viernes, 10 de diciembre de 2021

Eutanasia y dignidad del morir (VIII)

El enfermo terminal merece ser observado según la constante dignidad que siempre ha tenido como persona, sin que esa dignidad, de pronto, en el tramo final de su vida, se vea enturbiada por la niebla cegadora que introduce una artificial “calidad de vida compasiva” proclive al juicio pro eutanásico. Esa ceguera recobra su claridad cuando se da cauce profesional a los cuidados paliativos.

El Prof Herranz es diáfano en ese sentido:

“Los enfermos desahuciados y los moribundos se presentan como un acertijo para allegados y extraños, para médicos y enfermeras. Son muchas veces un enigma, porque nos imponen la difícil tarea de descubrir y reconocer, bajo su apariencia decrépita, toda la dignidad de un ser humano. 

Para una mirada que sólo ve las apariencias, la enfermedad terminal, tan acompañada en ocasiones de dolor, angustia y ansiedad, tiende a eclipsar la dignidad del enfermo: la oculta, incluso parece haberla destruido. Porque si, en cierto modo, la salud nos da la capacidad de alcanzar una cierta medida de plenitud humana, estar gravemente enfermo limita, de modos y en grados diferentes, esa importante dimensión de la dignidad, en cuanto nobleza, que es la capacidad de desarrollar el proyecto de hombre que cada uno de nosotros acaricia. 

No es difícil para el médico cooperar a la restauración de la salud de su paciente mientras hay esperanza de alcanzarla. Pero es muy arduo hoy para muchos médicos, fuera de los que son competentes en atención paliativa, reconocer el valor de su trabajo cuando, en el trance de la enfermedad terminal y del proceso del morir, no hay ya lugar a aquella esperanza. 

Cuesta mucho reconocer, en el ambiente de la medicina de hoy, interesada en resultados de curación y en costos por procesos, que la enfermedad seria, incapacitante, dolorosa y, en mayor grado todavía, la enfermedad terminal, pueda tener interés. 

Dominados por una cultura fisiopatológica, cuesta a muchos médicos comprender que la enfermedad terminal no consiste sólo en trastornos moleculares o celulares que ya no tienen arreglo, sino también en un problema humano en el que el respeto a la dignidad del paciente impone el deber de cuidar de la dignidad de su morir

La enfermedad terminal tampoco se limita, por encima de lo meramente biológico, a un recorrido vivencial de unas determinadas etapas que van marcando las reacciones psicológicas del enfermo ante la muerte anunciada e ineluctable, reacciones que necesitan comprensión, apoyo y acompañamiento

La situación terminal constituye, por encima de todo eso, una amenaza a la integridad del hombre, a su dignidad personal, que pone a prueba al enfermo y a los que le atienden. Y cuando esto se comprende, los resultados no se hacen esperar…. Los cuidados paliativos, ese modo tan profesionalmente médico de respetar la dignidad de los que van a morir, es uno de los argumentos más fuertes contra la eutanasia con el buen uso que se hace a muchos pacientes, y a sus familias, de los días finales de su existencia, después de que el dolor sea mitigado y antes de que llegue la muerte.” Prof. Gonzalo Herranz Rodríguez, en las Jornadas Internacionales de Bioética, Pamplona, del 21-23 octubre 1999.


No hay comentarios:

Publicar un comentario