sábado, 27 de febrero de 2021

EL RESPETO A LA DEBILIDAD (I)

   Vamos a enfrentarnos con una realidad a la que todo sanitario busca y desea ejercitarse por sólo el hecho de dar sentido a su dedicación profesional. No hay realidad más frontal que emplear su formación profesional en función de la debilidad del enfermo. Una vez en esa tesitura, lo verdaderamente importante es con qué actitud se enfrenta a ella, cómo responde a sus interrogantes. La contestación a esas esas preguntas no pueden hacerse sin asumir una imprescindible base de respeto hacia el enfermo. Sin ese respeto se hunde, deja de existir, todo ejercicio del profesional sanitario. 

   De forma nítida dibuja el Prof Gonzalo Herranz este elemento esencial de la actuación médica. Pasemos a atender sus consideraciones:

“El respeto que debemos a los débiles es tema que no ha recibido mucha atención en la bibliografía bioética, siendo así que se trata quizá de un asunto medular de la ética de las profesiones sanitarias… 

Es un tema del que conviene tratar de vez en cuando, pues, paradójicamente, tiende a olvidarse que lo más propio del médico no es sólo poseer una ciencia compleja, cuya teoría y práctica cuesta muchos años dominar, sino determinarse a usar ese conocimiento experto para el bien de quienes están más necesitados de esa ayuda, que son los que se encuentran en situaciones permanentes o en trances ocasionales de particular fragilidad. Crece día a día el interés de los médicos por las nuevas tecnologías. Son muchos los que se sienten fascinados por las cosas: por los datos y las imágenes, los aparatos, los protocolos y las revistas más recientes. Eso deja, de modo irremediable, poco tiempo para entrar en contacto con los pacientes, en particular con los que se presentan con la cara deprimida de la debilidad. 

Pero los verdaderos profesionales, los médicos y enfermeras auténticos saben que lo decisivo de la Medicina es, no tratar con cosas, sino con personas, aunque esas personas se encuentren en un estado de extrema debilidad. Saben que es un ser humano lo que se pone en sus manos, él o ella, no simplemente sus cosas. Se crea así una situación en la que el enfermo entero, cuerpo y alma, se ha de confiar al médico: no sus radiografías o sus pruebas funcionales, ni siquiera sus pulmones o su páncreas. Es él, entero y enfermo, que se abandona en el médico. Esta realidad tan patente tiende a olvidarse o, por lo menos, a oscurecerse. 

A veces pienso en que, bien consideradas las cosas, el consentimiento informado en vez de ser un proceso circular que va y viene de paciente a médico y de médico a paciente, circula, de hecho, en una sola dirección y por la mano equivocada. No tendría que ser el médico el protagonista principal, el que lleva la iniciativa; el que, después de haber informado del plan que, para elaborar el diagnóstico o aplicar el tratamiento, obtiene el consentimiento del paciente. En cierto modo, tendría que ser al revés: tendría que ser el paciente quien, después de haber informado al médico de cuan preciosas le son su propia vida y su salud, de cuánto estima ciertas circunstancias personales, le preguntara si, tras la debida reflexión, acepta cuidar, con una conciencia clara y responsable, de esa vida, precaria y frágil, que le confía. 

Si falta ese compromiso, ese reconocimiento explícito de la debilidad particular de cada paciente, es fácil olvidar que el enfermo es eso, un infírmus, un ser frágil. Es trágicamente fácil quebrantar ese compromiso de respeto hacia la vulnerabilidad del paciente, explotarla, dejarse llevar de otros intereses que no son el interés del enfermo. 

Pero la ética profesional le recuerda constantemente al médico que, ante el enfermo, y en especial ante el enfermo inerme, está obligado por un deber, específico y cualificado, de lealtad y respeto”.  

En “Desde el corazón de la Medicina”, Libro homenaje de la Organización Médica Colegial al Prof Gonzalo Herranz, 2013, pag 294-306. 


domingo, 14 de febrero de 2021

EL ALCOHOLISMO MANTIENE A DIARIO UN ELEVADO NÚMERO DE INGRESOS HOSPITALARIOS


El alcoholismo llena el 10% de las camas hospitalarias de forma continuada, y son sesenta las enfermedades importantes que están vinculadas al consumo excesivo de alcohol. El 5% de la población, por su consumo de alcohol, convive con el riesgo próximo de quebrantar su salud, agravada por la alarmante permisividad que existe en la sociedad frente a este problema.

Bien se puede decir, sin faltar a la verdad, que con respecto al alcoholismo la sociedad vive en la inconsciencia, y con los límites de control de la enfermedad permanentemente rotos. 

Bastaría para hacer caso a esas alertas considerar que esa enfermedad arrastra al paciente a forzar los ingresos por patologías que le supondrán repetidos reingresos por enfermedad crónica y de pronostico de vida llamativamente reducido, como es el caso de la evolución de los procesos cirróticos, o procesos pancreáticos, etc. 

Plantarse salir de esa devastadora espiral, necesita plan de asistencia personal. Pero también, medidas que debieran sensibilizar e implicar a las administraciones sanitaria y educativa de una manera seria y real, no como "francotiradores" con políticas con frecuencia aberrantes. Por ejemplo, se echa en falta la creación de un organismo de prevención del alcoholismo con medidas de control programado, con un plan regular profesional de información en institutos, universidad, y a nivel social. Las políticas tomadas hasta ahora han demostrado ser descoordinadas, inconstantes, y llamativamente ineficaces. Es más, el alcoholismo se nutre, y va a más debido a la falta de seriedad en el modo de afrontarlo. Es casi imposible establecer el consumo racional de alcohol en una sociedad que es gravemente inconsciente del riesgo cuando se sobrepasan los límites.

Entre las seis decenas de enfermedades asociadas al consumo excesivo de alcohol están la cirrosis, la pancreatitis, el incremento llamativo de cánceres, además de otros riesgos asociados como los accidentes de tráfico en casi el 50%, las agresiones sexuales, la adicción al resto de drogas, y un alto porcentaje de  violencia de género.

sábado, 13 de febrero de 2021

Presentación del libro “LEYENDO ENTRE LÍNEAS. Una historia crítica de la contracepción”, Prof Herranz et alt.



Presentación del libro “LEYENDO ENTRE LÍNEAS. Una historia crítica de la contracepción”. También, en edición en inglés “READING BETWEEN THE LINES. A critical history f contraception”, Prof. Gonzalo Herranz, Pilar León-Sanz, José María Pardo, Joakin Irala. Ed Amazone 2020. 

Por Juan Llor Baños. PhD (juan.llor.b@gmail.com)

Estamos ante una publicación que tiene todos los ingredientes para ser considerada una señal de clara de orientación en la convulsa encrucijada histórica en la que estamos largamente inmersos por una imperante mentalidad contraceptiva a nivel internacional, y en la que desgraciadamente nos desenvolvemos en el día a día severamente intoxicados. Esta publicación que presentamos, saca a la luz las causas de esta específica “borrachera” que padecemos a nivel científico, cultural y social.  

Esta encrucijada se ha ido fraguando desde los inicios del siglo pasado. En aquel entonces, muchos empezaron a deslumbrarse por la búsqueda de una solución terapéutica que facilitara los objetivos de una sociedad que comenzaba a impregnarse de una mentalidad negativista a la concepción. La atención se dirigió a la medicina, en busca de una fórmula que facilitara la anticoncepción. La medicina fue empujada y, de forma progresiva, se dejó empujar, por esa mentalidad que le logró seducir a través de intereses comerciales pagando el alto precio de silenciar los efectos adversos de esas fórmulas anticonceptivas, principalmente en lo referente a su innegable potencial efecto abortivo.

Los vientos de la mentalidad contraceptiva desde su inicio fueron muy fuertes, casi huracanados, y la ciencia médica recibía ese embate violento que le forzaba para que su investigación se acomodara a los intereses particulares de moda.

Causa una gran satisfacción comprobar que en la reciente publicación “Leyendo entre líneas. Una historia crítica de la contracepción” del Prof. Gonzalo Herranz, y otros, (Ed Amazone 2020), haya arrojado luz sobre esa oscura maraña forjada por la mentalidad anticonceptiva con su potente influencia a nivel médico y social, pues era cada vez más evidente que se hacía necesario un estudio de aproximación para comprobar cuáles fueron los procedimientos de tal actuación, ya que las sombras de sospechas de una elaboración fraudulenta desde la perspectiva ética eran más que indudables.

El trabajo del Prof. Herranz y otros, en este libro, se tiene que agradecer por lo que supone de exploración inédita que arroja luz con suficiente intensidad para alertar de la flagrante incorrección ética que estuvo en el origen de la utilización de los anticonceptivos hormonales que ponen en peligro la implantación del embrión recién fecundado. 

En este libro se constata como el trabajo científico se plegó a los intereses que desvirtuaban la corrección por el método empleado, la pulcritud de los resultados y, por lo tanto, unas aplicaciones que las situaban al margen de la ética médica. En el libro, se objetiva como la degradación ética inicial puede mantener una persistente ceguera, irresponsable y culpable, frente a los potenciales efectos abortivos que se correlacionan con la utilización de anovulatorios.

“Leyendo entre líneas. Una historia critica de la contracepción” ha supuesto un trabajo ímprobo. Un trabajo de años, elaborado con paciente corrección y exactitud milimétrica de datos y resultados. Ahí se ponen al descubierto la correlación de hechos que, oscurecidos bajo una gigantesca e intencionada estructura pesudocientífica, escondían intereses orientados, ante todo, a favorecer la anticoncepción, consumando la quiebra de los pilares éticos por sus procedimientos, y el hundimiento definitivo de la calidad científica de ese proyecto de trabajo.

Pienso que esta publicación es un gran regalo, que también sirve de llamada de atención a cuán contaminada está la bibliografía médica con datos y afirmaciones inexactas o, cuanto menos, poco maduradas, que pone bien de manifiesto la necesidad, y la obligación, de una lectura crítica en toda publicación en beneficio de la certeza científica que aporta.

Consigue la presente publicación, un cierto ritmo de intriga casi vibrante al recorrer el libro capítulo tras capítulo, introduciéndonos, poco a poco, desde el origen de la mentalidad anticonceptiva, hasta ver cómo va tomando forma y consistencia la propuesta de la contracepción hormonal, que se fue abriendo  paso con argumentos firmes pero de escasa certeza científica al silenciar efectos secundarios, y servirse de términos equívocos que se apropiaban de las definiciones médicas en torno a la concepción, para luego, con mayor facilidad, dar el paso definitivo que permitió la prescripción universal de los contraceptivos, ya con el visto bueno, acogimiento y aplauso general del estamento médico.

Una vez llegado a ese nivel, el libro documenta, con referencias precisas, que a partir de ahí no importó siquiera aceptar y programar ensayos clínicos utilizando, sin escrúpulos, a mujeres como puro material de experimentación. Se consumó así el deterioro ético que ha llevado a la corrupción actual en la que el aborto es la primera opción anticonceptiva buscada.


viernes, 12 de febrero de 2021

EL ABORTO Y LA MEDICINA (y II)


   El porqué no nacen Síndromes de Down, la respuesta no parece que haya que buscarla en otra causa mas que en la eliminación como primera opción, casi de protocolo sin alternativa, de quien presente sospecha de nacer con esa enfermedad. En una gran mayoría de países occidentales sólo nacen el 4% de los diagnosticados. Igual suerte corren otras enfermedades genéticas diagnosticadas en el embarazo. Es una mala praxis médica que se pliega a la aberración con el servilismo médico a los deseos subjetivos de unos padres que no ven en su nuevo hijo horizontes satisfacción garantizados. Si esa actitud de los padres fuera recogida por la autoridad y se impusiera al médico, no cabría, en honor a no hacer de la profesión médica un acto de servilismo, mas que invocar la objeción de conciencia. 

El Prof Herranz, en este resumen, diagnostica con claridad esa auténtica “enfermedad febril eugenista", y subraya la importancia de la objeción de conciencia frente a la obligación de plegarse a un servilismo profesional médico que lo sitúa al margen de la ética profesional. 

El peligro eugenista

“Ha crecido en el primer mundo el rechazo de la deficiencia congénita. Para muchas personas es algo intolerable. En primer lugar porque supone un fallo en el diagnóstico prenatal. A medida que éste afina sus filtros, y allí donde la preeminencia profesional depende de esa finura, es fácil entonces que se pueda convertir en motivo de emulación: "he de hacerlo yo también, pues si no lo hago, pierdo prestigio, me tienen por peor médico". Es curioso: parte de la deshumanización de la Medicina y del giro de la ética médica hacia el nuevo profesionalismo viene de la amplitud del catálogo de "servicios" que el médico ofrece para complacer a sus clientes. Ha habido casos de permitir o provocar la eutanasia de un neonato deficiente con el propósito de conseguir seguridad jurídica. Se puede dar entonces la paradoja de que sea el mismo obstetra que, para su propia seguridad, ha dado muerte al neonato, el que da el pésame a la madre por el neonato muerto. 

La discusión sobre el infanticidio eutanásico de neonatos "insatisfactorios" tiene mucho que ver con el egoísmo de los progenitores que no desean cargar con ese pesado fardo, y con la mentalidad eugenista de algunos obstetras. La legislación y la jurisprudencia holandesa han establecido que si los padres rechazan al neonato enfermo, se le puede aplicar la eutanasia, porque la atención de esa criatura les resultará extremadamente gravosa y la vida del hijo les parecerá muy desgraciada. La prerrogativa de solicitar y obtener la eutanasia neonatal se proyecta como solución para la vida minusválida, objeto de una creciente intolerancia. 

Vuelve a aflorar aquí el paralelismo entre la eugenesia nazi y la eugenesia de hoy. La inspiración y el método son diferentes. Pero el resultado final es semejante: erradicar la deficiencia biológica, la escoria genética. 

Derecho a la objección de conciencia

“No creo que ningún Estado moderno (en la ley fundamental, en la Constitución) no reconozca a los ciudadanos un crédito muy amplio de libertad ideológica. La objeción de conciencia debería ser respetada en todas partes, no sólo porque pertenece a la libertad ideológica, sino porque es, desde mi punto de vista, uno de los más grandes logros de los que pueda enorgullecerse una sociedad moderna. Y debería hacerlo no por una cuestión de mera tolerancia formal (o de agnosticismo ético), sino por respeto a la dignidad de las personas. La objeción de conciencia, vivida como un auténtico derecho, es un monumento a la madurez ética de la sociedad moderna….

Las acciones objetables son pocas: sólo aquellas cuya comisión le destruye a uno como agente moral. Si yo cometiera un asesinato alevoso me destruiría a mí mismo como persona moral, puesto que para mí la vida de todo ser humano es un bien moral primario que ha de ser respetado. Matar un embrión, destruir un feto humano, es para mí una acción moral incompatible con el respeto que, como agente moral, me debo a mí mismo. Si yo lo hiciera, me anularía, me suicidaría éticamente, me convertiría en un ser moralmente despreciable…

Un enemigo muy fuerte de la objeción de conciencia es la pasión moderna de algunos de los que dirigen por obtener de sus súbditos una obediencia servil. Muchos Ministros de Sanidad, muchos gerentes de Hospitales, muchos directores médicos tienden a irritarse cuando surgen disidentes a su acción de gobierno. Quieren de todos una obediencia sumisa, eficiente; aspiran a que nadie se salga de la fila, a que las cosas funcionen como la seda, a que se cumplan las directrices que ellos han impuesto muy sabiamente para informar y uniformar la conducta de los demás. Exigen una obediencia sumisa, y para inducirla utilizan amenazas y aplican sanciones a discreción. Saben cómo hacer difícil la supervivencia de los objetores. A muchos débiles consiguen doblegarlos, y a los fuertes marginarlos. 

Para entender la objeción de conciencia en sus términos reales, en la realidad de un Hospital, de un Servicio nacional de salud, es necesario darse cuenta de que la objeción también tiene otro enemigo muy poderoso: los colegas no- objetores. 

En el fondo, la objeción de conciencia no es percibida por lo no-objetores como una feliz manifestación de la diversidad moral, que debería provocar reacciones de compresión y tolerancia. Es cierto que la objeción puede generar incomodidades al no-objetor, que deberían ciertamente ser compensados por un eventual aumento de trabajo. Pero trágicamente la objeción de conciencia es percibida por algunos como una bofetada moral. Que un colega se niegue, incluso renunciando a muchas oportunidades, a practicar abortos, es para algunos un reproche muy difícil de llevar. De hecho, cuando en algunos países que presumen de democráticos y abiertos el derecho a la objeción de conciencia ha sido suspendido defacto, no derogado en la ley, la causa hay que buscarla no en una iniciativa de los gobernantes, sino en la presión de los colegas. 

A mí me parece que es necesario negociar soluciones. Por ejemplo, que a los médicos objetores se les exija (como antes sucedía a los objetores al servicio militar) la prestación de servicios profesionales sustitutorios. Pero no se les debería inquietar en su opción fundamental de objetar a la práctica del aborto y de otras prácticas incompatibles con la propia conciencia”. 

En Al Servicio del Enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz, 2015, Ed EUNSA, pag 104-111.

viernes, 5 de febrero de 2021

LOS LÍMITES DEL ALCOHOL (y II)

   Las políticas de prohibición, en este problema del alcoholismo, tanto a nivel individual y como social, consiguen algunos resultados positivos, y pueden desempeñar su papel. Pero no es, en mi opinión, ni con mucho menos, el camino más eficaz. Considero que es más realista, a la hora de ganar terreno en esta batalla, mantener un estado de constante y actualizada formación en diferentes los niveles, sobre todo a nivel de educación básica, media y superior, social, y, por supuesto, sanitario. En ese sentido, a mi juicio, tampoco la Medicina cuando trate al enfermo alcohólico tiene que actuar desde la reprensión y el miedo, sino esencialmente a través de la constatación de un diagnóstico, lo más ajustado posible, para dar cauce a un tratamiento acorde e individualizado.

   En mi experiencia, me parece importante subrayar, en esta patología, un elemento que cobra clara notoriedad para una adecuada marcha en el tratamiento de la enfermedad alcohólica. Se trata de la estrecha colaboración que debe haber entre el médico y la familia, o allegados próximos, del paciente. Me parece que es un requisito básico que la familia tenga conciencia de que el alcohólico es radicalmente un enfermo en el sentido más explícito y real del término. No es un individuo con un hábito vicioso arraigado, aunque lo haya sido en su pasado más o menos lejano. El entorno familiar debe comprender que estamos frente a una auténtica enfermedad de gran calado, tanto a nivel orgánico como psíquico.

   Lo importante en esta área de la Medicina, como en muchas otras, no es intentar solucionar tanto los efectos del descontrol, como preverlo y actuar en las causas. Así, si se busca el alcohol como aliado para el divertimento o la solución de problemas personales, lo más probable es que los síntomas de su abuso no tarden en hacerse presente en forma de confusión y descoordinación de funciones orgánicas y psíquicas, que generarán, paradójicamente, un estado progresivo de tedio y depresión, desplome del refugio que se añoraba, y se agravará la vivencia de indefensión y de soledad.

   La enfermedad alcohólica es un auténtico reto de grandes proporciones a nivel individual y social. Baste saber que el 5% de la población en España supera los límites de bebida y se sitúa dentro de la potencial enfermedad. La patología alcohólica arrastra unos 60 tipos de enfermedades, es la causa de aproximadamente la mitad de los accidentes, y es incuestionable que las bebidas alcohólicas en los jóvenes (“botellones”, etc.) está incidiendo y condicionando de forma grave en su salud.

   Estos datos reales deben servir para alertar y sensibilizar, junto a poner en práctica, sin dilación, los pertinentes servicios que lleven a cabo la labor de prevención y formación a distintos niveles educacional, sanitario y social.


jueves, 4 de febrero de 2021

LOS LÍMITES DEL ALCOHOL


 El alcohol como bebida, en sí misma, debe ser aceptada, y podemos decir con certeza que es incluso recomendable. Pero tiene, como todo, sus límites. El peligro serio empieza cuando se rebasan esos límites aceptables y la razón comienza a ser suplantada por una conducta descontrolada.

Esa conducta descontrolada coge fuerza cuando, sirviéndose del alcohol, va ganando protagonismo conducirse por meras sensaciones y estados de ánimo. El alcohol, que en un principio es utilizado como instrumento para facilitar el divertimiento a toda costa, o bien para procurarse una compensación, o para favorecer la apariencia de un rol social, etc., puede traicionar a la persona, y pasar de instrumento usado para esos fines, a hacer sucumbir a la persona bajo la dependencia alcohólica, al principio de forma silente y casi imperceptible hasta provocar un estado de severa enfermedad.

Sobrepasar los límites aceptables en la ingesta del alcohol puede subvertir a la persona. El individuo pasa del autodominio natural a un estado de progresiva enfermedad consecuencia de los efectos del alcohol en su organismo, condicionando su conducta bajo un rigor de dependencia psíquica y psíquica.

En un estado de falta de autodominio por la dependencia al alcohol, ¿qué hacer? A nivel personal hay dos claros caminos: uno, permanecer en esa situación dejándose llevar por el grave progreso deletéreo de esa enfermedad de dependencia, con resultados devastadores para el individuo; o bien, intentar buscar la solución médica para encauzar correctamente esa grave alteración psico-orgánica.

La solución médica parte de unas premisas que debe conocer el paciente: 1) asumir que se ha caído en la enfermedad, y que sin ayuda médica el progresivo deterioro se da prácticamente por descontado, 2) que esa conciencia de enfermedad debe ser asumida también, por la familia o allegados del paciente, y deben colaborar de forma activa con el servicio médico, 3) que ordinariamente el periodo de tratamiento es progresivo y firme, pero largo, aunque haya que contar con retrocesos, 4) que las metas alcanzadas en la mejoría, aun sean aparentemente mínimas, constituyen grandes éxitos, y 5) que la abstemia no es imposible ganarla.


martes, 2 de febrero de 2021

EL ABORTO Y LA MEDICINA (I)

De manos del Prof Herranz, vamos a considerar qué sentido tiene el aborto en el ejercicio profesional del médico. 

Cómo la Medicina se enfrenta al aborto es una cuestión que siempre está planteada en el fondo del ejercicio de la profesión médica, y de cuya respuesta se pone en juego el calibre de la dimensión ético-profesional del médico, pues forma parte de los cimientos que dan sentido a la propia Medicina. Sin esos pilares se puede decir que no existe la Medicina, al carecer de principios. De forma universal para todo el que ejerce la Medicina ya lo estableció Hipócrates en su Juramento: “No administraré veneno alguno, aunque se me inste y requiera al efecto; tampoco daré abortivos a las mujeres”.

Comprobemos las explicaciones del Prof Herranz respecto a este tema:

“Los genetistas, médicos y los progenitores que se enfrentan a ese problema deberían leer un libro magnífico, recientemente publicado en Estados Unidos: The Gift of Time (El Don del Tiempo), de Amy Kuebelbeck y Deborah Davis. Es una colección seleccionada y ordenada de textos extraídos de entrevistas a mujeres gestantes, a las que, después de un diagnóstico prenatal fatal, se les plantea el dilema del aborto o de la continuación del embarazo. Hay muchas lecciones que aprender de ahí. Primero, porque la bioética contenida en ese libro es una bioética contada "por el pueblo". 

Esto me da la oportunidad de hacer un comentario sobre el valor de la bioética de la gente corriente, una bioética fresca, no académica, que nace de experiencias vividas, de rumiar decisiones largamente, de sopesar consejos de expertos, de razonar sin prejuicios de escuela. Deberíamos aprovechar las ocasiones en que el pueblo llano da testimonio de sus conflictos éticos. Los encontramos, entre otros, en las respuestas rápidas a los artículos de las revistas, por ejemplo, del British Medical Journal, o en libros hechos de encuestas, donde la gente responde con espontaneidad, hablando con el corazón. Son cosas que tienden a ser minusvaloradas porque no son elaboraciones académicas, pero tienen una intensidad humana increíble. 

En el libro citado se muestran muchos testimonios de aceptación por parte de progenitores que, rehusando proyectos reproductivos diseñados según su idiosincrasia, aceptan lo que Dios quiere o la naturaleza les trae. Aquí al hijo no se le imponen condiciones para ser acogido: se le ama desde el momento en que es concebido, se le recibe simplemente como es, para hacerle la vida lo más amable posible. Esa historia, repetida en su núcleo básico una vez y otra, narrada a veces de un modo conmovedor, contrasta con el testimonio de mujeres que describen el acoso encarnizado, la violencia de la que fueron víctimas por parte de obstetras, genetistas o “diagnosticadores” prenatales que exigían, como única reacción de sentido común y lógica, la inmediata terminación del embarazo

Se hizo hace unos pocos años un estudio sobre esta predisposición intervencionista entre profesionales relacionados con el diagnóstico prenatal y el consejo genético. Se vio que los más porfiados enemigos del feto enfermo eran, trágicamente, los obstetras. Quizás lo sean por el condicionamiento judicial. En algunos países los problemas de mala práctica que pueden plantear la llegada al mundo de un niño deficiente han creado una especie de reflejo automático: lo más seguro es abortar. Si hay un error de diagnóstico, ¡qué se le va a hacer! Dicho crudamente, un feto muerto es judicialmente mucho más inocuo que un niño vivo con deficiencia. 

La obstetricia, que alcanzó su grandeza en la ayuda a las madres para traer hijos al mundo en las mejores condiciones posibles, que desarrolló técnicas y procedimientos para la asistencia al embarazo y al parto, que ha creado la nueva disciplina de la Medicina preconcepcional, es penosamente la misma especialidad que hoy está en la vanguardia del eugenismo del niño perfecto”. En Al Servicio del Enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz, Ed EUNSA, 2015, pag 101-103.