jueves, 15 de diciembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (XI)

Mostrarse firmes en los cimientos de la ética médica nos inmuniza de una degradación, sin paliativos, en la propia profesión. No nos conviene perder, a médicos y enfermeras, ni una sola palabra de lo que a continuación nos refiere el Prof Gonzalo Herranz.

“A juzgar por lo que dicen ciertas encuestas sociológicas, hay, entre los profesionales de la salud, un sector, de tamaño indeterminado, que acepta la idea de que está justificado, e incluso de que es virtuoso o moralmente obligado, poner término a ciertas vidas humanas carentes de calidad. Y algunos de ellos están dispuestos a hacerlo, ya colaborando a que el paciente ponga voluntariamente fin a su vida, ya practicándole la eutanasia….

…Creo que conviene, para evaluar por contraste en valor inestimable de la atención paliativa, preguntarnos qué pasa cuando se autoriza legalmente la eutanasia y la ayuda médica al suicidio.

Mi tesis es clara: cualquier legislación tolerante de la eutanasia, por restrictiva que pretenda ser en el papel, provoca un cambio brutal, que afecta a los principios y a la práctica de la atención médica. La perturba profundamente, la degrada en lo ético y la empobrece en lo científico.

La decadencia ética no es difícil de calcular. En la dinámica de la permisividad legal, y en la conciencia del médico, despenalizar la eutanasia empieza por significar que matar sin dolor es una forma excepcional de tratar ciertas enfermedades, que sólo se autoriza para situaciones extremas y muy estrictamente reguladas.

Pero, sin tardanza, de modo inexorable, por efecto del acostumbramiento social, del engolosinamiento de los medios de comunicación, y del activismo pro-eutanasia, la despenalización restrictiva termina por significar que matar por compasión es una alternativa terapéutica aceptada de hecho, con más indicaciones de las que se pensaba en un principio. Y es tan eficaz, que los médicos no pueden moralmente rehusarla. La razón es obvia: la eutanasia -una intervención limpia, rápida, eficiente al cien por ciento, indolora, compasiva, mucho más cómoda, estética y económica que el tratamiento paliativo- se convierte en una tentación invencible para ciertos pacientes y sus allegados.

Despenalizada la eutanasia, lo grave para un número de médicos y enfermeras, es que las virtudes profesionales específicas -la compasión, la prevención del sufrimiento, el sentido de justicia, el deber de no discriminar entre sus pacientes- se vuelven contra ellos, de modo que se ven impulsados por sus propias virtudes profesionales a la aplicar cada vez más esta terapia liberadora: no se puede negar a un paciente el alivio definitivo que, en circunstancias similares, se ha dado a otros; ni es operativo retrasar para más tarde lo ya ahora se presenta como el remedio indicado y eficaz. El concepto de enfermedad terminal se ensanchará más cada vez; las indicaciones de la eutanasia se irán haciendo más extensas y precoces.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.


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