sábado, 2 de enero de 2021

EL FINAL DE LA VIDA (III)

  

  En este apartado vamos a abordar, de la mano del Prof Herranz, qué se entiendo por autonomía del paciente y qué papel puede jugar en la relación médico-enfermo, junto a la explotación abusiva de los sentimientos en el contexto de la muerte humana como argumentos pro-eutanasia. 

   El médico siempre se debe hacer garante de asistir a la vulnerabilidad que presenta el paciente precisamente porque éste deposita en el médico su voluntaria y autónoma confianza. Sin esos requisitos fundamentales no es posible que exista relación médico-enfermo. Si se rompen los pilares de esa relación se derrumbará toda actuación médica como tal. Por ejemplo, en la eutanasia la vulnerabilidad del enfermo no busca, ni encuentra, ni desea que la confianza en el médico preste solución a sus alteraciones, sino directamente romper y desechar de raíz toda posible solución, incluso paliativa, que no sea el abandono del enfermo. Así la eutanasia sólo se explica desde la irracional aceptación de abandonar al enfermo, como un naufrago que exhibe, o se le impone, "el derecho" a no prestarle auxilio y facilitarle que "dulcemente" se ahogue en "bien de todos". 

El Dr. Herranz establece las siguientes directrices éticas, sobre:
-La dignidad del moribundo 
-La dignidad de la muerte humana 
-La autonomía y la explotación abusiva de los sentimientos como argumentos en favor de la eutanasia.

“Es necesaria una educación social que evite el rechazo del enfermo terminal. No se debería reducir la relación con él a los breves momentos de una visita, de la que se escapa lo más rápidamente posible. Portarse así es perder una oportunidad de ganar humanidad profunda. 

La dignidad del moribundo es dignidad humana. El deterioro, el descontrol fisiológico que puede ocurrir, no es humillante, no anula la dignidad de la persona enferma. Es, por el contrario, la ocasión de reconocer nuestros límites, de percibir hasta dónde llega nuestra corporalidad decaída, pero nunca degradada. Es una situación que se arregla limpiando al enfermo, cambiándole la ropa, lavándolo: como se hace con los bebés, con cariño, no con asco… Ese es una de los aspectos más amables de la regresión que en la ancianidad hacemos a la primera infancia. Es inhumano abandonar a un paciente a la inmundicia, lo mismo que lo es suprimir al paciente para prevenir nuestra náusea y disgusto. 

La muerte humana es digna. Porque de la misma manera que se sostiene que la dignidad es intrínseca en relación con otros aspectos, también la dignidad del moribundo (lo) es... No cabe duda de que el eslogan de la eutanasia es convertir la muerte en algo eficiente, limpio, rápido, pulcro, programado, dominado; pero eso no es sino a costa de una pérdida muy significativa de lo que es la humanidad real. 

El movimiento pro-eutanasia ha ido centrando la atención en ofrecer un cuadro patético del final de la vida y, por tanto, de la humanidad, sobre todo en relación con la senilidad, con las grandes minusvalías, con lo que podíamos llamar la "depleción afectiva" del enfermo terminal. Hacen creer a la gente que se da ahí una situación de indefensión, de incapacidad para gestionar la vida…. Es entonces cuando (se) pide la eutanasia. No valerse por uno mismo, tener que pedir ayuda, se convierte en una humillación que no se tolera.

En encuestas llevadas a cabo en Estados Unidos y Canadá, uno de los motivos para pedir la eutanasia que más ha crecido… es precisamente (la) pérdida de autonomía. En muchas sociedades, el hombre de hoy ha sido hasta cierto punto educado para la autonomía. Cuando ya no la puede ejercer, la vida pierde todo su valor. El depender de otros se percibe como una degradación, a la que es preferible la muerte. Cuando uno no puede dirigir su propia vida, esta pierde su sentido. Y esto funciona como eslogan en favor de la eutanasia. 

El hecho mismo de que las necesidades afectivas de una persona mayor o enferma estén desatendidas, es también para algunos justificación suficiente de la eutanasia…. Quedarse sin amigos, vivir en soledad, tener que depender afectiva y efectivamente de otros, hace patente que la vida ha perdido calidad, carece de aliciente, le arrincona a uno. 

Pienso que en toda la propaganda en favor de la eutanasia hay una explotación abusiva de los sentimientos... No cabe duda de que en la bioética abunda extraordinariamente esa ética del sentimiento.

Esa ética opera muy profundamente en la gente. Uno de los más duros insultos con que se puede ofender a alguien es decirle que es una persona que no tiene sentimientos. Pero se debe insistir en una idea luminosa de Chesterton: cuando la compasión se separa de las otras virtudes, se convierte en un vicio mortífero. El que se mate por compasión no hace inocente el hecho de matar. No hemos de ver la compasión como un atenuante. Pienso que la educación del sentimiento es fundamental. Educar el sentimiento no es erradicarlo, sino integrarlo en la vida moral, dirigirlo. 

Yo diría lo siguiente: la autonomía ha entrado en ética, en bioética, no como una actitud ética, sino como un derecho, el derecho último, básico. Me parece que ese exceso de acento jurídico la desvirtúa. La autonomía ha sido exagerada en intensidad y extensión

Creo que la autonomía, tal como se representa actualmente en los hospitales, es más letra de ley que vida del pueblo. Es una idea jurídica que permite hacer leyes, reglamentos, formularios y que da trabajo a los Comités de ética. Pero ese formalismo es artefacto…. Rechazo el formalismo del formulario, una cosa primariamente introducida por juristas y para los juristas. Es utópico pensar que los pacientes comprenden racionalmente y evalúan ponderadamente una información de la que entienden muy poco. Por eso, y de cara a la eutanasia, pienso que la enfermedad terminal no es el hábitat normal para que el paciente tome decisiones, comprenda informaciones, evalúe pronósticos, sopese alternativas de tratamiento, y pueda elegir el suicidio médicamente asistido o la eutanasia.” En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz”, Ed EUNSA, 2015, pag 128-133.

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