“5. La obligación de informar sobre el embrión. Quiero terminar refiriéndome a un aspecto típicamente farmacéutico y médico de sus relaciones con el embrión: necesitan tenerlo en cuenta, han de hablar de él con sus madres. Han de referirse a él como a un ser humano, cuando informan a sus pacientes en las consultas prenatales, y, sobre todo, en el momento de prescribir y dispensar. Es importante hablar de seguridad y riesgos de los medicamentos en los dos primeros meses de la gestación.
Pero eso se hace poco. Parece existir, en muchos ambientes médicos y farmacéuticos, en la práctica profesional y en la investigación, una conspiración de silencio en torno al embrión en el seno de la madre. Se prefiere olvidarlo o anularlo, con el propósito de descargar la tensión ética de la destrucción embrionaria de la contragestación y de la reproducción asistida.
Para conseguirlo, se ha acudido a una redefinición de conceptos y a la puesta en circulación de un lenguaje nuevo,… Redefiniciones que vienen avaladas por ciertas corporaciones político-científicas, más interesadas probablemente en revestir de aparente dignidad las rutinas profesionales, que en esclarecer la realidad de los hechos.
Se acude, por ejemplo, a la autoridad de un diccionario, publicado bajo el patrocinio del ACOG (el American College of Obstetrics and Gynecology), en el que se define la concepción como la implantación del blastocisto y que, por tanto, no es sinónima de fecundación. La gestación se define como el estado de la mujer después de la concepción y hasta la terminación del embarazo.
Las nuevas definiciones recibieron la bendición de la FIGO (la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia), que había sido encargada por la Organización Mundial de la Salud, en 1985, de desarrollar una definición precisa de gestación. Ofreció esta: “La gestación sólo se establece con la implantación del huevo fecundado”. De acuerdo con las definiciones precedentes de concepción y gestación, son agentes abortifacientes sólo los que actúan para interrumpir la gestación después de la implantación. El período preimplantatorio del embrión ha sido escamoteado.
Lo grave es que la redefinición léxica ha sido elevada a la categoría de hecho biológico duro e inapelable: “El hecho biológico es que la gestación comienza con la implantación y no con la fecundación. Cuando un procedimiento de regulación de la fecundidad actúa antes de la implantación, es importante ética y médicamente explicar a las pacientes que el método no es abortifaciente. Comprendemos que puede haber opiniones diferentes acerca de cuando comienza la gestación, pero [...] esas creencias no pueden cambiar el proceso biológico implicado”.
El embrión humano en su primera semana queda así cínicamente relegado a la triste condición de los “desaparecidos”. Su destrucción no aparece en el catálogo oficial de conductas éticas. Esta es a ojos vistas una actitud agresiva, acientífica, manipulativa, pues no se basa en la observación de los hechos, sino en su supresión parcial, caprichosa y voluntarista.
Hemos de hablar mucho, y con mucho amor, de que hay dos culturas. Una cultura de la vida, que implica respeto y asombro, veneración y celebración…
¡Qué pobre en comparación se nos aparece la cultura de la muerte, con su ejercicio del dominio posesivo sobre el hombre, su manipulación de los conceptos, su agresividad violenta hacia los más débiles, incluso su pretendido derecho a decir quién es científico y quien no!” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999.