El Prof Herranz, recientemente fallecido, ha sido un gran maestro en la Ética Médica contemporánea a nivel internacional, pero su magisterio sigue presente entre nosotros, y sus escritos tienen el potencial de iluminar de forma muy intensa el futuro del campo de la bioética, sólo basta en acercarse a ellos para percibirlo. En este apartado, nos hace considerar la importancia del Código Deontológico, no en un mirar exclusivo profesional médico, sino como garantía imprescindible del enfermo y base que cimienta la relación médico-enfermo.
"El Código Deontológico, es una herramienta imprescindible. Nadie duda hoy que profesionalidad implique mejorar, dar calidad al trabajo, mediante la Educación Continuada, hecha de estudio y autoevaluación. La validación periódica de la competencia se está convirtiendo en un gaje más del oficio. La carrera profesional depende de la calidad científica personal demostrada. Y algo paralelo pasa con la ética.
Desde hace años, repito que los centros sanitarios, hospitales o no, deberían desarrollar cada uno su personalidad ética, su propio estilo, su modo de cuidar las cosas, de tratar a las personas. La idea tarda en abrirse paso, pero se impondrá. Los médicos sensibles a la inspiración de la deontología irán traduciendo el Código, aplicándolo al propio entorno. Las relaciones del médico con sus pacientes cobrarán en cada Centro Sanitario un acento ético particular.... Esto es, qué hacen unos u otros por cuidar el trato (la actitud, el lenguaje, las formas, la imagen) para favorecer la plena confianza del paciente? Cada hospital debería planteárselo libremente y responder con originalidad. Adaptar la ética del Código a las peculiaridades del hospital sería una tarea muy apropiada para los comités de ética asistencial.
Cumplir y hacer cumplir el Código: eso debería ser una pasión de los directivos, no un asunto marginal del que se habla en ocasiones. En el Orden del día de las Juntas directivas debe estar presente el recordar que uno de los objetivos primordiales es la promoción y desarrollo de la Deontología profesional, difundir los preceptos del Código y velar por su cumplimiento. Es una función primaria, propia, indelegable de los directivos. Ellos podrán pedir consejo y parecer experto a la Comisión de Deontología. Pero el seguimiento del ambiente ético, la promoción y desarrollo de la deontología, es responsabilidad de las Juntas directivas.
En deontología, los directivos han de hilar fino. ¿Por qué? Porque, en general, el deterioro deontológico, como casi todo en esta vida, tiene comienzos pequeños. Si no se detectan sus primeras manifestaciones, o si, advertidas, se hace la vista gorda, las cosas tienden a ir a más. Sabemos, o nos han contado, por ejemplo, que la ruina ética de un colega pudo detenerse a tiempo y, por negligencia o mala tolerancia, nadie le echó una mano o lo hizo tarde. Eso puede también ocurrir a nivel colectivo. Se empieza tolerando un pequeño fraude, una negligencia menor, y se termina en una pandemia de abuso.
A lo largo de los años hablé, en mis clases, de algo tomado de la vieja deontología francesa: que era función del Presidente de las Ordenes departamentales amonestar al colega cuando se detectaban las primeras señales de conducta desviada, para que no siguiera adelante por el camino erróneo. Había de hacer como el árbitro de boxeo que, al comenzar el último asalto, amistosamente recuerda a los púgiles que no se puede golpear por debajo del cinturón. Esa amonestación servía para recordar que hay una deontología preventiva, y que la deontología iba en serio. Me gustaría proponer el abandono del engorroso procedimiento administrativo para la corrección de faltas leves, e instaurar en su lugar esa advertencia preventiva, amistosa, que, sin herir la reputación del colegiado ni dejar huellas en su expediente, le ayuda a rectificar su conducta, a que las cosas no pasen a mayores. Es ese, me parece, un aspecto básico de la confraternidad propio de los directivos: cumplir y hacer cumplir los preceptos del Código amablemente, persuasivamente, sin la violencia del expediente disciplinario.
Los Colegios, con el Código en la mano, tendrían que proponerse trasladar la deontología de lo excepcional-punitivo a lo ordinario-inspirador, y aprovechar los primeros errores, y también los primeros rumores, para dar doctrina, o recordarla con gracia, a los colegiados que la necesitaran. Los Colegios tienen ahí un gran campo para el ejercicio de su autoridad moral." (En “El Corazón de la Medicina” Libro Homenaje (pag. 384-393)