lunes, 30 de agosto de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (I)

Durante un tiempo, de mano del Prof Gonzalo Herranz, vamos a intentar poner en claro lo inconsistentes que son las razones científicas que niegan, o ponen en duda, que el embrión, desde los primeros estadios, es un ser humano al que nada le falta para ser y poderse llamar hombre.

El trabajo está desarrollado por el Prof Herranz en su libro “El embrión ficticio. Historia de un mito biológico” Ed Palabra (en versión española e inglesa). 

“Una mirada atenta a lo que pasa en el mundo nos revela que, en todas partes y desde hace ya unos decenios, la contracepción y la reproducción asistida son tenidos, científica y sociológicamente, por grandes y muy benéficos avances. Son mayoría tanto los que se muestran encantados por la liberación sexual que la contracepción ha hecho posible, como los que piensan que la reproducción asistida es un milagro de la ciencia que ha traído felicidad a millones de parejas estériles. Parece que solo la Iglesia católica piensa de modo diferente al negar su aprobación moral a esas técnicas. Esa negativa le ha valido ser tachada de madrastra insensible y retrógrada. 

¿Por qué la Iglesia ha adoptado esa posición tan impopular? La respuesta a esta pregunta es compleja; reduciéndola a la faceta que aquí nos importa, se puede decir que la Iglesia lo hace como una acción más de su incansable defensa de la vida y la dignidad de todos los seres humanos, en especial, de los más débiles: en este caso, en defensa del embrión. Y, como en la contracepción y en la reproducción asistida se destruyen o se pierden embriones humanos, la Iglesia dice que esas prácticas constituyen un grave mal moral.

Eso es ir contracorriente, de modo que, en la tarea de defender al embrión humano, la Iglesia se ha ido quedando sola. Hace ahora algo más de 50 años, casi todo el mundo pensaba que el embrión humano era merecedor del máximo respeto, y que no era decente, sino criminal, dañarlo o destruirlo. Pero el mundo ha cambiado: los profesionales, los legisladores, la gente civilizada y moralmente correcta, la mayoría de los ciudadanos, ya no piensan así: se han dejado convencer por los biólogos de que tales técnicas no matan embriones propiamente dichos, sino solo células precursoras, entidades que no son embriones. En consecuencia, concluyen, esas técnicas son aceptables: más aun, son moralmente buenas por ser inmensamente beneficiosas. Según la opinión bioética dominante, la mayoría está en lo cierto; la Iglesia católica, en el error.

…Pero, ¿es cierto que las tecnologías reproductivas no hacen daño a nadie? Respondo que, con base en los datos de la ciencia, se ha de afirmar que esas tecnologías destruyen no preseres humanos o proyectos de hombre, sino seres humanos a los que nada les falta para ser y poderse llamar hombres… Los argumentos que podríamos llamar ‘preembrionistas’ nunca se basaron en datos embriológicos fuertes y comprobados, sino solo en suposiciones más o menos plausibles o en observaciones preliminares; es decir, no pueden llevar a conclusiones fiables. La inocencia con que, gracias a los argumentos, se revistió a las tecnologías reproductivas resulta al cabo ser mera presunción.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 300-301.

jueves, 26 de agosto de 2021

El alcohólico asintomático

Conviene acudir a la medicina para aclarar qué se entiende por enfermedad sintomática, asintomática, y mera sospecha de enfermedad. 

Ser sintomático es asistir al reflejo de la enfermedad que se manifiesta por signos, que deben ser valorados con precisión por el facultativo. Ser asintomático es tener una enfermedad que actualmente no da síntomas, y sólo corresponde al médico la valoración de su existencia tras una consulta reglada, que le dará una relevancia escasa, media o mayor, como enfermedad asintomática. Ciertamente, ni en la enfermedad sintomática, ni en la asintomática, la valoración diagnóstica nunca viene concedida únicamente por unas pruebas de laboratorio, radiológicas, etc. sean positivas o no, sino por la valoración diagnóstica del facultativo. Lógicamente, la mera sospecha imaginaria de enfermedad se coloca fuera de los límites de la medicina.

Pues bien, la enfermedad alcohólica, en la historia natural de cada paciente, ofrece un perfil casi óptimo para considerar la definición de ambas manifestaciones de la enfermedad, tanto en su vertiente asintomática como sintomática. 

La versión asintomática en la enfermedad alcohólica muy frecuentemente transcurre durante un largo periodo de tiempo que, incluso, puede ser de meses, con el agravante de ir consolidando, de forma casi silente, una afectación severa o muy severa.

En medicina, se sabe que estos enfermos alcohólicos padecen desde el inicio una alteración de conducta que transcurre oculta durante largo tiempo, formando parte de una verdadera enfermedad asintomática, en donde el enfermo mimetiza formas de comportamiento que se conciben como normales, tanto para su entorno como incluso para el propio enfermo. 

Si nos referimos a las alteraciones orgánicas de la e
nfermedad alcohólica, normalmente, de forma paralela a las alteraciones de la conducta, sólo suelen manifestarse de forma muy solapada al cabo de largos meses. Por ejemplo, a nivel hepático toman asiento lesiones que pasan desapercibidas y que, al no ser advertidas, no pueden dar ni siquiera la alerta al paciente en la conveniencia de abstenerse del alcohol. Alerta, que le alejaría de la evolución tórpida hacia la irreversibilidad de la cirrosis y sus graves complicaciones. No es el hígado el único órgano que se ve afectado por el estado asintomático de la enfermedad alcohólica, ya que ésta pone en marcha más de 60 enfermedades en el organismo. 

Sirva de ejemplo la enfermedad alcohólica para confirmar que, al margen de la realización de pruebas y de su positividad o no, siempre se precisa la completa valoración diagnóstica del facultativo para definir cuándo estamos ante la enfermedad sintomática o asintomática con su rango de afectación, escasa, media o importante. Por supuesto, está fuera de consideración médica la imaginativa sospecha de enfermedad.


martes, 24 de agosto de 2021

Muerte digna (y II)

Qué se puede entender por “muerte digna”

El enfermo cuando llega al final de su vida reclama una atención especial tanto los familiares como a los sanitarios. En ese momento todos coinciden en ofrecerle la mejor solución. Es evidente que el paciente desea ser liberado de dicho trance al querer mantener el bien primario que supone la vida. Pero una vez que ve inexorable su final aún contando con toda la ayuda médica proporcional que se preste, esencialmente se siente con el derecho a reclamar que se le acompañe de la forma más eficaz. Es un hombre que ha tenido su historia en este mundo. Ahí, en ese momento, con justicia, no cabe abandonarle o desprenderse de su persona ejecutándole por medio de la eutanasia, sino acompañarle con todo el auxilio que exige, médico y humano, como cubren perfectamente los Cuidados Paliativos.

En palabras del Prof. Gonzalo Herranz:

“Muerte digna, morir con dignidad, es un eslogan muy hábilmente manejado por los activistas de la eutanasia. Pero también es un concepto ético profundo, una aspiración que no se puede dejar de lado.

La reclamación de el derecho de cada uno a terminar su vida, a determinar el momento y el modo de la propia muerte, es un eslogan que no tiene sentido; es un eslogan publicitario, vacío.

Además, la expresión "calidad de vida" (que es un término polisémico), entendida como elemento condicionante del vivir, es una idea irreal y utópica. La vida real transcurre no en la plenitud, sino en la limitación. Saber vivir con limitaciones es la gloria, el destino del hombre. Es la única manera de sobrevivir en las circunstancias reales del hoy y del ahora.

Pienso que morir con dignidad es morir limpio, aseado, atendido, con los síntomas de la enfermedad terminal lo mejor tratado posible; morir con el consuelo de los suyos y de su religión, y un cristiano con atención sacramental. De esto último, a mi parecer, se habla demasiado poco. La fuerza de la gracia es fundamental para el paso a la otra Vida. En bioética esto no forma parte de la agenda. Estamos olvidando siglos de sabiduría cristiana, y dejando de lado el sentido sobrenatural del vivir y del morir. La muerte en Dios dignifica y redime la vida, de modo incomparable. Morir con dignidad es fundamentalmente morir acompañado, recibiendo afecto y consuelo”. Gonzalo Herranz Rodríguez. En “El Corazón de la Medicina” Libro homenaje, 2013, pag. 123-140.


lunes, 23 de agosto de 2021

MUERTE DIGNA (I)

Cuando se habla de "muerte digna" surge inmediatamente la confusión porque no se percibe muy bien el significado que se le quiere dar a esa expresión. Verdaderamente no existe la muerte digna, lo único realmente digno es la persona. Asistir siempre a la persona con la dignidad que merece garantiza siempre su muerte digna. A la persona enferma se le debe ofrecer, de acorde con su dignidad, toda la profesionalidad de una medicina a la altura su proceso patológico, recurriendo, cuando sea preciso, a los conocimientos que aporta la Medicina Paliativa, que con una eficacia científica cada vez más comprobada logra cubrir todo el espectro de la sintomatología del enfermo terminal. 

De forma magistral se expresa el Prof. Gonzalo Herranz, con las siguientes palabras:

"Sólo se puede hablar de verdadera libertad de elección cuando la medicina paliativa es practicada con competencia y ofrecida como alternativa humanizante a todos los que la necesitan.

Lo específico de médicos y enfermeras es ayudar, con su conocimiento y habilidades, a los enfermos y débiles, a seres humanos que viven la crisis de estar perdiendo su vigor físico, sus facultades mentales, su vida. El respeto por la dignidad del hombre, toma en Medicina, una forma peculiar y específica: el respeto a la vida debilitada. En la Medicina paliativa, el respeto a la vida está condicionado de forma casi constante por la presencia de la vulnerabilidad esencial, por la fragilidad extrema del hombre, por el reconocimiento de lo inevitable y próximo de la muerte. El respeto ético de médicos y enfermeras que administran cuidados paliativos es respeto a la vida declinante; su trabajo consiste en cuidar de gentes en el grado extremo de debilidad.

Cuando al enfermo se le considera a esta luz, como algo a la vez digno y miserable, podemos reconocer su condición a la vez inviolable y necesitada. Este es el fundamento ético de la atención terminal que se debe a todo paciente, la justificación moral de los Cuidados Paliativos." Intervención en  las Jornadas Internacionales de Bioética “Bioética y dignidad en una sociedad plural”, Pamplona, octubre de 1999.


domingo, 22 de agosto de 2021

Editorial: El buen humor no puede faltar con el enfermo

 

   Necesitamos hoy con urgencia que una pandemia de buen humor nos contagie masivamente. Esa pandemia podría contrarrestar muy bien el caos en le que nos vemos sumergidos, y en el que no tiene su sitio ni alegría, ni el optimismo. Sin un mínimo de esperanza e ilusión no crece la vida, es como si faltase el agua.

   Concretamente, en el tema sanitario, todo médico sabe, o debe saber, que la medicina necesita para su ejercicio del buen humor, sencillamente porque el buen humor forma parte del tratamiento que se proporciona al enfermo. 

   El buen humor, es un “fármaco” de alta eficacia, y sin el cual los otros fármacos o procedimientos que se apliquen tienen reducida, a buen seguro, su capacidad. Es un componente, el buen humor, que posee en sí un factor potenciador de eficiencia en las medidas que se vayan a adoptar.

   Tan es así, que el buen humor se hace casi imprescindible en la relación medico y enfermo, y de forma más especial en el médico. Ciertamente, no tiene nada que ver, ni sirve de excusa, hacerlo compatible con dar cauce a superficiales carcajadas o campechanías insustanciales ni, por supuesto, con un tomar la enfermedad a broma o a guasa. La enfermedad siempre exige que se contemple con seriedad y formalidad, pero justo por esto último, es por lo que el buen humor es necesario y alcanza verdadero sentido, con excepcional importancia. Es decir, el médico está obligado a comportarse con la suficiente elegancia que requiere la situación, y para eso es básica su actitud de acogimiento, que es el integrante principal del buen humor. 

   No cabe engañarse pensando que el buen humor necesita un carácter especial, de persona más bien divertida, que viene en parte heredado. Es compatible ser más bien de carácter serio y tener bien arraigado el buen humor. El buen humor requiere, por el contrario, practicar cualidades, como son: el esfuerzo de ponerse en el lugar del enfermo, acompañar su estado de ánimo, mirarle con atención, gratificarle con el detalle de una sonrisa que auxilie su preocupación, dirigirse a él con respeto y, siempre, por su nombre, no estar atento más que a él, sin prisas, y, especialmente, transmitirle serenidad. Esa es la clave, resumida, del auténtico sentido del buen humor en medicina: procurar transmitir entereza y descanso al enfermo, y a sus familiares. Hay quien dijo que el principal instrumento del médico es la silla al lado del enfermo, y pienso que tiene mucha razón. Desde luego, valga dicho de paso, es prácticamente imposible ejercitar esas buenas condiciones a través de la consulta telemática, sin mencionar la aberración clínica que supone prescindir de la imprescindible personal exploración.   

   Cuando falta buen humor, en la relación del médico con el enfermo, es porque falta la precisa elegancia en dicha relación, que se refleja en comportamientos de modales bruscos, y aires antipáticos.

   Además, ese buen humor facilita siempre el cauce de esperanza que nunca puede faltar. Por difícil y complicado que resulte un cuadro clínico y su pronóstico, al menos, no se puede hundir la esperanza del cuidado. La esperanza del cuidado nunca debería desaparecer aún cuando decaiga la esperanza de la curación, sobre todo, contando con la garantía profesional de los Cuidados Paliativos.

   Ciertamente el buen humor en medicina es fundamental, pero es pulverizado por la actitud antinatural que propugna la eutanasia, al vaciar la medicina, no sólo de la mínima calidad científica, sino ahogando la actitud de acogida al enfermo, sumergiéndole en una tempestad de ciega compasión que valora su existencia en términos de mayor o menor utilidad, y creando en su entorno una atmósfera de desolación que, junto a una profunda tristeza, asfixia al enfermo incluso antes de ejecutarle con la inyección letal. 


sábado, 21 de agosto de 2021

Editorial: El agradecimiento del enfermo

El agradecimiento del enfermo hay que ganárselo. Es elemento fundamental para la buena salud de la relación médico-paciente, y no conseguirlo puede llevar al traste esa relación. Es evidente que no nos estamos refiriendo a ese agradecimiento que reclama la actitud presuntuosa y fatua del médico con la que pretende ser halagado. Muy al contrario, la raíz de ese agradecimiento auténtico del enfermo aparece paradójicamente cuando el médico se despoja de toda atmósfera de pose y exhibición, y muestra una dedicación más allá de lo puramente reglamentado. Ello es porque todo enfermo, como tal, posee un derecho especial, no estipulado, exigido por su dignidad, a ser tratado más allá de lo estrictamente previsto, y es un derecho que alcanza su más alto valor cuando el enfermo no puede ni siquiera explícitamente expresar su gratitud por su estado de inconsciencia, pero precisamente esa inconsciencia es el mejor pago agradecido a la alta calidad del trato médico sin tasa que recibe.

El paciente por su estado de vulnerabilidad, es especialmente sensible a la actitud y al modo con que es tratado. Por eso, no sorprende que le queden grabados pequeños detalles del comportamiento dirigidos hacia él que para otros pueden pasar desapercibidos o ser tenidos como gestos en apariencia indiferentes o poco relevantes, pero que para el enfermo no están exentos de importancia.

Ciertamente, esa fina sensibilidad que posee el enfermo le permite apreciar con facilidad si la disposición que se tiene hacia él debe ser objeto de agradecimiento por recibir un trato personalizado y sin tasa prevista de dedicación, o más bien, lo valorará como un servicio frustrante por sentirse objeto fundamentalmente de una maquinaria anónima de elaboración diagnóstica que encajado en una cadena de protocolos servirá para la confección de unos resultados. 

Esa actitud de auténtico agradecimiento del enfermo estimulada por la profesionalidad con que es tratado, sirve también como revulsivo disuasorio para alejar todo atisbo de eutanasia. Y es que la eutanasia recibe un golpe mortal cuando es ahogada y asfixiada por el agradecimiento del paciente que se alimenta al tratársele con una dedicación profesional no tasada, alejándole de convertirse en un producto prosaico de protocolos médicos, y nunca considerándole objeto a resolver según su grado de utilidad. 

miércoles, 18 de agosto de 2021

Es urgente vacunarse contra la eutanasia (y sexta parte)

Sigue el Prof Gonzalo Herranz valorando el foco de infección de la eutanasia que, principalmente desde su origen en los Países Bajos, se propaga con inusitada fuerza pandémica y con efectos devastadores, aprovechándose también de los silencios culpables de muchas organizaciones mundiales que, sin inmutarse, presencian sus efectos letales a gran escala. En la actualidad, a nivel mundial, hay pocas enfermedades en la medicina con más necesidad de vacunación urgente, sencillamente por que la eutanasia pone en peligro la existencia de la propia medicina. Nos conviene a todos permanecer muy atentos frente a este silencioso y eficaz sopor que provoca, desde el principio, la infección eutanásica con su enorme potencial mortífero.

El Prof Herranz nos pone en la realidad de la situación actual: "Se dice, pero nadie lo ha demostrado con datos ni denuncias, que en todas partes se practican muchas eutanasias ocultas. La expresión criptanasia designa esa actividad clandestina. Se añade que la eutanasia sumergida es una plaga que hay que remediar, mediante una legislación que busque el equilibrio entre los dos extremos de la falta de regulación o la ineficaz regulación punitiva que ahora existe. Para mover la opinión pública se dramatizan casos, se habla de turismo en pos del suicidio asistido, se da mucha publicidad a los casos de médicos o grupos de médicos que se autoinculpan de haber cometido, movidos por ideales profesionales, un número discreto de eutanasias.

El gobierno holandés ha comprobado, impotente, que la ley de la eutanasia se le ha ido de las manos. Ha amenazado con endurecer las penas para los médicos que incumplen los diferentes aspectos de la ley. Pero, de hecho, parece más bien paralizado, por el descubrimiento, inesperado y terrible, de que una ley de eutanasia es esencialmente incontrolable: no se puede poner un policía en la habitación de cada enfermo terminal.

Pero el activismo a favor de la eutanasia sigue adelante. En los países, avanzados o no, que han sabido desarrollar una buena medicina paliativa, humana y competente, la invocación de la muerte dulce carece de sentido. Por eso (dicen) hay que ir a nuevas tácticas.

En tiempos recientes, en Europa, en Estados Unidos y Canadá, en Australia, empieza a utilizarse el argumento que más peso en la legislación del aborto: que, por haber caído la práctica de la eutanasia en manos de gente incompetentes y desalmadas, es necesario ponerla bajo la responsabilidad de los médicos, mediante una necesaria y exigente legislación. En un libro reciente, titulado “Angels of death: exploring the euthanasia underground”, el profesor australiano Roger S. Magnusson revela sus pesquisas sobre la eutanasia marginal. Se trata de una antología de horrores que revuelven el estómago y entristecen el alma. No son historias de compasión. Son, de una parte, relatos sobre la frivolidad ligera de algunos médicos o enfermeras, para quienes eliminar psicópatas o pacientes de sida y cáncer es una especie de deporte profesional, pero brutal. Y son, de otra, narrativas de la cultura de mentira y engaño, de incompetencia macabra y falsificación de documentos, de alianzas entre médicos y enfermeras para controlar departamentos de hospitales donde poner fin impunemente a la vida de ciertos pacientes, de convenios con funerarias y crematorios. La conclusión es clara: la eutanasia no puede dejarse en manos de “amateurs”. Es una intervención que exige destreza. No es fácil el aprendizaje del difícil arte de matar a enfermos terminales.

`Jamás daré a nadie un veneno mortal, aunque me lo pida´. Esta cláusula del Juramento de Hipócrates ha salvado a la medicina de la amenaza permanente de su deshumanización. El futuro está, para los médicos, en aceptar el desafío de construir una eficaz, científica y avanzada medicina paliativa. Y está, en los enfermos, en la vuelta a reconocer su condición humana, en la que mortalidad y esperanza son elementos inseparables. Una sociedad que acepta la eutanasia mata en sí misma la compasión: cambia la medicina del cuidado y la cura por la práctica embrutecedora de eliminar a débiles y modestos." Gonzalo Herranz "La metamorfosis del activismo pro eutanasia" Persona y Bioética, 2014, 22-23, pag 16-21.

sábado, 14 de agosto de 2021

Es urgente vacunarse contra la eutanasia (quinta parte)

A nadie puede extrañar que para introducir en la población un tipo de mentalidad en favor de un producto elaborado, con sus intereses, se empleen tácticas depuradas, bien estructuradas y dosificadas en tiempo y forma con el fin de conseguir un nivel relevante de convicción. La eutanasia, al servicio de la concepción de la persona según el grado de utilidad que presta el individuo, lógicamente procura sus tácticas bien escogidas y elaboradas, engendrando una mentalidad de un potencial pandémico infeccioso de la mayor gravedad, que hace especialmente urgente su prevención.   

El Prof Gonzalo Herranz así nos alerta: "Las estrategias que vienen. El activismo pro eutanasia no renuncia a emplear todos los recursos para ganar adeptos. Le interesa hacernos creer que cuenta con un apoyo social mayoritario, y para ello nos presenta datos de muchas encuestas, de esas que hacen de sopetón a los transeúntes, con preguntas de respuesta de inducida, usando un lenguaje manipulado.

La manipulación del lenguaje es necesaria para cambiar el modo de pensar de la gente, pues sólo con palabras nuevas se pueden borrar los límites entre lo aceptable y lo repugnante. El eufemismo ha sido un recurso fijo en la promoción de la eutanasia. A las expresiones ya clásicas de “muerte compasiva”, “muerte con dignidad”, o “derecho a morir”, se han añadido fórmulas de apariencia atractiva e inocente, que convierten la eutanasia en “autoliberación”, “terapia terminal”, “suspensión benigna de la terapéutica”, “sobredosis legalmente prescrita”, “deshidratación como cura paliativa”, y muchas otras a las que se ha puesto la etiqueta de decisiones médicas en torno a la muerte. La eutanasia involuntaria, esto es dar muerte, sin su consentimiento a pacientes adultos y conscientes, se ha disfrazado de “acciones médicas sin petición explícita del paciente”.

… La Sociedad Holandesa de Médicos cambió su estrategia. Recomendó a sus miembros que no practiquen la eutanasia mediante procedimientos “rápidos”, que provocan la muerte en cosa de pocos minutos o pocas horas. Aconsejó, en su lugar, la sedación terminal, que inducen la muerte en tres o cuatro días, ya que, de acuerdo con la legislación local, no se consideraba eutanasia. Así, la eutanasia se veía libre de implicaciones legales.

Todas las tácticas no parecen haber ganado el corazón ni la cabeza de los médicos. El rechazo de la eutanasia por parte de las asociaciones médicas nacionales, con la excepción de las de Holanda y Bélgica, es muy enérgico y parece que destinado a durar mucho tiempo. Pero, para que haya eutanasia, hay que hacer cambiar a los médicos, se necesita su colaboración. Y, en efecto, los promotores de la eutanasia empiezan ya aplicar estrategias dirigidas a ciertos puntos sensibles de la profesión médica. Dicho sea de paso, son casi idénticas a las que aplicaron para despenalizar el aborto." Gonzalo Herranz "La metamorfosis del activismo pro eutanasia" Persona y Bioética, 2014, 22-23, pag 16-21.




domingo, 8 de agosto de 2021

Es urgente vacunarse contra la eutanasia (cuarta parte)


Siguiendo al Prof Gonzalo Herranz respecto a la táctica que ha empleado y emplea el activismo pro eutanasia, no es difícil comprobar los medios que utilizan para alcanzar su notoriedad y su pretensión de eficacia. El Prof Herranz los describe con clara precisión. Parece importante tomar nota para estar prevenidos y vacunados frente a esta infección pandémica de la medicina y de la sociedad:  

Así se expresa el Prof Herranz: "La metamorfosis de los mensajes. Cuando, por los años 20 del pasado siglo, nacieron las sociedades para la eutanasia voluntaria, estas se presentaron como abogadas de la muerte compasiva: la eutanasia era un recurso final y extraordinario para acabar con el sufrimiento atroz, extenuante, de enfermos terminales a los que el médico no podía aliviar. Más tarde, por los años 60, con el advenimiento de las tecnologías de apoyo vital, se revindicó el derecho a rechazar tratamientos, invocando el temor de ser víctimas del ensañamiento médico y asistir impotentes a la prolongación, dolorosa e inútil, de una vida precaria y sin salida. Un poco tarde y lentamente fueron comprendiendo los médicos lo aberrante de la medicina encarnizada y falsamente heroica, y la necesidad de crear la medicina paliativa. Cuando lo lograron, dejaron prácticamente sin contenido la justificación compasiva de la eutanasia. Los promotores de ésta hubieron de cambiar entonces el título de sus aspiraciones y de sus movimientos.

Pasaron entonces a hablar del derecho a morir con dignidad, un derecho que asiste a ciertos seres humanos muy desgraciados, que ya no quieren seguir viviendo porque consideran que su existencia está degradada, no por el sufrimiento, sino por la decrepitud biológica, la invalidez dependiente, la demencia insensible, la soledad sin consuelo. No se trata ya de librarse del dolor, sino de acabar una vida que se juzga indigna. En el fondo de la nueva demanda late la idea de que el hombre es señor absoluto de su vida y dueño de su propia muerte, árbitro inapelable de la calidad de su propia existencia, dotado del derecho a decidir autónomamente el momento, lugar y modo de ponerle fin.

Esa es la imagen de eutanasia que en los últimos años ha dominado las publicaciones de las asociaciones en favor de la eutanasia y en sus páginas de internet. Una imagen que refleja algunos rasgos de nuestra sociedad hedonista actual, hecha en buena parte de individuos obsesionados por la eficacia, que desean ser significativos y autónomos, que han perdido la fe en Dios, y para quienes la muerte, reducida a mero desplome biológico, ha dejado de ser misterio. La vida inútil, la vejez avanzada o la enfermedad incapacitante se convierten en cargas de las que sólo la eutanasia puede librar." Gonzalo Herranz "La metamorfosis del activismo pro eutanasia" Persona y Bioética, 2014, 22-23, pag 16-21.

domingo, 1 de agosto de 2021

Es urgente vacunarse contra la eutanasia (tercera parte)

Continuamos con la exposición del Prof. Herranz

Se puede decir que el principal origen del foco de infección de la eutanasia proviene de los Países Bajos. Su virulencia continúa en expansión. Llama poderosamente la atención que las autoridades sanitarias a nivel mundial no hayan activado todavía las alarmas con la fuerza que merece esta alerta de un poder contaminante, propagación y destructor de vidas, a corto y largo plazo, muy superior a muchas pandemias. Contra esta indiferencia tan clamorosa, constituye una importante defensa inmune mantenerse alerta y adecuadamente formado, además de dar plena cabida a los Cuidados Paliativos. Nos va la vida en el sentido más literal de la expresión.      

Comenta el Prof Herranz: “En los Países Bajos, la practica de la eutanasia es expansiva. De año en año se le encuentran más aplicaciones. Lo afirman, además de los números, algunas sentencias judiciales y los relatos de los médicos:

   -lo que sólo se autoriza por ley para quien la pide libre e insistentemente, se está aplicando a quien es incapaz de hacerlo: a neonatos malformados, a pacientes comatosos, a dementes seniles. 

   -lo que sólo se permite en enfermos terminales se aplica a niños con daño cerebral o a pacientes con depresión, a ancianos con pulmonía que viven solos. 

…Los médicos no declaran, como es su deber, ni siquiera la mitad de las eutanasias que practican. De las que declaran, confiesan que el paciente interviene en el proceso de decidir al final de su vida en aproximadamente la mitad de sus casos, pues el 40% de ellos eso no es posible, a causa de la consciencia debilitada. Pero, y el dato es de 1995, al 10% de los pacientes cuya vida fue terminada por los médicos generales no se les invitó a participar, pudiendo hacerlo, en tan transcendente decisión: los médicos, por razones paternalistas, ponen fin a su vida sin advertírselo...

La experiencia holandesa muestra de modo evidente que, en materia de eutanasia, es imposible poner límites legales a los potenciales abusos, nacidos de la compasión de los médicos, de la fatiga de la familia, del desgaste de los mecanismos de control

En el ambiente eutanásico, la compasión se desvirtúa, se vuelve visceral y termina por justificar conductas que ya no respetan el juicio objetivo y profesional del médico. La enseñanza principal que nos viene de la experiencia holandesa está en esta: que la eutanasia no completa la medicina, sino que la sustituye." Gonzalo Herranz "La metamorfosis del activismo pro eutanasia" Persona y Bioética, 2014, 22-23, pag 16-21.