viernes, 8 de enero de 2021

EL FINAL DE LA VIDA (IV)


A continuación el Prof Herranz clarifica dos aspectos importantes referente a la autonomía del paciente: 

1) La autonomía del paciente es ciega y se arruina si no cuenta con el concurso del médico, y adquiere su fuerza cuando se expresa en la confianza que deposita en el facultativo. Esa condición es imprescindible para iniciar la relación médico-enfermo. 

2) La autonomía disfrazada de autoestima ciega y sin control del paciente puede arruinar al propio paciente

Así se expresa a continuación el Dr Herranz:

“Hay cada vez más pacientes que se pasan horas, a lo largo de semanas o meses, estudiando por Internet o en las bibliotecas su enfermedad crónica o el tratamiento electivo. Llegan a saber muchísimo de ellas, y está muy bien que lo hagan. Pero la enfermedad aguda, la que viene de pronto, la que no se tiene tiempo de estudiar, es asunto, me parece, en el que la autonomía debe dar sitio a una sana confianza en el médico. El problema se traslada entonces a su lugar propio: los médicos deberán administrar bien esa confianza que en ellos se deposita, necesitan ser profunda y constantemente responsables. 

Pero los médicos, incluso los más responsables, pueden errar. Eso significa que la artificial cultura de la autonomía debería ser compensada, o completada, con un crecimiento vigoroso de la cultura del error, y dar así una nueva dimensión humana a la Medicina. Los médicos no son gigantes, no son infalibles. Son seres comunes que se cansan, que se irritan a veces, que se equivocan. Por eso es necesario que los pacientes conozcan la condición finita, humana de médicos y pacientes: esa es una pieza fundamental que debería estar en la información que el médico da a sus pacientes. Los médicos no deben esconder, en sus relaciones con los pacientes y los colegas, que pueden equivocarse y que de hecho se equivocan. Lógicamente esto no significa dar carta libre al error: todo lo contrario, reconocer su presencia ubicua para prevenirlo y, si acaece, tomar las medidas para que no vuelva a producirse. 

…(Dentro del problema del suicidio) Un problema distinto es el "suicidio racional o lúcido", como consecuencia de la ruina económica, de un fracaso profesional o sentimental, o como parte de una tradición étnica. En la base de este comportamiento existe —al menos así lo considero- una carencia de un sentido profundamente humano, humilde, de la propia vida. Viene a ser como una negación de la limitación humana… La incapacidad de soportar un ego arruinado es no solamente la negación de uno mismo como ser humano, con defectos, carencias y limitaciones… Humanamente, siempre es posible recomponer la vida; lo muestra la experiencia de muchas personas que se han redimido.

Estas consideraciones se aplican de modo particular a la situación de enfermedad terminal. La experiencia de los seguidores de Cecily Saunders en los primeros años del movimiento de los Hospices era ver la transformación que muchos pacientes, desesperados, que clamaban para que se pusiese fin a sus vidas, experimentaban ante una atención paliativa llena de humanidad. Hablaban del valor inconmensurable de esos pocos días finales de la vida, no tanto por el alivio sintomático, sino por el mensaje de serenidad que esos pacientes enviaban a sus compañeros de sufrimiento. Pienso que en la actitud de exigir la muerte como ejercicio de la propia autonomía subyace, no sólo horror al sufrimiento, sino también un poco de soberbia altanera.”  En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz”, Ed EUNSA, 2015, pag 133-136.


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