos, o sustancias que impiden el desarrollo del embrión en el tiempo que va de la fecundación al final de la implantación. 

Lo que hasta ahora era abortivo precoz, conforme al nuevo lenguaje, ya no lo es. Sólo merecen el nombre de abortivos o abortifacientes los procedimientos o sustancias que impiden el desarrollo del embrión ya implantado. 

Antes de terminada la implantación no se puede hablar de aborto, es incorrecto referirse a una interrupción del embarazo, porque, por la magia de la nueva palabra, el embarazo solo puede ser interrumpido una vez que ha empezado, y ahora no empieza el día 1, sino un par de semanas más tarde. En el nuevo lenguaje, hablar de abortos de embriones de menos de 14 días es un contrasentido. Eso es lo que nos están diciendo acerca de la píldora del día después algunos representantes de la industria farmacéutica, ciertos agentes sociales y del gobierno, y un sector de médicos.

Pero todos sabemos que no estamos ante un juego de palabras, sino ante la cuestión, infinitamente más seria, de nuestras relaciones con los seres humanos más pequeños. Estos, en su inocencia, son destruidos por la píldora del día después. La manipulación léxica nos dice que no hablemos entonces de abortos, pero no nos dice de qué hemos de hablar. De algún modo habrá que llamar al hecho de privar de la vida a los embriones a los que se impide implantarse en el útero.” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001. 

viernes, 7 de junio de 2024

Ética médica y píldora del día después (G)

Los términos médicos tienen que ser fieles a la realidad que deben transmitir, sino corren el peligro de corromperse por intereses ilegítimos.

El Prof Gonzalo Herranz:

“…Refería, que se había recurrido a cambiar el significado de algunas palabras para hacer más convincente la idea de que la píldora del día después no es abortiva. Creo que es clarificador conocer la historia y la intención de esos cambios.

La transición a una sociedad dominada por el ethos contraceptivo exigía un cambio de pensamiento y de actitudes sobre lo que haya de entenderse por concepción: sólo cambiando el sentido de la palabra podrían cambiar las costumbres sociales. La cosa resultó bastante sencilla: consistió en disociar concepción de fecundación, e identificar concepción con implantación terminada.

Véamoslo con algo de detalle. Concepción, en su acepción original, genuina, de uso general no manipulado, es y ha sido siempre equivalente de fecundación: la concepción es la unión del espermatozoide y el óvulo, es el comienzo del nuevo ser, marca el inicio del embarazo. Eso es lo que en mayoría masiva dicen los diccionarios generales de las diferentes lenguas y lo que repiten en mayoría masiva los diccionarios médicos.

Pero en el nuevo orden de cosas, las cosas son distintas. En el nuevo lenguaje, concepción ya no es ni fecundación ni comienzo del nuevo ser, sino, como antes, el inicio del embarazo, pero marcado por la culminación de la implantación del blastocisto en el endometrio. El cambio no es un mero ejercicio de precisión académica: supone una revolución ideológica.

Pero el significado genuino de las palabras… aguanta impertérrito. Los libros de embriología y los diccionarios se han resistido al cambio. Es un ejercicio, a la vez absorbente y divertido, examinar lo que unos y otros dicen de concepción y fecundación, de embrión y pre-embrión, de cigoto y mórula, de blastocisto y gástrula, de embarazo y aborto, de contraceptivo y abortifaciente. 

La incorporación de la nueva ideología ha sido parcial y errática: se adaptan unos conceptos, pero se dejan sin enmendar otros. Todo parece artificial y fabricado

Baste un botón de muestra: el autoritativo Dorland’s (Dorland's Medical Dictionary), en la entrada "concepción", sigue la redefinición moderna: "concepción, el comienzo del embarazo, marcado por la implantación del blastocisto en el endometrio". Pero, curiosamente los revisores se olvidaron de modificar la entrada "embarazo", que sigue anclada en la vieja tradición: "embarazo, la condición de tener en el cuerpo un embrión o feto en desarrollo, después de la unión de un oocito y un espermatozoide". Unas veces, el comienzo del embarazo es la implantación, otras veces la fecundación. Fascinante…” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001. 


viernes, 31 de mayo de 2024

Ética médica y píldora del día después (F)

La clave para superar la indiferencia médica que se padece en los graves temas actuales de ética médica puede venir por: 1) ser responsables en actualizar a fondo la formación profesional, 2) ser leales a la verdad de esa formación, y 3) levantar la voz en los distintos foros. 

El Prof Gonzalo Herranz:

“La autorización para comercializar la píldora del día después trae a primer plano esos dos aspectos básicos de la ética profesional de la medicina: el respeto a las convicciones del paciente y la comunicación de la verdad….

…Hace poco tiempo envié a Diario Médico (DM)… un par de "Tribunas" sobre la píldora del día después, convencido de que iban a provocar un debate necesario y, así lo deseaba, clarificador. Pero ese debate no se ha producido: han ido pasando los días y nadie del campo profesional ha dicho en las páginas de DM esta boca es mía.

Lo curioso es que se trata de un silencio selectivo, intraprofesional. En la calle, los medios de comunicación, con la colaboración de muchos médicos, no han parado de hablar sobre la píldora del día después con ocasión de los diferentes pasos de su camino hacia las farmacias. Y el DM mismo se ha hecho eco de una Nota, breve y clara, de la Conferencia Episcopal Española.

¿Qué podrá significar ese silencio dentro de la profesión? Podría, en principio, ser expresión de varias actitudes: 
-del aburrimiento de unos por un asunto mil veces tratado y del que decir algo nuevo parece imposible; 
-del desinterés de otros por un problema moral que juzgan superado; 
-del desdén de muchos ante la naturaleza insoluble de un conflicto ético más;
-de la fatiga de los que empiezan a cansarse de pugnar por unos valores que ya no son compartidos. 

Pero la cosa no se puede quedar ahí. Es necesario traerla de nuevo a colación: no es bueno que los médicos respondamos con el silencio o la indiferencia a una cuestión que tanto interesa a la gente y que nos implica de lleno.

Jugando con las palabras. Quiero tratar aquí de un punto que está en el fondo del problema y que dejé sólo esbozado en un escrito reciente: me refiero al cambio de léxico que permite a los promotores de la píldora del día después afirmar que ésta no es abortiva. Porque no se trata sólo de un cambio léxico: viene a ser la imposición de una ideología.

Refería, que se había recurrido a cambiar el significado de algunas palabras para hacer más convincente la idea de que la píldora del día después no es abortiva. Creo que es clarificador conocer la historia y la intención de esos cambios. (Seguirá).” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001. 

viernes, 24 de mayo de 2024

Ética médica y píldora del día después (E)

El médico actúa con violencia cuando renuncia a informar a la mujer de los efectos a los que se expone con la toma de la píldora del día después.

El Prof Gonzalo Herrranz:  

“En su relación con el paciente singular, el médico no puede aplicar los criterios asignados, por las encuestas sociológicas, a las mayorías. 

Los sondeos de opinión pueden decir que la opinión prevalente es que el embarazo indeseado o inesperado tiene su destino más apropiado en el aborto, o que la píldora del día después es la opción que ha de ofrecerse sin más averiguación a quien solicita contracepción urgente. 

Pero esa bien puede no ser la opinión de muchos otros. Incluso puede estar en contradicción con otras estadísticas. Así, por ejemplo, entre las adolescentes, que constituyen al respecto el grupo más vulnerable, las circunstancias (sociales, culturales, religiosas, familiares) que intervienen en la decisión de abortar o de continuar el embarazo son muy complejas e impredecibles, y obligan a prestar al asunto una atención individual y libre de prejuicios. 

En todo caso, el más justificado sería el prejuicio a favor de la vida. En efecto, los datos relativos al millón aproximado de adolescentes que anualmente quedan embarazadas en los Estados Unidos suelen mostrar con notable constancia que deciden abortar sólo un tercio de ellas (35%), mientras que los otros dos tercios (65%) lo continúan, aunque una séptima parte del total (14%) terminan en un aborto espontáneo.

El médico no puede prejuzgar que la persona que tiene delante participa de las mismas convicciones éticas que él. 

Y, menos todavía, puede dar por supuesto que esa persona prefiere ignorar o no dar importancia a las implicaciones morales o religiosas del uso de la píldora del día después. Y, dado que hay pruebas que sostienen que la píldora del día después ejerce un efecto antinidatorio y siendo imposible que el médico sepa de antemano si la mujer que le consulta objetará o no a su empleo, no se puede sostener que sea buena práctica médica privar a la mujer de la información imprescindible para que ella preste su autorización. No dar esa información sería a la vez un engaño y un abuso, que expropiaría a la mujer de su autonomía.

La situación definida como contracepción de urgencia no exime de ese diálogo singular y libre de prejuicios entre el médico y la mujer. No pertenece la prescripción de la píldora del día después al pequeño número de situaciones de urgencia extremada en las que puede prescindirse del consentimiento informado. En el caso de la presunta prescripción de la píldora del día después no puede prescindirse de entablar con la mujer una relación inteligente, informativa, éticamente respetuosa, que tenga en cuenta sus creencias y valores.” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001. 


martes, 14 de mayo de 2024

Ética médica y píldora del día después (D

La ética sanitaria exige que, al menos, la adquisición de la píldora del día después venga acompañada de la adecuada advertencia de sus efectos.

El Prof Gonzalo Herranz:

“Con datos parciales, oscuros o sesgados no puede llegarse a decisiones responsables. Es criterio general que el consentimiento del paciente no sería genuino, esto es, ni libre ni informado, si el médico le ocultara información que el paciente tuviera por éticamente significativa. 

Con respecto a la píldora del día después, quien ha de juzgar es la propia mujer. …(Se) reconoce la especial e intransferible responsabilidad de cada uno en materia de reproducción humana, que, en el pluralismo ético de hoy, admite diferentes versiones: para unos, se trata de ejercer una maravillosa cooperación con el poder creador de Dios; para otros, se trata de expresar la centralidad que la reproducción humana ocupa en su plan de vida personal; para otros, finalmente, se trata de ejercer el derecho de transmitir al hijo, a través del material genético, la imagen de la propia identidad.

El médico ha de reconocer que quienes creen que la vida del ser humano comienza con la fecundación actúan con plena racionalidad cuando rechazan un tratamiento que pueda destruir una vida humana naciente, aun cuando la frecuencia absoluta de tal evento fuera baja. 

Es cierto que, en el proceso de consentimiento informado, el médico no está obligado a referir riesgos muy raros, pero esa norma decae cuando se tengan indicios razonables de que esa rara posibilidad es tenida ...como importante, o muy importante. Esos indicios se obtienen informando y preguntando. No hacerlo equivaldría a viciar el consentimiento, que ya no sería informado. Se sabe que se dan efectos psicológicos negativos —sentimientos de engaño, culpabilidad o tristeza, reacciones de rabia o depresión— en mujeres que creen que la vida humana comienza con la fecundación y que más tarde se enteran de que la píldora del día después pudo haber eliminado una de esas vidas, sin que se les hubiera informado y dado oportunidad de expresar su voluntad. La falta de consentimiento en un caso así puede exponer al médico a enojosas consecuencias deontológicas y judiciales.

… Respetar a las personas es respetar sus convicciones. Como es lógico, las convicciones que el médico no puede imponer no son sólo las políticas, ideológicas o religiosas. Son también las técnicas y científicas. El médico ha de manifestar sus opiniones y recomendaciones que hagan al caso, pero ha de hacerlo sin abusar de su posición de poder. Si piensa el médico que el embrión humano es respetable sólo después de haberse implantado o incluso más tarde, esa es su opinión, pero no puede imponerla a quien tiene a la fecundación por comienzo de la existencia humana. No puede olvidar el médico que, para mucha gente, son inaceptables aquellas formas de regulación de la reproducción que permiten la fecundación y provocan luego la pérdida del embrión.” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001.

viernes, 10 de mayo de 2024

Ética médica y píldora del día después (C)

El derecho del paciente a la información y el deber de informar que incumbe al médico no lo puede suplantar ninguna legislación, con especial gravedad cuando está en juego la vida humana.

El Prof Gonzalo Herranz:

"De todas formas, aun en medio del ocultamiento y la indeterminación, no faltan quienes, superado todo escrúpulo ético ante el aborto y la contracepción dura, se manifiestan con sincera franqueza. 

Un par de muestras: 

-en la versión española, pero curiosamente no en la inglesa, de la página del Population Council en Internet, se lee: "lo que hacen las píldoras anticonceptivas de emergencia y las minipíldoras de emergencia es, principalmente, modificar el endometrio (la capa de mucosa que recubre el útero), para así inhibir la implantación de un huevo fecundado". 

-Y Émile Etienne Baulieu acuñó el concepto de contragestivos para agrupar junto a la RU-486, la píldora abortiva que él había diseñado, los métodos de control de la fertilidad que son abortivos muy precoces, entre los que incluye los dispositivos intrauterinos, la contracepción hormonal a base de gestágenos y la contracepción postcoital. "De hecho –afirmó en su discurso al recibir la Medalla Lasker- la interrupción posterior a la fecundación, que tendría que ser considerada como abortiva, es algo que está a la orden del día […] Por esa razón, hemos propuesto el término "contragestión", una contracción de "contra-gestación", para incluir en él la mayoría de los métodos de control de la fertilidad".

Eso es hablar claro y sin tapujos. La evolución histórica de la contracepción ha seguido una trayectoria bien definida: de la anovulación a la intercepción, del ovario al endometrio, de antes de la fecundación a después de ella. El modo, lugar y tiempo de su actuación han ido cambiando a lo largo de los últimos años. Pero se sigue hablando de contracepción, como si nada hubiese ocurrido.

El médico que profesa un profundo respeto a la vida y que no ignora el efecto antinidatorio de la píldora del día después rehusará prescribirla, para lo que no necesita, a la vista de los términos que constan en la reciente autorización del levonorgestrel, recurrir a la objeción de conciencia. Pero, si un día se incluyera la píldora del día después entre las prestaciones de las aseguradoras privadas o del sistema nacional de salud, el médico podría presentar objeción de conciencia a su prescripción, al igual que lo hace ante el aborto de embriones y fetos de mayor edad.

…La información sobre la reproducción humana es un área privilegiada, especial. En nuestro caso, impone al médico, en especial al ginecólogo y al médico general, el deber de informar sobre la píldora del día después, no de modo rutinario, sino cualificadamente, pues la información que dan a quienes le preguntan ha de servirles a éstos para tomar decisiones con conocimiento suficiente y con suficiente responsabilidad. Tal información ha de ser objetiva, inteligible, adecuada.” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001. 


viernes, 3 de mayo de 2024

Ética médica y píldora del día después (B)


Silenciar, por indiferencia o por legislación, la acción abortiva que tiene la píldora del día después no disminuye su carga antiética y delictiva.

El Prof Gonzalo Herranz:  

“La cosa, importante, como es el efecto antinidatorio de la píldora del día después, permanece envuelta en una tenaz nube de ignorancia. Sorprende que una cosa así ocurra en el tiempo de la medicina basada en pruebas, tiempo en que, en farmacología clínica, se hila muy fino y no están bien vistas ni la ignorancia ni la indeterminación. Disponemos sólo de estimaciones indirectas, aunque relativamente fiables, que permiten concluir que, aun dada a tiempo, la píldora del día después no inhibe la ovulación siempre; que, a pesar de los cambios que induce en el moco cervical, la píldora del día después no impide que los espermios pasen en cantidad disminuida, pero suficiente, a la trompa; y que el efecto antinidatorio endometrial juega un papel, decisivo aunque no cuantificado, en la eficacia del tratamiento.

Claridades y ambages. Una situación así obliga a actuar en la duda, con menos datos de los necesarios, lo cual crea conflictos. 

Con razón, quienes profesan un respeto profundo a todos los seres humanos sin excepción, estiman que jamás uno de ellos puede ser expuesto al riesgo próximo de ser destruido, aunque ese riesgo no esté cuantificado. Basta con que la píldora del día después sea, de hecho, capaz de privar de la oportunidad de vivir al embrión humano para que la píldora del día después sea condenable. 

Quienes no profesan aquel respeto prefieren negar el problema ético valiéndose de ciertos cambios del lenguaje. Para ellos, mudar el nombre de las acciones transmuta su moralidad. Afirma un editorial del New England Journal of Medicine: "…aun cuando la contracepción de emergencia actuara exclusivamente impidiendo la implantación del zigoto, no sería abortiva". Pero no se nos dice qué es. Quebrar la vida de un ser humano, por minúscula que sea la víctima, es algo que merece ser llamado de alguna manera. 

Impedir la implantación del embrión humano es un hecho de notable importancia ética que no se puede volatilizar por el fácil expediente de dejarlo sin nombre. Su sustancia moral no desaparece, aunque se recurra a la redefinición de gestación y concepción que hace años pactaron la Organización Mundial de la salud (OMS), el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG), la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO) y las multinacionales del control de la natalidad.

Pero la tal redefinición no es de recibo: a ella se vienen resistiendo año tras año, con una tenacidad sensata, muchos hombres y mujeres de buena voluntad, las sucesivas ediciones de los diccionarios generales y médicos, y los libros de embriología humana.” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001. 


sábado, 27 de abril de 2024

Ética médica y píldora del día después (A)

La trascendencia de lo que ocurre con la toma de la píldora del día después no puede pasar desapercibida. Basta asomarse a los efectos farmacológicos que presenta.

El Prof Gonzalo Herranz

“El mecanismo de acción de la píldora del día después incluye un componente de significado ético fuerte: impide la anidación y, con ello, el desarrollo del embrión humano

Sabemos que lo hace, pero ignoramos cuantas veces los hace. En consecuencia, recetar el médico o tomar la mujer la píldora del día después son acciones con fuerte carga de responsabilidad, en las que juegan un papel muy relevante factores de dos órdenes. Uno que podríamos asignar al área de la ética biológica; el otro, al de la ética profesional. 

El factor ético-biológico consiste en saber qué es lo que ocurre en el organismo de la mujer cuando ella hace uso de la píldora del día después: sólo sabiéndolo, no daremos palos de ciego y será posible actuar con conocimiento y racionalidad. 

El factor ético-profesional consiste en analizar, a la luz de los principios y normas de la deontología médica, qué requisitos -de información no sesgada, de respeto por las personas y sus convicciones morales- habrían de exigirse para que un médico pueda prescribir la píldora del día después.

Mecanismo de acción en la penumbra ¿Qué sabemos de la píldora del día después? Aquí, la pregunta no se refiere primariamente a su eficacia y seguridad, a sus interacciones: de eso sabemos suficiente. Se refiere a su mecanismo de acción, del que necesitamos saber y hablar más.

Es casi rutinario decir que la píldora del día después ejerce un efecto diverso y multifactorial, que depende de la relación temporal que se dé entre el momento de la ingestión del producto y el día del ciclo menstrual o el tiempo transcurrido desde la relación coital. 

En la versión oficial de los hechos, se dice que la píldora del día después puede inhibir la ovulación o, a través de sutiles perturbaciones de la función del eje hipotálamo-hipófisis-ovario, retrasarla; que puede modificar la textura del moco cervical y volverlo impracticable para los espermios; que puede enlentecer la motilidad tubárica y con ella el transporte de los gametos; que puede debilitar la vitalidad de los espermios y del ovocito y mermar su capacidad de fecundarse; o que, en fin, puede alterar el endometrio y hacerlo refractario o menos receptivo a la implantación del huevo fecundado. Es decir, unos cambios son contraceptivos porque inhiben a la fecundación; otros, en cambio, operan después de ésta y han de ser tenidos como interceptivos o abortivos muy precoces.

Qué parte juega cada uno de esos factores, y particularmente ese último y decisivo efecto antinidatorio de la píldora del día después, en el resultado neto final de que nazcan menos niños, nadie se ha propuesto dilucidarlo…” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001.


viernes, 19 de abril de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (y XIII)

La corrupción ética de la reproducción asistida se vende fácilmente con el empleo de un lenguaje suficientemente engañoso.

El Prof Gonzalo Herranz:

“Todas estas cosas no se pueden introducir en la sociedad y en la conciencia de la gente si no es a través de una artificialización del lenguaje. Esta artificialización opera a varios niveles. 

Uno de ellos es la reducción de un ser humano individual a una etiqueta sociológica o diagnóstico-médica. Eso conlleva el riesgo de expropiarles de su condición humana. 

El derecho a tener un nombre propio es uno de los derechos fundamentales de la persona. Cuando el médico se refiere a un feto o a un neonato que sufre de alguna alteración genética no como a un ser humano concreto y real, sino como a una etiqueta diagnóstica, una abstracta especie morbosa, los despersonaliza, los reduce a algo no-humano e irreal. El médico dice: Esta mañana aborte una Down y una hemofilia. Y, está claro, en sus cuentas no hay lugar para la significación humana de unas vidas plena y doliente o inocente y feliz. Su lenguaje artificial le dispensa de tener conciencia.

Eso mismo pasa a otro nivel cuando se habla de preembrión, como timo de la estampita, mediante el cual mucha gente inteligente acepta la neutralización ética del hombre recién concebido. O cuando se designa el aborto como microsucción, microaspiración, regulación menstrual, o interrupción voluntaria del embarazo (IVG).

Chesterton decía que los ricos inventan a veces palabras largas para revestir de dignidad cosas que dichas en lenguaje común no pueden ocultar lo malvado de una conducta. Decía que cuando un pobre comete determinada acción se le acusa de robo. Pero cuando el rico comete la misma fechoría se le diagnostica de cleptomanía.

Eso es lo que ha ocurrido con la cooperación que la Medicina ha prestado a los poderosos del control demográfico o de la reproducción asistida: Ha creado palabras largas para ocultar lo perverso de ciertas acciones. 

La familia artificial necesita un vocabulario artificial: sin él, la gente de la calle no hubiera tragado el anzuelo.

Yo espero que los universitarios (y todos) sepan (sepamos) ser, como es su obligación, agudamente críticos.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993  


viernes, 12 de abril de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (XII)


A las técnicas de fecundación in vitro se les exige calidad de manufactura. Ciertamente, los profesionales especialmente adiestrados en fecundación in vitro son los veterinarios.

El Prof Gonzalo Herrranz

“La artificialización de la familia conoce otras manifestaciones ligadas a la reproducción asistida. Las leyes pueden hacerse ciegas a la realidad, e incluso, autorizan a falsificarla. Pero la realidad no se deja trucar. 

Eso ocurre con la donación de gametos o de embriones. Como dice la Instrucción Donum vitae, "El respeto a la unidad del matrimonio y a la fidelidad conyugal exige que el hijo sea concebido en el matrimonio; el vínculo existente entre los cónyuges atribuye a los esposos, de modo objetivo e inalienable, el derecho exclusivo a llegar a ser padre y madre solamente el uno a través del otro... La fecundación artificial heteróloga lesiona los derechos del hijo, lo priva de la relación filial con sus orígenes...  obra y manifiesta una rotura entre parentalidad genética, parentalidad gestacional y responsabilidad educativa." 

Y como dice con mucha fuerza Sir Immanuel Iakobovits, una autoridad del Judaísmo, la inseminación artificial por donante "es moralmente objetable porque constituye una falsificación y una profanación del matrimonio; porque es un engaño al público, pues la paternidad del niño es registrada fraudulentamente a nombre del padre estéril; por el modo clandestino con que se practica, ya que oculta o hace desaparecer la identidad del donante; por la posibilidad de uniones incestuosas entre parientes próximos del donante y su descendencia artificial; por lo arbitrario de permitir que sea un médico o un ayudante de laboratorio quien decida quién ha de ser el padre del hijo de una mujer,... y, sobre todo, por la execración de la generación humana que se iguala a las técnicas de reproducción animal".

La artificialización de la familia mediante la reproducción asistida materializa al hijo en un producto, no en un don. 

Hay indicaciones que tanto los médicos como los padres se exigen o exigen un adecuado nivel de calidad del producto. Mediante el aborto in vitro, el seguimiento de las técnicas de diagnóstico genético o prenatal, se procede obstinadamente a la eliminación de los niños tarados o malformados. Los médicos lo hacen para verse libres de posibles demandas por malapráctica y para mantener el alto nivel de calidad exigible a una tecnología avanzada. Los padres porque su deseo de hijos no es ciego: el hijo artificial no puede ser en sí mismo un fracaso. Algo que ha costado tanto dinero y esfuerzo debe ser razonablemente normal o, en todo caso, supranormal.

Esto tiende a crear en la sociedad una difusa aspiración a tener sólo niños perfectos, a popularizar el diagnóstico prenatal como instrumento de selección, a establecer una intolerancia social hacia la deficiencia, la debilidad, la imperfección biológica, a caer en la tiranía de la normalidad.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993 


viernes, 5 de abril de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (XI)

Dictar sentencia aleatoria de vida o muerte a personas en su estadio inicial (embrión) es parte del trabajo ordinario del fecundador in vitro.

El Prof. Gonzalo Herranz

“Es curioso que, al principio de la práctica de la fecundación in vitro, sus promotores asumían una actitud humilde: decían que ellos estaban allí para ayudar a la naturaleza, para salvar in vitro la obstrucción de la trompa, pero que quienes de verdad eran los actores eran los miembros del matrimonio estéril, con sus gametos y su potencial parental. 

La cosa no duró. No tardó mucho en ponerse en práctica el recurso a los donantes para que aportaran sus gametos, a la producción de embriones heterólogos, al uso de úteros alquilados, a la reducción selectiva de los casos de gemelaridad elevada, etc. 

El papel asumido por el fecundador artificial se ha ido haciendo cada vez más dominante. En los primeros tiempos, los periodistas entusiastas daban el título honorífico de "padre de la primera niña probeta" a los que desarrollaron el rudimentario procedimiento de entonces. Ahora que todo parece más banal y menos glorioso, es cuando, en realidad, los fecundadores artificiales toman decisiones de vida o muerte sobre las criaturas que crean en su laboratorio.

Un ejemplo. He tratado de imaginar a veces cómo puede ser que un médico llegue a cosificar en tal grado al embrión humano que se sienta autorizado a practicar la combinación de fecundación in vitro con la llamada reducción selectiva. Años atrás, para incrementar al extremo la eficiencia de la FIVET o para vencer ciertos problemas de esterilidad ovárica, se provocaba una intensa estimulación ovárica con los que, in vitro o in vivo se obtenía un número excesivo de embriones (en ocasiones, hasta doce). Hoy se han dictado directrices firmes para evitar esa circunstancia. Al cabo de unas semanas, se determina, mediante ecografía, cuántos embriones se han implantado y se desarrollan normalmente. Se pregunta entonces a la madre cuántos niños desea tener. Y mediante guía ecográfica, el fecundador in vitro reduce al número deseado el de embriones presentes, elimina los sobrantes.

Esto, para mí, representa el colmo de la artificialización de la familia. Porque la combinación de fecundación en masa con la reducción del número de los embriones (no quiero llamarla selectiva, porque ¿Qué selecciona? ¿Muertes? ¿Vidas?) significa que se juega al azar cuáles de los hermanos van a vivir. Se hace una especie de ruleta rusa, una lotería como la empleada para diezmar un contingente rebelde, mediante la cual, son liquidados unos hermanos (niños, niñas) para ajustar su número a las preferencias de los padres o, lo que parece más probable, al deseo del fecundador de evitar los riesgos de una gestación múltiple y de asegurar al máximo la eficacia del procedimiento.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993


sábado, 30 de marzo de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (X)

La distinción entre padres y fecundador in vitro son muy evidentes.

El Prof Gonzalo Herranz: 

“Se ha dicho que la fecundación in vitro ha dado a muchos matrimonios, junto al hijo deseado, la estabilidad que había estado a punto de quebrarse. Pero lo cierto es que, en al menos ocho de cada diez matrimonios que acuden a la FIVET, la técnica fracasa. Truncadas sus ilusiones, se hace muy difícil soportar un futuro matrimonial cerrado a la procreación. Perdida la ilusión del hijo deseado, muy frecuentemente, el matrimonio se rompe o queda fuertemente traumatizado por el estigma social de la infertilidad. Que tal fracaso produzca gran sufrimiento moral es lógico: la reproducción de laboratorio ha nacido y se ha desarrollado en un contexto biotecnológico. Quienes las han diseñado y las aplican apenas prestan atención a la naturaleza somato-psíquica y espiritual del hombre. 

Su poca sensibilidad hacia los valores humanos se manifiesta muy claramente en la ignorancia deliberada de los aspectos más fundamentales de su trabajo, hacia la realidad sobre la que está actuando el fecundador in vitro. 

Este trabaja de ordinario sin querer enterarse de que está jugando a Dios, sin darse cuenta de que ha asumido el papel de Destino. Él es quien hace la familia, no los esposos. El artificializa la familia: decide quién nace y quién no. Produce zigotos en número excesivo, para precaverse contra una eventual falta de embriones. Pero tiene que seleccionar, entre los zigotos producidos, cuales van a ser reimplantados en el útero y cuáles pasan a ser embriones sobrantes; decide, cuando transfiere inmediatamente al útero ciertos embriones y destina a la criopreservación a otros, quién recibe la oportunidad de nacer ahora, y quién más tarde o nunca.  

Determina que parejas son dignas de tener un hijo y, por ello mismo, a cuáles otras, por razones económicas, genéticas, socioculturales, o simplemente aleatorias, les niega tal oportunidad. 

El fecundador in vitro es, en efecto, quien establece los criterios para seleccionar las parejas a las que proporciona ayuda tecnológica: él fija qué estado matrimonial, qué grado de salud mental o qué nivel de estabilidad económica han de tener los candidatos, con qué intensidad han de desear tener un hijo, qué edad de la madre es apropiada o no. 

Trabaja el técnico de la reproducción humana olvidado de ordinario de que ha asumido para ciertos hombres el papel de Destino. Decide que la vida de un niño cuyos padres no tienen mucho dinero es menos valiosa y plena que la de otro niño cuyos padres viven desahogadamente, y consiente en crear una y en denegar la otra. Porque puede pensar que quien nace de unos padres algo desequilibrados no podrá tener una biografía significativa, se negará a engendrarlo, en beneficio de quienes se adaptan a su propia noción de normalidad.

Es ésta una responsabilidad enorme, pero transitoria. Una vez creada la criatura, el fecundador artificial rehúsa toda responsabilidad sobre ella. Desde un punto de vista antropológico, el médico juega un papel mucho más activo que los padres en el proceso de generar ciertas vidas humanas. A fin de cuentas, los padres funcionan, y no siempre, como simples, e incluso lejanos, proveedores de gametos: el fecundador in vitro es el co-creador inmediato, el artífice de la nueva vida. ¿Cuál es su responsabilidad antropológica? Ninguno de ellos ha querido responder a esta pregunta.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993


viernes, 22 de marzo de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (IX)

El acostumbramiento social en asumir como normal la fecundación in vitro no disminuye sus graves e innegables consecuencias a nivel individual y familiar.

El Prof Gonzalo Herranz:

“A continuación, quiero aducir datos y argumentos para demostrar que la producción artificial de niños no es la solución para los problemas de la familia.

Como hemos visto, hay en el mundo mucha gente que, pudiendo tener hijos, no los quiere: los evita o los destruye. Y, paradójicamente, hay a su lado muchos otros que quieren tenerlos, y no pueden. Y si los primeros confían en la eficacia de los medicamentos y artilugios mecánicos de la contracepción y en la catástrofe humana del aborto, los últimos ponen sus esperanzas en las técnicas de la reproducción asistida para recibir de ellas el alivio de su esterilidad. 

Las técnicas de reproducción asistida están haciendo mucho por artificializar la familia, y lo están haciendo de modo sutil pero eficiente.

La reproducción asistida, en particular la fecundación in vitro, conmovió, hace unos años, a la opinión pública mundial. Hoy se habla menos de ella. Pero, todos lo recordamos, podrán contarse con los dedos de una mano los logros de la Medicina que hayan tenido tanta y tan buena prensa. 

La embriagante mezcla de triunfo científico y de felicidad familiar con que los periodistas presentaron en sociedad a los niños probeta ha dejado una huella muy profunda. 

Cuando se publicó la Instrucción vaticana Donum vitae estalló un clamor de protesta contra lo que se consideró un documento rígido de mente moralista e insensible a uno de los más profundos problemas humanos como es la esterilidad matrimonial. Hoy las cosas se han serenado: el anunciado triunfo de la reproducción asistida sobre la esterilidad humana no se ha producido. Pero son pocas las voces que se levantan para evaluar el procedimiento en sí y los efectos que de modo insidioso está creando como impulsora de la familia artificial.

Eso es posible porque hay una especie de pacto de silencio en torno a ciertos aspectos de la reproducción asistida, un pacto de no dañar el prestigio social de esa tecnología

Se filtran las noticias (la mujer menopáusica convertida por la ciencia en una feliz madre de 50 años, la dura represión contra el Dr. Jacobson por haber inseminado con su propio semen a 75 mujeres, etc.) para rendir tributo a los inagotables recursos de la tecnología reproductiva o manifestar que los compromisos éticos de la especialidad son tomados en serio. Apenas se habla ya de niños artificiales. Sólo unos pocos, entre moralistas, psiquiatras y grupos feministas, sigue prestando atención a los problemas éticos, jurídicos y psicológicos de la reproducción asistida. La sociedad en general parece haber digerido el problema.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993 


viernes, 15 de marzo de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (VIII)

Está fuera de toda ética médica el plegarse a intereses particulares utilitaristas. Cuando se cede al utilitarismo el aborto lleva a la eutanasia, y viceversa.

El Prof Gonzalo Herranz

“Y como la familia es de una pieza, hay también una inevitable conexión entre la mentalidad anticonceptiva-abortista y la eutanasia. Cuando en una sociedad son muchos los que creen que tener hijos es un error ingenuo, las consecuencias socioeconómicas tardan unos años en llegar, pero llegan inexorablemente, al seno de las familias y a todo el tejido social. 

Algunos economistas y expertos en sociología de la familia se han puesto a pensar en lo que ocurrirá si no cambian a tiempo las tendencias demográficas actuales. La carestía de nacimientos -nos dicen- causará graves perturbaciones a todos los niveles de nuestra economía. Las primeras víctimas serán los padres de ninguno o de muy pocos hijos. Serán decenas de millones los adultos con la desgracia de terminar sus días sin tener a su lado nadie que les quiera de verdad, sin hijos ni nietos. 

Hay quien ha sugerido que, ante la falta de apoyo familiar para una fracción tan grande de la sociedad, debe instituirse una solución eficaz, del tipo de la eutanasia, que podría aplicarse voluntariamente a quienes la solicitaran o, incluso, involuntariamente al cumplir determinada edad. Y eso no por la simple razón económica de que la población activa, poco numerosa entonces, se resistirá a sacrificarse y prescindir de sus gastos de diversión y bienestar para subvenir a las necesidades de los ancianos y de los improductivos. Es que, en una sociedad egoísta, el anciano enfermo crónico, que vive solo, que no tiene familiares próximos que cuiden de él, es, como demuestra la experiencia holandesa, uno de los candidatos naturales para la muerte por compasión.

La falta de aprecio por la vida humana de los parientes viejos es la simple extensión y consecuencia de la falta de aprecio por la vida humana naciente que es el aborto. 

Se han cumplido ya en algunos países europeos bastantes años de la promulgación de las leyes despenalizadoras del aborto. Los efectos de esos años de desprecio legal de la vida son ya muy marcados en la sociedad y en la familia. 

Al aceptar mucha gente -los partidos políticos, los creadores de la opinión pública, algunos pensadores muy influyentes- con toda frialdad que el aborto es algo moralmente irrelevante, algo habitual que ha entrado en las costumbres admitidas, la sociedad se ha hecho 'oficialmente' indiferente o agnóstica ante el valor sagrado de la vida humana, de cualquier vida humana. La sociedad está preparada para que le digan que hay una cosa que queda por hacer: determinar cuáles son las vidas humanas que valen poco o que valen mucho menos de lo que cuestan, a fin de que se autorice legalmente su eliminación. 

Entran entonces en el mismo saco de vidas para desechar las que se calculan como molestas, costosas o simplemente indeseadas. Un amigo mío inglés, excelente filósofo, me decía que el aborto y la eutanasia han unificado su grito de guerra: al ya clásico `Todo niño, un niño deseado´ se ha añadido ahora `Todo anciano, un anciano deseado´.”  Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993  


miércoles, 6 de marzo de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (VII)

La Medicina no es ajena a la mentalidad antinatalista imperante en la sociedad, pero, si no se deja contagiar, puede ser un revulsivo muy eficaz al objetivar la realidad y dignidad de todo ser humano concebido.  

El Prof Gonzalo Herranz:

“E. E. Baulieu, el promotor de la píldora abortiva, ha creado la noción de contragestión, una habilidosa contracción del término contragestación, para englobar, bajo una denominación nueva y no traumática, fácil de aceptar por todos, todo el conjunto de procedimientos de contracepción abortiva y de aborto farmacológico…

En un ambiente ético infiltrado por la ideología contragestativa, el niño vale en la medida en que es deseado y para lo que es deseado. 

El amor a los hijos entra en crisis profunda: no faltarán las ocasiones en que los padres -ante la falta de trabajo, la necesidad de renunciar a un proyecto material largamente acariciado- no podrán evitar el pensamiento de que tal o cual hijo es, por encima de toda otra consideración, un error de cálculo, un fallo de programación, que obliga a renunciar a ciertas aspiraciones materiales o a aplazar un proyecto determinado. 

Peor aún, un hijo puede ser percibido por los otros miembros de la sociedad como un descrédito: es tonto tener hijos cuando hay sobradas razones, o simplemente alguna razón, para no tenerlos. 

Otras veces, el hijo es programado para resolver un problema. Se lo diseña como una pieza de recambio: para ocupar el lugar del hijo muerto o que va a morir a corto plazo a consecuencia de una enfermedad incurable, o para utilizarlo como donante de médula ósea para la hermanita que sufre leucemia.  

En un clima social en que los hijos se calculan y se deciden, se hace particularmente doloroso o humillante el que un crío salga torpe, o feo, o simplemente llorón, psicológicamente no encantador. 

¿A qué se debe la epidemia que se extiende por el mundo occidental de malos tratos infantiles, de sevicias (crueldad) e, incluso, de abuso sexual? La mentalidad de dominio tiende a despersonalizar a los niños. Sus mismos padres pueden ya no considerarlos como seres humanos a los que hay que profesar un respeto ilimitado, sino como animalitos domésticos o como objetos de los que se dispone caprichosamente. 

Los padres tienden a ejercer con intensidad creciente un derecho de propiedad y uso sobre sus hijos: el progreso de dignificación de las relaciones humanas, en general, y de las intrafamiliares, en particular, que había operado el progreso económico, se ha detenido o se ha venido abajo en la sociedad de bienestar neomaltusiana. La ideología del hijo como producto que se programa tiende a cosificar al hijo.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993 

viernes, 1 de marzo de 2024

LA FAMILIA ARTIFICIAL (VI)

La anestesiante mentalidad anticonceptiva insensibiliza la función educadora de los padres provocando un sopor general de indiferencia.

El Prof Herranz

“Voy a ofrecer para explicar este fenómeno una hipótesis bastante audaz. Me parece que en el fondo de toda esta tremenda abdicación de la función educadora de los padres está la mentalidad contraceptiva

El daño fundamental de la contracepción no está en los riesgos biológicos, ni en la falsificación psicológica que es el amor contraceptivo. Sólo a Dios corresponde juzgar a quienes la practican. Pero estamos viendo ya sus efectos sobre la familia y la convivencia humana. 

La contracepción ha sustituido en la mente de muchos la noción del hijo como don que se recibe de Dios y destinado a la libertad de ser un hijo de Dios, por la noción de hijo como producto programado, que entra en el juego económico de ganancias, impuestos y gastos permisibles

Del mismo modo que el Estado, mediante su política sanitaria y sus presupuestos anuales, se encarga de nuestra salud, se encargará, mediante los presupuestos de enseñanza, de dar la educación a nuestros hijos. El Leviatán estatal va camino de alcanzar el dominio monopolístico de la educación, lo mismo que va camino de hacerse con la exclusiva de los cuidados de salud…

Volvamos ahora a donde habíamos quedado. Hay un aspecto de la contracepción que merece ser comentado: la inevitable continuidad entre anticoncepción y aborto

Aunque son acciones moralmente distintas, es cierto, tienen psicológicamente una raíz común: son ambas formas de despreciar al ser humano débil, de declararlo no deseado e impedir que sea concebido o, si por fallo o imprevisión fue concebido, impedir que nazca y siga viviendo.

Además, en la cruda realidad de los procesos biológicos, se da una estrecha conexión entre ambos procedimientos. Hace falta ser muy despistado, o muy cínico, para ignorar hoy que son abortifacientes algunos procedimientos que tácticamente, para anestesiar la sensibilidad moral del público, la industria farmacéutica y las grandes agencias de planificación familiar llaman simplemente anticonceptivos: algunos productos hormonales, los DIUs, la mifepristona. 

Ha habido un deliberado borramiento en la conciencia social de la barrera, moralmente significativa, que separa anticoncepción y aborto precoz. 

A mucha gente se la ha convencido de que, si es normal que un hijo puede ser no deseado, se le puede no desear con tanta intensidad que, si la anticoncepción fallara, se debe recurrir al aborto como última barrera anticonceptiva.” Gonzalo Herranz, Universidad Panamericana, México, D.F., 24.III 1993