jueves, 29 de diciembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (y XIII)

La atención paliativa forma parte esencial e intrínseca del quehacer de todo médico y enfermera. Poseerla o no, cualifica o excluye del ejercicio de la medicina.

El Prof Gonzalo Herranz lo expone con claridad: 

“Si el médico o la enfermera se dejan llevar de razones utilitaristas, llegan más temprano o más tarde a la conclusión inevitable de que hay pacientes, sobre todo, familiares de pacientes, cuyo deseo de seguir viviendo o de ayudar a vivir, es irracional y caprichoso, pues tienen por delante una perspectiva detestable. Razonan así: “las vidas de ciertos pacientes, unos capaces de decidir y otros incapaces de hacerlo, son tan carentes de calidad, que no son dignas de ser vividas. El empeñarse en vivirlas es un deseo injusto, que conlleva un consumo irracional de recursos, económicos y humanos: ese dinero y ese esfuerzo laboral podrían ser mucho mejor empleados”. No es difícil construir argumentos de apariencia racional que expropian al paciente, o a los responsables del paciente, de la libertad de escoger seguir viviendo.

No son estas situaciones hipotéticas. El laboratorio social que es Holanda ha presenciado ya y, en cierto modo ha confirmado, con jurisprudencia, las cuatro fases de la expansión de la eutanasia.

Cada día que pasa me convenzo de que los Cuidados Paliativos encierran una ética de gran densidad: son un tesoro precioso de la Medicina y la Enfermería, una fuerza que encarna y defiende sus valores éticos más íntimos y básicos. Son, además, el antídoto que nos preserva contra la tentación, temible y atractiva a la vez, de la eutanasia; y que salva a nuestros hospitales del error deshumano del ensañamiento terapéutico.

La obligación de médicos y enfermeras de respetar y de cuidar toda vida humana es una fuerza moral maravillosa e inspiradora… Quiero personalmente agradecerles (a médicos y enfermeras) su interés y dedicación a la atención paliativa. Los cuidados que ustedes prodigan están salvando a la Medicina del gran peligro de convertirla en cómplice de los fuertes contra los débiles… Han escogido ustedes una especialidad llena de futuro. Muchas gracias.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.


viernes, 23 de diciembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (XII)

¡Muy Felices Navidades!
 ¡y un 2023 lleno de alegrías!
El médico tiene prohibido actuar irresponsablemente. Actúa irresponsablemente cuando su subjetividad gobierna sus decisiones. Si la subjetividad se entroniza en él y, por ejemplo, se vincula con la eutanasia, nunca prestará oídos a los Cuidados Paliativos, y su irresponsabilidad se convertirá en ordinaria administración.

El Prof Gonzalo Herranz, no puede ser más explícito: 

“Al médico o a la enfermera que hayan sucumbido a la tentación de matar por compasión y llevado a cabo una eutanasia, se les presenta una disyuntiva fuerte: o se arrepienten sinceramente, o con la misma sinceridad ya no podrán dejar de matar. Porque si son éticamente congruentes consigo mismos, y creen que han hecho algo bueno cuando pusieron fin a la vida de su paciente, no podrán rehusar, por coherencia, a seguir haciéndolo. Y lo harán en casos cada vez menos dramáticos y saltándose con mayor facilidad, en nombre de su ética, las barreras legales.

Porque si la ley, como parece en las leyes de eutanasia de primera generación, sólo autorizara la eutanasia o la ayuda al suicidio a quien la pidiera libre y voluntariamente, ¿qué razones podrá aducir el que la haya practicado conforme a la ley, para negarla a quien es incapaz de pedirla, pero se encuentra en una situación biológica tanto o más depauperada, o cuya atención es mucho más cargosa para los demás? Está seguro de que, indudablemente, el que ha dejado un testamento de vida explícito, el demente profundo o el oncológico en coma, la pedirían si tuviesen un momento de lucidez. 

Por muy cuidadoso que sea de la autonomía de sus pacientes, por mucho que respete su capacidad de elección, si piensa que hay vidas tan carentes de calidad que no merecen ser vividas, concluirá que a veces sólo queda una cosa que escoger: la muerte del extremadamente débil. Si un médico o una enfermera consideraran que la eutanasia es remedio superior a la atención paliativa, no podrían evitar convertirse en mandatarios subjetivos de los pacientes terminales. Pues, ante un paciente incapaz de expresar su voluntad, razonan así en su corazón: “Es horrible vivir en esas condiciones de precariedad biológica o psíquica. Yo no querría vivir así. Esa vida no es vida. Yo preferiría mil veces morir. Lo mejor, lo único decente que puedo hacer por ellos, es poner fin a su tragedia.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.


jueves, 15 de diciembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (XI)

Mostrarse firmes en los cimientos de la ética médica nos inmuniza de una degradación, sin paliativos, en la propia profesión. No nos conviene perder, a médicos y enfermeras, ni una sola palabra de lo que a continuación nos refiere el Prof Gonzalo Herranz.

“A juzgar por lo que dicen ciertas encuestas sociológicas, hay, entre los profesionales de la salud, un sector, de tamaño indeterminado, que acepta la idea de que está justificado, e incluso de que es virtuoso o moralmente obligado, poner término a ciertas vidas humanas carentes de calidad. Y algunos de ellos están dispuestos a hacerlo, ya colaborando a que el paciente ponga voluntariamente fin a su vida, ya practicándole la eutanasia….

…Creo que conviene, para evaluar por contraste en valor inestimable de la atención paliativa, preguntarnos qué pasa cuando se autoriza legalmente la eutanasia y la ayuda médica al suicidio.

Mi tesis es clara: cualquier legislación tolerante de la eutanasia, por restrictiva que pretenda ser en el papel, provoca un cambio brutal, que afecta a los principios y a la práctica de la atención médica. La perturba profundamente, la degrada en lo ético y la empobrece en lo científico.

La decadencia ética no es difícil de calcular. En la dinámica de la permisividad legal, y en la conciencia del médico, despenalizar la eutanasia empieza por significar que matar sin dolor es una forma excepcional de tratar ciertas enfermedades, que sólo se autoriza para situaciones extremas y muy estrictamente reguladas.

Pero, sin tardanza, de modo inexorable, por efecto del acostumbramiento social, del engolosinamiento de los medios de comunicación, y del activismo pro-eutanasia, la despenalización restrictiva termina por significar que matar por compasión es una alternativa terapéutica aceptada de hecho, con más indicaciones de las que se pensaba en un principio. Y es tan eficaz, que los médicos no pueden moralmente rehusarla. La razón es obvia: la eutanasia -una intervención limpia, rápida, eficiente al cien por ciento, indolora, compasiva, mucho más cómoda, estética y económica que el tratamiento paliativo- se convierte en una tentación invencible para ciertos pacientes y sus allegados.

Despenalizada la eutanasia, lo grave para un número de médicos y enfermeras, es que las virtudes profesionales específicas -la compasión, la prevención del sufrimiento, el sentido de justicia, el deber de no discriminar entre sus pacientes- se vuelven contra ellos, de modo que se ven impulsados por sus propias virtudes profesionales a la aplicar cada vez más esta terapia liberadora: no se puede negar a un paciente el alivio definitivo que, en circunstancias similares, se ha dado a otros; ni es operativo retrasar para más tarde lo ya ahora se presenta como el remedio indicado y eficaz. El concepto de enfermedad terminal se ensanchará más cada vez; las indicaciones de la eutanasia se irán haciendo más extensas y precoces.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.





¡¡Muy feliz Navidad!!

¡¡y un 2023 lleno de alegrías!!

domingo, 11 de diciembre de 2022

Eutanasia: el arma de la derrota

Cuando se ejerce la medicina se intenta que cada acto médico ayude a solucionar o, al menos, mitigar el estado de debilidad que presenta el paciente. Así lo exige el enfermo y la deontología médica. Al paciente no le interesa, esencialmente, saber los mecanismos fisiopatológicos que tiene alterados, sino cuál es la solución que cabe adoptar y los procedimientos más correctos, rápidos, y eficaces que se deben tomar para solventar su padecimiento.  

En su actuación el médico tiene a su cargo una persona que muestra un deterioro orgánico o psíquico, en mayor o menor proporción, reclama que se le preste una atención integral a su persona, y requiere, desde el inicio, ser acogido por la ciencia y la humanidad del facultativo.

Tanto si el resultado del acto médico conduce felizmente a la curación, como si sólo cabe adoptar medidas de cuidados paliativos, invariablemente debe permanecer constante la actitud médica inicial. Es decir, querer garantizar siempre el mejor cuidado científico y humano posible. Por otra parte, mantener viva esa conducta básica inicial asegura y facilita que los procedimientos científicos que se vayan tomando están en la vía adecuada.

Muestra nítida de ejemplaridad de ello se tiene en la Medicina Militar, al menos, en lo que respecta al ejército español. En las misiones en donde tiene que actuar, sean ordinarias o especiales, es regla de oro que estén presididas por no hacer, en absoluto, acepción de procedencia de los pacientes que les llega, sea de un signo u otro, y vengan de donde vengan, tratando a cada uno con la misma dedicación profesional. Se subraya, así, que lo esencial en todo acto médico es acoger a la persona vulnerada para prestarle los conocimientos científicos que le solucione o, al menos, le alivie la gravedad de su situación. 

Por tanto, en el horizonte de la actuación del médico militar no tiene cabida la eutanasia, pues, para él, el enfermo cuenta desde el inicio con todo el amparo científico y paliativo eficaz disponible, sin dar cauce a una valoración espúrea del paciente según criterios de mayor o menor utilidad, o de calidad de vida, que son los que abastecen y nutren a la mentalidad eutanásica.  

Las siguientes palabras sintetizan muy bien lo que se viene comentando: “hemos aportado, durante toda la historia militar, sacrificio, heroísmo, conocimiento, ciencia… en definitiva, vida. Porque nosotros lo que aportamos es vida y tranquilidad a nuestros soldados. Lo venimos haciendo desde siempre de manera organizada” General Manuel Guiote, médico militar.

En la Medicina Militar al médico sólo le mueve un interés básico: sacar a cualquier enfermo que le llegue de su comprometida o grave situación, venga de donde venga, y sólo por el hecho de ser enfermo. El médico militar, tiene muy aprendido, y asumido, que el médico que no sabe cuidar o paliar tampoco sabe curar.

Juan Llor Baños

Medicina Interna

11.XII.2022


jueves, 8 de diciembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (X)

En un mundo en donde la calidad de vida tiene tanto predicado, es lógico que cuando esa calidad de vida en el paciente está sentenciada en su declive irreversible se la deba proteger, al menos, con la misma profesionalidad del médico, pero esta vez dirigida a cuidar y paliar. El médico que no sabe cuidar o paliar, a ciencia cierta, tampoco sabe curar.

El Prof Gonzalo Herranz, lo explica: 

“Cuando los indicadores objetivos sentencian en un momento que el desajuste orgánico es ya irreversible, que se ha iniciado la fase terminal, sin vuelta atrás, de la enfermedad, hay que abandonar la idea de curar, para emplearse en el oficio, muy exigente de ciencia, de competencia y de humanidad, de cuidar, de paliar. El acto de reconocer que ya no hay recursos curativos de los que se pueda echar mano puede ser duro, pero es una manifestación neta y profunda de humanidad, un juicio justo, una acción ética elevada, veraz y que está llena de solicitud. Puede ser una coyuntura muy difícil de aceptar por el paciente y su familia, que pone a prueba su confianza en médicos y enfermeras. Es lógico que el paciente sienta la necesidad de contar con una segunda opinión. Y nunca deben ponérsele trabas a que llame a un colega competente.

La gente va entendiendo cada vez mejor que su confianza en quienes le atienden ya no se puede basar principalmente en que médicos y enfermeras les complazcan con su simpatía campechana e indulgente. Tienden a confiar más bien en su objetividad científica, en la fiabilidad de sus conocimientos, en su competencia técnica, en su familiaridad con los métodos de diagnóstico y tratamiento aceptados. Y también en su templada renuncia a lo inútil, y, llegado el caso, en su dominio de los cuidados paliativos.

La atención paliativa, es vacuna contra la eutanasia. La atención paliativa presta un servicio impagable a las profesiones sanitarias: las protege del peligro de caer en la dinámica destructora de la eutanasia.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999. 


lunes, 28 de noviembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (IX)

Cada enfermo pone a prueba la calidad profesional del médico y de la enfermera. Ese nivel de profesionalidad se evidencia de forma especialmente nítida en la actuación frente al enfermo terminal. El criterio de ese nivel de calidad no es algo confuso, está bien definido. 

Así lo expresa el Prof Herranz:

“… Para no perder su orientación ética, su sentido del relieve y la profundidad, en todo el curso de su relación con el enfermo terminal, el médico y la enfermera han ver a su paciente con una visión binocular. Han de mantener despierta la conciencia hacia el hecho fundamental de que están delante de un ser humano: de que su relación con el enfermo es una relación de una persona con otra persona. Y las aspiraciones, deseos y convicciones de ella han de ser tenidos en cuenta y cumplidos en la medida de lo razonable. Esa relación personal ha de extenderse también a los allegados del enfermo. Eso han de verlo, médicos y enfermeras, con su retina sensible a lo humano y personal de su paciente.

Pero, al mismo tiempo, han de atender médicos y enfermeras a las necesidades y límites de la precaria biología del paciente terminal, de la vida que se va apagando. Con su ojo científico, han de ver debajo de la piel del paciente terminal una entidad biológica gravemente trastornada. El paciente nunca puede ser reducido nunca a un mero conjunto de órganos desconcertados, nunca es un mero sistema fisiopatológico caótico y arruinado. Pero es eso y es, a la vez, un ser humano.

La visión binocular de médicos y enfermeras ha de integrar, superponer, la imagen de ese sistema biológico, lesionado más allá de toda posibilidad de arreglo, con la de ese ser humano al que no se puede abandonar, al que hay que respetar y cuidar hasta el final.

Ahí está la grandeza y el riesgo de la atención paliativa. Ver simultáneamente al hombre, para seguir delante de él, y ver simultáneamente una biología que naufraga, para abstenerse de tomar medidas inútiles.

Siempre médicos y enfermeras necesitan de esa doble visión, pues lo exige su doble condición de cuidadores del hombre enfermo y de cultivadores de la ciencia natural. La evaluación clínica de los parámetros bioquímicos, el seguimiento de las constantes funcionales, simbolizan ese elemento objetivo en la relación médico/enfermo, que, por su propia naturaleza, exige el máximo desasimiento posible de todo vínculo emocional o afectivo. No se puede ser un buen profesional sanitario si, en ese momento científico, objetivizante, no se dejara a un lado la compasión y la empatía, para poder calcular con objetividad y ecuánimemente cuáles han de ser los términos apropiados en que se ha de intervenir”. Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.

jueves, 24 de noviembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (VIII)

El enfermo en situación terminal precisa que se le valore y se tomen decisiones que huyan de extremos: tanto de la obstinación terapéutica, como del abandono. Es incuestionable que, en ese estado, la respuesta acertada que merece el paciente la encauzará la Medicina Paliativa.

El Prof Gonzalo Herranz clarifica la cuestión:    

“Todos nosotros necesitamos revisar con frecuencia cuál es nuestra actitud ante el principio ético de no discriminar…. 

Mi experiencia personal es que son muchos los estudiantes (de Medicina) que han de cambiar su modo demasiado sensorial, por no decir que sentimental, de ver a sus enfermos. Han de convencerse de que la paciente anciana es, como ser humano, tan digno y amable como la niña. Los enfermos que están consumiendo los últimos días de su existencia, y los incapacitados por la senilidad y la demencia, merecen el mismo cuidado y atención que los que están iniciando sus vidas en la incapacidad de la primera infancia.

En cuanto a lo finito de las intervenciones agresivas y el lugar de los cuidados paliativos, es esencial que médicos y enfermeras acertemos a reconocer los límites prácticos y éticos de nuestro poder. No nos basta saber que, de hecho, nuestras técnicas no lo pueden todo, tienen un límite físico. Hemos de tener presente también que hay límites éticos que no debemos sobrepasar, porque nuestras acciones serían, además de inútiles, dañosas.

Dos cosas nos son necesarias para esto: la primera, es tener una idea precisa de que, a pesar de su agresividad y eficacia, llega un momento en que los recursos disponibles se hacen inoperantes, porque, inevitablemente, son finitos; la segunda, comprender que ni la obstinación terapéutica ni el abandono del paciente son respuestas éticas a la situación terminal: sí lo es, en cambio, la atención paliativa.

Se está trabajando ahora activamente en definir, en protocolos clínicos y en términos éticos, la noción de inutilidad médica, de futilidad, valga el americanismo. Hay una inutilidad diagnóstica, lo mismo que hay una inutilidad terapéutica. Es posible, por tanto, un ensañamiento diagnóstico, lo mismo que un ensañamiento terapéutico.

La frontera entre la recta conducta paliativa y el error del celo excesivo no está clara en muchas situaciones clínicas. Tampoco conocemos exactamente el rendimiento de muchas intervenciones nuevas. Siempre habrá una franja más o menos ancha de incertidumbre, en la que será necesario decidir. En la indeterminación, podemos inclinarnos por ofrecer al paciente el beneficio de la duda”. Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999. 


martes, 15 de noviembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (VII)

El paciente siempre espera del médico la acción paliativa, especialmente cuando no hay posibilidad curativa. Hoy en día, la actuación médica paliativa viene acompañada de los suficientes conocimientos científicos que demuestran sobradamente su eficacia. Sin la Medicina Paliativa es fácil que aceche la eutanasia con su acreditada propuesta de eliminación.     

Dejemos paso al Profesor Gonzalo Herranz:

“Alguien ha señalado que la expresión paliativo, al lado de su significado común: los remedios que se aplican a las enfermedades incurables para mitigar su violencia y refrenar su rapidez, tenía un uso antiguo y felizmente abandonado, que significaba lo que debía ocultarse, disimularse, como cuando se lleva una capa, un pallium.

Hoy, la noción de paliación exige una sinceridad franca. La humanidad y, más concretamente, los derechos humanos han alcanzado madurez suficiente para que la debilidad no tenga que ocultarse como algo indigno, sino reconocerse públicamente, por todos, como parte y herencia de la humanidad. 

Y eso que, extrañamente, pasa en la esfera de lo intelectual y ético en la aceptación del pluralismo y la extravagancia, falla de modo muy triste en lo biológico y sanitario. 

La debilidad está mal vista. Ocultar y negar la flaqueza es algo muy actual, impuesto por la mentalidad hedonista, intolerante al sufrimiento y a la minusvalía, por las filosofías evolucionistas de la supervivencia del mejor dotado, por la praxis de la lucha competitiva por el poder. Esas ideologías llevan dentro el germen del desprecio del débil. 

Crece el número de ciudadanos para los que la eutanasia es una conducta coherente ante el número creciente de ancianos decrépitos, de enfermos irrecuperables o desahuciados, muchos de ellos víctimas paradójicas del progreso médico, consumidores ávidos de los recursos finitos destinados a la atención de salud. Estamos a poca distancia ya de hacer oficial la ética nietzscheana: el cuidado y la compasión por el débil y por quien es poca cosa son propios de una moral de esclavos, de una humanidad decadente y empobrecida en sus instintos. Se impone la ética de la voluntad, de la fuerza, del poder.

Y, sin embargo, la tradición ética de la Medicina nos dice que el respeto médico por el paciente ha de ser proporcionado a la debilidad de éste: el paciente terminal tiene un derecho privilegiado a la atención del médico, a su tiempo, a su capacidad, a sus habilidades, pues hay una obligación de atender a cada uno tal como es, sin discriminarle por ser como es. Así lo afirma en uno de sus informes el Comité Nacional Consultivo para las Ciencias de la Vida y de la Salud, de la república francesa: “Ellos (se refiere a los pacientes en estado vegetativo persistente sobre los que el Dr. Milhaud había realizado experimentos arriesgados) son seres humanos, que tienen tanto más derecho al respeto debido a la persona humana cuanta es la fragilidad del estado en que se encuentran”. Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999. 

lunes, 14 de noviembre de 2022

El enfermo alcohólico es incompatible con la eutanasia

Son muchas la razones por la que, de forma natural, al igual que en el resto de las enfermedades, la eutanasia está proscrita en toda labor ética del médico, pero con la enfermedad por alcoholismo esa verdad se hace especialmente patente.

Si algo caracteriza al enfermo alcohólico es su firme decisión de mantenerse en la adicción de la que tanto beneficio personal cree obtener. Llega a no poder concebir su vida sin el alcohol, que ha pasado de simple acompañante a ser la razón de su existencia. La satisfacción que le depara el alcohol es ya para él un requisito vivencial al que se entrega sin contemplación. Al enfermo alcohólico le son extraños los razonamientos que le pretendan disuadir de la bebida, por mucho que se revistan de persuasivos.  

Ciertamente, el paciente alcohólico pasa por momentos especialmente difíciles en su enfermedad. Uno de esos momentos son los episodios en los que desea, o intenta, el suicido. Pero si lo analizamos con más detalle ese hecho, se comprueba que suele coincidir con haberse desencadenado en él una vivencia especialmente intensa de soledad existencial, junto a una fuerte impotencia para superarla. Una alternativa válida que se le presenta es la de aferrarse todavía con más fuerza a la bebida. Se genera así un funesto círculo vicioso del que es prácticamente imposible salir por sí sólo. En definitiva, dicho enfermo no encuentra ni desea otra compañía que el alcohol, que, a su vez, le precipita con más intensidad en su abismo de soledad. Hay que aclarar, a todo esto, que la vivencia de soledad existencial es una soledad especialmente angustiosa, y muy distinta a cualquier experiencia de soledad física. 

Es cierto que subjetivamente para este enfermo el alcohol ha logrado que aminoren, o incluso se esfumen, gran parte de los problemas que el mismo se ha creado, pero el precio que paga es muy alto: caer en una dependencia que le esclaviza y le cercena los recursos para superarla, haciéndole naufragar sin rumbo. Todo ello sin contar, además, que el enfermo alcohólico tiene potenciada la generación de sesenta enfermedades distintas. 

Pero, en el momento álgido de la enfermedad, cuando en el paciente alcohólico se agudiza su soledad existencial, es cuando precisamente el médico, con la ayuda de allegados, familia, amigos etc., puede mostrar una especial eficacia de tratamiento. Sólo el hecho que le presta la cercanía de la asistencia médica provoca una notable acción reparadora en dicho enfermo.

Entonces, ¿en qué le puede servir al enfermo alcohólico un planteamiento u ofrecimiento de eutanasia? Absolutamente de nada, igual que al resto de los enfermos de cualquier etiología. Pero en el caso de los pacientes con dependencia alcohólica se hace más patente el carácter engañoso de la acción eutanásica, ya que estando esclavizados por el alcohol quieren seguir dependiendo de él y, además, su vivencia de soledad también la tienen cubierta con la bebida. 

Prácticamente, lo único que se demuestra eficaz en esos enfermos alcoholizados, que viven habitualmente en una situación de riesgo terminal, es que experimenten una cercanía que realmente les rescate de su soledad existencial a través de una profesional asistencia médica y familiar al unísono. 

El enfermo alcohólico es, sin duda, ejemplar en rechazar con claridad, y poner en claro la falsedad, de la mortífera pseudo compasión eutanásica. Llegado el caso, el enfermo alcohólico no dudará en acogerse a la eficacia profesional de unos Cuidados Paliativos.

Juan Llor Baños

Medicina Interna


jueves, 10 de noviembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (VI)

¿Quién reconocería la labor del médico y de la enfermera si sólo fueran meros expertos en la gestión de los niveles calidad de vida de los enfermos? ¿si sus conocimientos profesionales sirvieran sólo para seleccionar o descartar, según una escala de puntuación, quién es “digno” de merecer atención médica plena?

El Prof Herranz contesta:     

“Ser débil era en la tradición deontológica cristiana título suficiente para hacerse acreedor de respeto y protección. Hoy, para gentes de mentalidad libertaria e individualista, la debilidad es estigma que marca para la marginación. La Medicina corre así el riesgo de convertirse en un instrumento de ingeniería social, en seguimiento de la nueva mentalidad del bienestar y de la alta calidad de vida.

Pero esa es una idea totalmente extraña a la ética de la atención de salud. Como médicos y enfermeras, necesitamos comprender que nuestro primer deber ético, el respeto por el hombre, toma de ordinario una forma peculiar y específica: el nuestro es un respeto a la vida debilitada. En la Medicina paliativa, el respeto a la vida está condicionado de forma casi constante por la presencia de la vulnerabilidad esencial, por la fragilidad extrema del hombre, por el reconocimiento de lo inevitable y próximo de la muerte.

No tenemos que vérnoslas con sanos y fuertes, sino con enfermos y débiles, con seres humanos que viven la crisis de estar perdiendo su vigor físico, sus facultades mentales, su vida. El respeto ético de médicos y enfermeras que administran cuidados paliativos es respeto a la vida doliente, declinante; su trabajo consiste en cuidar de gentes en el grado extremo de debilidad.

“Res sacra miser” (el débil es cosa sagrada). Es esta una expresión que describe de modo magnífico la especial situación de la humanidad del enfermo en el campo de tensiones de la enfermedad terminal. Traduce de maravilla la coexistencia de lo sagrado y dignísimo de toda vida humana, con la miseria, a veces extrema, causada por la enfermedad. Cuando al enfermo se le considera a esta luz, como algo a la vez digno y miserable, podemos reconocer su condición a la vez inviolable y necesitada. Este es, en mi opinión, el fundamento ético de los cuidados paliativos.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999. 

jueves, 3 de noviembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (V)

Es muy conveniente tener habitualmente presente la razón nuclear por la que se ejerce la medicina o la enfermería: es esencialmente un servicio orientado a las necesidades genuinas de los pacientes y, por lo tanto, diametralmente alejado de todo servilismo infiltrado de tiranía autonómica que doblega el servicio médico auténtico en una actividad mercenaria. 

Las palabras del Prof Gonzalo Herranz clarifican la cuestión:     

Consideremos los fundamentos éticos de la atención paliativa. La Atención paliativa se apoya, a mi modo de ver, sobre dos pilares básicos de la Ética médica. Uno es el respeto ético de la debilidad, que debe ser aceptada y protegida como parte del existir humano. El otro es el carácter limitado, finito de las intervenciones médicas agresivas, que han de dejar paso a los cuidados paliativos como respuesta sabia y compasiva a la enfermedad terminal. Merece la pena considerarlos en detalle.

Veamos el respeto y protección de la debilidad. La vocación de médicos y enfermeras es una vocación de servicio. Son vocaciones que sirven al hombre, de acuerdo con un entendimiento profundo de la dignidad del paciente y del valor de la salud y de la vida humana. Ese servicio trata primariamente de satisfacer las necesidades genuinas del paciente. Nunca pueden dedicarse a complacer servilmente sus caprichos.

Es crucial el diálogo con el paciente para concertar, mediante la gestión ética y humanizante del consentimiento, su legítimo control sobre los tratamientos, conformes siempre con las exigencias de la ciencia y de la ética profesional. Si en la relación médico/paciente o médico/enfermera se infiltrara el servilismo, en forma de tiranía autonómica, Medicina y Enfermería se convertirían actividades mercenarias.

Los profesionales de la salud no son esclavos del paciente, tampoco son sus dueños. Su papel es juzgar sobre el valor de los medios de que disponen, no del valor de las vidas que les son confiadas. Y, sin embargo, algunos médicos y enfermeras consideran que hay vidas tan carentes de calidad y dignidad, que las tienen por no merecedoras de atención médica ni de consuelo humano. Tal actitud supone, además de una subversión total de la tradición ética de las profesiones sanitarias y de toda la cultura occidental, una apostasía del futuro.

La razón es patente: uno de los elementos más fecundos y positivos, tanto del progreso de la Medicina como del de la sociedad, ha consistido en comprender que los débiles son importantes. De esa idea nació precisamente la civilización y también la Medicina. Pero, a punto de llegar al tercer milenio, el respeto y el servicio a los débiles siguen encontrando resistencia en el interior de cada uno de nosotros y en el seno de la sociedad. Hoy, el rechazo de la debilidad se está aceptando y ejerciendo a una escala sin precedentes”. Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.

jueves, 27 de octubre de 2022

La eutanasia no es un acto médico

El acto médico es el que realiza el facultativo al paciente que se le confía con la finalidad de establecer un diagnóstico y procurar el tratamiento adecuado, previa realización de la perceptiva anamnesis y exploración.

Evidentemente, para que un acto médico pueda ser considerado como tal necesita que se lleve a cabo con unas ciertas condiciones básicas. Es decir, un esmerado respeto al paciente, y que dicho acto esté claramente orientado a procurar restablecer la salud, y cuando ésta no sea posible se proponga establecer los cuidados adecuados que precise el paciente.

Por lo tanto, no existe realmente un acto médico cuando es incorrecto o deficiente el estudio que se realiza sobre el paciente, y si las indicaciones médicas no están esencialmente orientadas a respetar la vida. 

El acto eutanásico no alcanza a cumplir las condiciones del acto médico. Muy al contrario, el médico que practica la eutanasia cae en un empobrecimiento de los valores científicos que proporciona la medicina, reduciéndolos a un simple gesto técnico fácil y rutinario, y cuyo fin esencial es eliminar una vida.

Además, el que se presta a ejercer la eutanasia anula, de raíz, la garantía a la que todo paciente tiene derecho: no ser nunca contemplado, ni siquiera por falsa compasión, según criterios de utilidad, bien sea a nivel personal, familiar o social. La “filosofía de la utilidad”, junto con la pesudo compasión, hace relativamente menos de ocho décadas fue causa de millones de muertes en Europa (sólo en el campo de concentración de Auschwitz fueron exterminadas 1,1 millones de personas).

Los actos eutanásicos dejan siempre secuelas. Está comprobado que esos actos provocan en el medio hospitalario un ambiente enrarecido y éticamente muy nocivo, al hacer sospechar que para la medicina curar o matar son dos aspectos legítimos de la misma actividad profesional médica. Nada más falso.

Por si fuera poco, es bien conocido que los actos eutanásicos son fuente directa de cuatro vías de inexorable corrupción: la criptanasia (realización encubierta, clandestina, de la eutanasia, por terceras personas); la eutanasia fomentada por factores socioeconómicos (es el caso de los dementes y ancianos en poblaciones con desequilibrio demográfico); la eutanasia por delegación (la ordenada por el familiar más próximo); y la eutanasia discriminatoria (para minorías rechazadas por la sociedad mayoritaria).

Es evidente, por lo tanto, que los actos eutanásicos carecen de la dignidad de los actos propiamente médicos, por mucho que se les quieran vestir de compasión, pues en el fondo encubren una amarga realidad: la fría voluntad de poner fin a una vida esgrimiendo criterios de utilidad y falsa compasión, que se ponen en evidencia al comprobar que esos inductores de eutanasia rechazan e imposibilitan, de hecho, que el enfermo tenga cauce alternativo a través de la eficaz y profesional actuación de los Cuidados Paliativos.

No sin razón la eutanasia lleva proscrita de la Medicina desde hace dos mil quinientos años, con prohibición deontológica expresa y ratificada en muy numerosas ocasiones, desde hace muchas décadas, por la Asociación Médica Mundial (AMM), la última recientemente, hace escasas semanas.

Juan Llor Baños

Medicina Interna


viernes, 21 de octubre de 2022

Atrocidad trans: ¿Qué clase de médico amputa los senos a una niña de 12 años?


Actuar al margen de la Ética Médica y de la Deontología Médica Internacional, avalada recientemente y de forma reiterada por la Asociación Médica Mundial (AMM), no sólo lleva al aborto (fomentado por la OMS) y la eutanasia, sino a todo tipo de execrables aberraciones que profanan la profesión médica. Basta atender la aterradora estadística que se acaba de publicar en JAMA Pediatrics.

(Ref. Michael Cook, 19 de octubre de 2022, en Mercatornet) (Resumen)

-Cuanto más profundizas en los oscuros laberintos de la medicina transgénero adolescente, más te convences de que los médicos que operan a las jóvenes son delincuentes, están locos o ambas cosas.

-¿Cómo puede una persona decente leer las estadísticas desnudas de un artículo reciente en una de las principales revistas de pediatría del mundo sin sentir rabia?

-A mediados de octubre 2022, apareció en JAMA Pediatrics un breve informe de cuatro médicos de la Universidad de Vanderbilt, "Reconstrucción torácica que afirma el género entre adolescentes transgénero y de género diverso en USA. De 2016 a 2019". Es "la investigación más grande hasta la fecha de reconstrucción torácica de afirmación de género en una población pediátrica" hasta la fecha.

-Los investigadores encontraron que la incidencia de la cirugía de "reconstrucción torácica de afirmación de género" para niños menores de 18 años, mejor conocida como mastectomía doble o "trabajos superiores", aumentó en un 389 por ciento entre 2016 y 2019.

-Se estima que se realizaron 1.130 “trabajos de alto nivel” durante esos cuatro años en niñas de hasta 12 años ¿Qué tipo de médico amputa los senos sanos de una niña de 12 años?

-La amputación sin terapia hormonal no tiene sentido ni siquiera en el universo de medicina transgénero de Alicia en el país de las maravillas. Es pura mutilación. Es peor que prescribir una liposucción a un niño de 12 años que padece anorexia nerviosa. O la amputación de extremidades o la amputación de la médula espinal para las personas que padecen el Trastorno de Identidad de la Integridad Corporal . ¿Dónde están los estudios que muestran que los “mejores trabajos” por sí solos resolverán la disforia de género de las niñas?

-Además, más de un tercio de las niñas habían sido diagnosticadas con ansiedad o depresión ¿Qué tipo de cirujano amputa los senos de una adolescente con una enfermedad mental?

-Los datos de este estudio ya tienen casi tres años. ¿Cuántas niñas más serán mutiladas de por vida por cirujanos sociópatas antes de que los estadounidenses se den cuenta de esta grotesca violación de los derechos humanos?


domingo, 16 de octubre de 2022

Actualidad del Juramento Hipocrático

Considerando este 18 de octubre la celebración del patrono de los médicos, San Lucas, es seguro que el propio San Lucas como médico conoció, ratificó e hizo suyo el Juramento hipocrático que había sido promulgado 500 años antes.   

Gracias al Juramento hipocrático todo paciente, cuando requiere el servicio médico, está protegido desde hace dos mil quinientos años. El Juramento hipocrático lejos de haber caducado tiene todo su vigor actual refrendando en numerosas ocasiones por la Asociación Médica Mundial (AMM). La última actualización es de hace escasas semanas en Berlín. Además, dicho Código Ético Médico Internacional tiene como característica básica el ser guía de toda actuación médica sin límites de raza y ni de religión. 

Desgraciadamente la Organización Mundial de la Salud (OMS) está actualmente al margen, y es ajena, a la actuación médica que guía el Código de Ética Médica Internacional. La actuación de la OMS se puede calificar de impropia, al subscribir y fomentar oficialmente, desde hace tiempo, aspectos incompatibles con dicho Código Médico Internacional, como son los atentados contra la vida humana del aborto y la actual promoción de la duda sobre la objeción de conciencia del médico.  

El médico en su ejercicio profesional tiene que garantizar al paciente que será tratado éticamente. Concretamente, el médico, según el Código Médico Internacional, se obliga frente al paciente en: 

-Pedir la ayuda necesaria a otros colegas para resolver las dudas de actuación.

-Procurará un conocimiento actualizado y permanente de la ciencia médica. 

-Que le alertará, basados en conocimientos científicos, lo que pueda comprometer su salud.

-Que la atención médica se prestará orientada a favorecer la vida y sus cuidados. 

-Que asumirá, como médico, ser un referente y ejemplo de coherencia especialmente en el cuidado de la salud.

-Que no practicará el ejercicio de la medicina sin conocimiento especializado.

-Que su actuación frente al paciente será siempre respetuosa y esmerada.

-Que guardará celosamente el secreto profesional en su relación con el paciente, que sólo puede levantarse en casos excepcionales, y de forma restrictiva, para salvaguardar otras obligaciones éticas primordiales.

Toda esa garantía ética tiene la relación del médico con paciente desde hace dos mil quinientos años, refrendada internacionalmente hasta el momento actual. Conviene tenerla muy en cuenta hoy en día.

Juan Llor Baños

Medicina Interna

octubre 2022


viernes, 7 de octubre de 2022

El respeto ético a la debilidad (IV)

El empuje que en Medicina viene teniendo los Cuidados Paliativos hace que hayan ganado un lugar propio e imprescindible tanto en los estudios de la carrera de Medicina, como en la de especialidades. Sin la ciencia de los Cuidados Paliativos no está concluida, hoy en día, la licenciatura en Medicina, e igualmente, su ausencia supone un serio déficit en la calidad de los estudios de especialidades.

El Prof Gonzalo Herranz, lo explica con claridad:  

“…La conducta de los profesionales de la salud ante el enfermo terminal viene definida por el deber de atenderle con solicitud, de no discriminarle. No podrán provocarle la muerte, pero deberán abstenerse de tratarle agresivamente con terapias inútiles. Nunca menospreciarán la vida de sus enfermos, pero aprenderán a respetar la vida aceptando lo ineluctable del morir y de la muerte.

Hay, por tanto, deberes profesionales positivos: aliviar el sufrimiento físico y moral, mantener en lo posible la calidad de la vida que declina, ser guardianes de la dignidad de todo ser humano y del respeto que se le debe, procurar que la atención paliativa no quede marginada de los avances científicos que provienen de la experimentación biomédica.

Y hay también deberes profesionales negativos: quedan taxativamente prohibidas la eutanasia y los gestos terapéuticos encarnizados, carentes de razonabilidad y buen juicio, que buscan una curación ya imposible. Estas son las ideas básicas de la deontología paliativa, sobre las que médicos y enfermeras deberíamos reflexionar con frecuencia.

De esa reflexión podemos extraer una larga lista de puntos de examen

El que yo colocaría en primer lugar es el deber de mejorar, mediante proyectos de investigación bien diseñados e interdisciplinares la calidad de los cuidados paliativos. Son precisamente la compasión por los pacientes y la apertura a la totalidad del hombre (el individuo entero, la familia, la comunidad) lo que crea un dilatado panorama a la investigación y, en consecuencia, al servicio profesional. Por referirse los cuidados paliativos, directa o indirectamente, a sujetos vulnerables, ha de concederse el relieve necesario al análisis ético de los proyectos de esta área tan importante de la investigación biomédica.

Pero también hay que responsabilizarse de evaluar constantemente la calidad de los cuidados que se administran; de estratificar la atención a los enfermos incurables en medidas paliativas y terminales; de extender el beneficio de la atención paliativa a todos los posibles candidatos a recibirla, esto es, a los muchos incurables que sufren enfermedades largas y dolorosas; de optimizar la relación costes/beneficio de los cuidados paliativos de desarrollar métodos formales e informales de enseñar la ciencia y el arte general de los cuidados paliativos, ya en el curso de los estudios de la licenciatura; de implantar la Medicina y la Enfermería paliativas como especialidades genuinas y reconocidas.

Hoy pocos ponen en duda la utilidad y la eficiencia de la Atención paliativa. Pero no faltan quienes ofrecen la eutanasia como la solución más eficiente, rápida, económica y racional, y acusan cínicamente a la atención paliativa de su bajo rendimiento terapéutico, cuando las cosas se miden con el metro biológico de las tasas de curación o de los años de supervivencia. No merece la pena refutar ese sinsentido.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999. 


martes, 4 de octubre de 2022

El respeto ético a la debilidad (III)

No hace falta añadir a las afirmaciones del Prof Gonzalo Herranz más comentarios de cara a considerar la importancia que supone la específica debilidad del enfermo: es la que da origen a la Medicina. Sin ella no habría, propiamente, Medicina.    

“Muchas veces me he preguntado: ¿cómo empezó la medicina? Los historiadores y entendidos me hablan de antropología, arqueología, chamanes y magos. Pero a mí me parece que la respuesta, más que histórica, ha de ser una respuesta sociológica, existencial. La amenaza a la humanidad del enfermo, que es la enfermedad, despierta en el sano la responsabilidad particular de asistirle con todos los medios disponibles, para restituirle a su plenitud humana, o, al menos, para aliviar en la medida de lo alcanzable las consecuencias de aquella amenaza. El titular de esa responsabilidad y de ese servicio, el que actúa en representación y por encargo de los hombres, es el médico y, con él, todo el personal de salud. Eso constituye la particular dignidad de las profesiones sanitarias. Su objeto no es sólo tratar enfermedades y síntomas, a los que se alivia mediante intervenciones técnicas, de base científica. Es también, y por encima, una respuesta personal a la crisis personal por la que pasa el hombre enfermo. En esto se fundamenta toda la ética profesional médica.

¿Qué dice la ética profesional de la atención paliativa? He revisado recientemente que dicen sobre el tema los códigos de ética y deontología de 40 países de los continentes europeo y americano. La conclusión fue esta: bajo una abigarrada variedad de modos de decir, se encuentra una profunda unidad, una tradición común: al lado de la condena de la eutanasia y del suicidio asistido por el médico, hay una recomendación encarecida para que se usen los cuidados paliativos.

El enfermo terminal es, para la deontología del médico y la enfermera, por debilitado que esté, un paciente más, que no queda excluido de las obligaciones generales que, sin discriminación, prestan los profesionales de la salud a sus enfermos.

La Asociación Médica Mundial en su Declaración de Venecia sobre la enfermedad terminal habla así de la atención paliativa: “que es deber del médico curar y aliviar en la medida de lo posible el sufrimiento, teniendo siempre a la vista los intereses de sus pacientes”; “que no admitirá ninguna excepción a este principio, ni siquiera en caso de enfermedad incurable o de malformación”; “que este principio no impide que se apliquen las reglas siguientes: el médico puede aliviar al paciente los sufrimientos de la enfermedad terminal si, con el consentimiento del paciente o, en el caso de no poder expresar su propia voluntad, con el de su familia, suspende el tratamiento curativo, ya inútil”. “Tal suspensión del tratamiento no libera al médico de su deber de asistir al moribundo y de darle los medicamentos necesarios para mitigar la fase terminal de su enfermedad”. Y, finalmente, “El médico se abstendrá de emplear cualquier medio extraordinario que no reportara beneficio alguno al paciente”. Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999. 


miércoles, 28 de septiembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (II)

Afrontamos a continuación el valor clínico que se le debe dar al enfermo. Un valor que va más allá de la consideración científica a resolver mediante sofisticados y cada vez más precisos protocolos. Si nos quedásemos ahí, en un mero ajuste biológico y celular, no actuaríamos tampoco con la eficacia profesional médica que cabe prestar a la persona enferma.   

Así lo refiere el Prof Herraz:

“…Sucede que las profesiones sanitarias, la medicina y la enfermería, sobre todo, están llamadas vocacionalmente a servir y a ayudar a los enfermos y débiles.

Lo propio de las verdaderas profesiones y, en particular de las que cuidan de la salud de los hombres, no es poseer una ciencia compleja y que cuesta muchos años dominar. Consiste, más bien, en usar ese conocimiento experto para el bien de otros que están en situaciones particularmente vulnerables. Los auténticos profesionales no tratamos con cosas, con elementos parciales, fragmentarios, de la existencia de los hombres, sino con su salud y su vida entera. Los enfermos se ponen en nuestras manos, ellos enteros, cuerpo y alma, no simplemente sus cosas.

El enfermo, todo enfermo, se ve así forzado a confiar en nosotros. Nos sería muy fácil explotar la debilidad del enfermo, o dejarnos llevar de otros intereses que no fueran el interés del enfermo. Pero la ética profesional nos recuerda constantemente que ante el enfermo debilitado estamos particularmente obligados por un compromiso de lealtad y respeto.

El paciente terminal es un acertijo para médicos y enfermeras. Delante del enfermo terminal hemos que resolver un enigma: el de descubrir y reconocer en él toda la dignidad de un ser humano. 

La enfermedad terminal tiende a eclipsar la dignidad: la oculta e incluso la destruye. Si, en cierto modo, la salud nos da la capacidad de alcanzar una cierta plenitud humana, estar enfermo limita, de modos y en grados diferentes, la capacidad de desarrollar el proyecto de hombre que cada uno de nosotros acaricia. 

Una enfermedad seria, incapacitante, dolorosa, que merma nuestra humanidad, y mucho más la enfermedad terminal, no consiste sólo en trastornos biológicos, moleculares o celulares. Ni es tampoco un recorrido vivencial de etapas que van marcando las reacciones del enfermo ante la muerte ineluctable. Por encima de todo eso, la situación terminal constituye una amenaza a la integridad personal, que pone a prueba al enfermo en cuanto hombre.

Médicos y enfermeras no deberíamos olvidarlo al estar con nuestros enfermos. Nuestra asistencia no se puede reducir a una simple operación técnico-científica. Incluye siempre una dimensión interpersonal. No puede limitarse a aplicar un protocolo de cuidados paliativos: a ningún enfermo le podemos servir sólo con ciencia y conocimiento, herramientas y sistemas. 

Los protocolos son utilísimos, una ayuda grande. Pero son también fundamentalmente reduccionistas. Son como un formulario en el que hay que rellenar ciertos espacios en blanco, que se refieren siempre a cosas fácilmente mensurables y que les parecían importantes a los autores del protocolo... Tienen en cuenta algunas variables individuales, pero inducen a tratar a los pacientes como a elementos intercambiables. Los protocolos y sistemas no lo son todo en el servicio que hay que dar a los pacientes. Con su ayuda, hay que ser más competentes en el tratamiento del dolor y de los síntomas. Pero no pueden inhibir la atención humana que los más débiles necesitan: médicos y enfermeras han de comunicar paz y calor humano a sus pacientes, suprimir la soledad y de indefensión con que la enfermedad les amenaza”. Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999


viernes, 23 de septiembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (I)

Durante una serie de envíos vamos a comprobar porqué la auténtica Medicina tiene en la debilidad de todo enfermo la raíz de su actuación. Esa opción es fiel, sólida e inquebrantable. La Medicina sabe que le va en ello su propia existencia. El Prof Gonzalo Herranz lo irá argumentando de forma lúcida.  

Refiere el Prof Herranz:

“El tema de que he de tratar aquí es particularmente relevante. Nos coloca ante una pregunta: ¿qué dice la ética profesional del médico sobre la debilidad del paciente y, concretamente, de la debilidad del paciente terminal? ¿Es la debilidad signo para una particular protección o (una) marca para el abandono y el desprecio?

Es este un tema esencial de la Medicina y, a la vez, un asunto de vibrante actualidad. Es ahí donde la Medicina paliativa se presenta como protectora de humanidad.

La historia sufre vaivenes… Andar basculando entre el respeto y el abandono es asunto que ha estado continuamente presente en la historia de la Medicina y que está presente en el debate interior de muchos médicos y enfermeras.

La debilidad no parece de suyo muy respetable. Siempre se ha dicho en Medicina, delante del enfermo terminal: “ya no hay nada que hacer”. Y, muchas veces, la reacción ante la debilidad toma una de las muchas formas del abandono.

Platón, en la República, resume la actitud de la medicina griega, incluida la hipocrática: “Esculapio enseñó que la medicina era para los de naturaleza saludable pero que estaban sufriendo una enfermedad específica. Él les libraba de su mal y les ordenaba vivir con normalidad. Para aquellos, sin embargo, cuyos cuerpos están siempre en un estado interno enfermizo, ni siquiera les prescribía un régimen que pudiera hacer de su vida una miseria más prolongada. La medicina no era para ellos y no deberían ser tratados aunque fuesen más ricos que Midas”.

Y así siguen pensando hoy mucha gente racionalista y pragmática, los seguidores de cualquier filosofía, antigua o moderna, del poder, la vitalidad: en la costumbre de los antiguos de exponer a los enfermos o débiles, en el disgusto instintivo que todos sentimos en presencia de la vida empobrecida. Nietzsche llevó ese rechazo al extremo. Basado en las exigencias de la razón, el sentimiento, la naturaleza y el instinto, hace de la voluntad fundamental de estar sano el principio fundamental de la naturaleza. La voluntad vital y segura del instinto no mueve al hombre sano a respetar y compadecerse del enfermo y el débil, sino mas bien le empuja al desprecio, incluso a la aniquilación.

El reconocimiento del valor humano de los débiles entra en la humanidad con la tradición judeo-cristiana, sobre todo cristiana, de que todos, fuertes y débiles, somos iguales delante de Dios, de que todos poseemos una idéntica dignidad, intrínseca e inalienable, que se nos da con la misma existencia. Una dignidad que nos viene de ser todos y cada uno, sin distinción y misteriosamente, imago Dei”. En Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999


domingo, 18 de septiembre de 2022

Papa Francisco sobre la eutanasia o el aborto

El Papa, durante la rueda de prensa en el vuelo de regreso a Kazajistán, expresó con claridad qué imagen le sugería a los que proceden a eliminar vidas, ya sea sirviéndose del aborto o de la eutanasia. Dijo: "Matar no es humano. Si tú matas con motivaciones, al final matarás más. Lo de matar lo dejamos a las bestias"    


martes, 13 de septiembre de 2022

Madre Teresa de Calcuta defensora de la auténtica libertad de la mujer embarazada

Santa Teresa de Calcuta, muy buena conocedora en lo qué significa ser mujer, qué significa ser libre a una mujer embarazada y qué libertad intangible subyace en el feto, advierte de cuál es el precio que siempre ¡siempre! se paga al aniquilar esas básicas libertades.
En este inolvidable acto, Santa Teresa de Calcuta revela las gravísimas consecuencias que conlleva menospreciar o ser indiferente a la auténtica libertad de la mujer embarazada y a la indiscutible libertad del feto.



viernes, 9 de septiembre de 2022

El valor de los Comités de Bioética (y IV)



Siguiendo la exposición del Prof Gonzalo Herranz, es evidente que la salud de un Comité de bioética en Medicina depende de su compromiso con la verdad científica, que ciertamente es imposible que surja de una visión reduccionista de la ciencia, razón que explica que haya tantos Comités de bioética cadáveres. El futuro de los Comités depende de su compromiso con la verdad. Sin ese compromiso "hablan" desde el cementerio.

Claramente lo expresa el Prof Herranz

“¿Cuál será el futuro de los Comités?... Los Comités, como toda empresa humana, pueden tener sus fallos y, de hecho, los han tenido y en abundancia. 

Pero es mi impresión que a los científicos, de la variedad cientifista, necesitan que alguien les recuerde, con inteligencia y con obstinación, lo que Max Planck dijo acerca de los límites éticos de la indagación científica: “Alegrarnos ante lo investigable e inclinarnos reverentemente ante lo que no se debe investigar”.

Los científicos de hoy necesitan que alguien les recuerde que la ciencia tiene unos límites éticos, que la ciencia no lo es todo ni, como ellos pretenden, lo explica todo. 

Necesitan que alguien, con mucha sencillez, les recuerde que el cientifismo es una herejía humana que sólo admite la existencia de cosas como las moléculas, genes, mecanismos, técnicas, enfermedades, pero que es ciego a algunos hechos y valores humanos básicos: que el paciente y su enfermedad, su cuerpo y sus órganos son indisociables; que los genes humanos están en las personas, no en los tubos de ensayo o en un vacío existencial que niega lo antropológico, lo personal, lo familiar, lo social y lo ético; que un embrión humano, incluido un embrión humano clonado, no es un mero complejo molecular o un curioso artificio celular, sino un ser humano, con un destino humano, plenamente abierto al futuro y repleto de dignidad humana.

Lo hecho hasta ahora por los Comités de Bioética es, como tantas cosas verdaderamente humanas, una mezcla de aciertos y pifias, de sabiduría y de debilidad, de valientes actos de fe y de astutas concesiones políticas. 

Su futuro es incierto. Pero han de continuar. Siempre tendrá que haber muchas voces que recuerden a la humanidad que, para seguir siendo humana, no le basta la ciencia, sino que necesita la sabiduría, una sabiduría que afirme ante la tentación reduccionista, en palabras de Juan Pablo II en su Encíclica Redemptor hominis “la prioridad de la ética sobre la técnica, el primado de la persona sobre las cosas, la superioridad del espíritu sobre la materia”. Gonzalo Herranz, “La Bioética, asunto público: presente y futuro de los Comités Internacionales y Nacionales de Bioética”, conferencia en el Congreso Internacional de Bioética. Universidad de La Sabana, 1997. 


jueves, 1 de septiembre de 2022

El valor de los Comités de Bioética (III)

Seguimos valorando de manos del Prof Herranz la naturaleza auténtica de los Comités de bioética. Es fundamental que en dichos comités se respire libertad. Libertad expresada en la calidad y consistencia científica con que se elaboran sus argumentos. Sin esa libertad los comités serán comités decorativos o de paja, más conocidos como “comités políticos”.  

El Prof Herranz, así se expresa:

“Aunque no fuera por otra cosa, los Comités de rango nacional e internacional deben existir para ser plataformas en las suenen las voces de hombres de buena voluntad. Nunca debería estar ausente en ellos la voz de la ética cristiana con su formidable fuerza vivificadora. Su exclusión sectaria significaría un empobrecimiento irreparable del valor de esos Comités.

…Un rasgo prácticamente universal es su carácter consultivo, asesor. Se arguye razonablemente que por ser comités de ética no pueden ser instituciones prescriptivas. Puesto que la ética no se puede imponer por la fuerza, los comités nunca podrán constituir un “poder” fáctico. 

Su fuerza está en su autoridad y ascendencia moral, en la objetividad con que los datos son expuestos, la ecuanimidad con que los argumentos son resumidos, y la consistencia y fuerza persuasiva de las conclusiones que propone. 

Los comités nacionales pueden hacer recomendaciones, pero se abstendrán de preparar borradores de nuevas legislaciones. No han de llegar necesariamente a un consenso: eso debe dejarse muchas veces a las negociaciones, pragmáticas e inevitablemente abiertas al compromiso, de los políticos.

Un extremo importante es el que se refiere al régimen de tutela, pues de él depende la mayor o menor autonomía e independencia del comité. Nunca la autoridad que acoge al comité debería someterlo a una situación de dependencia, económica y burocrática, que pudiera limitar la libertad de indagación o la independencia de funcionamiento.

Sobre todo, debe concederse a los comités la libertad de dar a conocer sus estudios, conclusiones y recomendaciones: cuando actúan como conciencia de la sociedad, como abogados de la dignidad y la justicia dentro del terreno que les ha sido asignado, su voz debe ser escuchada por todos, incluidos quienes los han creado. 

…Es rasgo propio de todo comité nacional aspirar a ser un lugar de convergencia de las diferentes tendencias ideológicas que circulan por la sociedad y los diferentes enfoques que, desde las distintas ramas, humanísticas o biomédicas, de la ciencia, ofrecen versiones y soluciones complementarias de los problemas que se estudian. Es decir, por definición, los Comités han de ser ideológicamente pluralistas y científicamente pluridisciplinarios...” Gonzalo Herranz, “La Bioética, asunto público: presente y futuro de los Comités Internacionales y Nacionales de Bioética”, conferencia en el Congreso Internacional de Bioética. Universidad de La Sabana, 1997.


miércoles, 24 de agosto de 2022

El valor de los Comités de Bioética (II)

El carácter esencialmente consultivo de los comités éticos les impide, también, éticamente arrogándose un poder vinculante del que carecen. Sustancialmente, a los comités se les pide que ponderen, deliberen y emitan las posibles soluciones que provengan de un profundo estudio. Como expresó el Prof Herranz, en el envío anterior, esa condición básica de que emitan sus distintas soluciones basadas en un profundo estudio invalida, de raíz, a los “comités decorativos o de paja (políticos)”.

El Prof Gonzalo Herranz:

“La grandeza y la debilidad de los comités de bioética radica justamente en su carácter consultivo… Pero nunca pueden imponer sus decisiones o, de algún modo, imponerlas como vinculantes

…hay cuestiones tan cargadas de tensión moral -cual es el caso, por ejemplo, del estatuto del embrión humano, del aborto, de la reproducción médicamente asistida o de la suspensión de la atención al paciente terminal- para las que no se vislumbra la posibilidad de un futuro de acuerdo y concordia. Es precisamente entonces el momento de que los propios Comités levanten acta del hecho, duro y duradero, de la diversidad ética de la sociedad. No cabría entonces imponer como pacto final una solución que fuera meramente mayoritaria: es obligado entonces aceptar los votos de disenso, respetar las minorías éticas y convivir pacíficamente en el desacuerdo educado, crear las condiciones de respeto a la libertad de cada uno.

El pluralismo cultural, es decir, la convivencia y cooperación, dentro de los comités, de personas de formación académica dispar, de procedencia geográfica y social diversa, de adscripción política, filosófica o religiosa diferente, supone un enriquecimiento irrenunciable. 

Creo que uno de los mayores peligros que acechan a la bioética hoy no es tanto el legítimo pluralismo ético, sino el reduccionismo operativo, la visión unilateral que reduce la realidad a lo abstracto, la visión meramente cientifista como ideología totalitaria, que proclama que la ciencia es la única fuente, fiable y universal, del conocimiento, que la realidad se reduce a la interpretación positiva y objetiva que la ciencia da del mundo y del hombre. Para contrapesar la enorme fuerza atractiva del cientifismo como ideología, se necesitan en los Comités gentes no dominadas por el paradigma tecnológico-manipulativo. Sin ellas, se perdería el componente verdaderamente humano de los conflictos planteados por el progreso, y se caería en el riesgo de reducir al hombre bioético a mera etiqueta diagnóstica, a constelación de genes, o a complejos moleculares…” Gonzalo Herranz, “La Bioética, asunto público: presente y futuro de los Comités Internacionales y Nacionales de Bioética”, conferencia en el Congreso Internacional de Bioética. Universidad de La Sabana, 1997.