viernes, 3 de mayo de 2024

Ética médica y píldora del día después (B)


Silenciar, por indiferencia o por legislación, la acción abortiva que tiene la píldora del día después no disminuye su carga antiética y delictiva.

El Prof Gonzalo Herranz:  

“La cosa, importante, como es el efecto antinidatorio de la píldora del día después, permanece envuelta en una tenaz nube de ignorancia. Sorprende que una cosa así ocurra en el tiempo de la medicina basada en pruebas, tiempo en que, en farmacología clínica, se hila muy fino y no están bien vistas ni la ignorancia ni la indeterminación. Disponemos sólo de estimaciones indirectas, aunque relativamente fiables, que permiten concluir que, aun dada a tiempo, la píldora del día después no inhibe la ovulación siempre; que, a pesar de los cambios que induce en el moco cervical, la píldora del día después no impide que los espermios pasen en cantidad disminuida, pero suficiente, a la trompa; y que el efecto antinidatorio endometrial juega un papel, decisivo aunque no cuantificado, en la eficacia del tratamiento.

Claridades y ambages. Una situación así obliga a actuar en la duda, con menos datos de los necesarios, lo cual crea conflictos. 

Con razón, quienes profesan un respeto profundo a todos los seres humanos sin excepción, estiman que jamás uno de ellos puede ser expuesto al riesgo próximo de ser destruido, aunque ese riesgo no esté cuantificado. Basta con que la píldora del día después sea, de hecho, capaz de privar de la oportunidad de vivir al embrión humano para que la píldora del día después sea condenable. 

Quienes no profesan aquel respeto prefieren negar el problema ético valiéndose de ciertos cambios del lenguaje. Para ellos, mudar el nombre de las acciones transmuta su moralidad. Afirma un editorial del New England Journal of Medicine: "…aun cuando la contracepción de emergencia actuara exclusivamente impidiendo la implantación del zigoto, no sería abortiva". Pero no se nos dice qué es. Quebrar la vida de un ser humano, por minúscula que sea la víctima, es algo que merece ser llamado de alguna manera. 

Impedir la implantación del embrión humano es un hecho de notable importancia ética que no se puede volatilizar por el fácil expediente de dejarlo sin nombre. Su sustancia moral no desaparece, aunque se recurra a la redefinición de gestación y concepción que hace años pactaron la Organización Mundial de la salud (OMS), el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG), la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO) y las multinacionales del control de la natalidad.

Pero la tal redefinición no es de recibo: a ella se vienen resistiendo año tras año, con una tenacidad sensata, muchos hombres y mujeres de buena voluntad, las sucesivas ediciones de los diccionarios generales y médicos, y los libros de embriología humana.” Gonzalo Herranz, Artículos en Diario Médico, 3-IV, 30-IV y 14-V-2001. 


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