Esa conducta descontrolada puede coger fuerza de vértigo cuando, sirviéndose del alcohol, va ganando protagonismo conducirse por meras sensaciones y estados de ánimo.
El alcohol, que en un principio es buscado como instrumento que facilita el la alegría social, concederse una compensación, o para favorecer la apariencia de un rol, puede traicionar a al consumidor fuera de límites, y pasar de instrumento de uso para dichos fines, a hacerle sucumbir en la dependencia alcohólica, al principio de forma silente y progresivamente, casi imperceptible, hasta provocar la enfermedad alcohólica, de la que es muy difícil sobreponerse.
Sobrepasar los límites aceptables en la ingesta del alcohol puede subvertir a la persona. El individuo pasa del autodominio natural a un estado de progresiva enfermedad causada por los efectos del alcohol en su organismo. Con el agravante de que ese inicio de enfermedad le irá condicionando de forma progresiva su conducta bajo el rigor de dependencia física y psíquica.
Las políticas de prohibición, en este problema del alcoholismo, tanto a nivel individual y como social, consiguen algunos resultados positivos, y pueden tener su papel importante. Pero no es ese, en mi opinión, ni con mucho, el camino más eficaz.
Considero que es más realista a la hora de ganar terreno en esta batalla mantener un estado constante y actualizado de formación a diferentes los niveles sociales, tanto educacional como sanitario.
Si se busca el alcohol como aliado para solución para ayudar y provocar artificialmente un estado de alegría social, lo más probable es que los síntomas de su abuso no tarden en hacerse presente en forma de confusión, y descontrol de funciones orgánicas y psíquicas, que precipitarán, paradójicamente, a un estado progresivo de tedio, depresión y soledad.
Si se busca como aliado de refugio, para olvidar o desinhibirse de problemas, ese refugio se desplomará, más temprano que tarde, ante la falta de consistencia en esa solución buscada.
Si se busca como aliado para mantener un status social, por una personalidad acomodaticia y notablemente inmadura, se agravará todavía más el estado de indefensión y de soledad por el descontrol que ocasiona.
Está comprobado que la ingesta abusiva de alcohol, aunque sea de forma esporádica, tipo botellón, etc., en edades tempranas, cuando el sistema nervioso central todavía se está conformando, puede producir efectos deletéreos en la maduración neuronal que dejarán seriamente comprometido el nivel intelectual de los que la sufren, además de suponer un peligro próximo que desliza a la dependencia alcohólica, de la que es muy complicado desembarazarse.