jueves, 21 de julio de 2022

Píldoras contraceptivas y otros abortivos (y X)

A continuación el Prof Gonzalo Herranz describe con palabras certeras y nítidas la degradación que provoca el aborto farmacológico en el cuerpo de la mujer sirviéndose de la industria farmacéutica, y contando siempre con la complicidad de la grave pandemia de indiferencia a nivel internacional.

Prof Gonzalo Herranz

La banalización del aborto, es consecuencia final del continuo contracepción-aborto.

Es curioso ver cuan contradictoriamente ha sido recibida la mifepristona entre las feministas. Algunos grupos la consideran como el summum de la degradación de la mujer y de su esclavización sexual. Muchos otros la ven como el primer paso verdadero hacia la liberación sexual de la mujer.

De hecho, el dominio técnico de la reproducción ha sido incluido ya en las listas de los derechos de la mujer. Y no han faltado ni políticos ni médicos que se han apresurado a reconocer ese derecho, en busca quizá de los votos o del dinero de las mujeres. 

En noviembre de 1988, el entonces Ministro de Salud del Gobierno francés, Claude Evian, ordenó a la firma Roussel-Uclaf, el laboratorio farmacéutico que fabrica la mifepristona, reanudar la distribución del producto que había suspendido unos días antes ante la presión de los grupos pro-vida. Justificaba el ministro su orden en el interés de la salud pública, y para apoyar los derechos de las mujeres. 

Casi simultáneamente, más de 1000 ginecólogos asistentes a un Congreso en Rio de Janeiro, amenazaron con boicotear los medicamentos comercializados por Roussel-Uclaf si esta cedía a las demandas de los pro-vida, pues consideraban que la retirada de la RU 486 era 'un mazazo descargado sobre los derechos de la mujer'.

Sea o no un derecho de la mujer, el aborto precoz y deliberadamente inadvertido nunca se verá libre de traumas psicológicos y de conciencia. Sin duda alguna, es más intenso el impacto emocional causado por el aborto quirúrgico, con su necesario desplazamiento a una clínica, la anestesia y su condición de intervención invasiva. Pero el aborto 'casero' no está libre de tensiones y ansiedades. El aborto no médico deja a la mujer abandonada a sí misma y en la incómoda compañía del miedo, el dolor y el temor a la hemorragia. La píldora abortiva perfecta favorece la privacidad y el secreto de la mujer, pero la condena a la soledad.

Pero, ¿y si se generalizara el uso de una píldora antinidatoria-abortiva, segura y eficiente, que el farmacéutico despachara en su oficina sin necesidad de receta del médico? Entonces, se dice, la mujer se constituiría de hecho en dueña de su capacidad reproductiva. Una píldora así, ingerida mensualmente como 'inductor menstrual', le concedería la total autonomía reproductiva, a la vez que haría desaparecer los sentimientos de culpabilidad ligados al aborto. La mujer ya no tendría que preocuparse de si ha concebido o no. Le sería suficiente practicar una limpieza química de su útero con la periodicidad conveniente. Sería la fusión de la contracepción y el aborto en la nueva noción de contragestión.

Los efectos que esa hipotética aceptación y generalización del aborto farmacológico pudiera tener desde el punto de vista de la Ética médica son incalculables. 

Hace unos años describí así la amenaza de banalización del aborto farmacológico precoz: La significación de este tipo de aborto es sumamente importante: establecerá como un hecho socialmente admitido la noción de que el embrión humano es un simple producto de desecho. No sólo se cosifica al embrión, despojándole de su valor humano: se le reduce a la condición negativa de una excreta. Lo mismo que un laxante es capaz de exonerar de su contenido fecal al colon perezoso, la nueva píldora permitirá liberar al útero gestante del embrión que crece en él. Desconectado de la madre mediante un preciso mecanismo de competitividad molecular entre entihormonas y hormonas, y catapultado hacia la red de alcantarillado por la acción de los estimuladores específicos del miocito uterino, el embrión termina su existencia sin pena ni gloria. La transmisión de la vida humana, la suprema capacidad del hombre de concrear hombres, esa participación en el poder creador de Dios, quedará convertida así en una función del mismo rango fisiológico, psicológico y moral que la micción o la defecación.” Gonzalo Herranz, conferencia “La píldora RU-486 y otros abortivos: ¿El control natal del futuro?”, en el Congreso Internacional por la Vida y la Familia. Santiago de Chile, 20 de agosto de 1994.


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