jueves, 28 de diciembre de 2023

Ética del diagnóstico médico (V)

La correcta elaboración del diagnóstico médico va más allá de insertar al paciente en un específico algoritmo o protocolo resolutivo. La inteligencia clínica siempre debe gobernar a la estadística. 

El Prof Gonzalo Herranz entra en esa valoración:

“Obligación ética de ser crítico. El trabajo diagnóstico de hoy exige del médico que ponga en él toda su inteligencia. 

Esto significa que no practicaría éticamente el diagnóstico el médico que no fuera capaz de ofrecer una explicación sincera y convincente, serenamente crítica, de porqué ha elegido determinados recursos para llegar al diagnóstico.

El médico está obligado a obtener análisis y pruebas de laboratorio, radiografías, trazados clínico fisiológicos en la medida en que son relevantes, esto es, en cuanto contribuyen a establecer y a afirmar el diagnóstico. 

Por ello, el médico debería ser siempre capaz de responder satisfactoriamente a preguntas tales como

-porqué hace u omite ciertas exploraciones, 

-porqué considera que algunas de ellas son superiores a otras en su eficacia diagnóstica, 

-cómo decide ante cada uno de sus pacientes cuales son las pruebas mínimas necesarias para establecer el diagnóstico.

La mayoría de los médicos siguen siendo reacios a revelar cómo es el proceso mental que siguen para llegar al diagnóstico. Piensan que es una habilidad muy difícil de describir, pues es en parte intuitiva y artística, en parte más racional y explicable. Pero resulta que en los últimos años, la estructura mental del proceso diagnóstico ha sido objeto de un vigoroso análisis por parte de algunos clínicos expertos en el lenguaje de la lógica y de la estadística, que, junto con informáticos, psicólogos, lógicos e ingenieros, han empezado a desmontar y a clasificar sus distintas piezas y mecanismos. 

Lo que ocurre en la mente de los médicos cuando diagnostican se mueve en un campo de tensiones, con un polo científico-estadístico y otro artístico-intuicionista. Lo que ahora se está analizando es en qué medida el elemento conjetural es, en el fondo, algo que puede explicarse por ciencias tan respetables como la lógica probablista o la teoría de decisiones. 

Y se trata de comprender también que no todo lo que forma parte del raciocinio clínico se puede reducir a algoritmos o asociaciones que respondan a modelos matemáticos

A medida que se vayan desarrollando sistemas expertos para ayuda del diagnóstico clínico o para la interpretación de los hallazgos de los exámenes complementarios o para la deducción del diagnóstico más probable, iremos entendiendo más a fondo los mecanismos mentales del médico que los sistemas expertos de inteligencia artificial tratan de imitar.

Pero no nos interesan aquí los aspectos intelectuales, sino los éticos, del diagnóstico de hoy. Hay quien sostiene que el ritmo trepidante, desasosegado, que se impone hoy al trabajo del médico en los ambulatorios o en los hospitales es un obstáculo muy serio para que el médico pueda aplicar toda su inteligencia y su conciencia al trabajo diagnóstico”. (Gonzalo Herranz, Instituto Gallego de Educación Médica, Santiago Compostela, 6 de marzo de 1990).

viernes, 22 de diciembre de 2023

Ética del diagnóstico médico (IV)

El paciente necesita del médico que elabore el diagnóstico con efectiva eficacia. Es un paso especialmente delicado para el médico que exige tanto una cuidada elaboración como una disposición incondicional de ayuda y asistencia en los diagnósticos de gravedad. 

La exposición del Prof Gonzalo Herranz lo clarifica:

“Una vez recogidos los datos, el médico ha de ordenarlos, refinarlos, integrarlos, de modo que sobre ellos pueda trazar una hipótesis diagnóstica plausible. 

Hay muchos modos de elaborar esta fase intelectual del diagnóstico, muchos estilos diferentes de hacerlo. Yo llegué a contemplar como trabajaban algunos maestros de la clínica y de la anatomía patológica clásicas (Eduardo Ortiz de Landázuri, Agustín Pedro Pons, Adolfo Ley, Erich Letterer). Lo más característico de ellos era su actuación en dos fases: reflexivamente primero y confiadamente después. Sabían que su cerebro era su instrumento diagnóstico más poderoso. Estaban persuadidos de que era necesaria una equilibrada mezcla de prudencia y audacia intelectual para llegar al diagnóstico. Sentían que la operación diagnóstica era, en su conjunto, algo lleno de alicientes y riesgos, una apuesta en favor de la inteligencia, de la aventura de arriesgar y una ocasión de practicar, cuando fuera preciso, la humilde e inevitable función de rectificar.

La obligación moral de consultar a los colegas más competentes es también, ya lo hemos visto, herencia de la tradición deontológica, en la que seguimos viviendo, olvidado ya el elaborado ceremonial de la consulta clásica… 

Una faceta importante de la Deontología clásica del diagnóstico se refiere al modo como éste ha de ser comunicado al paciente y a sus allegados. Como es lógico, la comunicación de la inmensa mayoría de los diagnósticos no plantea problemas especiales ni al médico ni a su enfermo: es una noticia que viene a aliviar la angustia o el miedo difuso que crea toda enfermedad en quien la padece, presa a veces de presentimientos muy pesimistas. Pero en otras ocasiones, el diagnóstico es una noticia que rompe proyectos largamente acariciados, que significa mucho sufrimiento y limitación, o que enfrenta a veces a un pronóstico infausto y a corto plazo.

…El médico actuará entonces con prudencia. Guardará la natural discreción y no divulgará una noticia que puede ser codiciada por algunos, pero que pertenece en exclusiva a su paciente y a aquellas personas que el designe. A ellos, el médico irá diciendo la verdad, al compás de su capacidad de asumirla, dosificándola con sabiduría, sin exagerarla y sin convertirla en un agente traumatizante. Sabrá decirla con un acento tal que logre movilizar en el enfermo su responsabilidad y la aceptación de su destino. No aplastará su esperanza ni la abrirá a expectativas ilusorias, pero deberá dejarles claro que nunca les faltará ni la ayuda ni la compañía de su médico…” (Gonzalo Herranz, Instituto Gallego de Educación Médica, Santiago Compostela, 6 de marzo de 1990) 


viernes, 15 de diciembre de 2023

Ética del diagnóstico médico (III)

Existen unos parámetros objetivos y evidentes para valorar la calidad de toda relación médico-enfermo: la forma con que se lleva a cabo la recogida de datos del paciente y su exploración. El título de médico depende de cómo se realice esa tarea.

El Prof Herranz da una lección magistral al respecto: 

“El médico que vive en la tradición hipocrática es diligente en la obtención atenta e intencionada de la historia clínica

-escucha con tenso interés el relato del paciente, pues sabe que ciertos datos sustanciales, clarificadores, sobre la enfermedad sólo puede serle revelados por aquel. 

-No deja que ningún prejuicio ni sentimiento que el paciente pueda inspirarle se interfiera en la calidad de los cuidados que debe administrarle: no etiqueta con sanbenitos morales, políticos a caracterológicos a sus enfermos: a todos ha de tratar como a seres humanos igualmente dignos de respeto que le presentan problemas cargados de idéntico interés científico. 

-No está éticamente autorizado a distinguir, y a tratar de modo distinto a sus pacientes: no hay para él quienes son científicamente interesantes y rutinariamente comunes, quienes son amables y quienes odiosos, quienes afines y quienes extraños. 

Sabe que esas interferencias dañan siempre y de modo inevitable la calidad de su atención.

Realiza la exploración física con sus cinco sentidos bien despiertos

-Investiga con orden y sistema ese objeto de indagación científica que es el cuerpo de su paciente. 

-Respeta la intimidad personal y corporal de éste. No invade innecesaria o gratuitamente los estratos de lo privado ni hiere el pudor del cuerpo desnudo. Sabe que la renuncia a la dignidad del cuerpo vestido y erecto que el paciente hace al desnudarse y echarse sobre la mesa de exploración, echa sobre sus hombros la obligación de cuidar de su pudor y de abstenerse de toda relación erótica con ocasión de la exploración física: la inspección visual no es una mirada con segundas intenciones, ni la palpación una caricia. Abusar de esa situación no sería solo una indecencia frívola. Es sobre todo una injusticia y una agresión. La Deontología clásica exige, con una experiencia sapiente, que en el acto exploratorio esté siempre presente una enfermera. La Asociación Americana de Psiquiatría lo impone a sus miembros.

A donde no alcanzan sus sentidos, el médico llega con sus instrumentos de exploración, con sus métodos de laboratorio. No he entendido nunca porqué algunos piensan que la introducción de la tecnología diagnóstica tiene que ir necesariamente ligada a una pérdida de humanidad. La instrumentación tecnológica tiene, en Medicina, un sentido profundamente humano, delicado, que no sólo da datos de extraordinaria precisión y significado diagnóstico, sino que ahorra tiempo, dolor e incertidumbre.” (Gonzalo Herranz, Instituto Gallego de Educación Médica, Santiago Compostela, 6 de marzo de 1990). 


viernes, 8 de diciembre de 2023

Ética del diagnóstico médico (II)

El acto médico, para que exista, exige básicamente que el paciente sea tratado con precisión, no con ligereza; con atención, no con rutina; de forma personalizada, no como meros elementos de una cadena de protocolos. Ahí se juega el médico la existencia, o no, de su tarea.

El Porf Herranz lo perfila: 

“Un primer punto a tocar es la deontología clásica del diagnóstico

Hay, pues, una obligación de sentar el diagnóstico sobre una base científica sólida, ya que hay un compromiso de no privar a ningún paciente de aquellos recursos de la ciencia médica que son, junto con la diligencia debida, parte esencial del arte médico del momento, de la Lex Artis ad hoc de los juristas.

Hay también una obligación de humanidad, de dar a cada enfermo una atención de calidad -personal, atenta y compasiva-, adecuando los recursos a las necesidades de cada paciente.

En la tradición deontológica, y también en la legal, se exigía como obligación primordial del médico la diligencia, la suficiencia de los medios aplicados para llegar al diagnóstico; no, sin embargo, el acierto o la exactitud objetiva del juicio. 

Un error diagnóstico, en sí mismo, no puede constituir una falta deontológica: el hecho empírico de que se dan divergencias de opinión entre médicos competentes acerca del diagnóstico de determinados pacientes, y el carácter, tan complejo y a la vez provisional, de la misma Medicina, han creado la tradición de que no puede obligarse al médico al acierto, a la infalibilidad

La incapacidad de hacer un diagnóstico ya en el primer encuentro con el paciente, la necesidad de cambiar una primera impresión diagnóstica que resultó errónea, la duda ante un difícil diagnóstico diferencial, no son moralmente reprensibles, si el examen ha sido concienzudo y diligente.

Tampoco lo es la terapéutica que, en situaciones de incertidumbre diagnóstica, el médico ha de instaurar para no descuidar el caso e, incluso, como procedimiento indirecto de diagnóstico: es el clásico diagnóstico ex juvántibus. 

Lo que la tradición deontológica y legal impone al médico es el deber de no actuar a la ligera, de no descuidar los medios que la ciencia del momento aconseja para esclarecer el diagnóstico de su enfermo, los que un médico competente y responsable aplicaría en esas mismas circunstancias. 

Pero, aunque no obligando al acierto, la Deontología clásica pone muy alta la medida de la diligencia exigida al médico: éste ejerce su profesión, según reza el Juramento Hipocrático, como mejor puede y sabe, es decir, con competencia y buen juicio.” (Gonzalo Herranz, Instituto Gallego de Educación Médica, Santiago Compostela, 6 de marzo de 1990).


viernes, 1 de diciembre de 2023

Ética del diagnóstico médico (I)

Vamos a abordar, en varios envíos, una cuestión ineludible a toda actividad médica: la ética en la elaboración del diagnóstico. Concierne a todo profesional de la medicina, y por eso no puede dejar de afectar a todo paciente.  

El Prof Gonzalo Herranz, encuadra el tema:

“Lo primero que tendríamos que hacer es preguntarnos si se dan y en qué consisten los conflictos éticos cuando el médico elaborara el diagnóstico de sus pacientes, y, si los hay, en qué niveles se mueven, cuáles son sus especies.

Si, para echar a andar, partimos de una definición sencilla de conflicto ético -el que, sin tener carácter técnico, hace dudar al médico sobre lo que conviene hacer, es decir, le obligan a plantearse qué decisión, entre varias, ha de tomar para procurar el bien de su paciente- comprendemos que los conflictos éticos son de ordinaria administración en el trabajo diagnóstico del médico, son un ingrediente habitual de su tarea

Quizá no sean tan frecuentes como los problemas técnicos del diagnóstico, tales como los que plantean la interpretación de una imágen endoscópica poco característica, la de un parámetro bioquímico errático, la de un hallazgo biópsico dudoso o la de una  exploración sorprendentemente negativa. Pero una cosa está clara: entre los médicos, en particular entre los más sensibles a las exigencias de calidad de los cuidados profesionales, se plantean con frecuencia problemas éticos en niveles muy diversos de su actividad diagnóstica.

Y así, el médico se puede preguntar: 

a) la obtención de un recuento y fórmula leucocitaria o la determinación de la velocidad de sedimentación de los eritrocitos, ¿forman parte de la rutina exploratoria que se debe a todos los pacientes, de modo que su exclusión equivale a casi una negligencia? 

b) La política de contención de gastos, ¿justifica que a un paciente se le prive de una exploración que, aunque costosa, puede contribuir en ocasiones a diseñar mejor el tratamiento? 

c) ¿Puede un médico aceptar de una  institución de seguros un incentivo económico condicionado a la reducción de gastos por debajo del promedio establecido para el diagnóstico de cada enfermedad? 

d) ¿Es correcto éticamente -y en qué condiciones- practicar alguna prueba diagnóstica sin conocimiento -y, por tanto, sin consentimiento- del paciente? 

e) ¿Hasta qué punto tiene el médico obligación de objetivar mediante la determinación de un análisis bacteriológico el diagnóstico de una enfermedad que le parece claro, tanto por la sintomatología clínica como por la circunstancia epidemiológica? 

f) ¿Está siempre justificado el exceso de pruebas diagnósticas, algunas de ellas molestas o arriesgadas, a las que son sometidos los enfermos de un hospital docente?

No falta, como vemos, materia para la reflexión…” (Gonzalo Herranz, Instituto Gallego de Educación Médica, Santiago Compostela, 6 de marzo de 1990)


jueves, 23 de noviembre de 2023

Ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (y V)

Es responsabilidad de cada uno reflexionar sobre a dónde conducen, qué implicaciones éticas, tiene los avances científicos. Cada uno, a su nivel, debe sopesar la calidad ética de todo progreso científico, y así obrar en consecuencia.

El Prof Gonzalo Herranz facilita esta tarea:  

“Como es propio de la Ética, termino haciendo algunas recomendaciones, dando unos consejos como remedio para la enfermedad de la indiferencia o la ignorancia. 

Asumamos nuestra responsabilidad personal, cada uno la suya. Interesémonos por la Bioética, pues en ello nos van muchas y decisivas cosas. Comentemos unos con otros las noticias del periódico, después de reflexionar un poco sobre lo leído y lo que detrás de ello está. Llamemos la atención de los demás y practiquemos ese oficio tan humano de contrastar opiniones sobre problemas en los que se juegan aspectos graves de nuestro futuro. 

Nadie ha hablado del particular con más fuerza ni más lucidez que Juan Pablo II. En el punto 15 de su carta Redemptor hominis figuran estas palabras, que nos ayudarán a alcanzar el deseable equilibrio entre confianza y crítica juiciosa de cara al progreso y la investigación de las ciencias:

"La pregunta que primero hay que hacerse se refiere a una cuestión esencial, básica: este progreso, cuyo autor y fautor es el hombre, ¿hace la vida del hombre sobre la tierra, en todos sus aspectos, más humana?; ¿la hace más digna del hombre? No cabe duda de que, bajo muchos aspectos lo hace así. No obstante, esta pregunta hay que planteársela obstinadamente en lo que se refiere a lo verdaderamente esencial: si el hombre, en cuanto hombre, en el contexto de este progreso, se hace de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos". Hasta aquí la cita de Juan Pablo II.

Vemos, a la luz de este texto iluminador, que debemos inquietarnos, porque hay ciertos frutos del progreso que pueden ser venenosos, que pueden hacer daño al hombre. El progreso científico es ambiguo, carece de la capacidad de autorregularse éticamente. Tiene que ser guiado. Alguien ha de llevarlo de la mano. Y tengo la impresión de que, aunque es grande el interés que algunos científicos tienen por las implicaciones éticas de sus trabajos de investigación, en especial en el campo de la Biomedicina, no parece tal actitud ni suficientemente fuerte ni bastante extendida entre los cultivadores de la ciencia.

Por ello, todos, sin distinción, hemos de ayudar en esta tarea. Tenemos la obligación de interrogarnos tenazmente, obstinadamente, acerca de la significación humana de los avances de la ciencia, acerca de su sentido último y de su relación con las cosas realmente importantes. La ambigüedad del progreso es, en definitiva, un estímulo que nos mantendrá siempre en vigilancia y que enriquecerá nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad moral.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María. 


viernes, 17 de noviembre de 2023

Ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (IV)

La inhibición personal frente a las decisiones que la ciencia aporta a la sociedad es una grave irresponsabilidad que se paga tarde o temprano.

El Prof Herranz es muy claro:  

“A la hora de tomar decisiones morales, de hacer juicios éticos, todos somos iguales, todos somos igualmente expertos, sobre cada uno de nosotros carga la decisiva responsabilidad de entender y juzgar.

La tenemos, en primer lugar, a un nivel sociológico y político. En un estado democrático, podemos intervenir -en la modestísima, pero inapreciable, medida marcada por el principio de "un hombre, un voto"- en las decisiones que marcan el rumbo de la ciencia y las aplicaciones de la tecnología. En las democracias contemporáneas, las cuestiones bioéticas (costo de salud, legislación sobre tecnología científica, sobre familia y reproducción humana, aborto y eutanasia, regulación del ejercicio de la Medicina), están convirtiéndose en uno de los capítulos de mayor significación de los programas electorales. No vale aquí decir a otro: hazte cargo de mi salud y decide por mí. Todos estamos implicados, a través de nuestra intransferible corporalidad, en la toma de decisiones.

…La subdivisión de la sociedad entre una clase dirigente, la inteligente, y todos los demás, es inaceptable. Esa situación es comparable a la subdivisión de la sociedad en pobres y ricos, en señores y servidores. Hay, ¡qué duda cabe!, todavía razones físicas, circunstancias culturales que favorecen la existencia y perpetuación de la desigualdad social. Pero, por naturaleza, todos estamos instalados en un plano de absoluta igualdad intelectual.

Hemos de persuadirnos de que en el tiempo en que nos ha tocado vivir, tenemos que asumir nuestra parte de responsabilidad. Como sujetos morales, ninguno de nosotros vale menos que un diputado, que un ministro o que el mismo Rey. 

Pero los diputados que nosotros elegimos nos dictan leyes sin que hayan sido objeto de la discusión moral que las haga genuinamente representativas. ¿Tiene el pueblo español una idea definida acerca de lo qué es un 'preembrión' y de que sea legítimo desposeer al embrión humano de menos de 14 días de condición humana?

Por ahí fuera, se dice que la gente tiene que ser si no erudita, al menos, entendida… en los estudios e investigaciones que hacen los científicos en sus laboratorios. Sólo con conocimiento es posible juzgar en conciencia. 

De la abstención no saldrá nada bueno. Hay gente que piensa que no está a su alcance lograr un conocimiento adecuado de las complejísimas ciencias biológicas; o que las ciencias biológicas son algo muy sólido y objetivo, en el que no cabe discutir como se discute de religión o de política, terrenos en los que se dice que cada uno puede opinar como le venga en gana. Esta idea de la inmutabilidad, de la solidez, de la objetividad casi absoluta de las ciencias naturales es un error muy extendido, pues crea una difusa tendencia social a la abstención que conduce a la gente a abdicar en los expertos. Y este error no sólo está muy extendido entre la gente corriente. Es un error igualmente extendido entre los profesores.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María. 


viernes, 10 de noviembre de 2023

Ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (III)

Cada uno está obligado a adoptar una opinión madurada en los temas éticos que ineludiblemente nos afectan. Irresponsabilidad es suscribir, sin más, la opinión de otros o de la mayoría. Es una cuestión especialmente importante en los temas de ética médica. 

Lo aclara el Prof Gonzalo Herranz a continuación:

“Dije al principio que el propósito de esta conferencia era invitar a todos a interesarse por las implicaciones éticas de los avances científicos. A la gente joven de hoy les corresponderá, lógicamente, observar las maravillas -y también los riesgos- de esos avances…, cuando el conocimiento de los materiales moleculares de que está hecha la fábrica del cuerpo humano sea increíblemente más rico y cuando se haya multiplicado hasta lo insospechado la capacidad de dominar el humor, las opiniones y las apetencias espirituales y menos espirituales del hombre.

La vida de los hombres estará cada vez más influida por los avances científicos y tecnológicos. Juzgarlos es, por tanto, una obligación de todos, y una de las obligaciones que no podemos descuidar. 

Parece más cómodo para la gente -y mucho más irresponsable- confiar la solución de los problemas morales a los expertos. Algunos piensan que lo mismo que para reparar un grifo estropeado se llama a un fontanero, para solucionar los problemas éticos podríamos encargar a los expertos. Pero, en el fondo, en Ética no puede haber expertos. Algunos nos dedicamos a leer y reflexionar, a hablar y escribir, sobre lo que se escribe de historia de nuestras nociones éticas y de su fundamentación filosófica y teológica, de las soluciones que algunos proponen para tal complicado problema ético y de cosas así.

Pero las decisiones éticas ha de tomarlas cada uno. Nadie puede éticamente hipotecar su responsabilidad y tomar decisiones morales, confiado ciegamente en el consejo recibido. El Fundador de la Universidad en que trabajo, el san Josemaría Escrivá, insistía en que los consejeros espirituales, los expertos en cuestiones morales, deben informar y aconsejar: pero han de respetar la conciencia de sus dirigidos, no pueden usurpar su libertad.

…Uno no puede transferir su responsabilidad personal a los expertos. Todos, si somos verdaderamente responsables, hemos de pasar por el trance, a veces fuerte, de tomar partido, de decidir los dilemas que se nos presentan, de ser un agente activo en los campos de tensión ética, que es dónde se va decidiendo día a día el destino de la humanidad. Por decirlo de otro modo: a la hora de tomar decisiones morales, de hacer juicios éticos, todos somos iguales, todos somos igualmente expertos, sobre cada uno de nosotros carga la decisiva responsabilidad de entender y juzgar.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María. 


viernes, 3 de noviembre de 2023

Ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (II)

La ciencia como instrumento en mano del hombre tiene doble filo. Puede contribuir a nutrir el necesario progreso, o puede ser artefacto de muerte y degradación humana sin límites.

El Prof Herranz lo pone de relieve de forma escalofriante:

“La Ética de la ciencia, un problema de todos. Los problemas que deben preocuparnos, me parece a mí, están hechos de otros materiales. Se trata de problemas que nos afectan muy de cerca, pero que hemos de enfrentar, no con recelo y desconfianza, sino mediante un estudio sereno y una crítica ponderada. Nacen esos problemas de la posibilidad, inmediata y tangible, que tenemos ya hoy al alcance de la mano, de manipular, con los instrumentos que nos ha dado el progreso científico, al mismo hombre. 

Hay, en efecto, motivos para sentir una razonable inquietud. Valga un episodio como ejemplo. Puede parecer dramático, pero es muy real. Yo he denunciado recientemente, y con mucha energía, el uso perverso de la Psiquiatría en la guerra de Bosnia. No puedo dejar de decirlo una vez más. La Psiquiatría, esa rama particularmente sensible y humana de la Medicina ha sido convertida en arma de guerra. Karadzic, el líder de los serbios de Bosnia, ha empleado los conocimientos que como psiquiatra tiene del terrible trauma que para la mujer es la violación, para convertir el estupro en medio de intimidación y agresión. La violación, dentro de su crueldad y violencia, era hasta ahora algo casual, asistemático, un elemento más del botín del vencedor. En Bosnia se la ha convertido en una actividad sistemática, científicamente programada, de alto rendimiento: se han creado campos de concentración-burdel, atendidos por destacamentos de soldados serbios cuya función es violar. Se ha refinado la crueldad psicológica de las violaciones haciendo estar presentes a ellas a maridos, hermanos o padres. Durante unos años, la violación fue el arma disuasoria más eficaz para liberar territorio enemigo. 

Los conocimientos científicos pueden ser utilizados de modo ambiguo: el psiquiatra puede, gracias a su ciencia, curar las heridas del alma de la mujer violada, pero puede también instrumentalizar esa misma ciencia para hacer mucho más daño, para multiplicar las tragedias personales, para liberar entre los enemigos cantidades inmensas de dolor. La ciencia y sus aplicaciones son ambiguas: pueden crear bienestar y enriquecer las relaciones humanas, pero también pueden desencadenar dolor y degradación. 

Cosas parecidas pasan, por ejemplo, con la reproducción humana asistida. Todo el mundo lo sabe: hoy es posible producir seres humanos en el laboratorio para destinarlos a vivir, colocándolos en el útero de una mujer, o para sacrificarlos en aras de la investigación; para seleccionarlos mediante la aplicación de sondas génicas y aceptar a los que superen las pruebas de calidad a las que los sometemos, o para desechar a los que son marcados como no deseables, de algún modo imperfectos, o simplemente de dudosa calidad. Pero seleccionar para aceptar o rechazar es un poder tremendo del hombre sobre el hombre, en que unos se atribuyen un poder omnímodo, tiránico, sobre otros.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María. 


viernes, 27 de octubre de 2023

La ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (I)

La actitud, activa o pasiva, de cada uno frente a los avances de la ciencia influye de forma decisiva en sus aplicaciones y desarrollo. No es posible dejar de ser responsables. 

El Prof Herranz refiere que:

“Hay obligación de preguntarse por los efectos humanos de la ciencia …Quiero sembrar en la mente de todos ustedes una idea: que es necesario interrogarse acerca de lo que los avances científicos y tecnológicos significan para cada uno de nosotros y para la sociedad que queremos forjar. Sólo haciéndonos ciertas preguntas podremos estar en condiciones de ayudar a que la ciencia sea verdaderamente humana y de ayudar a los científicos a hacer una ciencia a la medida del hombre.

La primera reacción de cualquiera de nosotros al oír lo que acabo de decir es la de pensar que eso no va con uno. Parece que hacer la ciencia es asunto que hay que dejar en manos de los mismos investigadores, que son quienes de verdad saben de ciencia. 

O quizá podemos pensar que eso es cosa que compete a los políticos, a los grandes de la tierra: a los que gobiernan el cuerpo político, a los líderes intelectuales y religiosos, a los comités nacionales de bioética, por ejemplo.

Estamos inclinados a pensar que las mujeres y los hombres de a pie nada tenemos que decir acerca de materias tan complejas como lo es la política de la ciencia: qué sabremos nosotros de cuánto hay que gastar en investigación y desarrollo, de cuáles son las áreas prioritarias en las que volcar el dinero y el talento, de qué hay que hacer con el gigantesco montón de cosas que se saben y que están sin usar esperando a que a alguien se le ocurra qué hacer con ellas, y cosas por el estilo.

Y, sin embargo, ocurre que nuestro modo de vivir depende cada vez más de lo que se investiga en los laboratorios de las universidades y de las grandes industrias, o en las salas y quirófanos de los hospitales. 

Las invenciones y aplicaciones de la ciencia nos siguen desde la mañana temprano hasta la noche, y también mientras dormimos. Vivimos en una cultura dominada por la tecnología, que se nos ha metido en casa: lo que comemos, el modo como nos comunicamos unos con otros, los medios de trasladarnos de aquí para allá, el nacer y el morir, la comida que ingerimos, todo está densamente determinado por la ciencia y sus aplicaciones prácticas. Suspiramos a veces por la vuelta a la naturaleza, pero no nos gusta escapar de esa cápsula de ciencia y tecnología que nos protege y nos domina.

Y, sin embargo, será cada vez menos disculpable quedarse a un lado, y decir: eso no va conmigo. Hemos de sopesar entre todos cuáles son las consecuencias que para la dignidad humana, los valores y derechos humanos, para la vida moral de cada uno y de la sociedad entera, tiene eso que solemos llamar los logros de la ciencia y del progreso tecnológico. Es decir, no deberíamos eludir la cuestión de calcular cuánto nos beneficia, y cuánto nos cuesta, en libertad, en dignidad, en respeto de unos para otros, cada uno de esos avances.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María. 


viernes, 20 de octubre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (y X)

En el juicio de Nuremberg se condenó a los médicos nazis por experimentar con seres humanos. Esos médicos sacrificaban vidas humanas justificando que sus muertes tenían un alto grado de “servicio”: la prevención de otras vidas consideradas de mayor calidad. Impresiona comprobar las coincidencias entre las técnicas experimentales actuales con embriones humanos y las técnicas nazis que fueron condenadas en Nuremberg. Parece necesaria la reflexiva actuación ética.

A continuación, el Prof Herrnaz ofrece argumentos:

“En 1976, se celebró en el Hastings Center de New York un simposio sobre si era ético traer a cuento las atrocidades de los investigadores nazis en las polémicas sobre la Ética de la investigación sobre seres humanos. 

El Director del Instituto, el secularista Daniel Callahan, reconoce que puede haber un modo malicioso de aplicar la analogía nazi y que es muy frecuente usarla equivocada o malévolamente. 

Pero hay también ocasiones en que es oportuna: cuando se quiere advertir que todo aquello “partió de comienzos muy pequeños”. Entre sacrificar embriones humanos para aclarar y remediar los trastornos de la esterilidad y sacrificar prisioneros y así aclarar el mecanismo fisiopatológico de la muerte por inmersión en agua fría y tratar de salvar la vida de los pilotos de guerra derribados en las frías aguas del Mar del Norte hay notables diferencias, pero hay analogías todavía más profundas. 

Siento por unos y otros la misma compasión, por embriones y prisioneros, la misma idéntica la dignidad que poseen. Mi condición de médico me obliga a no discriminar entre los seres humanos con los que entro en relación profesional. No puedo desear para otros lo que no hubiera deseado para mí. Y tengo por cierto que la muerte de un embrión es la muerte de un hombre.

La investigación destructiva sobre seres humanos puede ser “el comienzo muy pequeño de una nueva medicina de iniquidad”. Por eso pienso que los Gobiernos deberían poner en su agenda una intensa campaña de información acerca del embrión humano. 

Sería esa una información acerca de nosotros mismos, cuando teníamos esa decisiva edad y escribíamos el más brillante capítulo de nuestra biografía biológica, cuando teníamos la fabulosa y fugaz capacidad de tomar las decisiones más trascendentales sobre nosotros mismos.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


viernes, 13 de octubre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (IX)

Al médico, y al investigador, cuando actúan sobre seres humanos, no le cabe otra actitud que el respeto por toda vida humana. Sin embargo, si dan cabida a considerar que alguna vida humana podría sacrificarse en utilidad a otras muchas, esa conducta sólo puede calificarse de repudiable indignidad. Cualquier embrión humano, cualquier vida humana, es siempre intangible.   

Con notable claridad lo expresa el Prof Herranz:

“Cuando alguien usa un embrión humano para experimentación destructiva no puede eludir el hecho de que sacrifica a un ser humano, aunque embrionario, para obtener una información que le interesa. El interés puede nacer, lo admito, de un deseo nobilísimo y altruista de resolver un problema que perturba la felicidad de muchos matrimonios o de obtener información científica de máximo interés. Cuando uno antepone su deseo de investigar al deber de respetar la vida humana de los embriones, tiene que justificar éticamente su conducta, y para ello puede elegir uno de dos caminos:

a) Declarar que un embrión humano es simplemente una masa celular, un complejo molecular. También nosotros lo somos. Pero sabemos que no es el embrión in vitro un simple cultivo celular, sino un organismo completo, que es ya humano desde el principio, que tiene connatalmente tanta dignidad humana como los otros miembros de la familia humana. La dignidad humana es de todos, no depende del lugar de residencia. Se posee por el hecho de ser un ser humano, no porque se me conceda por los guardianes de la sociedad. Si por alguna razón accidental se me puede negar el título de ser humano algo grave está sucediendo, pues parece que regresamos a una sociedad de amos y esclavos, ya no somos una familia de hombres libres.

b) declarar que la obtención de ciertos datos científicos bien vale el sacrificio de un número -decenas, centenares- de seres humanos embrionarios. Quien piense así se clasifica a sí mismo como un utilitarista racional, pues mide el tono ético de su acción por el beneficio obtenido: tener cierto tipo de información es mejor que carecer de ella, sea cual fuere su costo en vidas humanas. Este es el modo de pensar de los médicos que usan los seres humanos en la experimentación irrespetuosa o en la experimentación destructiva.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


miércoles, 4 de octubre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (VIII)

Toda investigación sobre el embrión humano tiene que garantizar el respeto que siempre exige la persona humana. La persona desde el más temprano inicio de su vida como embrión tiene el derecho a ser tratado de acuerdo con su dignidad. 

El Prof Herranz señala los márgenes éticos de la investigación embrionaria: 

“¿Investigación respetuosa o investigación destructiva? …hemos de interrogarnos sobre el futuro. En mi opinión la noción de preembrión tendrá una existencia fugaz. No puede ser empleada como fundamento de una conducta moral, porque, además de ser un truco semántico, significa una manipulación de las conciencias.

Una Ley que estableciera que los embriones humanos constituyen una casta biológica y ontológica inferior, que pueden ser tratados de modo cualitativamente diferente de los otros miembros de la raza humana, es una ley injusta. Es de justicia distributiva elemental respetar el derecho a vivir del embrión in vitro, pues lo suyo propio es su vida; y por ser un ser humano, hay que reconocerle como acreedor al mismo tratamiento que los otros seres humanos, ni más ni menos. En el ámbito médico, hay que respetar su salud y su vida y, si está enfermo, habrá que diagnosticarlo y curarlo, como a los restantes enfermos, pero jamás podrá justificarse médicamente su destrucción deliberada.

La Instrucción vaticana señala unas directrices éticas que tienen a su favor la rectitud y la consistencia. Nos dice que la investigación médica no puede causar daño a los embriones vivos ni puede dañar a la madre; que toda intervención investigativa sobre los embriones sólo puede hacerse después de haber obtenido el consentimiento, libre e informado, de los padres; que los embriones vivos, sean o no viables, deben ser respetados con el mismo respeto que se debe a los otros seres humanos; que, dada la excepcional fragilidad del embrión humano joven, toda experimentación no directamente terapéutica es ilícita; que cabe un razonable margen de audacia en el ensayo de nuevos remedios, si los riesgos que se corren son proporcionados al peligro de muerte en que se encuentra el embrión.

La investigación sobre embriones humanos nos concierne a todos. Todos hemos sido embriones, exactamente igual que hemos sido niños. Si no se le mata o no se muere, un embrión humano se convierte en un hombre o en una mujer. Un embrión no es una cosa: es un ser humano en edad embrionaria. No es todavía niño o adulto, pero existe en la forma humana común en que todos hemos existido.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


viernes, 29 de septiembre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (VII)

Fijar el comienzo de la vida del embrión humano exactamente a los 14 días, ni uno más ni uno menos, sólo cabe si la razón científica se pliega a una ética de utilidad con un efecto devastador en vidas humanas.

El Prof Herranz es diáfano en definir lo que realmente puede llamarse ciencia en este campo: 

“… el “mito de los catorce días”, es una noción que parece haber embobado a muchos cultivadores de la Embriología clínica moderna. Pero nadie ha podido justificar las siguientes y vergonzosas cláusulas en que se concreta la doctrina de los 14 días:

a) durante los primeros catorce días de su existencia, el embrión humano in vitro no es un ser humano;

b) como objeto de investigación biomédica, el embrión humano deja de ser, a partir de ese día, una entidad que tenga el más mínimo interés científico; el experimentador queda legalmente obligado a destruirlo y ha de renunciar a conocer cuáles son las consecuencias a medio o largo plazo de sus intervenciones terapéuticas o la precisión de sus métodos diagnósticos.

c) quien desee investigar sobre embriones humanos contrae el deber moral de impedir que esos seres humanos “potenciales” lleguen a serlo de hecho y queda obligado a aplicarles la muerte.

Todas estas decisiones son, cualesquiera que sean las convicciones filosóficas o religiosas del investigador, unas decisiones extraordinariamente graves, que tendrían que fundamentarse en razones biológicas de solidez indisputable. Pero no las hay. Las que se han dado para fijar la ficticia frontera de los 14 días son arbitrarias, carecen de todo contacto con la realidad observable del desarrollo embrionario. Hasta que el hipotético cambio radical que se atribuye a la edad embrionaria de catorce días no esté claramente demostrado con datos y razones biológicas serias, de modo que pueda ser aceptado por cualquier científico honesto, no puede servir como límite legítimo de modos radicalmente inhumanos de tratar a ciertos seres humanos. No es una solución sabia ni ontológicamente ni desde el punto de vista de la libertad de investigación.

La conclusión está clara. La regla de los 14 días es irracional y caprichosa. Porque o la investigación destructiva sobre seres humanos embrionarios es intrínsecamente inmoral y debe ser prohibida, o es una laudable operación, con lo que limitarla a catorce días es una decisión oscurantista que se opone al progreso científico y a la libertad de investigación.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988.

viernes, 22 de septiembre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (VI)

Considerar que el embrión humano empieza su existencia a los 14 días y que hasta ese momento sólo es “preembrión” está fuera de cualquier rigor científico y sólo cabe que pueda ser asumido por quien se deje llevar de groseros intereses ideológicos utilitaristas que merecen ser clasificados, por sus consecuencias, como atrozmente despiadados, al justificar la investigación y legal destrucción de esos seres humanos durante sus primeras semanas.

El Prof Gonzalo Herranz clarifica certeramente esta cuestión:

“Las legislaciones… y la trampa del “preembrión”. …No puedo trazar aquí la historia de este término, acuñado por la Dra. Penelope Leach, pero debo aludir al trasfondo ideológico del neologismo. En un artículo editorial de Lancet se nos dice que el término “embrión”, en el contexto de la investigación sobre fecundación in vitro es engañoso y que en su lugar conviene utilizar el término menos cargado emotivamente de “preembrión” para el producto de la concepción en sus primeros 14 días, pues sólo parte de ese producto está destinado a convertirse en embrión. El término “preembrión”, aclara Lancet, ha hecho más que todo lo demás para bajar la temperatura de las discusiones en torno a la investigación sobre embriones.

En efecto, hablar de “preembriones” es un truco semántico para expropiar al embrión no sólo de su condición humana, sino de su entidad biológica. Gracias a este artificio verbal el embrión humano es cosificado y anulado ontológicamente y la oposición a la investigación destructiva queda aniquilada. 

…El término “preembrión” sirve para desterrar de la familia humana al embrión inicial, arrebatándole todos los privilegios y derechos humanos, entre ellos y específicamente las normas éticas protectoras que se aplican en la investigación y experimentación a los demás seres humanos. Es más, por ser ellos esencialmente vulnerables e incapaces de prestar su consentimiento informado, deberían, en todo caso, ser objeto de una protección legal y ética particularmente cualificada, del género que se aplica a otros seres humanos particularmente vulnerables.

Los médicos nos damos cuenta de que el término “preembrión” no nace de necesidades científico-médicas, sino de intereses ideológicos…” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


jueves, 14 de septiembre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (V)

En todo trabajo científico no se acepta ni siquiera como probable lo que no responde a la crítica de los métodos empleados. De forma incomprensible, sin embargo, cuando el trabajo científico versa sobre el embrión humano se aceptan a nivel internacional gran número de trabajos que concluyen falacias por carecer del exigible rigor metodológico y estadístico.(Acceso a todo el blog en www.medicinayvidas.com)

El Prof Herranz explicita la denuncia ética a esa pseudociencia embrionaria.    

“Desde un punto de vista deontológico, nadie ha mostrado una mayor fidelidad a las directrices de la carta magna de la experimentación humana que es la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial. La Instrucción vaticana Donum vitae hace suya la idea de que jamás los intereses de la ciencia o de la sociedad podrán prevalecer sobre los del individuo; señala que la investigación no puede convertirse en una manipulación destructiva de seres humanos; aboga en favor de que jamás un ser humano puede ser incluido en un ensayo experimental sin que haya dado su consentimiento y ordena que los experimentadores deben suspender sus investigaciones si éstas resultan en algún daño o molestia para los sujetos de experimentación.

…Como vemos, el embrión humano es hoy, al igual que el hombre mismo, un signo de contradicción, y la batalla por el respeto al hombre está todavía por decidir.

…Pero no sólo es el costo de vidas humanas embrionarias lo que produce malestar profundo cuando se revisan los artículos de la nueva Embriología. Se percibe también una sensación de trabajo apresurado, precedido de poca reflexión, que busca innovaciones técnicas para asegurarse alguna supremacía sobre grupos competidores en la mejora de los resultados clínicos.

No es de extrañar, pues, la débil contextura de muchos trabajos. La calidad científica es en esta parcela de la ciencia médica notablemente inferior a la que se exige en otros campos…

No cabe disimularlo: la bibliografía sobre las técnicas de reproducción asistida presenta una fuerte contaminación de artículos de dudosa calidad científica. Hay sin duda trabajos publicados que son correctos y aún elegantes desde el punto de vista de la metodología científica. Pero son muchos más los que parecen hechos apresuradamente y que no resisten una crítica seria de sus procedimientos metodológicos y estadísticos. Se empiezan a elevar voces de dentro de la propia comunidad científica que reclaman calidad y una selección más severa de los trabajos aceptados para publicación.

Pero, por desgracia, todos ellos muestran la misma insensibilidad de autores hacia las reclamaciones morales del embrión humano: parece como si el embrión joven fuera considerado por todos como un animal de experimentación.

Y esto ocurre delante de una sociedad no sólo tolerante, sino admirada. No parece que las legislaciones que se preparan vayan a poner freno a la investigación abusiva.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


miércoles, 6 de septiembre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (IV)

La vitalidad de la ética médica deriva del respeto que proporciona al embrión humano, junto con el rechazo a involucrar a la persona humana, en ningún momento de su existencia, como mero objeto de utilidad. 

El Prof Herranz, siguiendo los anteriores apartados, lo expresa de forma diáfana:  

“En contraste con la doctrina warnockiana de dominio utilitarista sobre el embrión joven, que viene a ser como un pacto entre los poderosos para explotar a los más débiles, la Instrucción vaticana `Donum vitae´ impone el respeto como actitud ética ante la vida humana naciente. 

Tengo una gran simpatía personal por la Instrucción `Donum vitae´, pues simpatizo profundamente con la idea del respeto ético. Y me gusta porque sus formulaciones son sencillas. En la visión cristiana, todos los seres humanos han de ser amados por igual, todos respetados como personas humanas, desde el primer instante de su existencia. A todos debemos los mismos cuidados, la misma protección desde el momento de su concepción. Suceda ésta donde suceda -en lugares tan dispares moralmente como dentro o fuera del matrimonio, en la injusticia agresora vulnerante de la violación o en las asépticas condiciones del tubo de ensayo- la concepción inaugura siempre una vida humana, que no es del padre ni de la madre, sino la de un ser humano que se desarrolla por sí mismo y que jamás llegaría a ser humano si no lo fuera ya entonces. 

Todos los seres humanos reclaman de nosotros la misma atención y respeto. Si están enfermos, hemos de atenderles conforme a los mejores y más benéficos avances de la ciencia biomédica, esto es, diagnosticarles y aplicarles las terapéuticas apropiadas, siempre en el respeto a su singularidad personal. El diagnóstico prenatal y las intervenciones terapéuticas sobre el embrión humano son lícitos si respetan su vida y su integridad, si buscan su curación y su bienestar y si, como ocurre con los otros seres humanos, no los exponen a riesgos desproporcionados.

El de la Instrucción `Donum vitae´ es un lenguaje sencillo, hecho de respeto y compasión, pero abierto a la audacia científica y a la modernidad. No hunde al embrión en un estrato de subhumanidad. Al contrario, le confiere plenitud de derechos y le hace compartir todas las exigencias éticas conferidas a los seres humanos. No es el embrión humano considerado como un animalillo experimental o un complejo celular, sino que comparte los privilegios generales de la humanidad.

No me cansaré de insistir en que, en medio de la exuberante proliferación de directrices y recomendaciones sobre experimentación embrionaria humana, sólo la `Donum vitae´ es máximamente abierta. Apuesta por la emancipación ética del embrión y lo reviste de derechos humanos inalienables.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


jueves, 31 de agosto de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (III)

En Junio del 2024 se cumplirán 40 años de la grave intoxicación bioética que a nivel internacional se viene padeciendo con la publicación del Informe Warnock, que a instancias del Gobierno Británico, fue emitido por el Comité de Investigación sobre Fertilización y Embriología Humanas. Dicho Informe viene a concluir que el embrión humano merece respeto, pero no el respeto que debe recibir cualquier persona humana, pues en el embrión es aceptable las prácticas de congelación o destrucción, si así conviene por otros intereses. 

Conviene desenmascarar tal falacia científica, como lo expresa el Prof Herranz

“No puede ocultarse la decisiva influencia que el Informe del Comité Warnock ha tenido sobre lo que mucha gente piensa acerca de las técnicas de reproducción humana asistida y sobre el embrión humano. 

Pero es necesario recalcar que, en lo que ahora nos concierne, la contribución principal del Informe Warnock ha consistido en lanzar una bomba de humo sobre la cuestión del rango ético y biológico del embrión. 

La mayoría de los miembros del Comité, con el propósito de neutralizar éticamente al embrión humano y de despojar de significación moral nuestras relaciones con él, optó por privar al embrión humano de consistencia ontológica y lo convirtió en una noción funcional. El Comité escribió: “Aunque las cuestiones de cuándo la vida y la personalidad comienzan a aparecer son susceptibles de respuestas netas, sostenemos que las respuestas a tales cuestiones son de hecho complejas amalgamas de juicios factuales y morales. Por ello, en vez de intentar responder directamente a esas preguntas, hemos pasado sin más a la cuestión de cómo es correcto tratar al embrión humano”.

Nunca se reprochará bastante al Comité Warnock su decisión de soslayar la primera y germinal cuestión de definir la naturaleza ontológica del embrión, de la cual dependen todas las demás. Pero, por encima de esta omisión, el Comité hizo algo muy maligno; declaró que todo intento de esclarecer la naturaleza ontológica del embrión es una empresa intelectualmente inelegante, pues es un embrollo de hechos y (pre)juicios morales que se resiste a ser analizado racionalmente.

El informe Warnock sentó además el precedente histórico de reducir un problema ético difícil a una cuestión de regulación administrativa. La reglamentación propuesta por Warnock confiere a un Organismo de control la prerrogativa de autorizar la investigación sobre embriones humanos de cualquier proveniencia, con tal de que, entre otras, se cumplan dos condiciones: que la investigación no se prolongue más allá del día 14 después de la fecundación y que ningún embrión sobre el que se haya experimentado pueda ser transferido al útero de una mujer.

Está claro que este vuelco de la valoración ética del embrión no podría lograrse si no es a costa de acallar muy importantes objeciones ontológicas y éticas. El informe Warnock contó con un fuerte apoyo para una manipulación programada de la opinión pública. La Señora Warnock, con la ayuda de sus muchos simpatizantes, buenos conocedores de los recursos dialécticos disuasorios, promovió una campaña, elegante en la forma, pero despiadada en el fondo, para descalificar a quienes ven el embrión humano un ser digno del máximo respeto.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 

jueves, 24 de agosto de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (II)

El embrión humano es lo que es y no lo que ciertos intereses pretenda que sea.

El Prof Gonzalo Herranz lo clarifica: 

“De nuestra actitud ante los embriones humanos dependen muchas cosas importantes, que nos atañen en lo más íntimo. Hasta cierto punto, nuestra actitud para con los demás seres humanos germina de nuestro comportamiento hacia el ser humano embrionario: el respeto hacia nuestros prójimos hunde sus raíces en el respeto que manifestamos ante el embrión humano, esa criatura desconcertante que condensa en un mínimo volumen corporal la máxima concentración de humanidad.

¿Qué dicen los hombres que es el embrión humano? Cuando se pregunta a los científicos y la gente de la calle qué piensan sobre la naturaleza ontológica y ética del embrión, es decir, qué cosa es o quién es el embrión humano, cuáles son las exigencias morales que reclama de nosotros, se obtiene un muestrario muy variado y contradictorio de respuestas. La mayoría responde con la consabida frase de las encuestas de opinión: “No sabe, no contesta”. Pero lo curioso del caso es que entre los que responden “No sabe” no faltan los científicos, más aún, los expertos en Embriología clínica.

Esta ignorancia específica es un fenómeno reciente. Porque hasta el advenimiento de la fecundación in vitro con transferencia de embrión (FIVET), todo el mundo consideraba al embrión de cualquier especie como un ser (embrionario) de esa misma especie. Cualquier libro de Embriología humana podía empezar así: “El desarrollo de un individuo humano comienza con la fecundación, fenómeno en virtud del cual dos células muy especializadas, el espermatozoo del varón y el oocito de la mujer, se unen y dan origen a un nuevo organismo, el cigoto”.

Esta afirmación ya no es sostenida en muchos círculos. Parece como si la desmitificación de la fecundación humana, la observación visual directa de este fenómeno siempre sorprendente, produjera efectos opuestos entre los observadores. A unos les provoca una duradera sonrisa de asombro, al contemplar la sencillez indescriptible y misteriosa con que un nuevo hombre es engendrado. A otros les causa una especie de incrédulo desengaño, como si no aceptaran para el hombre una génesis tan humilde y dicen que el zigoto es algo irrelevante, un producto molecular que carece de valor humano, un momento vacío de significado.

Para resumir adecuadamente las respuestas a esta pregunta capital, qué dicen los hombres que es el embrión humano, voy a limitarme a mostrar dos posiciones prototípicas y altamente significativas. Una es la del Informe del Comité de Estudio sobre Fecundación y Embriología Humanas, el Informe Warnock, que muchos consideran como una obra maestra de la ética secularista. La otra es la que nos ofrece la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el Respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, el documento que nos expone la visión cristiana -respeto y dignidad- sobre el embrión y su génesis.” (continuará) Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988.


jueves, 17 de agosto de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (I)

Los siguientes capítulos versarán, de mano del Prof Gonzalo Herranz, sobre la ética de la investigación en el embrión humano. Este tema es de vital transcendencia tanto desde el punto de vista científico como social. No es exagerado decir que el futuro de la sociedad depende de la postura que se adopte en esta cuestión.

El Prof Herranz:

“Es un tema de singular significación. El tema sobre el que vamos a reflexionar es un tema importantísimo, de primera magnitud. Si llegáramos a comprender su significación, pienso que pediríamos a los Jefes de Gobierno que aplazaran sus otras negociaciones pendientes y anotaran en su agenda el urgente problema del rango ético del embrión humano. Porque determinar cuáles son los derechos de los embriones y qué exigencias éticas reclaman de nosotros debería ocupar un lugar prioritario entre las preocupaciones de la sociedad.

Ya sé que esta afirmación mía puede parecer exagerada. Insisto, sin embargo, en afirmar que no hay muchos problemas más urgentes que el que nos ocupa. Un gran jurista y pensador italiano, mi amigo el Prof. Luigi Lombardi Vallauri, lo ha sabido expresar con gran brillantez. En el prólogo a una conferencia sobre la relevancia ética del embrión humano hacía estas consideraciones: “Uno puede pensar que estamos reunidos aquí en el cosmos por un problema de moda, por un problema irrelevante. De hecho, el problema es cuantitativamente diminuto (células, embriones), políticamente diminuto (seres humanos sin voz, sin voto, sin poder contractual), económicamente diminuto... Sin embargo, el problema es contemplativamente crucial porque concierne de cerca a la auto-autoevaluación del hombre. comprensión... si el poder del hombre, frente al embrión, no se detuviera, sino que pasara sin dudarlo e invadiera ese diminuto territorio como invade todo el resto de la realidad, se habría cruzado una línea de no retorno…”

Son muy oportunas estas afirmaciones del Lombardi y son una llamada de atención para los científicos. Necesitan éstos descubrir que hay razones morales muy punzantes que les obligan a reflexionar a fondo sobre la condición ética del embrión humano. Los científicos y médicos han de hacerlo antes de quemar sus naves y lanzarse a la conquista de ese territorio minúsculo, pero incitante y prometedor. 

A cruzar esa línea sin retorno les empuja a algunos un incontenible deseo de saber, de desentrañar los misteriosos mecanismos moleculares y celulares del desarrollo del hombre. Y a otros les mueve un empeño, fuerte y vocacional, de ampliar la capacidad benéfica de la ciencia. Para unos y otros, estos móviles son otras tantas aspiraciones nobles y generosas, que todos deberíamos aplaudir. Por ello, no comprenden que alguien pueda oponerse por razones éticas a la expansión de la ciencia y de sus aplicaciones para aliviar la infertilidad. Creen sinceramente que el respeto debido a los individuos humanos embrionarios debe ceder ante los intereses de la ciencia o de la sociedad.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 

viernes, 11 de agosto de 2023

¿Es digno congelar la vida humana? (y VI)

La riqueza de la dignidad del ser humano está valorada cuando se acepta incondicionalmente en su forma más vulnerable: en el embrión y en la enfermedad. Solo la tiranía del relativismo moral la ponen en duda y la ignora.

El Prof Herranz lo expresa claramente a modo de conclusión: 

“Médicos y presuntos padres deberán comprender que la procreación responsable, incluida en cualquier caso la variante in vitro, exige una aceptación incondicionada de los hijos. 

Nunca la descendencia producida in vitro es propiedad de quienes la originan o la conservan. Nunca el interés de la ciencia, de la sociedad de un particular puede prevalecer sobre la dignidad e identidad de un ser humano. 

La condena ética de la llamada reproducción asistida se basa tanto en el atentado a la dignidad de la procreación que es la manipulación artificiosa de la transmisión de la vida humana, como en el modo violento en que se trata al ser humano embrionario in vitro. 

Esos embriones humanos son, cosa que se tiene intensa y deliberadamente olvidada, hijos de un hombre y una mujer. Y lo son en ese estado de particular vulnerabilidad y de potencial abandono que es la situación in vitro. Son seres humanos ordinarios, que afrontan los trabajos y los días que todos nosotros, para llegar a ser lo que somos, hemos tenido que afrontar. Cada uno de nosotros hemos necesitado ineludiblemente ser embrión y empezar nuestro existir humano en esa forma mínima, pero repleta de fuerza y promesa.

Por ser humanos, a los hijos embrionarios de los hombres no se les puede tratar como se trata a los embriones de los animales. Imponer al embrión humano un destino zoológico es dar un resbalón más por la cuesta abajo de la deshumanización de la medicina reproductiva. La fecha de caducidad de los embriones destruidos en el Reino Unido señaló un mínimo histórico del respeto a la dignidad humana.” Gonzalo Herranz, La destrucción de los embriones congelados: reflexión sobre una noticia. Conferencia. Bogotá, 1997.


jueves, 3 de agosto de 2023

¿Es digno congelar la vida humana? (V)

No es difícil de contestar la pregunta de por qué se ha hecho rutina convivir con la violencia. Una respuesta bastante ajustada está en la actual indiferencia generalizada con que se contempla el destino que se proporciona a los embriones humanos congelados. Y es que el futuro de la humanidad pasa necesariamente por la consideración que se presta a los embriones humanos.

Según venimos considerando en estos apartados, el Prof Herranz es muy claro en el diagnóstico y en el tratamiento de esta importante cuestión.

“Destruir embriones congelados es una de las cosas que endurecen el corazón de la sociedad. Es paradójicamente irresponsable crear arbitrariamente embriones humanos, congelarlos y después destruirlos. La sociedad favorece el crecimiento de su violencia interior cuando da por buena y legal la práctica de hacer embriones humanos en número excesivo porque es económico y eficiente, para después destruirlos porque es igual de económico y eficiente deshacerse de los que han sobrado. No sabemos si, y en qué medida, el acostumbramiento a la destrucción periódica del lote de embriones “caducados” cada año contribuirá a incrementar la tolerancia a la violencia en la sociedad, pero sería insensato afirmar que la cosa ni tiene importancia ni consecuencias.

Mirando al futuro. Algo quedó patente por esta vez: la destrucción de esos embriones despertó la conciencia de muchos, que se han replanteado su actitud ante lo que parecía una aplicación tecnológica rutinaria e inocente, y que ha resultado ser para ellos un grave problema humano y ético, al que hay que encontrar solución. El alargamiento del plazo legal de conservación autorizado en el Reino Unido sirve simplemente para retrasar “la patata caliente” de la decisión que no se ha querido tomar ahora… Pero una cosa está clara: si no se toman decisiones ahora, el paso del tiempo contribuirá a multiplicar las dimensiones éticas del problema.

Los seres humanos no se pueden tratar a granel, como si cada individuo no fuera valioso, inconmensurablemente valioso. 

Quienes persistan en la práctica de la reproducción asistida no ignoran que el problema creado por los embriones sobrantes es evitable: bastaría con no crear in vitro más embriones que los que van a ser implantados inmediatamente. Y ese número ha de ser compatible con una gestación que pueda llegar a su término en el respeto a la vida de hijos y madres. Ese es un requisito de buena profesionalidad. Del mismo modo que es una falta seria de competencia inducir deliberadamente gestaciones de excesivo grado de gemelaridad, que crea riesgos para hijos y madres…” Gonzalo Herranz, La destrucción de los embriones congelados: reflexión sobre una noticia. Conferencia. Bogotá, 1997.