Seguimos valorando este importante tema del error médico. Ingrediente necesariamente presente en el actuar humano, que no podemos ignorar, y que necesariamente también reclama solución frente al enfermo.
El Prof Gonzalo Herranz nos facilita claves para una solución eficaz.
“La superación en la humildad. La aporía de la coexistencia de lo inevitable del error con el deber ético de evitarlo sólo se resuelve aceptando el papel mediador de la humildad.
En un artículo luminoso, Judith Andre insiste en que, siendo inevitable, el error no es fatídico: no cometeríamos errores propiamente tales si no hubiéramos podido actuar de otra manera. Es pues compatible que, de un lado, los errores sean inevitables y que se pueda, de otro, exigir evitarlos. Esta paradoja fundamental nos plantea un desafío moral: nos exige, al mismo tiempo, aceptar nuestra falibilidad y pugnar contra ella.
Es ahí donde entra en juego la humildad intelectual y ética. Sólo con humildad ética es posible aceptar el desafío de vivir en el reconocimiento lúcido de nuestras propias limitaciones y carencias. Y sólo la humildad intelectual nos da los medios para tratar de reconocerlas y superarlas.
Del papel de la humildad en la prevención del error, de la repetición del error, habían hablado años atrás Leape y Hilfiker, dos importantes pioneros de nuestro tema.
Leape (Leape L. Error in Medicine. JAMA 1994;272:1851-1857) afirmó que todo esfuerzo de gestión de calidad requiere un ambiente en el que los errores se consideren no como fallos humanos o morales, sino como oportunidades de mejora. En su teoría del error de sistema, del error institucional, proponía que la mayor parte de los errores dejaran de ser considerados como deficiencias del carácter moral, para ser clasificados como deficiencias del sistema.
Hilfiker, en un artículo fundamental (Hilfiker D. Facing our mistakes. N Eng J Med 1984;310:118-122), se lamentaba de la incapacidad de muchos médicos de reconocer sus propios errores. Unas veces, los niegan, los ocultan, o los disfrazan de aciertos; otras, los echan en la cuenta del propio paciente, de la enfermera, del laboratorio, del hospital que no funciona. Si no les queda otra posibilidad, inculpan al destino, al mundo en que vivimos: cualquier cosa menos aceptar el error cometido. Se trata de un autoengaño trágico que les cierra el camino de la humildad, del reconocimiento del propio error a través de la confesión, la petición de perdón, la absolución, la enmienda.” En Desde el Corazón de la Medicina. Libro Homenaje al Prof Gonzalo Herranz por la OMC, 2013, 220-228.
No hay comentarios:
Publicar un comentario