Todo enfermo requiere y tiene derecho, una vez considerada su situación, a que se le tenga en cuenta, de forma diferida, condicionada o inmediata, según el grado de preferencia o urgencia que presente su caso, a una atención facultativa con estudio personalizado que valore su patología, con independencia de sus características de edad y procedencia. No contemplar ese procedimiento, corre el riesgo de que el ejercicio de la medicina que supuestamente se esté prestando no cumpla el mínimo para que sea considerado como tal.
Nos parece, en ese sentido, muy significativo el escrito del Dr. Joaquín Baleztena Gurrea que bajo el título "Descriminación por edad y covid 19" fue publicado en el Diario de Navarra, el pasado13 de septiembre del 2020.
"A raíz de la pandemia SARS-CoV-2 es frecuente que salgan noticias alarmantes sobre residencias de ancianos. En muchas ocasiones, se narran hechos aislados, sesgados o magnificados que se extrapolan a “las residencias” en general transmitiendo una mala imagen de estas.
Es mucho menos frecuente que aparezcan noticias positivas entre la enorme labor que realizan dichos centros públicos y privados y sus profesionales con nuestros mayores. Hay miles de personas en toda España que trabajan y lo dan todo, incluida la salud física y psicológica, para cuidar a nuestros ancianos.
En las residencias se concentra la población más vulnerable frente al SARS-CoV-2, es decir, pacientes muy ancianos, muchos con demencia, dependientes y con varias patologías complejas. En gran parte por esto son los lugares donde más defunciones ha habido.
Dicho lo anterior, bajo ningún concepto puede repetirse lo vivido en primavera, y posiblemente con medidas adecuadas, si el virus golpea de nuevo con fuerza, pueda evitarse.
Quizá una de las principales es evitar la discriminación por razón de edad (ageismo, edadismo o etaismo) y de lugar donde viven, domicilio o residencia. Cada persona envejece de distinta manera, habiendo nonagenarios con mejor capacidad funcional y expectativa de vida no sólo cuantitativa que otras más jóvenes.
El estado funcional, cognitivo, de dependencia y expectativa de vida son los criterios a tener en cuenta a la hora de decidir qué tipo e intensidad de tratamiento hay que aplicar y en qué nivel asistencial. Y nadie conoce técnica y humanamente mejor cada situación que el médico que lo ve día a día en la residencia junto al resto del equipo, a los que demasiadas veces se desoye a la hora de tomar decisiones.
La edad no debería ser determinante a la hora de decidir si una persona ingresa en un hospital, en una UCI o si se le aplica tratamiento curativo o exclusivamente paliativo. Para tomar decisiones, además de conocer el estado basal de la persona en su día a día, hay que hacer un buen diagnóstico diferencial y los síntomas de covid 19 son poco específicos y más en la población anciana pluripatológica.
No debería pasarse por alto ninguna patología tratable por estar centrados sólo en la covid y más ahora que viene el otoño con aumento de infecciones respiratorias. Y por último, tras un diagnóstico correcto, se podrá proceder a tratar a estas personas con todos los medios que se tengan disponibles y de los que puedan beneficiarse, valorando el riesgo y beneficio de dichos tratamientos.
Sólo después de todo lo anterior, cuando se ve que no tiene remedio curativo o que se pueda causar más daño que beneficio a la persona, se debe asumir con naturalidad que la vida tiene su fin y acompañarlos hasta el último momento con los tratamientos paliativos y cuidados de últimos días, siempre en coordinación con la familia procurando habilitar sistemas para que nadie fallezca sin sus seres queridos y con toda la delicadeza y cariño que requiere la situación.
En resumen, esta epidemia en muchos aspectos ha deshumanizado la medicina y es urgente “rehumanizarla”. No todo es covid y hay que volver a lo más básico: en primer lugar, tener bien clasificados a los pacientes según funcionalidad y expectativas. En segundo lugar, tener en cuenta su situación epidemiológica (si son inmunes o no). En tercer lugar, hacer un buen diagnóstico diferencial antes de tomar decisiones, y finalmente proporcionar las actuaciones curativas y/o de confort adecuadas atendiendo en todo momento todas sus necesidades biológicas, mentales, sociofamiliares, espirituales, funcionales y de cualquier tipo en las que se les pueda ayudar.
No perdamos el norte, el objetivo es reducir el número de casos graves y de muertes evitables, procurando no causar más daño que beneficio, y que el pánico no deshumanice la vida de los enfermos, cuidadores y sociedad en general."
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