domingo, 27 de diciembre de 2020

EL FINAL DE LA VIDA (II)


Es interesante conocer como el Prof. Herranz aborda los siguientes temas: 

-La dignidad del morir y calidad de vida. 

-¿Es la muerte indigna? 

-¿Qué se entiende por calidad de vida?

Es muy frecuente que en la clínica se presente el concepto de “calidad de vida” y se mezcle con la dignidad en la muerte. Son dos realidades que de hecho muchas veces se expresan sin conocimiento pues el enfermo terminal, bien llevado por Cuidados Paliativos, suele tener cubierto el dolor y el disconfort anejo a su situación, y otras tantas veces su estado de conciencia está muy reducido o anulado por la propia enfermedad.

Así da respuesta a estas cuestiones el Prof Herranz:  

Muerte digna, morir con dignidad, es un eslogan muy hábilmente manejado por los activistas de la eutanasia. Pero también es un concepto ético profundo, una aspiración que no se puede dejar de lado. 

La reclamación de un derecho de cada uno a terminar su vida, a determinar el momento y el modo de la propia muerte, es un eslogan que no tiene sentido; es un eslogan publicitario, vacío. Además, la expresión "calidad de vida" (que es un término polisémico), entendida como elemento condicionante del vivir, es una idea irreal y utópica. La vida real transcurre no en la plenitud, sino en la limitación. Saber vivir con limitaciones es…, el destino del hombre. Es la única manera de sobrevivir en las circunstancias reales del hoy y del ahora”. 

Pienso que morir con dignidad es morir limpio, aseado, atendido, con los síntomas de la enfermedad terminal lo mejor tratado posible; morir con el consuelo de los suyos y de su religión, y un cristiano con atención sacramental. De esto último, a mi parecer, se habla demasiado poco. La fuerza de la gracia es fundamental para el paso a la otra Vida... Estamos olvidando siglos de sabiduría cristiana, y dejando de lado el sentido sobrenatural del vivir y del morir... Morir con dignidad es fundamentalmente morir acompañado, recibiendo afecto y consuelo. 

La calidad de vida de un enfermo terminal es un tema que no se ha trabajado lo suficiente. Cuando el pronóstico está bien sentado y es objetivo (en la media en que humanamente se pueda juzgar), es decir, cuando no hay esperanza humana de seguir viviendo, queda todavía un breve tramo final de vida que tiene un valor y unas implicaciones excepcionales.

Conviene saber que, en general, las atenciones que reclaman los pacientes terminales no son ciertamente muy grandes, …menos de las imaginadas. Los pacientes suelen vivir los últimos pocos días u horas bajo la influencia de fármacos paliativos. Su vida, sus exigencias, se van debilitando y tienden a disminuir, porque el deterioro fisiológico y mental los va apagando como un pequeño fuego que se va extinguiendo.

Vivir en esas condiciones precarias, que es como suele hacerlo el ser humano moribundo, es el modo propiamente humano de vivir la vida terminal. De la misma manera que reconocemos que en el ser humano (recién formado), de pocas células, hay un modo precario, aunque lleno de potencia, de iniciar la vida, es necesario reconocer también que hay precariedad en los días finales de la vida (cuando la plenitud, el florecimiento se han marchitado). Ese es un pedazo de la vida tan lleno de humanidad —y de humanidad cualificada- como lo pueda ser cualquier otro.

No hay otra manera de acabar la vida sino así, por lo menos en el caso de la muerte natural por vejez o por una enfermedad crónica que se agrava. Este es el modo habitual de morir.” En “Al Servicio del Enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz”, Ed EUNSA, 2015, pag 126-128.

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