jueves, 30 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (IX): El “argumento” de la totipotencialidad

Siguiendo los pasos del Prof Gonzalo Herranz, vemos que la totipontencialidad sirvió también como "argumento" para forzar y mantener la falacia del preembrión, y a pesar de la falsedad científica que refleja, persiste hoy en día su predicamento entre científicos que en su persistencia hacen cada vez más sospechosa la calidad ética de sus trabajos. Lo que es indiscutible, ayer y hoy, es que el "argumento" de la totipontencialidad sigue beneficiando la proyección de la industria anticonceptiva. 

Dejemos explicarse al Prof Herranz: “…Todo el mundo está de acuerdo en que el zigoto es una célula dotada de totipotencialidad, capaz de generar todos los tipos celulares derivados de las tres hojas germinativas: tanto los que van a formar el cuerpo del embrión como los que constituirán las estructuras extraembrionarias. El zigoto es totipotencial en sentido fuerte. Es necesario hablar así porque, desde que se trabaja con células troncales embrionarias, los científicos han deteriorado la noción de totipotencialidad: usan este término para señalar que las células embrionarias que ellos obtienen y cultivan, son capaces de formar colonias de todas las variedades de células y tejidos, pero no son capaces de generar un embrión y sus anejos como una estructura organizada.

¿Qué dice el argumento de la totipotencialidad? Viene a decir que la totipotencialidad es atributo de las células que forman el organismo embrionario en las primeras fases del desarrollo: esas células, iguales entre sí, igualan al zigoto en totipotencialidad. 

Del dato experimental de que, en ciertas especies animales, cuando se separan unos de otros los blastómeros iniciales eran capaces de originar cada uno un organismo completo, dedujeron que eso sería también cierto para el embrión humano; y concluyeron que el embrión humano inicia su existencia como una masa de células totipotentes, que, siendo cada una capaz de originar un embrión, constituía no un ser único, sino una pluralidad de seres que, sólo más tarde, se integraba como una unidad. “Cada célula singular del zigoto, de la mórula o de la blástula, sería una persona humana; porque en las fases iniciales de la embriogenia cada célula resultante de la división del huevo fecundado posee ese poder y virtualidad. Todas esas células son totipotentes; cada una de ellas, si es separada de las otras suficientemente pronto, se convierte en un ser humano”, decía Donceel en 1970, y 15 años más tarde, Grobstein afirmaba que la división del zigoto produce “un agregado de células, cada una de las cuales sigue equivaliendo a un zigoto en el sentido de que puede convertirse en todas y cada una de las partes del embrión y de sus estructuras extraembrionarias”.

Pero tales afirmaciones de hecho son producto de la imaginación. El comportamiento totipotencial de los primeros blastómeros difiere de unas especies a otras. En mamíferos es muy pobre. En el ratón se muestran totipotenciales sólo los dos primeros blastómeros. Los blastómeros más tardíos necesitan el apoyo de blastómeros auxiliares para que se hagan capaces de originar un embrión con su placenta.

En ‘El embrión ficticio’ incluyo un breve relato del fugazmente famoso experimento de Hall y Stillman presentado en un congreso científico en 1993. La comunicación, distinguida con un premio, obtuvo un eco clamoroso en los medios de comunicación. Los autores, que emplearon embriones triploides, inapropiados para determinar la totipotencialidad, presentaron sus hallazgos como demostración de la clonabilidad del embrión humano mediante el cultivo in vitro de blastómeros extraídos de mórulas y envueltos en una pelúcida artificial de alginato. 

Por fortuna, no faltaron los investigadores que recibieron con escepticismo los datos presentados. No les faltó razón: los autores del experimento no sólo quebrantaron las normas éticas de la institución en que trabajaban, sino que fueron obligados a retractar los resultados. Nunca se llegó a saber qué habían hecho y qué habían “fabricado”. Los materiales y datos del experimento fueron destruidos. Algunos datos indirectos permiten sospechar que se trató de una habilidosa falsificación, lo cual, sin embargo, no ha sido óbice para que el trabajo de Hall y Stillman siga siendo citado como prueba de la totipotencialidad de los blastómeros.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 309-310.


sábado, 25 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (VIII): El “argumento” de las quimeras

La sucesión de “argumentos” a la que estamos asistiendo, según nos ilustra el Prof Gonzalo Herranz, vemos que se presentan cargados de pseudociencia y sirven de justificación a la falacia que ha llegado a nuestros días en figura imaginativa del preembrión. Así, esta vez, con en el “argumento” de la quimera, (dos posibles embriones en uno) se interpreta su existencia, una vez más, con apariencia de ciencia, y sirve de pretexto para dar alas que autorizan éticamente a la anticoncepción, afianzando falsamente el concepto de preembrión al igual que se hizo con el “argumento” de la gemelación. Los efectos gravemente ruinosos que derivan de esa pseudociencia en la que vive la sociedad son patentes.

Así se expresa el Prof Herranz: “En biología, se entiende por quimera aquel individuo en cuyo cuerpo existen, más o menos mezcladas, y más o menos numerosas, células cuyos genomas proceden de zigotos distintos. No se han de confundir con los mosaicos, en los que encontramos algunas o muchas células de genoma diferente pero que derivan del mismo zigoto…

El “argumento” sostiene que, como imagen inversa de la gemelación, es posible que, a lo largo de las dos primeras semanas del desarrollo, dos embriones distintos se fusionen en un individuo único. Los problemas ontológicos que derivan del “argumento” son enormes, cuando se pregunta por la identidad del o de los embriones desaparecidos (y de sus almas) y por la identidad del nuevo individuo (y su alma). 

En opinión de algunos, el “argumento” de las quimeras …tiene más fuerza que el de la gemelación para confirmar que el embrión humano inicial posee una entidad tan pobre e informe que no se le puede atribuir un estatus ético sólido.

¿Qué pruebas hay de que la existencia de las quimeras… se debe a la fusión de dos embriones… previamente existentes? ...

Pero, esos datos experimentales, ¿permiten sin más dar por buena la fusión de dos embriones para explicar las quimeras humanas…? Obviamente, no lo permiten: las condiciones de laboratorio no son trasladables al desarrollo espontáneo de las quimeras … en el tracto genital de una mujer. Es prácticamente imposible ofrecer pruebas directas, inmediatas, de un fenómeno que se desarrolla en el escenario, clínicas y éticamente inaccesibles, del útero.

Y, aunque sea sólo con lápiz y papel, dibujar esquemas de cómo sería posible fusionar dos embriones en uno sólo, a lo largo de las dos primeras semanas, es tarea muy ardua. Es necesario suponer que se han dado dos fecundaciones, que los dos embriones resultantes se han trasladado simultáneamente al útero y que allí han permanecido en inmediato contacto uno con otro. Hay que suponer además que los dos han disuelto sincrónicamente sus pelúcidas. Y, entonces viene lo más difícil: habrá que suponer, en el caso más sencillo, que el día 6 del desarrollo los dos trofoblastos y las dos masas celulares internas son capaces de desintegrarse para inmediatamente reintegrarse en un nuevo blastocisto de poblaciones celulares entremezcladas. Dibujar esquemas secuenciales del proceso de fusión de dos embriones humanos de, digamos, 8, 10, 12 o 14 días de desarrollo, con su estructura cada vez más compleja y con el proceso de implantación en marcha, supone un desafío inaceptable.

En consecuencia, la hipótesis de la fusión embrionaria es una hipótesis fácil de formular, pero inmensamente difícil de explicitar…” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 307-309.


martes, 21 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (VII)bis: El “argumento” de la gemelación

Continuamos con el estudio de investigación realizado por el Prof Gonzalo Herranz, en el que demuestra la fragilidad y debilidad científica del “modelo oficial” en el que se ha apoyado la hipótesis imaginativa del preembrión de los 14 días, con la dura gravedad que esa aceptación pseudocientífica ha supuesto a nivel internacional. 

Dejemos expresarse al Prof Herranz: “En (el libro) ‘El embrión ficticio’ cuento esa historia con algún detalle. En esencia, el “modelo” (la oficial falacia científica) empezó como un ejercicio de imaginación, como una hipótesis audaz y razonable, aunque parcial, propuesta por G. W. Corner, un joven embriólogo de Estados Unidos. El germen inicial del modelo se fue enriqueciendo con nuevas adiciones a lo largo de los años. Al esquema original de Corner (1922) se le fueron añadiendo conjeturas complementarias de otros científicos: von Verschuer (1932), Hertig (1947) y, finalmente, del mismo Corner ya maduro y lleno de prestigio (1955). 

En los años sucesivos, el “modelo” (la oficial falacia científica) fue ganando adeptos. Al principio, todos reconocían su carácter conjetural; pero, poco a poco, por efecto de la repetición y la unanimidad, el modelo empezó a ser presentado como si fuera el relato de una realidad. También en ciencia ocurre que si una idea se repite incontables veces, por mucha gente distinta y sin que nadie discrepe, puede pasar de hipótesis plausible a convertirse en una descripción de hechos observados, que, curiosamente, nadie ha observado. Con el tiempo, se olvida su origen hipotético y la idea se mitifica: todos la aceptan, la transmiten, y la aureolan como “verdad”.

Pero, hay que decirlo crudamente, el “modelo” (la oficial falacia científica) común es una hipótesis, razonable, pero tan hipótesis ahora como en 1922, cuando nació, o como en 1955 cuando se completó: ha permanecido en el mismo estado de mera conjetura en que fue ideado. Muy pocos le han encontrado defectos. Pero cuando se examina a fondo el “modelo” (la oficial falacia científica) y se lo confronta con datos de observación, se ve que sus bases embriológicas contienen numerosos puntos débiles

Cuando se le interroga, el “modelo” (la como falacia científica) responde con tautologías, mientras deja en el aire muchas preguntas, en especial las relativas a cómo un embrión de más de una semana puede dividirse en dos y cómo cada una de esas partes es capaz de reconstruirse en un embrión completo.

Creo que en mi libro (`El embrión ficticio´) he puesto de manifiesto dos cosas: una, que el modelo es mera hipótesis; otra, que no resiste una crítica intensa. 

A pesar de su inmensa popularidad, hay que declararlo en estado ruinoso. Las consecuencias éticas de la invalidación del “modelo” (la oficial falacia científica) son importantes. De inmediato, deja sin base biológica el “argumento” de la gemelación monozigótica, que es, sin duda, el argumento ‘estrella’ de quienes niegan consistencia ética al embrión inicial. Eso obliga, a mi parecer, a revisar a fondo (y, seguramente, a desechar) la biología que hasta ahora ha sido usada en la bioética del embrión humano: se trata de una biología débil e incapaz, por tanto, de prestar apoyo firme y objetivo a juicios que reducen o anulan el valor biológico del embrión humano inicial.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 307. 


viernes, 17 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (VII): El “argumento” de la gemelación

Es muy bueno preguntarse siempre con qué bases se construye una afirmación científica. En no pocas ocasiones se observa que esas bases no pasan de ser suposiciones más o menos revestidas de certeza y, como mucho, dan la apariencia de hechos fundados. La gravedad que se deriva de esos criterios científicos falsos dependerá de la ruina que provoque en vidas humanas. Una consecuencia altamente peligrosa se viene asumiendo desde hace muchas décadas al dar fiabilidad de certeza científica que el embrión empieza su vida, como tal, transcurridas unas semanas desde la fecundación. Es muy claro el Prof Gonzalo Herranz cuando descubre ese grave engaño científico. 

Veamos en qué términos se expresa el Prof Herranz: “Como es bien sabido, el embrión humano puede escindirse en dos y dar origen así a los gemelos (monocigóticos). Existe, desde hace sesenta años, una práctica unanimidad en reconocer que el embrión disfruta de la capacidad de gemelarse desde el primer día de su desarrollo hasta dos semanas después. Desde entonces, se tiene por cierto que el momento en que se produce la partición del embrión en dos queda fielmente reflejado en la estructura de las envolturas fetales…

Este esquema ofreció una base sólida al “argumento” de la gemelación (monozigótica). Este viene a decir que mientras sea posible la formación de ese tipo de gemelos no se puede reconocer al embrión como un ser humano plenamente constituido, pues no ha decidido cuantos seres humanos llegará a ser: el embrión está, por tanto, en una situación ética y ontológicamente indeterminada. No puede ser persona, porque las personas son individuos, son indivisibles. En consecuencia, la existencia individual de un ser humano solo puede comenzar una vez que se ha extinguido su capacidad de gemelación: hasta entonces no se le puede considerar al embrión miembro de pleno derecho de la familia humana.

El “argumento” ha sido de una eficacia extraordinaria. Todo el mundo ha visto o conoce gemelos ‘idénticos’, y sabe que proceden de un mismo zigoto. Todos tienen la cronología de la gemelación por dato fuerte que nadie disputa. La reconocen incluso los filósofos y teólogos que profesan el máximo respeto por el ser humano desde la concepción, …

Yo, como todo el mundo, acepté durante años, como todos, el modelo común, la cronología de los días en que se originan los tipos distintos de gemelos monocigóticos. Hasta que un día me pregunté si todo ese relato era, o no era, una descripción de hechos observados: en concreto, ¿quién ha construido el modelo común?, ¿sobre qué observaciones lo ha edificado? Dediqué incontables horas a explorar la bibliografía masiva sobre la cuestión para identificar al creador o creadores del ‘modelo común’ de la gemelación monozigótica. Y, tras mucho trabajo, pude encontrarlos, con la satisfacción de que nadie lo había hecho antes.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 306-307.


lunes, 13 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (VI): El "argumento" de las dos poblaciones celulares


El Prof Gonzalo Herranz hace caer en la cuenta que las falacias en biología humana son siempre muy peligrosas para la ética médica, máxime si están construidas o utilizadas con intenciones de dar credibilidad y fuerza persuasiva a intereses particulares. Ese es el caso de la artificiosa figura de preembrión que sirve de cauce engañoso al empleo de anticonceptivos y fecundación in vitro. Imbuidos en esa falacia biológica se sigue y se vive actualmente, desde hace muchas décadas, causando un indiferente estrago de cuantiosas vidas humanas en estadio embrionario.

Así se expresa el Prof Herranz: “Este “argumento” (de las dos poblaciones celulares) tuvo una existencia fugaz, lo que no le impidió ejercer una influencia extraordinaria. Fue, en cierto modo, el soporte científico de la idea de preembrión. Viene a decir que a partir del día 4 (de la fecundación), momento en el que se producen los primeros procesos de diferenciación, hasta el día 14, el embrión está constituido por dos poblaciones celulares:
-una de ellas, la que da origen a la placenta y a otras envolturas fetales crece con enorme rapidez, 
-mientras que la otra, la que da origen al disco embrionario (que se le describe como esbozo embrionario) del que se deriva más tarde el cuerpo, lo hace lentamente. 

A juicio de los promotores del “argumento”, esa disparidad en la velocidad de crecimiento conduce a un resultado espectacular: todo lo que del concebido se ve es prácticamente tejido extraembrionario (tejido placentario, amnios, saco vitelino, celoma extraembrionario), un conjunto de materiales, por decirlo así, de poco mérito, pues o bien sufren involución en las semanas siguientes, o bien se desechan como secundinas en el momento del parto; por contraste, en esos días el embrión propiamente tal es un esbozo apenas visible.

Por tanto, concluye el “argumento” (de las dos poblaciones celulares), como lo extraembrionario no es embrionario y es, además, desechable, lo que se pierde cuando un concebido de menos de dos semanas es destruido nada tiene que ver prácticamente con el embrión, es preembrión.

El “argumento” se hace más persuasivo si nos muestra la imagen histológica de un embrión, por ejemplo, de 9 a 13 días… Esa imagen, aunque real, puede resultar un tanto engañosa, pues corresponde en su mayor parte a extensos charcos de líquido, no a tejido celular compacto.

…Los bioéticos del “argumento” (de las dos poblaciones celulares), ¿cómo lo expusieron? Se dieron cuenta de que el lenguaje de los números posee gran fuerza persuasiva para los no especialistas y emplearon intensivamente el “argumento” (de las dos poblaciones celulares) en los meses que precedieron al debate de la ley de fecundación in vitro y embriología en el Parlamento británico. Anne McLaren, la gran promotora de la numerología del embrión, consiguió convencer a muchos, combinando su prestigio de embrióloga con su activismo socio-político

En el libro, El Embrión Ficticio, detallo, de un lado, las contribuciones de McLaren a la numerología del embrión de ratón; y de otro, la escalada de los datos que incluye en sus artículos y conferencias, una escalada a una precisión aparente que disfrazaba unos datos fabricados… 

En efecto, sin ningún respaldo en recuentos celulares realizados en embriones humanos, McLaren inventa, (repetidamente, desde 1987 hasta el 2003) …afirmando que “de menos del 1 por ciento de [la gran masa de tejido formada a partir del huevo fecundado], alrededor del 0,1 por ciento, en la porción central…  es de donde se va a desarrollar el feto y el niño”. La idea se completa con la insistente insinuación de que, antes de la gastrulación (desarrollo de la porción central), el embrión no existe.

Ese fuerte lenguaje cuantitativo, ligado al de desprecio hacia lo extraembrionario, persuadió al público británico y dio un vuelco a la actitud de los miembros del Parlamento. El "argumento" (de las dos poblaciones celulares), gracias al amaño de los números, fue de una eficacia decisiva para aprobar la Human Fertility and Embryology Act." Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 305-306.

viernes, 10 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (V): El "argumento" de la irrelevancia biológica de la fecundación

El hecho incuestionable de la fecundación se puede evaporar, carecer de contenido y, en definitiva, sin base para existir, si intencionadamente se observa con irrelevancia, e intencionadamente también se le despoja de la peculiaridad biológica objetiva que lo define, y así, de paso, de contenido ético. 

El Prof Herranz lo explica en estos términos: “El desplazamiento del “comienzo” de la vida individual a la implantación obligaba a los fautores de la nueva terminología a vaciar de contenido biológico y ético el evento de la fecundación. La nueva visión era incompatible con la tradición cultural y biológica que consideraban la fecundación como un acontecimiento básico, fundante, en el que el nuevo individuo es originado como hijo de una madre y un padre, que no sólo le asigna una herencia genética, sino que determina si va a ser mujer o varón, y que, además, inicia y activa su desarrollo.

Para el nuevo modo de ver las cosas, todo eso pierde relevancia:

-En el “argumento” enseña que la fecundación es un eslabón más en una cadena, en un `continuum´ biológico, cuyos límites temporales son difusos, pues no se produce en un instante, en un momento, sino que consiste, a su vez, en una serie sucesiva de fenómenos entrelazados que se superponen unos a otros.

-Además, el “argumento” afirma que prácticamente nada nuevo ocurre en la fecundación: los elementos que forman el zigoto son los que han traído consigo cada uno de los gametos,... 

-Sólo, al cabo de unos días, el embrión empieza a hacer cosas por su cuenta (activar genes propios, producir materiales, lanzar señales, reaccionar a estímulos…), pero hasta entonces prácticamente todo ha estado a cargo de componentes recibidos de los gametos…

-La fecundación, como defiende otro argumento (el de la pérdida masiva de embriones recién fecundados) fracasa tantas veces que no parece lógico reconocer que sus productos merezcan ser reconocidos como algo de elevado valor, pues a veces la fecundación, en vez de producir embriones, produce tumores. 

…Todo el “argumento” tiende básicamente a convertir el proceso de la fecundación en un asunto problemático, sin comienzo ni final definidos, sin contenido propio.

Cierto que la vida del zigoto continúa la vida de los gametos que lo constituyen, pero el zigoto es mucho más que la suma de los meros gametos: estos son células asombrosas, increíblemente sofisticadas, pero terminales, condenadas a morir en unas pocas horas o días. La fecundación las cambia radicalmente: fundidas en el nuevo ser, en el zigoto, protagonizan una “explosión” repentina y violenta de vida capaz de durar años y años. Además, negar que la vida del individuo humano se inicia con la fecundación equivale a anular el papel decisivo, determinante, del padre (y no sólo del gameto masculino) en el acto humano de engendrar un hijo, como si la transmisión de la vida humana se hiciera mediante un proceso amorfo, anónimo, asexuado.

En mi opinión, el proceso biológico de la fecundación se termina al final de la primera división mitótica del zigoto y los dos primeros blastómeros se separan al uno de otro. Tal opinión, que cuenta con un respaldo cada vez más extenso, concede el justo relieve a la realización de los rasgos biológicos fundamentales de la fecundación: en los dos primeros blastómeros el del nuevo individuo se constituye completo por primera vez; su formación manifiesta el impulso al desarrollo; su composición cromosómica determina el sexo…” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 304-305.


miércoles, 8 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (IV): el peligro del slogan

Seguimos dando pasos en la tarea de cómo el Prof Herranz ha logrado denunciar la falsedad científica, y por tanto, la carencia de todo fundamento ético, en torno a la ficción de lo que ha venido a llamarse preembrión.  

Según el Prof Herranz: “En el libro, `El embrión ficticio´, trato con detalle la historia del preembrión, tanto de la palabra y como del concepto. Es bien conocida la eficacia del empleo táctico de las palabras, del uso de neologismos para cambiar las mentalidades. Y, aunque sobre la creación y usos del término preembrión han corrido ríos de tinta, trato de ofrecer algunos datos que hasta ahora habían quedado marginados. 

La historia es instructiva, pues nos revela cosas bastante extrañas: una palabra que surge independientemente en dos, o tres, sitios casi simultáneamente y acuñada para un propósito común. 

Es muy curioso que dos de sus creadores, Clifford Grobstein y Anne McLaren, la propongan por primera vez de un modo casual y que la olviden por algún tiempo, para recuperarla cuando se dan cuenta del valor del neologismo en el debate social sobre la fecundación in vitro. Los dos autores han contado la historia íntima de la recuperación de la palabra olvidada, y de cómo lo que empezó como barrunto se convirtió más adelante en convicción. 

Al leer esos relatos se hace casi inevitable la sospecha de estar ante una maquinación. En efecto, al cabo de unos años, la palabra preembrión ya no es usada en los contextos biológicos y bioético: cumplidos sus objetivos tácticos, devino un término ‘quemado’. La siguen empleando unos pocos nostálgicos, aunque curiosamente permanece en la legislación española (p. ej., Ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción asistida humana; Ley 14/2007 de investigación biomédica; Ley 7/2003 de Andalucía de investigación sobre preembriones humanos). 

Sin embargo, la historia del preembrión es una llamada de atención sobre el enorme poder sociológico que puede alcanzar una palabra falsa, un eslogan.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 303-304.


domingo, 5 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (III): El uso táctico de las palabras

El Prof Herranz, expone cómo es posible crear una realidad ficticia con solo cambiar tácticamente el significado de las palabras. Esa sutil artimaña de forzar el lenguaje es una argucia muy rentable a la hora de favorecer ideas preconcebidas o intereses particulares. Es lo que ocurrió con la creación y puesta en escena del término `preembrión´.

Lo explica con detalle el Prof Herranz: “Para ocultar la pérdida de embriones, se echó mano del eficaz recurso de cambiar el significado de las palabras. Esa manipulación del lenguaje se operó en dos ocasiones diferentes:

-en la segunda se introdujo el nuevo término de preembrión, para devaluar el estatus del neoconcebido durante las dos primeras semanas de su desarrollo y así absolver de culpa la inevitable pérdida y destrucción de embriones humanos ligada a la reproducción de laboratorio. 

-en la primera, se redefinió el término ‘concepción’, lo que trajo consecuencias importantes para poner nuevos límites a la cronología de la gestación y el aborto, y así librar a la contracepción de la sospecha de ser abortifaciente.

En efecto, la contracepción no podría ser aceptada en un mundo en que el término `concepción´ siguiera poseyendo su significado biológico de siempre: la concepción, sinónimo de fecundación, marca el comienzo de la vida de cada ser humano. 

Pero los dirigentes del American College of Obstetricians and Gynecologists decretaron que eso ya no sería así en adelante, y se inventaron una redefinición: en la nueva terminología obstétrica, concepción pasó a significar implantación del embrión en la madre: en adelante, concepción no sería ya, como hasta entonces, sinónimo de fecundación. La concepción, en su nuevo sentido, significaba y marcaba el comienzo del embarazo, justo 14 días después de la fecundación. A partir de la redefinición, esos 14 días serían pre-gestacionales, por lo que, en adelante y por definición, interrumpir la gestación sería en esas dos semanas un imposible, pues la gestación no había empezado todavía; y lo que no ha empezado, no puede ser interrumpido

Y como interrupción de la gestación equivale a aborto, no puede haber, por definición, aborto en las dos semanas que siguen a la fecundación. Por este sencillo procedimiento, la pérdida de embriones de menos de dos semanas de edad no se podría llamarse ya aborto. Entonces, ¿cómo llamarla? La nueva nomenclatura no da nombre a la pérdida de esos embriones. Y algo que ni siquiera tiene nombre no puede crear conflictos morales.

Esa manipulación del lenguaje provocó protestas y debates. Pero, al cabo de la jornada, se impuso el inmenso poder del establishment cientifista: los altos organismos internacionales (Organización Mundial de la Salud (OMS), la Federación Internacional de Ginecólogos y Obstetras, la Asociación Médica Mundial) y nacionales (asociaciones de especialistas) dieron carta de ciudadanía a la nueva nomenclatura.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 303.


viernes, 3 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (II)

Siguiendo con la exposición del Prof Herranz, asistimos a un aspecto crucial en toda investigación científica, que es especialmente relevante al tratar cuestiones que afecten a la viabilidad de vidas humanas. Ahí, si cabe, el rigor científico se debe apurar al máximo repeliendo todo asomo acomodaticio en torno a un consenso ya previamente orientado para ser acogido y aprobado.  

Así se expresa el Prof Herranz: “El problema de la interdisciplinariedad es grave. En la introducción del libro “El Embrión Ficticio” señalo que en el origen de los argumentos ha habido un fallo serio del trabajo interdisciplinar. Es obvio que la bioética es una disciplina en la que convergen muchas otras: es, por definición, interdisciplinar.

Pero, por desgracia, en la génesis de los argumentos, falló la interdisciplinariedad. A mi parecer, la interdisciplinariedad no consiste en que cada participante aporte los datos de su disciplina para después yuxtaponer las contribuciones de todos. Consiste en algo más difícil y complejo:

-en explicar cada uno sus ideas a los demás, y después de mucho preguntar todos y de entender todos para debatir y acordar, 

-en asumir cada uno, en el acuerdo o el disenso, la responsabilidad moral e intelectual de lo que se ha informado o concluido. 

-no cabe la simple división de funciones y de responsabilidades. 

Cuando se está tratando de vidas humanas, no pueden los biólogos decir: ‘la ciencia dice esto sobre `la cronología de la gemelación’, cuando en realidad están dando opiniones sobre hechos no probados. Tendrían que decir: no sabemos nada seguro sobre ese asunto. Los filósofos y teólogos no deberían aceptar hipótesis biológicas como si fueran a hechos comprobados, sólo porque esas hipótesis más o menos plausibles concuerdan y afirman sus intuiciones morales.

Tengo la sospecha de que la mayor parte de las comisiones, nacionales o no, que actuaron como grupos interdisciplinares para informar al pueblo y a sus representantes sobre la bioética de la reproducción humana, eran muy homogéneas en su ideología: los portavoces de las diferentes disciplinas mostraron una gran confianza recíproca, y llegaron a acuerdos con notable facilidad, movidos sin duda por sus buenas intenciones de abrir camino al progreso científico y al aperturismo moral.

Por ejemplo, los embriólogos: dieron una versión biológica del embrión que, lógicamente, procuraba inclinar la opinión de los demás a favor de la investigación sobre embriones; los demógrafos hacían hincapié en el papel determinante de la contracepción en la regulación de los nacimientos. 

Esa homogeneidad ideológica implicó el pasar por alto tanto la necesidad de depurar los datos científicos, como la de ponderar si tales datos podían avalar conclusiones morales y sociales de enorme importancia. Pienso que el debate interdisciplinar en torno a la embrioética se resintió de la credulidad con que los no-científicos aceptaron la información que les brindaron los expertos en embriología.

… Eso es quizás prueba de la buena fe en los científicos que inspira, todavía hoy, a la mayoría de los miembros de los grupos interdisciplinares, una fe que podríamos llamar “fe del carbonero en el testimonio científico”. Ante los datos de la ciencia, los comisionados no se atreven a adoptar una actitud crítica.

Me parece justificada, al menos como tema para quien quiera indagarlo, la sospecha de que la bioética del embrión hecha en los dos últimos decenios del siglo XX presenta un flanco biológico muy débil. Es una biología floja y contaminada de prejuicios, que facilitó, gracias a sus argumentos, la autorización e incluso el apoyo entusiasta de la sociedad a la reproducción asistida y a la contracepción…. Prácticamente nadie lo advirtió ni lo denunció entonces, a pesar de que los datos científicos selectivamente asumidos por la bioética ‘oficial’ del embrión entraban en abierta colisión con la ética del respeto a la vida y la dignidad de todos los seres humanos desde la concepción. Hoy apenas se habla de eso, pero las ideas siguen ahí: constituyen, por así decirlo, doctrina científica oficial, intangible.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 302-303.