viernes, 22 de septiembre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (VI)

Considerar que el embrión humano empieza su existencia a los 14 días y que hasta ese momento sólo es “preembrión” está fuera de cualquier rigor científico y sólo cabe que pueda ser asumido por quien se deje llevar de groseros intereses ideológicos utilitaristas que merecen ser clasificados, por sus consecuencias, como atrozmente despiadados, al justificar la investigación y legal destrucción de esos seres humanos durante sus primeras semanas.

El Prof Gonzalo Herranz clarifica certeramente esta cuestión:

“Las legislaciones… y la trampa del “preembrión”. …No puedo trazar aquí la historia de este término, acuñado por la Dra. Penelope Leach, pero debo aludir al trasfondo ideológico del neologismo. En un artículo editorial de Lancet se nos dice que el término “embrión”, en el contexto de la investigación sobre fecundación in vitro es engañoso y que en su lugar conviene utilizar el término menos cargado emotivamente de “preembrión” para el producto de la concepción en sus primeros 14 días, pues sólo parte de ese producto está destinado a convertirse en embrión. El término “preembrión”, aclara Lancet, ha hecho más que todo lo demás para bajar la temperatura de las discusiones en torno a la investigación sobre embriones.

En efecto, hablar de “preembriones” es un truco semántico para expropiar al embrión no sólo de su condición humana, sino de su entidad biológica. Gracias a este artificio verbal el embrión humano es cosificado y anulado ontológicamente y la oposición a la investigación destructiva queda aniquilada. 

…El término “preembrión” sirve para desterrar de la familia humana al embrión inicial, arrebatándole todos los privilegios y derechos humanos, entre ellos y específicamente las normas éticas protectoras que se aplican en la investigación y experimentación a los demás seres humanos. Es más, por ser ellos esencialmente vulnerables e incapaces de prestar su consentimiento informado, deberían, en todo caso, ser objeto de una protección legal y ética particularmente cualificada, del género que se aplica a otros seres humanos particularmente vulnerables.

Los médicos nos damos cuenta de que el término “preembrión” no nace de necesidades científico-médicas, sino de intereses ideológicos…” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


jueves, 14 de septiembre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (V)

En todo trabajo científico no se acepta ni siquiera como probable lo que no responde a la crítica de los métodos empleados. De forma incomprensible, sin embargo, cuando el trabajo científico versa sobre el embrión humano se aceptan a nivel internacional gran número de trabajos que concluyen falacias por carecer del exigible rigor metodológico y estadístico.(Acceso a todo el blog en www.medicinayvidas.com)

El Prof Herranz explicita la denuncia ética a esa pseudociencia embrionaria.    

“Desde un punto de vista deontológico, nadie ha mostrado una mayor fidelidad a las directrices de la carta magna de la experimentación humana que es la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial. La Instrucción vaticana Donum vitae hace suya la idea de que jamás los intereses de la ciencia o de la sociedad podrán prevalecer sobre los del individuo; señala que la investigación no puede convertirse en una manipulación destructiva de seres humanos; aboga en favor de que jamás un ser humano puede ser incluido en un ensayo experimental sin que haya dado su consentimiento y ordena que los experimentadores deben suspender sus investigaciones si éstas resultan en algún daño o molestia para los sujetos de experimentación.

…Como vemos, el embrión humano es hoy, al igual que el hombre mismo, un signo de contradicción, y la batalla por el respeto al hombre está todavía por decidir.

…Pero no sólo es el costo de vidas humanas embrionarias lo que produce malestar profundo cuando se revisan los artículos de la nueva Embriología. Se percibe también una sensación de trabajo apresurado, precedido de poca reflexión, que busca innovaciones técnicas para asegurarse alguna supremacía sobre grupos competidores en la mejora de los resultados clínicos.

No es de extrañar, pues, la débil contextura de muchos trabajos. La calidad científica es en esta parcela de la ciencia médica notablemente inferior a la que se exige en otros campos…

No cabe disimularlo: la bibliografía sobre las técnicas de reproducción asistida presenta una fuerte contaminación de artículos de dudosa calidad científica. Hay sin duda trabajos publicados que son correctos y aún elegantes desde el punto de vista de la metodología científica. Pero son muchos más los que parecen hechos apresuradamente y que no resisten una crítica seria de sus procedimientos metodológicos y estadísticos. Se empiezan a elevar voces de dentro de la propia comunidad científica que reclaman calidad y una selección más severa de los trabajos aceptados para publicación.

Pero, por desgracia, todos ellos muestran la misma insensibilidad de autores hacia las reclamaciones morales del embrión humano: parece como si el embrión joven fuera considerado por todos como un animal de experimentación.

Y esto ocurre delante de una sociedad no sólo tolerante, sino admirada. No parece que las legislaciones que se preparan vayan a poner freno a la investigación abusiva.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


miércoles, 6 de septiembre de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (IV)

La vitalidad de la ética médica deriva del respeto que proporciona al embrión humano, junto con el rechazo a involucrar a la persona humana, en ningún momento de su existencia, como mero objeto de utilidad. 

El Prof Herranz, siguiendo los anteriores apartados, lo expresa de forma diáfana:  

“En contraste con la doctrina warnockiana de dominio utilitarista sobre el embrión joven, que viene a ser como un pacto entre los poderosos para explotar a los más débiles, la Instrucción vaticana `Donum vitae´ impone el respeto como actitud ética ante la vida humana naciente. 

Tengo una gran simpatía personal por la Instrucción `Donum vitae´, pues simpatizo profundamente con la idea del respeto ético. Y me gusta porque sus formulaciones son sencillas. En la visión cristiana, todos los seres humanos han de ser amados por igual, todos respetados como personas humanas, desde el primer instante de su existencia. A todos debemos los mismos cuidados, la misma protección desde el momento de su concepción. Suceda ésta donde suceda -en lugares tan dispares moralmente como dentro o fuera del matrimonio, en la injusticia agresora vulnerante de la violación o en las asépticas condiciones del tubo de ensayo- la concepción inaugura siempre una vida humana, que no es del padre ni de la madre, sino la de un ser humano que se desarrolla por sí mismo y que jamás llegaría a ser humano si no lo fuera ya entonces. 

Todos los seres humanos reclaman de nosotros la misma atención y respeto. Si están enfermos, hemos de atenderles conforme a los mejores y más benéficos avances de la ciencia biomédica, esto es, diagnosticarles y aplicarles las terapéuticas apropiadas, siempre en el respeto a su singularidad personal. El diagnóstico prenatal y las intervenciones terapéuticas sobre el embrión humano son lícitos si respetan su vida y su integridad, si buscan su curación y su bienestar y si, como ocurre con los otros seres humanos, no los exponen a riesgos desproporcionados.

El de la Instrucción `Donum vitae´ es un lenguaje sencillo, hecho de respeto y compasión, pero abierto a la audacia científica y a la modernidad. No hunde al embrión en un estrato de subhumanidad. Al contrario, le confiere plenitud de derechos y le hace compartir todas las exigencias éticas conferidas a los seres humanos. No es el embrión humano considerado como un animalillo experimental o un complejo celular, sino que comparte los privilegios generales de la humanidad.

No me cansaré de insistir en que, en medio de la exuberante proliferación de directrices y recomendaciones sobre experimentación embrionaria humana, sólo la `Donum vitae´ es máximamente abierta. Apuesta por la emancipación ética del embrión y lo reviste de derechos humanos inalienables.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 


jueves, 31 de agosto de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (III)

En Junio del 2024 se cumplirán 40 años de la grave intoxicación bioética que a nivel internacional se viene padeciendo con la publicación del Informe Warnock, que a instancias del Gobierno Británico, fue emitido por el Comité de Investigación sobre Fertilización y Embriología Humanas. Dicho Informe viene a concluir que el embrión humano merece respeto, pero no el respeto que debe recibir cualquier persona humana, pues en el embrión es aceptable las prácticas de congelación o destrucción, si así conviene por otros intereses. 

Conviene desenmascarar tal falacia científica, como lo expresa el Prof Herranz

“No puede ocultarse la decisiva influencia que el Informe del Comité Warnock ha tenido sobre lo que mucha gente piensa acerca de las técnicas de reproducción humana asistida y sobre el embrión humano. 

Pero es necesario recalcar que, en lo que ahora nos concierne, la contribución principal del Informe Warnock ha consistido en lanzar una bomba de humo sobre la cuestión del rango ético y biológico del embrión. 

La mayoría de los miembros del Comité, con el propósito de neutralizar éticamente al embrión humano y de despojar de significación moral nuestras relaciones con él, optó por privar al embrión humano de consistencia ontológica y lo convirtió en una noción funcional. El Comité escribió: “Aunque las cuestiones de cuándo la vida y la personalidad comienzan a aparecer son susceptibles de respuestas netas, sostenemos que las respuestas a tales cuestiones son de hecho complejas amalgamas de juicios factuales y morales. Por ello, en vez de intentar responder directamente a esas preguntas, hemos pasado sin más a la cuestión de cómo es correcto tratar al embrión humano”.

Nunca se reprochará bastante al Comité Warnock su decisión de soslayar la primera y germinal cuestión de definir la naturaleza ontológica del embrión, de la cual dependen todas las demás. Pero, por encima de esta omisión, el Comité hizo algo muy maligno; declaró que todo intento de esclarecer la naturaleza ontológica del embrión es una empresa intelectualmente inelegante, pues es un embrollo de hechos y (pre)juicios morales que se resiste a ser analizado racionalmente.

El informe Warnock sentó además el precedente histórico de reducir un problema ético difícil a una cuestión de regulación administrativa. La reglamentación propuesta por Warnock confiere a un Organismo de control la prerrogativa de autorizar la investigación sobre embriones humanos de cualquier proveniencia, con tal de que, entre otras, se cumplan dos condiciones: que la investigación no se prolongue más allá del día 14 después de la fecundación y que ningún embrión sobre el que se haya experimentado pueda ser transferido al útero de una mujer.

Está claro que este vuelco de la valoración ética del embrión no podría lograrse si no es a costa de acallar muy importantes objeciones ontológicas y éticas. El informe Warnock contó con un fuerte apoyo para una manipulación programada de la opinión pública. La Señora Warnock, con la ayuda de sus muchos simpatizantes, buenos conocedores de los recursos dialécticos disuasorios, promovió una campaña, elegante en la forma, pero despiadada en el fondo, para descalificar a quienes ven el embrión humano un ser digno del máximo respeto.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 

jueves, 24 de agosto de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (II)

El embrión humano es lo que es y no lo que ciertos intereses pretenda que sea.

El Prof Gonzalo Herranz lo clarifica: 

“De nuestra actitud ante los embriones humanos dependen muchas cosas importantes, que nos atañen en lo más íntimo. Hasta cierto punto, nuestra actitud para con los demás seres humanos germina de nuestro comportamiento hacia el ser humano embrionario: el respeto hacia nuestros prójimos hunde sus raíces en el respeto que manifestamos ante el embrión humano, esa criatura desconcertante que condensa en un mínimo volumen corporal la máxima concentración de humanidad.

¿Qué dicen los hombres que es el embrión humano? Cuando se pregunta a los científicos y la gente de la calle qué piensan sobre la naturaleza ontológica y ética del embrión, es decir, qué cosa es o quién es el embrión humano, cuáles son las exigencias morales que reclama de nosotros, se obtiene un muestrario muy variado y contradictorio de respuestas. La mayoría responde con la consabida frase de las encuestas de opinión: “No sabe, no contesta”. Pero lo curioso del caso es que entre los que responden “No sabe” no faltan los científicos, más aún, los expertos en Embriología clínica.

Esta ignorancia específica es un fenómeno reciente. Porque hasta el advenimiento de la fecundación in vitro con transferencia de embrión (FIVET), todo el mundo consideraba al embrión de cualquier especie como un ser (embrionario) de esa misma especie. Cualquier libro de Embriología humana podía empezar así: “El desarrollo de un individuo humano comienza con la fecundación, fenómeno en virtud del cual dos células muy especializadas, el espermatozoo del varón y el oocito de la mujer, se unen y dan origen a un nuevo organismo, el cigoto”.

Esta afirmación ya no es sostenida en muchos círculos. Parece como si la desmitificación de la fecundación humana, la observación visual directa de este fenómeno siempre sorprendente, produjera efectos opuestos entre los observadores. A unos les provoca una duradera sonrisa de asombro, al contemplar la sencillez indescriptible y misteriosa con que un nuevo hombre es engendrado. A otros les causa una especie de incrédulo desengaño, como si no aceptaran para el hombre una génesis tan humilde y dicen que el zigoto es algo irrelevante, un producto molecular que carece de valor humano, un momento vacío de significado.

Para resumir adecuadamente las respuestas a esta pregunta capital, qué dicen los hombres que es el embrión humano, voy a limitarme a mostrar dos posiciones prototípicas y altamente significativas. Una es la del Informe del Comité de Estudio sobre Fecundación y Embriología Humanas, el Informe Warnock, que muchos consideran como una obra maestra de la ética secularista. La otra es la que nos ofrece la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el Respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, el documento que nos expone la visión cristiana -respeto y dignidad- sobre el embrión y su génesis.” (continuará) Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988.


jueves, 17 de agosto de 2023

El embrión humano, sujeto de investigación (I)

Los siguientes capítulos versarán, de mano del Prof Gonzalo Herranz, sobre la ética de la investigación en el embrión humano. Este tema es de vital transcendencia tanto desde el punto de vista científico como social. No es exagerado decir que el futuro de la sociedad depende de la postura que se adopte en esta cuestión.

El Prof Herranz:

“Es un tema de singular significación. El tema sobre el que vamos a reflexionar es un tema importantísimo, de primera magnitud. Si llegáramos a comprender su significación, pienso que pediríamos a los Jefes de Gobierno que aplazaran sus otras negociaciones pendientes y anotaran en su agenda el urgente problema del rango ético del embrión humano. Porque determinar cuáles son los derechos de los embriones y qué exigencias éticas reclaman de nosotros debería ocupar un lugar prioritario entre las preocupaciones de la sociedad.

Ya sé que esta afirmación mía puede parecer exagerada. Insisto, sin embargo, en afirmar que no hay muchos problemas más urgentes que el que nos ocupa. Un gran jurista y pensador italiano, mi amigo el Prof. Luigi Lombardi Vallauri, lo ha sabido expresar con gran brillantez. En el prólogo a una conferencia sobre la relevancia ética del embrión humano hacía estas consideraciones: “Uno puede pensar que estamos reunidos aquí en el cosmos por un problema de moda, por un problema irrelevante. De hecho, el problema es cuantitativamente diminuto (células, embriones), políticamente diminuto (seres humanos sin voz, sin voto, sin poder contractual), económicamente diminuto... Sin embargo, el problema es contemplativamente crucial porque concierne de cerca a la auto-autoevaluación del hombre. comprensión... si el poder del hombre, frente al embrión, no se detuviera, sino que pasara sin dudarlo e invadiera ese diminuto territorio como invade todo el resto de la realidad, se habría cruzado una línea de no retorno…”

Son muy oportunas estas afirmaciones del Lombardi y son una llamada de atención para los científicos. Necesitan éstos descubrir que hay razones morales muy punzantes que les obligan a reflexionar a fondo sobre la condición ética del embrión humano. Los científicos y médicos han de hacerlo antes de quemar sus naves y lanzarse a la conquista de ese territorio minúsculo, pero incitante y prometedor. 

A cruzar esa línea sin retorno les empuja a algunos un incontenible deseo de saber, de desentrañar los misteriosos mecanismos moleculares y celulares del desarrollo del hombre. Y a otros les mueve un empeño, fuerte y vocacional, de ampliar la capacidad benéfica de la ciencia. Para unos y otros, estos móviles son otras tantas aspiraciones nobles y generosas, que todos deberíamos aplaudir. Por ello, no comprenden que alguien pueda oponerse por razones éticas a la expansión de la ciencia y de sus aplicaciones para aliviar la infertilidad. Creen sinceramente que el respeto debido a los individuos humanos embrionarios debe ceder ante los intereses de la ciencia o de la sociedad.” Gonzalo Herranz, “El embrión humano, sujeto de investigación”. Conferencia en el Centro Culturale Don Minzoni, Cagliari, 11 de marzo de 1988. 

viernes, 11 de agosto de 2023

¿Es digno congelar la vida humana? (y VI)

La riqueza de la dignidad del ser humano está valorada cuando se acepta incondicionalmente en su forma más vulnerable: en el embrión y en la enfermedad. Solo la tiranía del relativismo moral la ponen en duda y la ignora.

El Prof Herranz lo expresa claramente a modo de conclusión: 

“Médicos y presuntos padres deberán comprender que la procreación responsable, incluida en cualquier caso la variante in vitro, exige una aceptación incondicionada de los hijos. 

Nunca la descendencia producida in vitro es propiedad de quienes la originan o la conservan. Nunca el interés de la ciencia, de la sociedad de un particular puede prevalecer sobre la dignidad e identidad de un ser humano. 

La condena ética de la llamada reproducción asistida se basa tanto en el atentado a la dignidad de la procreación que es la manipulación artificiosa de la transmisión de la vida humana, como en el modo violento en que se trata al ser humano embrionario in vitro. 

Esos embriones humanos son, cosa que se tiene intensa y deliberadamente olvidada, hijos de un hombre y una mujer. Y lo son en ese estado de particular vulnerabilidad y de potencial abandono que es la situación in vitro. Son seres humanos ordinarios, que afrontan los trabajos y los días que todos nosotros, para llegar a ser lo que somos, hemos tenido que afrontar. Cada uno de nosotros hemos necesitado ineludiblemente ser embrión y empezar nuestro existir humano en esa forma mínima, pero repleta de fuerza y promesa.

Por ser humanos, a los hijos embrionarios de los hombres no se les puede tratar como se trata a los embriones de los animales. Imponer al embrión humano un destino zoológico es dar un resbalón más por la cuesta abajo de la deshumanización de la medicina reproductiva. La fecha de caducidad de los embriones destruidos en el Reino Unido señaló un mínimo histórico del respeto a la dignidad humana.” Gonzalo Herranz, La destrucción de los embriones congelados: reflexión sobre una noticia. Conferencia. Bogotá, 1997.


jueves, 3 de agosto de 2023

¿Es digno congelar la vida humana? (V)

No es difícil de contestar la pregunta de por qué se ha hecho rutina convivir con la violencia. Una respuesta bastante ajustada está en la actual indiferencia generalizada con que se contempla el destino que se proporciona a los embriones humanos congelados. Y es que el futuro de la humanidad pasa necesariamente por la consideración que se presta a los embriones humanos.

Según venimos considerando en estos apartados, el Prof Herranz es muy claro en el diagnóstico y en el tratamiento de esta importante cuestión.

“Destruir embriones congelados es una de las cosas que endurecen el corazón de la sociedad. Es paradójicamente irresponsable crear arbitrariamente embriones humanos, congelarlos y después destruirlos. La sociedad favorece el crecimiento de su violencia interior cuando da por buena y legal la práctica de hacer embriones humanos en número excesivo porque es económico y eficiente, para después destruirlos porque es igual de económico y eficiente deshacerse de los que han sobrado. No sabemos si, y en qué medida, el acostumbramiento a la destrucción periódica del lote de embriones “caducados” cada año contribuirá a incrementar la tolerancia a la violencia en la sociedad, pero sería insensato afirmar que la cosa ni tiene importancia ni consecuencias.

Mirando al futuro. Algo quedó patente por esta vez: la destrucción de esos embriones despertó la conciencia de muchos, que se han replanteado su actitud ante lo que parecía una aplicación tecnológica rutinaria e inocente, y que ha resultado ser para ellos un grave problema humano y ético, al que hay que encontrar solución. El alargamiento del plazo legal de conservación autorizado en el Reino Unido sirve simplemente para retrasar “la patata caliente” de la decisión que no se ha querido tomar ahora… Pero una cosa está clara: si no se toman decisiones ahora, el paso del tiempo contribuirá a multiplicar las dimensiones éticas del problema.

Los seres humanos no se pueden tratar a granel, como si cada individuo no fuera valioso, inconmensurablemente valioso. 

Quienes persistan en la práctica de la reproducción asistida no ignoran que el problema creado por los embriones sobrantes es evitable: bastaría con no crear in vitro más embriones que los que van a ser implantados inmediatamente. Y ese número ha de ser compatible con una gestación que pueda llegar a su término en el respeto a la vida de hijos y madres. Ese es un requisito de buena profesionalidad. Del mismo modo que es una falta seria de competencia inducir deliberadamente gestaciones de excesivo grado de gemelaridad, que crea riesgos para hijos y madres…” Gonzalo Herranz, La destrucción de los embriones congelados: reflexión sobre una noticia. Conferencia. Bogotá, 1997.


jueves, 27 de julio de 2023

¿Es digno congelar la vida humana? (IV)

Toda actuación sobre el embrión humano, independientemente de lo que dicte la legislación del momento y la justificación que cada uno quiera dar a su proceder, reclama un juicio ineludible de responsabilidad y una sentencia ética. 

Merece la pena en este asunto seguir prestando atención al Prof Herranz:

“Nos compete, pues, analizar éticamente lo ocurrido a primeros de agosto en el Reino Unido. Y lo ocurrido fue que se dejó morir a 3.300 embriones humanos cuya criopreservación había alcanzado la fecha de caducidad legal. Lo decía crudamente un titular de Lancet: “Destruido el primer lote de embriones”.

Tres mil trescientos destinos humanos fueron anulados. Tres mil trescientos seres humanos, que habían sido llamados a la vida por la decisión de sus progenitores y la colaboración tecnológica de los médicos, tuvieron un fin dramático: se les había creado para vivir, pero se les destruyó. No se los había engendrado de modo casual, inadvertido, no deseado, en un arrebato erótico poco responsable. Se los trajo a la vida intencionadamente, como criaturas muy deseadas, con plena deliberación, con el auxilio del artificio técnico del laboratorio. Y, no obstante, a pesar de haberse originado de una decisión tan calculada y costosa, se los ha dejado morir.

Estoy seguro de que tanto los legisladores, al redactar la ley y aprobarla, como los padres, al recurrir a la fecundación extracorpórea, o los médicos, al aplicar sus precisas técnicas, actuaron y seguirán actuando guiados por las mejores intenciones. Y, sin embargo, no han querido darse cuenta de que se estaban sobrepasando en el ejercicio de su poder, que estaban corriendo el riesgo inevitable de que, cumplido el plazo letal prefijado, tendrían que autorizar la terminación de la vida de unos seres humanos que ellos habían traído a la existencia para ser hijos, pero que, al fin, por mil circunstancias, diversas o adversas, se convirtieron en excedente de producción.

Hace años, David Ozar escribió en contra del abandono de los embriones humanos congelados. Y lo hizo argumentando desde dos posiciones distintas: desde el punto de vista de los que piensan que tenemos la obligación de respetar la vida del neoconcebido, pues éste tiene, desde el instante mismo de la fecundación, el derecho de no ser matado; y desde el punto de vista que sostiene que el embrión no tiene derechos morales, pues los embriones, incluidos los congelados, no son titulares de derechos, sino simples cosas que son poseídas por otros.

No hace falta desarrollar la primera opinión, concepcionista, del derecho a la vida, que nos impone la obligación de ayudar al embrión a realizar su plena potencialidad de hombre. Conviene, sí, reconsiderar la segunda opinión. Los médicos y los padres que han traído al mundo un embrión, aunque consideraran que su embrión no tiene ningún título intrínseco a ser respetado, no pueden eludir, sin embargo, sus responsabilidades con respecto al uso que hacen del embrión que han creado y a las consecuencias que se derivan de su conducta si lo destruyeran. Pues la ética común, incluso la ética de mínimos, si es auténtica, esto es, si no está embriagada de autonomismo, exige que la vida humana sea siempre conservada y protegida. 

El médico no puede ser indiferente ante su doble compromiso: el compromiso general de respetarla para cumplir con las reglas de la humanidad, y el compromiso específico de velar por las vidas humanas en estado de precariedad para cumplir con las reglas de la medicina. Este compromiso le obliga de modo particular ante aquellas vidas humanas que él ha contribuido a crear. 

Los progenitores no pueden abandonar al hijo embrionario, eludiendo así su deber de responsabilidad paterna, de ser protectores de quien ellos han procreado.” Gonzalo Herranz, La destrucción de los embriones congelados: reflexión sobre una noticia. Conferencia. Bogotá, 1997.


viernes, 21 de julio de 2023

¿Es digno congelar la vida humana? (III)

La causa de que muchos problemas éticos en medicina no tengan fácil solución es porque arrastran tras de sí una complicada trama de opiniones sociológicas, psicológicas, políticas, económicas, etc. que los hace prácticamente irresolubles y cargados de demagogia. Un claro ejemplo es el que venimos debatiendo sobre el futuro de los embriones congelados.

A esos efectos, es interesante la exposición del Prof Herranz:  

“Patéticamente lo decía un editorial de Lancet: Qué pena que no se nos ocurra una palabra que signifique “no permitir desarrollarse más allá del estadio de cuatro células”. Pero esa palabra sería, en caso de ser inventada, una palabra perversa, un truco semántico, pues es una injusticia biológica, llamar meramente cuatro células a los cuatro blastómeros que, en ese momento, son el cuerpo entero de un embrión humano. 

Hablaba ese mismo artículo de que algunos críticos usan las expresiones dejar perecer, morir o destruir como si estuviéramos ante un genocidio de laboratorio. Pero es un sofisma intencionado rechazar esas palabras para describir la acción real de poner término a esas vidas humanas incipiente, exactamente igual que lo hubiera sido si alguien hubiera puesto fin deliberadamente a la vida de cada uno de nosotros cuando éramos embriones de cuatro células.

También la ley ayuda a simplificar el problema, incluso a eludirlo. La ley, nos dicen, pone orden en el caos cuando determina con precisión quien tiene que decidir qué se hace con los embriones congelados: todos los demás deben quedarse al margen, no deben inmiscuirse en lo privado y conforme con la ley. 

Los textos legales son territoriales y ofrecen soluciones distintas en las diferentes latitudes… Pesa, pues, sobre los hombros de los directores de los Bancos autorizados la responsabilidad de darles destino. Que decidan, no los médicos, sino los progenitores: es lo que de modo indivisible e intransferible adjudica a los proveedores de gametos la ley inglesa. Ni médicos ni los progenitores: en Australia, es la mujer que ha proporcionado el oocito quien debe decidir. Esa es también la opinión dominante en Estados Unidos y la que cuenta con mayor apoyo de la jurisprudencia: ésta señala, en concordancia con la ideología del aborto, que la mujer es la dueña de la situación.

Hay que plantar cara al problema. Los problemas éticos no se resuelven negándolos o sometiéndolos a arbitraje legal. Hay que aceptarlos como tales y estudiarlos con sinceridad. Un método que resulta a veces muy eficaz para analizar los complejos problemas de la ética médica moderna consiste en empezar por reducir la cuestión a su núcleo más íntimo. Para eso hay que separarlos de las muchas adherencias (sociológicas, psicológicas, políticas, económicas) que los envuelven y dificultan su análisis. En su momento, llegará el turno a la consideración de las circunstancias, muchas veces de gran relevancia ética.” Gonzalo Herranz, La destrucción de los embriones congelados: reflexión sobre una noticia. Conferencia. Bogotá, 1997.


viernes, 14 de julio de 2023

¿Es digno congelar la vida humana? (II)

Seguimos con el relato anterior que, hace unos años por estas fechas, no pudo menos que levantar un revuelo de conciencia ética a nivel internacional tras la decisión urgente del gobierno inglés de destruir los embriones humanos que mantenían congelados. Son actitudes que hoy en día conviene estar sensibilizados para que esas decisiones no sigan siendo fruto de argumentos tan pobres, infértiles y corrosivos en ética médica y social.

El Prof Gonzalo Herranz sigue razonando sus aportaciones:

“…Aunque la cosa sucedió en el corazón del verano, abundaron los comentarios y también las polémicas. La prensa se encargó de sentimentalizar la ocasión. Se relataron historias de progenitores que, enterados tardíamente por la prensa, trataron, al regreso de vacaciones, sin apenas tiempo, de salvar sus embriones en el último momento; de cónyuges, separados o no, que no se pusieron de acuerdo sobre qué hacer; o que no pudieron manifestar la necesaria decisión concorde porque uno de ellos estaba imposibilitado. Una pareja londinense dramatizó retóricamente el adiós a los doce embriones que dejaba morir extinguiendo la llama de doce velas: lo curioso es que, con ese gesto tan teatral y estético, pretendía desautorizar al órgano vaticano L’Osservatore Romano, por haber calificado de masacre prenatal la masiva y legal destrucción de embriones.

El debate estaba abierto y las voces que sonaron en él fueron muchas y disonantes, como corresponde al pluralismo ético de la sociedad de hoy. Unos, estremecidos de pena, recordaron la matanza de los inocentes. Otros se quedaban tranquilos cuando los expertos les dijeron que los 3300 embriones abandonados a la muerte el 1º de agosto no alcanzan a ser sino una pequeña fracción de los que, cada día y sin que nadie derrame una lágrima por ellos, mueren espontáneamente en el útero de sus madres, por causas naturales o por efecto de la contracepción antinidatoria. 

Se recordaron encuestas que aseguraban que, en el sentir de la mayoría, se puede denegar al embrión inicial, una mota de vida rudimentaria de apenas 0,2 mm de diámetro, los derechos propios de la dignidad del hombre. La conciencia de los buenos ciudadanos se aquietó cuando se cercioraron de que no se estaba haciendo otra cosa que cumplir la ley que el Parlamento, que a todos representa, había aprobado cinco años atrás.

Los médicos no se quedaron callados. Algunos de los que practican la fecundación in vitro y que son responsables de los bancos en que se conservan congelados los embriones sobrantes, declararon que la ley era demasiado rígida y que carecía de compasión. Otros, en cambio, se alegraban del carácter firme e inequívoco de la ley, pues evitaba todo quebradero de cabeza: para ellos, todo embrión no reclamado conforme a lo prescrito, era un embrión que tenía que ser destruido, pues conservarlo constituye un delito tipificado. No podían exponerse a ir a la cárcel o a que les retiraran la licencia para seguir trabajando en la especialidad por preservar unas vidas que ya no interesaban a quienes las habían promovido. Otros, en fin, decían que era comprensible que los padres que ya habían conseguido tener un hijo mediante la reproducción asistida se olvidaran de los embriones congelados: ya habían obtenido lo que buscaban…

…No faltan recursos ideológicos para relajar la tensión ética del problema o para vaciarlo de contenido moral: basta, en el plano ético, inclinarse por la opinión de que los embriones humanos carecen de entidad humana, son mera posibilidad, potencialidad escueta; basta, en el plano legal, atenerse a la letra de la ley: en fin de cuentas, las leyes son ética, aunque mínima.

¡Con qué fuerza anhelan algunos que los embriones humanos fueran simples entidades prehumanas, y que pudiéramos disponer de ellos como si fueran cosas!” Gonzalo Herranz, La destrucción de los embriones congelados: reflexión sobre una noticia. Conferencia. Bogotá, 1997. 

jueves, 6 de julio de 2023

¿Es digno congelar una vida humana? (I)

Hace unos años, en el Reino Unido, se estableció que los embriones humanos congelados tenían un tiempo límite. A los cinco años, si no se le daba un destino útil, se debía proceder a su destrucción. Esa disposición para con los embriones congelados se ha hecho general, e incluso se ha agravado el delito ético al facilitar, sin reparo alguno, la congelación del embrión humano de forma indefinida.

El relato al que hace referencia el Prof Gonzalo Herranz es muy significativo:

“La destrucción de 3300 embriones que habían alcanzado la fecha de caducidad que les marcaba la ley británica no fue una noticia para entretener el ocio del verano europeo. En torno al 1 de agosto de 1996, cuando muchos se iban o venían de vacaciones, esos minúsculos seres humanos ocuparon el primer plano de la actualidad en conversaciones, artículos de periódicos, entrevistas de la radio o en reportajes de la televisión. A nosotros los médicos nos conviene reflexionar sobre lo acontecido, porque pone a prueba nuestras convicciones éticas más profundas.

Relatar lo ocurrido es fácil. La Ley de Fecundación y Embriología Humana de 1990 establece, en el Reino Unido, que los embriones congelados pueden ser conservados por un plazo de 5 años. En consecuencia, los embriones congelados antes del 1º de agosto de 1991, día de la entrada en vigor de la ley, y que no hubieran sido usados tenían que ser destruidos antes de terminar el 31 de julio de 1995, fecha límite de su conservación.

Era obvio que ese momento tenía que llegar. Ya, al comienzo mismo del año, sonó la voz de alarma en las páginas del British Medical Journal. El 1 de mayo de 1996, el organismo que aplica la Ley de Fecundación y Embriología Humana modificó su Código, señalando que los embriones humanos nunca se conservarán más allá del periodo máximo normal de 5 años, a menos que las personas que han proporcionado los gametos, incluidos los donantes, soliciten un periodo de conservación más prolongado, que nunca los embriones humanos deberán conservarse más allá del periodo máximo especificado por estas personas, y que será excepcional prolongar el almacenamiento más allá de los 10 años. 

Ante la concesión de esa prórroga, los centros de reproducción asistida trataron de localizar a los progenitores biológicos de los embriones crioconservados, pues son ellos, de acuerdo con la ley, quien ha de decidir sobre el destino que se ha de dar a los embriones. No fue una tarea fácil contactar con tantos y tan dispersos. Al expirar el plazo, se había podido dar con casi las dos terceras partes de ellos. Fueron éstos los que pudieron acogerse, y lo hicieron masivamente, a la nueva normativa.

De todas formas, llegado el 31 de julio, existían unos 3300 embriones cuyos progenitores o no pudieron ser localizados, o decidieron abandonarlos. Esos embriones fueron descongelados y destruidos de diferentes modos: dejándolos morir a la temperatura ambiente, sumergiéndolos en alcohol, sometiéndolos a choque osmótico en suero salino hipotónico, para ser desechados por el vertedero o enviados al horno de incineración.” Gonzalo Herranz, La destrucción de los embriones congelados: reflexión sobre una noticia. Conferencia. Bogotá, 1997.


jueves, 29 de junio de 2023

Aspectos médico-farmacéuticos del embrión humano (y VII)

Es evidente que el embrión humano no es hipotético en los primeros días de su existencia. 

El Prof Herranz lo expone de forma clara y rigurosa. Es muy conveniente considerar esta exposición si se quiere trabajar con criterios científicos y éticos.  Su difusión actual parece especialmente adecuada:

5. La obligación de informar sobre el embrión. Quiero terminar refiriéndome a un aspecto típicamente farmacéutico y médico de sus relaciones con el embrión: necesitan tenerlo en cuenta, han de hablar de él con sus madres. Han de referirse a él como a un ser humano, cuando informan a sus pacientes en las consultas prenatales, y, sobre todo, en el momento de prescribir y dispensar. Es importante hablar de seguridad y riesgos de los medicamentos en los dos primeros meses de la gestación.

Pero eso se hace poco. Parece existir, en muchos ambientes médicos y farmacéuticos, en la práctica profesional y en la investigación, una conspiración de silencio en torno al embrión en el seno de la madre. Se prefiere olvidarlo o anularlo, con el propósito de descargar la tensión ética de la destrucción embrionaria de la contragestación y de la reproducción asistida.

Para conseguirlo, se ha acudido a una redefinición de conceptos y a la puesta en circulación de un lenguaje nuevo,… Redefiniciones que vienen avaladas por ciertas corporaciones político-científicas, más interesadas probablemente en revestir de aparente dignidad las rutinas profesionales, que en esclarecer la realidad de los hechos. 

Se acude, por ejemplo, a la autoridad de un diccionario, publicado bajo el patrocinio del ACOG (el American College of Obstetrics and Gynecology), en el que se define la concepción como la implantación del blastocisto y que, por tanto, no es sinónima de fecundación. La gestación se define como el estado de la mujer después de la concepción y hasta la terminación del embarazo.

Las nuevas definiciones recibieron la bendición de la FIGO (la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia), que había sido encargada por la Organización Mundial de la Salud, en 1985, de desarrollar una definición precisa de gestación. Ofreció esta: “La gestación sólo se establece con la implantación del huevo fecundado”. De acuerdo con las definiciones precedentes de concepción y gestación, son agentes abortifacientes sólo los que actúan para interrumpir la gestación después de la implantación. El período preimplantatorio del embrión ha sido escamoteado.

Lo grave es que la redefinición léxica ha sido elevada a la categoría de hecho biológico duro e inapelable: “El hecho biológico es que la gestación comienza con la implantación y no con la fecundación. Cuando un procedimiento de regulación de la fecundidad actúa antes de la implantación, es importante ética y médicamente explicar a las pacientes que el método no es abortifaciente. Comprendemos que puede haber opiniones diferentes acerca de cuando comienza la gestación, pero [...] esas creencias no pueden cambiar el proceso biológico implicado”. 

El embrión humano en su primera semana queda así cínicamente relegado a la triste condición de los “desaparecidos”. Su destrucción no aparece en el catálogo oficial de conductas éticas. Esta es a ojos vistas una actitud agresiva, acientífica, manipulativa, pues no se basa en la observación de los hechos, sino en su supresión parcial, caprichosa y voluntarista. 

Hemos de hablar mucho, y con mucho amor, de que hay dos culturas. Una cultura de la vida, que implica respeto y asombro, veneración y celebración… 

¡Qué pobre en comparación se nos aparece la cultura de la muerte, con su ejercicio del dominio posesivo sobre el hombre, su manipulación de los conceptos, su agresividad violenta hacia los más débiles, incluso su pretendido derecho a decir quién es científico y quien no!” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999. 


jueves, 22 de junio de 2023

Aspectos médico-farmacéuticos del embrión humano (VI)

Seguimos avanzando en estos apartados. Se trata de dar voz y atención al embrión que pueda precisar tratamiento. 

El Prof Herranz clarifica este aspecto: 

4 La investigación clínico-farmacológica en los dos primeros meses de la gestación. El embrión y el feto, lo mismo que la mujer gestante, siguen mereciendo hoy ser llamados "los huérfanos de una terapéutica en expansión". Para comprobarlo, no hace falta más que leer los prospectos que los fabricantes colocan en los envases de los medicamentos. Suelen decir cosas de este tenor: "No hay datos acerca de sus posibles efectos sobre el embarazo. No debe administrarse a mujeres gestantes". 

El embrión y su madre son los desheredados de la farmacopea de hoy, porque han sido excluidos de la investigación clínico-farmacológica. Constituyen una de las llamadas "poblaciones especiales", sobre las que gravita la prohibición tácita de ser incluidos como sujetos de investigación en los ensayos clínicos.

La necesidad de defenderlos de riesgos y abusos potenciales los ha puesto al margen de muchos avances terapéuticos. Su seguridad ha sido pagada con la ignorancia.

…Si a estos desafortunados episodios sumamos el temor del médico a ser víctima de un juicio por mala práctica si se le acusa de haber inducido un trastorno del desarrollo y, sobre todo, el pánico de la industria farmacéutica ante los efectos morales y económicos de una demanda multitudinaria por daños atribuidos a alguno de sus productos, se comprende que se haya constituido en regla general evitar, durante el embarazo, el consumo de medicamentos fuera del caso de absoluta necesidad.

Esta es la doctrina oficial, la norma vigente: "Si es posible, no debería tomarse ningún medicamento durante el primer trimestre del embarazo. Además, deberán sopesarse cuidadosamente los beneficios y los riesgos de tomar medicinas durante toda la gestación y el parto"….

Por fortuna, se está tratando de poner remedio a esta situación de carencia. Se ha denunciado como una injusticia histórica la marginación de la mujer, y en particular de la mujer gestante, de la investigación biomédica, y se han tomado medidas a nivel institucional para conseguir que las mujeres y los hombres disfruten de igualdad de oportunidades para participar en los beneficios y en las cargas de la investigación…

Imaginemos, por un momento, el futuro, cuando se haya alcanzado el pleno y necesario dominio de las técnicas de terapia génica en células somáticas y nos encontremos ante el desafío de aplicarlas o no a las células de la línea germinal, para curar las enfermedades hereditarias, no sólo en los pacientes que las sufren, sino también en sus descendientes. Una cosa está clara: para que las promesas de la terapia génica de la línea germinal se realicen en un contexto verdaderamente humano, es requisito ético ineludible aplicarlas conforme a las normas exigidas por el respeto a la vida humana naciente y a la dignidad de la procreación… El candidato ideal al que se ha de aplicar esa terapia será, sin duda, el embrión humano unicelular o de muy pocas células, fruto del acto de amor de unos padres, que el médico recuperará de la trompa de su madre, lo tratará in vitro, y lo restituirá, curado, al útero de su madre.

Esa actitud positiva contrasta fuertemente con el negativismo de algunas instituciones que consideran intangible el genoma humano ante modificaciones que puedan transmitirse hereditariamente, como con las posturas, meramente pragmáticas, impermeables al mensaje de respeto a la vida del embrión y a la dignidad de la procreación.” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999. 


viernes, 16 de junio de 2023

Aspectos médico-farmacéuticos del embrión humano (V)

Las presiones de los intereses de la industria farmacéutica enmascaran desde los comienzos hasta la actualidad, con gran eficacia, la verdad de la acción anticonceptiva: no interesa que se valore con propiedad su innegable efecto abortivo.

Claramente lo expresa el Prof Herraz, en este nuevo apartado:   

3. La ética de la contragestación. La historia de la farmacología de la contracepción hormonal señala una clara tendencia evolutiva: su punto de acción se ha ido desplazando de la mujer al embrión.

Empezó siendo anovulatoria: la píldora de primera generación trataba de impedir la ovulación con el propósito claro de que no pudiera darse la fecundación, y lo conseguía a costa de su elevado contenido hormonal. 

Ahora no excluye la acción interceptiva: ya no interesa interferir con la ovulación, pues es más eficaz impedir la nidación del embrión. Y si la nidación se ha cumplido ya, se lo puede eliminar mediante la píldora abortiva, que tiene su máximo de eficacia frente al embrión de menos de 8 semanas. De la anticoncepción se ha pasado a la contragestación.

…En cierto modo, se ha cerrado ya el arco contraceptivo. En un trabajo muy reciente sobre la eficacia contraceptiva de la mifepristona, se dice: “Una dosis baja de mifepristona, que no inhibe la ovulación, reduce de modo significativo la fertilidad al alterar el endometrio”. 

Se considera la contracepción endometrial como un camino lleno de promesas y muy atractivo, pues permitirá dejar intacta la función ovárica y no perturbará prácticamente el curso del ciclo menstrual. El costo de la contracepción correrá íntegramente a cargo del embrión y resultará fisiológicamente gratis para la mujer. 

Y también en el aspecto ético-social: para tranquilizar las conciencias, se habla de contracepción endometrial, como si la cosa nada tuviera que ver con el embrión. Pero conviene no olvidar que la farmacología de la contracepción endometrial busca alterar en forma mínima el endometrio en lo que mira a la mujer, pero lo vuelve inhóspito en lo que mira al embrión. Aprovechando el conocimiento cada día más preciso del continuo y sofisticado diálogo molecular que mantienen madre y embrión, se procura alterar específicamente la expresión de ciertos factores que son necesarios para la implantación. El resultado es la inhibición de la implantación del blastocisto.

Como una derivación perversa del modelo diádico (materno-embrionaria), se quiere convertir al embrión en el blanco único de la nueva contracepción, ya sea hormonal, inmunológica o de otro tipo. Ésta se propone no interferir, o hacerlo mínimamente, con la fisiología de la mujer, para concentrar todo el efecto sobre el embrión joven…” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999.


jueves, 8 de junio de 2023

Aspectos médico-farmacéuticos del embrión humano (IV)

¿Qué importancia tiene la medicina embriofetal? ¿Tiene base su existencia?

El Prof Herranz da su valoración, siguiendo la exposición ya iniciada en anteriores envíos:

“2 b) La farmacología de la diada materno-embrionaria

Siempre, el médico y, en la medida que le corresponde, el farmacéutico han de guiarse por datos científicos sólidos, no por datos anecdóticos que pueden inducir una actitud antiterapéutica poco fundada. Todavía hoy el sombrío recuerdo de la tragedia de la talidomida sigue ejerciendo un efecto pesimista sobre la evaluación general de la teratogenicidad medicamentosa.

Hemos de tener presente que, en el contexto de la diada materno-embrionaria, no es únicamente la madre quien puede enfermar. Puede hacerlo el embrión. Si el embrión cayera enfermo, deberá ser tratado…. El médico deberá aconsejar a la gestante, cuando la prevención o la curación de una enfermedad embrionaria así lo exigiera y para el bien del embrión, la aplicación de tratamientos medicamentosos, la adopción de medidas dietéticas o la modificación del estilo de vida, aunque ello exija algunas renuncias y sacrificios. No podemos olvidar que, de ordinario, son mayoría las madres que están dispuestas a sacrificar algo de su seguridad, de su estilo de vida y de su salud por el bienestar y la seguridad de sus hijos. 

No faltan, sin embargo, quienes piensan que la autonomía de la gestante no debe sacrificarse para satisfacer las necesidades de salud del embrión. Manejan argumentos mucho más jurídicos que éticos para sostener que la madre no tiene obligación alguna de sufrir para que se pueda proporcionar la necesaria atención médica al embrión o al feto. Si lo hiciera, dicen, se rebajaría a cumplir el papel pasivo de contenedor fetal, que se abre a fin de acceder a la criatura, incluso corriendo el riesgo de causar daños al contenedor. 

También se ha criticado el entusiasmo por la naciente medicina embriofetal, pues podría ofrecer un firme apoyo al derecho a la vida del no nacido, derecho que puede entrar en colisión, en especial cuando la madre a correr ciertos riesgos, con el derecho, legalmente reconocido, al aborto.

Por fortuna, las relaciones madre-embrión se mantienen en un campo de gravitación más entrañable y humano que el del análisis frío de los conflictos de derechos que hacen los cultores de la muerte. Sin duda, el futuro desarrollo de la medicina y la cirugía embriofetal, tanto en su vertiente curativa como en la preventiva, incrementará las oportunidades y los conflictos. Es de esperar que la servidumbre más o menos importante que la protección de la salud y el bienestar del embrión o el tratamiento de sus enfermedades exija de las gestantes sea prestada con el amor y disponibilidad propios de una madre. No olvidemos que en nuestra lengua, gestar es llevar y sustentar la madre en sus entrañas el fruto vivo desde la concepción hasta el momento del parto. 

Ese tiempo, de la concepción al parto, tiende a ampliarse, para incluir el período preconcepcional, los días que inmediatamente preceden a la fecundación. Ese tiempo se ha convertido en un momento de alta temperatura farmacológica. Es el momento en que han de actuar los fármacos que tratan de evitar la aparición de ciertos errores del desarrollo y concretamente de los trastornos del cierre del tubo neural. Pero también, y paradójicamente, incluye los días en que actúan los fármacos o venenos contragestativos, que tratan de destruir al embrión recién concebido, bien interceptando el mecanismo de nidación, bien actuando como abortivos de la fase embrionaria.” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999.

martes, 30 de mayo de 2023

Aspectos médico-farmacéuticos del embrión humano (III)

La formación continuada auténtica es un deber de capital importancia en todo profesional obligado a atender al enfermo o a quien manifiesta especial vulnerabilidad como es el embrión humano.

El Prof Herranz, continuando con los cinco puntos ya anunciados, pasa a considerar un aspecto del segundo punto.

2 a) La farmacología de la diada materno-embrionaria

La instalación del embrión en el seno de la madre es, pues, fuente de conflictos farmacológicos y éticos. De momento, la inmensa mayoría de esos conflictos pasan inadvertidos, porque la inmensa mayoría de las mujeres que quedan embarazadas no van al médico hasta que han transcurrido al menos seis u ocho semanas de la fecundación, cuando el período de la organogénesis está o muy avanzado o ya terminado. Probablemente, no ocurrirá así en el futuro. Hay una fuerte tendencia social a “medicalizar” la gestación, a acudir al médico en el período periconcepcional, a fin de poner en práctica medidas preventivas de determinadas malformaciones, mediante la ingestión de suplementos vitamínicos. Las madres, como un aspecto más de su control de la reproducción, querrán estar preparadas para acoger maternalmente al embrión.

Lo dicho basta para fundamentar la conclusión de que, en el contexto del respeto a la vida naciente, hay, ante la diada madre-embrión, ciertos deberes ético-profesionales del médico y del farmacéutico, a la hora de prescribir y dispensar medicamentos a las mujeres en edad fértil y, sobre todo, a las embarazadas. 

El médico ha de abstenerse de prescribirles medicamentos potencialmente teratógenos, y les ofrecerá medicamentos alternativos no-teratógenos, similares en eficacia y seguridad. Si no hay alternativa posible y la enfermedad materna, por su gravedad, ha de ser inexcusablemente tratada con un fármaco teratógeno, es obligado aplicarlo a la dosis efectiva más baja, pues muchos efectos teratógenos son dosis-dependientes. 

En los casos en que los fármacos teratógenos procuran un beneficio solo marginal o cuando la naturaleza de la enfermedad consiente aplazar el tratamiento, es éticamente obligado diferir la terapia al tiempo en que se ha concluido la organogénesis y ya no hay riesgo apreciable de inducir malformaciones. 

Para las enfermedades que necesitan tratamiento continuado, convendrá utilizar fármacos no teratógenos antes de la concepción y durante el primer trimestre y cambiarlos a otros en el resto del embarazo.

Sin embargo, y a pesar de actuar con todas las cautelas, no será posible siempre evitar algunos pocos casos de exposición inadvertida, accidental o inevitable, a fármacos teratógenos. Hay fármacos, como algunos análogos de la vitamina A, la isotretinoína, por ejemplo, que mantienen su acción teratógena durante meses. Si su administración se suspende, es posible evitar parte de sus efectos adversos. 

Y hay fármacos que no se puede dejar de administrar de modo continuado, como ocurre con algunos antiepilépticos, pues suspender el tratamiento podría conllevar efectos graves. En estos casos, el imperativo de no dañar obliga al médico a buscar el equilibrio justo entre el tratamiento de la enfermedad de la madre y la preservación de la vida y la salud del embrión, pues tiene entonces una responsabilidad moral de proteger al embrión y evitarle daños serios derivados de la exposición a esos fármacos.” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999.”

martes, 23 de mayo de 2023

Aspectos médico-farmacéuticos del embrión humano (II)

La existencia del embrión humano exige que en la práctica clínica y, cuando sea precisa, en la actuación farmacológica del embarazo, sea realizada con la suficiente y responsable profesionalidad.

El Prof Herranz profundiza sobre esta delicada cuestión. 

“…Las relaciones del embrión joven con los fármacos constituyen un capítulo muy interesante de la ética médica. Son fuente inagotable de conflictos, pero lo son también de posibilidades terapéuticas. Se dan aquí unas circunstancias muy especiales. 

La peculiar biología del embrión crea, por decirlo así, una farmacología específica, muy estrechamente vinculada al modelo diádico: una acción farmacológica beneficiosa para la madre puede provocar efectos indeseados en el embrión. Pero, a su vez, la instalación del embrión en la unidad materno-embrionaria implica la insoslayable condición de que sólo podemos actuar farmacológicamente sobre el embrión a través del organismo materno.

Estas peculiares y difíciles relaciones han llevado a clasificar, en el contexto de la farmacología clínica, a la mujer gestante y a su embrión en la categoría de sujetos vulnerables, una situación de desventaja, que la tragedia de la talidomida se ha encargado de hacer perdurar. 

…Desde una perspectiva ético-médica, (se abordarán) cinco puntos

1) Los riesgos farmacológicos para el embrión joven. 

Aunque los fármacos que recibe la gestante pueden dañar al hijo a todo lo largo de la vida prenatal, el período embrionario es el momento en que sus efectos nocivos pueden alcanzar mayor trascendencia. A todos los médicos se nos ha enseñado en las Facultades que lo ideal es no prescribir medicamentos durante el embarazo, muy en especial en sus tres primeros meses. 

Pero seguir esa indicación equivaldría no pocas veces a privar a las gestantes de tratamientos medicamentosos eficaces e inocuos. ¿Por qué tanta restricción? ¿Tiene algún fundamento?

Parece que sí. Primero de todo, porque el embrión humano joven posee una biología peculiar, que determina su peculiar sensibilidad y reactividad a los fármacos. El embrión joven no ha desarrollado todavía, o posee sólo en estado muy rudimentario, los mecanismos a través de los cuales, en la vida postnatal, los medicamentos son manejados para que ejerzan sus efectos.

El propio organismo embrionario y su joven placenta no han desarrollado parte de las estructuras moleculares y celulares para la captación, metabolización y eliminación de muchos fármacos. Estos no pueden ejercer sus acciones específicas sobre efectores que todavía no se han desarrollado o no han madurado en grado suficiente. 

Pueden, sin embargo, provocar daños. El espectro de reacciones farmacodinámicas del embrión es muy reducido. Una de dos: o los fármacos carecen de efectos en él, muchas veces porque la placenta es impermeable para ellos; o si, por el contrario, son activos, interfieren, no con funciones muy diferenciadas, sino con las funciones básicas del organismo embrionario, que son la proliferación celular y la diferenciación de los esbozos de los órganos. Las consecuencias son fáciles de comprender: unas son generales e inespecíficas, como muerte del embrión y aborto, o también déficit global del crecimiento con peso disminuido al nacer; otras son focales y específicas, constituyen los variadísimos tipos de malformaciones o trastornos locales del desarrollo. Es la toxicidad teratogénica

La susceptibilidad del embrión a los fármacos varía con su edad. Y es diferente para los distintos medicamentos. En las primeras dos semanas, el embrión es relativamente refractario a sufrir trastornos malformativos. Bajo los efectos de los medicamentos que le perjudican, de los agentes anticancerosos que se dan a la madre, por ejemplo, el embrión puede sufrir pérdidas celulares que, si no sobrepasan un determinado nivel, pueden ser compensadas sin consecuencias gracias a la formidable capacidad de reparación de sus células toti- o pluripotentes; si los daños superan un determinado umbral de intensidad, pueden causar lesiones irrecuperables que conducen a su muerte. 

Entre las semanas tercera y octava se extiende el período de máxima sensibilidad teratogénica. Es la fase más temida, en que los medicamentos pueden provocan malformaciones. Dentro de esas cinco semanas, los teratógenos suelen actuar en un momento específico, que llamamos período crítico, y que dura unos pocos días, o incluso sólo unas horas, para cada fármaco.

Algo parecido ocurre con las malformaciones: cada una de ellas se produce en un tiempo específico. Diferentes fármacos, si actúan en el correspondiente momento crítico, pueden inducir un mismo tipo de malformación. Pero ocurre también que determinados fármacos provocan con regularidad determinadas malformaciones aisladas o complejos de malformaciones: se habla entonces de síndromes malformativos, como, por ejemplo, los debidos a la talidomida o a la hidantoína.” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999.


miércoles, 17 de mayo de 2023

Aspectos médico-farmacéuticos del embrión humano (I)

En estos próximos apartados vamos a considerar, con el Prof Herranz, la indudable importancia que tiene para la medicina la consideración del embrión humano y el deber que existe de referirse a él. No dar importancia que merece a la existencia del embrión humano arruina la profesionalidad del médico.

Según el Prof Gonzalo Herranz:

“… En el modelo de la diada materno-fetal, se tiende a ver al embrión y al feto como a un paciente, genuino e individual, cuyo bienestar y derechos apelan directamente al médico. Obviamente, el médico no puede ser ciego al bienestar y a los derechos de la gestante. Justamente ha de tenerlos en cuenta, pues le son necesarios para poder tratar a la madre que es siempre uno de sus dos e importantes pacientes. El médico ya no puede considerar sólo el efecto global de su tratamiento sobre la unidad combinada de gestante y embrión, sino que ha de considerar singularmente qué es lo mejor para cada uno de sus dos singulares pacientes. 

El acceso del embrión a la condición de paciente puede enriquecer de modo extraordinario, y también complicar, el proceso de toma de decisiones, porque multiplica por dos las responsabilidades del médico, y las hace mucho más explícitas en la concordia y en el conflicto. 

En el modelo de dos pacientes, las situaciones en que chocan la autonomía de la madre y el beneficio del embrión no tienen una solución predeterminada, sino que han de ser fuente de mucha reflexión y de soluciones constructivas. Como señala Tauer6, las instituciones católicas suscriben de ordinario al modelo de dos pacientes, pues permite abogar con más energía a favor del embrión, lo que es un imperativo de la caridad, y un argumento profesional muy fuerte para refutar el aborto.

¡Qué pena tan grande que el conocimiento que tenemos del embrión humano sea tan frecuentemente despreciado, incluso prohibido! 

A mi modo de ver, uno de los mayores errores judiciales de todos los tiempos ha sido la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos cuando, en 1983, en el pleito de un centro de salud reproductiva contra el municipio de Akron, en Ohio, estableció que mostrar a la mujer que solicitaba el aborto una fotografía de un embrión de la edad del que ella se propone destruir o mostrarle en directo la imagen ecográfica del embrión viviente que llevaba en su seno era no sólo un modo ilegítimo de ofrecer información para el consentimiento al aborto, sino un atentado a la libertad, un desfile de atrocidades, una muestra de tortura ideológica. 

Nunca los datos que la ciencia es capaz de revelar han sido más brutalmente despreciados.

No cabe duda de que la naciente medicina embrio-fetal se desarrollará con mucha más viveza bajo el modelo diádico (materno-fetal) que bajo el unitario (existe delante del médico un solo paciente capaz y competente: la mujer). 

En fin de cuentas, la promoción del embrión a la condición de paciente no ha sido resultado de un cambio de su biología o de la biología de la mujer gestante, sino del hecho de que los médicos lo han "descubierto" gracias a sus nuevas tecnologías y a sus investigaciones… 

Esta mayor capacidad tecnológica de conocer y diagnosticar, echa sobre los hombros de los embriólogos clínicos la estupenda carga de desarrollar una medicina embrio-fetal, científica y humana, fundada en la conciencia viva de la humanidad del embrión. Es justamente de esa conjunción de ciencia y respeto de donde nace la contribución específicamente médica a la cultura de la vida.” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999.


miércoles, 10 de mayo de 2023

Objeción de conciencia (y XI)

La objeción de conciencia es un tesoro ético para ser ejercido con la dignidad que merece a nivel individual, y debe de ser respetada por toda sociedad que garantice la libertad.

El Prof Herranz lo indica con términos precisos:  

“En conclusión, la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios seguirá siendo objeto de debate en la sociedad y en el interior de las profesiones.

Está todavía lejos de ser un logro social pacífico, un derecho individual implantado. La opinión pública está dividida en torno a la objeción de conciencia.

Unos piensan que, una vez despenalizadas ciertas acciones, como el aborto o la esterilización, es injusto que el médico las deniegue a quien las solicita, en especial si se cuenten entre las prestaciones sanitarias ofrecidas o subvencionadas por los servicios públicos de salud. En esta opinión, el médico y la enfermera son técnicos asalariados, cuyos valores morales han de someterse al dinamismo legal. 

Otros sostienen que, en una sociedad avanzada constituida por hombres libres y responsables, y cuidadosa de los derechos y libertades de sus ciudadanos, nadie puede ser obligado legítimamente a ejecutar una acción que repugna seriamente a su conciencia moral, pues ello equivaldría a infligirle una tortura moral.

La objeción de conciencia esconde muchos valores profesionales: el respeto a la vida, la ponderada libertad de prescripción, la independencia individual. 

Es, pues, algo más que un mecanismo de supervivencia en una sociedad éticamente fracturada. Obliga a desarrollar y a afinar nuevas actitudes críticas y a afinar los mecanismos de negociación. De aprender a ponerse de acuerdo y a vivir en el desacuerdo entre médicos, pacientes y administradores. 

Descubre el riesgo específico de corrupción comercialista de la práctica privada. Propugna una legislación justa, para prevenir el riesgo de que el objetor pueda sufrir daños morales y perjuicios económicos por dar testimonio del valor de la vida humana.

Por su parte, los objetores están obligados a ofrecer una imagen social de la objeción de conciencia concordante con su dignidad ética. Jamás abusarán de ella o la instrumentalizarán en ventaja propia. No buscarán privilegios, pero tampoco deberán resignarse a ser víctimas.

La objeción de conciencia es un tesoro ético, una parte muy excelente del patrimonio moral de las personas y de la humanidad.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el Curso de Derecho Sanitario. Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental. Granada, 2 de mayo de 2007.