sábado, 24 de abril de 2021

EL RESPETO A LA DEBILIDAD (y VIII)

Precisamos todos, pero especialmente los médicos, y todo personal sanitario en general, tener bien fundamentado el respeto por la debilidad, que siempre de forma explícita y constante nos manifiestan los pacientes. Saber cómo merece ser tratada dicha debilidad, con el respeto debido, a través de nuestra correcta y adecuada ayuda de ciencia y de humanidad, es el signo que mide el grado de calidad en nuestra profesión. 

Así se expresa el Prof Herranz, en este escrito que finaliza el apartado de “Respeto a la debilidad” que hemos ido enviando en estas últimas semanas en este blog.

"La reconstrucción del respeto a los débiles
Es evidente que a los débiles no les sobran los amigos verdaderos. Eso puede deberse a que hoy se reflexiona y se escribe poco sobre la dignidad de los débiles. Quizá sean muy pocas en el mundo las Escuelas de Medicina que dedican al menos una hora lectiva del curriculum a enseñar el significado ético de la debilidad. Es importante desarrollar la teoría y la práctica del respeto a la debilidad, recoger ideas y experiencias sobre este tema, darle profundidad e ir por ahí hablando de él con fundamento. 

   … Hace falta, por último, ofrecer una seria justificación filosófica del fenómeno de la fragilidad y de la minusvalía biológica del hombre, esa compañía tantas veces inevitable de nuestras vidas, cuya aceptación es la más humana de las aventuras. Por mucho que progresen las técnicas de rehabilitación, por muy generosos que sean los presupuestos para los servicios de salud y prevención, nunca se podrá eliminar de la tierra la debilidad ni abolir el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Es ilusorio pensar que el eslogan “Salud para todos” pueda cambiar la condición esencialmente débil y vulnerable del hombre, pues ser hombre equivale a recibir cada uno su lote de dolor e incapacidad. La vida de cada hombre incluye la capacidad de sufrir y la aceptación de la limitación. 

   Ante lo inexorable de la debilidad en el mundo, el médico se empeña en reducir el dolor, la angustia y las minusvalías de sus pacientes, a sabiendas de que nunca sabrá bastante para vencer por completo a sus enemigos. Ahí radica el núcleo humano de la Medicina: no triunfar absolutamente sobre el dolor y la muerte. Tan exigente de ciencia y de competencia es la operación de aplicar las terapéuticas más modernas, casi milagrosas en su eficacia, como la de administrar cuidados paliativos, que requieren muchos conocimientos y el dominio de lo que yo creo que es lo más difícil del arte médico: decir al enfermo que el hombre está hecho para soportar las heridas que, en su cuerpo y en su espíritu, abre la enfermedad y el paso de los años, y que la aceptación de esas limitaciones es parte del proceso de humanización. No se es verdaderamente humano si no se acepta un cierto grado de flaqueza en uno mismo y en los demás. Eso se nos exige como parte de cumplir con el deber de ser hombre. 

   Pero esta no es una idea popular. Algún día se echarán las cuentas de lo que ha supuesto nuestro tiempo para el respeto de la debilidad. Lewis Thomas, esa figura tan brillante y paradójica del pensamiento biológico americano, nos adelantó, en un breve artículo sobre la función de los manicomios, una parte reveladora de ese juicio. “Puede juzgarse una sociedad por el modo como trata a sus miembros más desgraciados, a los menos queridos, a los locos. Tal como están las cosas, nosotros vamos a ser tenidos por un grupo bien triste. Ya es hora de enmendar nuestros yerros”. 

   Hay que echarle a la tarea mucha ciencia y mucho corazón…." 

En “Desde el corazón de la Medicina”, Libro homenaje de la Organización Médica Colegial al Prof Gonzalo Herranz, 2013, pag 294-306.

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