El Prof Gonzalo Herranz, lo explica con claridad:
“…La conducta de los profesionales de la salud ante el enfermo terminal viene definida por el deber de atenderle con solicitud, de no discriminarle. No podrán provocarle la muerte, pero deberán abstenerse de tratarle agresivamente con terapias inútiles. Nunca menospreciarán la vida de sus enfermos, pero aprenderán a respetar la vida aceptando lo ineluctable del morir y de la muerte.
Hay, por tanto, deberes profesionales positivos: aliviar el sufrimiento físico y moral, mantener en lo posible la calidad de la vida que declina, ser guardianes de la dignidad de todo ser humano y del respeto que se le debe, procurar que la atención paliativa no quede marginada de los avances científicos que provienen de la experimentación biomédica.
Y hay también deberes profesionales negativos: quedan taxativamente prohibidas la eutanasia y los gestos terapéuticos encarnizados, carentes de razonabilidad y buen juicio, que buscan una curación ya imposible. Estas son las ideas básicas de la deontología paliativa, sobre las que médicos y enfermeras deberíamos reflexionar con frecuencia.
De esa reflexión podemos extraer una larga lista de puntos de examen
El que yo colocaría en primer lugar es el deber de mejorar, mediante proyectos de investigación bien diseñados e interdisciplinares la calidad de los cuidados paliativos. Son precisamente la compasión por los pacientes y la apertura a la totalidad del hombre (el individuo entero, la familia, la comunidad) lo que crea un dilatado panorama a la investigación y, en consecuencia, al servicio profesional. Por referirse los cuidados paliativos, directa o indirectamente, a sujetos vulnerables, ha de concederse el relieve necesario al análisis ético de los proyectos de esta área tan importante de la investigación biomédica.
Pero también hay que responsabilizarse de evaluar constantemente la calidad de los cuidados que se administran; de estratificar la atención a los enfermos incurables en medidas paliativas y terminales; de extender el beneficio de la atención paliativa a todos los posibles candidatos a recibirla, esto es, a los muchos incurables que sufren enfermedades largas y dolorosas; de optimizar la relación costes/beneficio de los cuidados paliativos de desarrollar métodos formales e informales de enseñar la ciencia y el arte general de los cuidados paliativos, ya en el curso de los estudios de la licenciatura; de implantar la Medicina y la Enfermería paliativas como especialidades genuinas y reconocidas.
Hoy pocos ponen en duda la utilidad y la eficiencia de la Atención paliativa. Pero no faltan quienes ofrecen la eutanasia como la solución más eficiente, rápida, económica y racional, y acusan cínicamente a la atención paliativa de su bajo rendimiento terapéutico, cuando las cosas se miden con el metro biológico de las tasas de curación o de los años de supervivencia. No merece la pena refutar ese sinsentido.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.
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