jueves, 31 de diciembre de 2020

DESCRIMINACIÓN POR EDAD Y COVID


   Todo enfermo requiere y tiene derecho, una vez considerada su situación, a que se le tenga en cuenta, de forma diferida, condicionada o inmediata, según el grado de preferencia o urgencia que presente su caso, a una atención facultativa con estudio personalizado que valore su patología, con independencia de sus características de edad y procedencia. No contemplar ese procedimiento, corre el riesgo de que el ejercicio de la medicina que supuestamente se esté prestando no cumpla el mínimo para que sea considerado como tal.  

   Nos parece, en ese sentido, muy significativo el escrito del Dr. Joaquín Baleztena Gurrea que bajo el título "Descriminación por edad y covid 19" fue publicado en el Diario de Navarra, el pasado13 de septiembre del 2020.

   "A raíz de la pandemia SARS-CoV-2 es frecuente que salgan noticias alarmantes sobre residencias de ancianos. En muchas ocasiones, se narran hechos aislados, sesgados o magnificados que se extrapolan a “las residencias” en general transmitiendo una mala imagen de estas.

   Es mucho menos frecuente que aparezcan noticias positivas entre la enorme labor que realizan dichos centros públicos y privados y sus profesionales con nuestros mayores. Hay miles de personas en toda España que trabajan y lo dan todo, incluida la salud física y psicológica, para cuidar a nuestros ancianos.

   En las residencias se concentra la población más vulnerable frente al SARS-CoV-2, es decir, pacientes muy ancianos, muchos con demencia, dependientes y con varias patologías complejas. En gran parte por esto son los lugares donde más defunciones ha habido.

   Dicho lo anterior, bajo ningún concepto puede repetirse lo vivido en primavera, y posiblemente con medidas adecuadas, si el virus golpea de nuevo con fuerza, pueda evitarse.

   Quizá una de las principales es evitar la discriminación por razón de edad (ageismo, edadismo o etaismo) y de lugar donde viven, domicilio o residencia. Cada persona envejece de distinta manera, habiendo nonagenarios con mejor capacidad funcional y expectativa de vida no sólo cuantitativa que otras más jóvenes.

   El estado funcional, cognitivo, de dependencia y expectativa de vida son los criterios a tener en cuenta a la hora de decidir qué tipo e intensidad de tratamiento hay que aplicar y en qué nivel asistencial. Y nadie conoce técnica y humanamente mejor cada situación que el médico que lo ve día a día en la residencia junto al resto del equipo, a los que demasiadas veces se desoye a la hora de tomar decisiones. 

   La edad no debería ser determinante a la hora de decidir si una persona ingresa en un hospital, en una UCI o si se le aplica tratamiento curativo o exclusivamente paliativo. Para tomar decisiones, además de conocer el estado basal de la persona en su día a día, hay que hacer un buen diagnóstico diferencial y los síntomas de covid 19 son poco específicos y más en la población anciana pluripatológica.

   No debería pasarse por alto ninguna patología tratable por estar centrados sólo en la covid y más ahora que viene el otoño con aumento de infecciones respiratorias. Y por último, tras un diagnóstico correcto, se podrá proceder a tratar a estas personas con todos los medios que se tengan disponibles y de los que puedan beneficiarse, valorando el riesgo y beneficio de dichos tratamientos.

   Sólo después de todo lo anterior, cuando se ve que no tiene remedio curativo o que se pueda causar más daño que beneficio a la persona, se debe asumir con naturalidad que la vida tiene su fin y acompañarlos hasta el último momento con los tratamientos paliativos y cuidados de últimos días, siempre en coordinación con la familia procurando habilitar sistemas para que nadie fallezca sin sus seres queridos y con toda la delicadeza y cariño que requiere la situación.

   En resumen, esta epidemia en muchos aspectos ha deshumanizado la medicina y es urgente “rehumanizarla”. No todo es covid y hay que volver a lo más básico: en primer lugar, tener bien clasificados a los pacientes según funcionalidad y expectativas. En segundo lugar, tener en cuenta su situación epidemiológica (si son inmunes o no). En tercer lugar, hacer un buen diagnóstico diferencial antes de tomar decisiones, y finalmente proporcionar las actuaciones curativas y/o de confort adecuadas atendiendo en todo momento todas sus necesidades biológicas, mentales, sociofamiliares, espirituales, funcionales y de cualquier tipo en las que se les pueda ayudar. 

   No perdamos el norte, el objetivo es reducir el número de casos graves y de muertes evitables, procurando no causar más daño que beneficio, y que el pánico no deshumanice la vida de los enfermos, cuidadores y sociedad en general."

domingo, 27 de diciembre de 2020

EL FINAL DE LA VIDA (II)


Es interesante conocer como el Prof. Herranz aborda los siguientes temas: 

-La dignidad del morir y calidad de vida. 

-¿Es la muerte indigna? 

-¿Qué se entiende por calidad de vida?

Es muy frecuente que en la clínica se presente el concepto de “calidad de vida” y se mezcle con la dignidad en la muerte. Son dos realidades que de hecho muchas veces se expresan sin conocimiento pues el enfermo terminal, bien llevado por Cuidados Paliativos, suele tener cubierto el dolor y el disconfort anejo a su situación, y otras tantas veces su estado de conciencia está muy reducido o anulado por la propia enfermedad.

Así da respuesta a estas cuestiones el Prof Herranz:  

Muerte digna, morir con dignidad, es un eslogan muy hábilmente manejado por los activistas de la eutanasia. Pero también es un concepto ético profundo, una aspiración que no se puede dejar de lado. 

La reclamación de un derecho de cada uno a terminar su vida, a determinar el momento y el modo de la propia muerte, es un eslogan que no tiene sentido; es un eslogan publicitario, vacío. Además, la expresión "calidad de vida" (que es un término polisémico), entendida como elemento condicionante del vivir, es una idea irreal y utópica. La vida real transcurre no en la plenitud, sino en la limitación. Saber vivir con limitaciones es…, el destino del hombre. Es la única manera de sobrevivir en las circunstancias reales del hoy y del ahora”. 

Pienso que morir con dignidad es morir limpio, aseado, atendido, con los síntomas de la enfermedad terminal lo mejor tratado posible; morir con el consuelo de los suyos y de su religión, y un cristiano con atención sacramental. De esto último, a mi parecer, se habla demasiado poco. La fuerza de la gracia es fundamental para el paso a la otra Vida... Estamos olvidando siglos de sabiduría cristiana, y dejando de lado el sentido sobrenatural del vivir y del morir... Morir con dignidad es fundamentalmente morir acompañado, recibiendo afecto y consuelo. 

La calidad de vida de un enfermo terminal es un tema que no se ha trabajado lo suficiente. Cuando el pronóstico está bien sentado y es objetivo (en la media en que humanamente se pueda juzgar), es decir, cuando no hay esperanza humana de seguir viviendo, queda todavía un breve tramo final de vida que tiene un valor y unas implicaciones excepcionales.

Conviene saber que, en general, las atenciones que reclaman los pacientes terminales no son ciertamente muy grandes, …menos de las imaginadas. Los pacientes suelen vivir los últimos pocos días u horas bajo la influencia de fármacos paliativos. Su vida, sus exigencias, se van debilitando y tienden a disminuir, porque el deterioro fisiológico y mental los va apagando como un pequeño fuego que se va extinguiendo.

Vivir en esas condiciones precarias, que es como suele hacerlo el ser humano moribundo, es el modo propiamente humano de vivir la vida terminal. De la misma manera que reconocemos que en el ser humano (recién formado), de pocas células, hay un modo precario, aunque lleno de potencia, de iniciar la vida, es necesario reconocer también que hay precariedad en los días finales de la vida (cuando la plenitud, el florecimiento se han marchitado). Ese es un pedazo de la vida tan lleno de humanidad —y de humanidad cualificada- como lo pueda ser cualquier otro.

No hay otra manera de acabar la vida sino así, por lo menos en el caso de la muerte natural por vejez o por una enfermedad crónica que se agrava. Este es el modo habitual de morir.” En “Al Servicio del Enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz”, Ed EUNSA, 2015, pag 126-128.

domingo, 20 de diciembre de 2020

EL FINAL DE LA VIDA (I)


   En este apartado el Prof Herranz aporta argumentos de cuáles pueden ser las líneas directrices que se deben tener en cuenta a la hora de afrontar el final de la vida y la consiguiente ayuda médica que la enfermedad requiere en esos momentos. Ciertamente, se coloca fuera del campo de la ética todo lo que no sea la asistencia médica comprometida hasta el final de la existencia, con el deber de acompañar con solicitud profesional y esmerada atención paliativa al enfermo terminal. 

1) Así se expresa el profesor Herranz, a la hora de afrontar un aspecto importante del dolor: 
   
    “El dolor no sólo es físico... Todos sabemos que el dolor no solamente es dolor físico, sino que de ordinario tiene un eco mental y emocional muy fuerte. El dolor físico no es sólo "algia", sino también sufrimiento. Los psicofármacos y, hasta cierto punto, la psicoterapia pueden reducir el dolor, pero generalmente resultan insuficientes. A veces, el sufrimiento responde, porque es como un eco de humanidad en el que sufre, cuando se ponen remedios humanos, que consisten fundamentalmente en el consuelo y en el acompañamiento. Y esto en Medicina, sobre todo en la Medicina actual, no es fácil. Muchos médicos no han sido educados en ese aspecto, no sabe aplicarse él como fármaco.
 
   Hay pacientes que llevan su sufrimiento con entereza y calladamente; otros que lo expresan de modo muy retórico y dramático, espectacular, hasta el punto de que hacen dudar de que lo que les pasa es algo auténtico. El médico ha de saber evaluar qué es y cuánto es el eco emocional del dolor, conocer los modos en que sus pacientes traducen el dolor en sufrimiento emocional y moral, porque de eso depende en gran medida la conducta que el médico ha de seguir. 

   …(hay) un principio ético básico: que el médico ha de entender al paciente, ha de entenderse con él, oírle y hacerle caso. Si esto se comprendiera y se practicara desaparecería de la relación clínica mucho antagonismo, y disminuirían en número e intensidad los problemas que terminan en los tribunales. Además, se reduciría al silencio el argumento de los movimientos pro-eutanasia fundado en lo insuficiente de los tratamientos médicos. 

2)   En referencia a la actuación asistencial, en las vertientes clásicas de “curar algunas veces”, “aliviar muchas” y “consolar siempre” los argumentos del Prof Herranz indican: 
   
    “Años atrás se afirmaba que las funciones del médico eran curar, aliviar y consolar. Hoy parece que los médicos no tienen tiempo para esta tercera función, y la delegan en los familiares y cuidadores.
 
   El médico no puede decir "el sufrimiento no es cosa mía, es de la familia, es del sacerdote, es de los voluntarios, es de los médicos paliativos". Por desgracia, los médicos no son preparados en los hospitales universitarios para acompañar en el sufrimiento. Pero siempre he sostenido que el acompañamiento al moribundo es parte del oficio del médico, una importante función deontológica. En el Código de la profesión médica alemana hay un capítulo que lleva el significativo título de Sterbebegleitung, acompañamiento a morir. 

   Los modos de consolar, las habilidades de comprender y ayudar al paciente son temas que no están en el plan de estudios de la carrera de Medicina. Lamentablemente, no se evalúan en el curriculum profesional de los médicos. Se atribuye mérito a las publicaciones, pero la capacidad de consolar no se mide en ninguna parte, no ayuda a ascender en la carrera. Ese es un punto oscuro en la Medicina de hoy. Es cierto que se ha avanzado mucho en vencer el dolor como síntoma físico (ya no hay dolor post-operatorio agudo, no hay molestias dolorosas ligadas a las intervenciones ambulatorias, se maneja bastante bien la escala de los analgésicos), pero nos falta todavía un avance serio en comprender y tratar el sufrimiento.” 
En “El Corazón de la Medicina” (libro homenaje), 2013, pag. 123-140

martes, 15 de diciembre de 2020

LOS ENFERMOS ¿SON PERSONAS O COSAS? (y VI)

El respeto ético del médico es un condicionante de toda su actuación profesional. Tenerlo supone ejercer la medicina con la calidad debida. No se puede concebir un ejercicio de la medicina sin apreciar en primera instancia el valor de dignidad que posee la persona del paciente. El enfermo debe ser agasajado y valorado profesionalmente por esa actitud respetuosa del médico que va más allá del mero trato educado. 

El Prof Herranz explica a qué nos referimos con el respeto ético del médico, de forma certera y clara. Tomamos sus orientaciones, esquematizadas de forma sinóptica para hacerlas más didácticas:   

   “¿Qué es, pues, el respeto ético del médico? Yo lo concibo, por encima del trato cortés y educado que nos debemos unos a otros, por encima de la corrección técnica de las buenas prácticas clínicas, como el sistema nervioso del organismo ético. 

1) El respeto ético es, en primer lugar, sensibilidad. La calidad y la abundancia de la vida moral depende de la capacidad de captar los valores éticos. El respeto afina nuestros sentidos y da valor ético al paciente:

    -a su tiempo, que no puede ser menospreciado, como si valiera menos que el del médico; 

   -a sus angustias que no pueden desecharse como si fuera mero sentimentalismo, ruido de fondo irrelevante; 

   -a las cosas que nos dice, que han de ser tomadas en serio; 

   -a sus preferencias que, en la ancha medida de lo aceptable, han de ser aceptadas; 

   -a su cuerpo, que ha de ser tratado con reverencia y pudor.

2) El respeto, además de hacernos sensibles, nos hace inteligentes, pues nos ayuda a seleccionar los datos éticamente significativos, les da importancia y los carga de sentido, para integrarlos en un juicio equilibrado y prudente (supone):

   -la capacidad de analizar, seleccionar e integrar datos depende, en gran medida, del respeto con que ejercemos nuestro oficio profesional, 

   -la disponibilidad a dar siempre que se nos pida una explicación racional y éticamente satisfactoria a las decisiones que proponemos y tomamos. 

3) Por último, el respeto es también ...disponer al médico a poner diligentemente en práctica lo que debe hacer, llena de dignidad el servicio que el médico presta a su paciente. 

   El respeto al paciente es una fuente de muchas y gratas satisfacciones morales, que son el suplemento más estimado de nuestro jornal. Hay un abismo entre ejercer la Medicina en el contexto enriquecedor del respeto a la persona del paciente y el practicarla en el aburrimiento exasperante de pasarse el día remendando cosas. ¿No merecerá la pena dedicar unas pocas horas del currículo de estudios de las Facultades de Medicina a hablar a los estudiantes del inmenso regalo que les ha caído en suerte, pues están destinados a tratar con personas, y no sólo con cosas? Y decirles de propina que por ser las moléculas y las células, los órganos y los sistemas, las funciones y regulaciones que han de conocer y tratar parte y herencia de lo humano, la Medicina no es mera ciencia, sino la más humana de las ciencias." En El Corazón de la Medicina” (libro homenaje), 2013, pag. 229-243. 

lunes, 14 de diciembre de 2020

LOS ENFERMOS ¿SON PERSONAS O COSAS? (V)


   Para poner freno a la tendencia a cosificar al enfermo es necesario fomentar la personalidad del paciente, no tanto en el aspecto coloquial, sino facilitando al enfermo su capacidad de decisión. Ese esfuerzo por capacitar al paciente sus decisiones garantiza y optimiza la adecuada relación médico-paciente. 
   
   Así lo define el Prof Herranz:  "…(Hay que poner de) relieve lo que es la dignidad humana del paciente, su condición de hombre capaz de dialogar personalmente, de tú a tú, con su médico, no en el sentido coloquial del tuteo, sino en el antropológico de sentirse responsable de sí mismo. … La relación entre paciente y médico es bidireccional e igualitaria, en la que uno y otro se intercambian informaciones, se reconocen como personas de mente sana y años adultos, y negocian acuerdos: es decir, se elevan mutuamente a la condición de seres éticamente maduros y responsables, de agentes morales. 

   …el enfermo, en trance de perder su subjetividad, debía luchar constantemente para recobrarla y volver a ser el “sujeto de su enfermedad”, en lugar de resignarse a ser el “objeto del tratamiento”. …los médicos deberían ser mucho más conscientes de ese peligro de despersonalización, de cosificación, que corre el paciente, y que, por ello, deberían ayudarle activamente en sus esfuerzos para reapropiarse de su personalidad amenazada por la enfermedad. 

   Ese es un aspecto más… de la cosificación del individuo, un peligro que encontramos por todas partes. En el campo de las relaciones sociales, se cosifica a gran escala. 

   Los derechos de los pacientes son un antídoto contra ese peligro, un estímulo moral, mucho más que jurídico, que anima al enfermo a ser y a portarse como persona; y al médico a respetar, a pesar de todas las apariencias, la dignidad humana de todos sus pacientes. 

   Sólo respetando a los pacientes como personas, pero, sobre todo, sólo tratándose el médico a sí mismo como una persona con una vocación especial, puede el médico encontrar significado y satisfacción en su trabajo, a veces agotador. 

   El médico es un importante agente (o contra-agente) terapéutico. Su personalidad, está suficientemente demostrado, puede ser tan benéfica, a veces, como las medicinas que administra; otras veces, puede ser tan destructora, o más, que la misma enfermedad". En El Corazón de la Medicina” (libro homenaje), 2013, pag. 229-243. 

domingo, 13 de diciembre de 2020

EL ALCOHOLISMO SOCIALMENTE CONSIDERADO

   Estas breves reflexiones que voy a exponer como médico son fruto del trabajo con cientos de enfermos de alcoholismo, y también por haber asistido a muchos que fallecían, adultos jóvenes, por su patología alcohólica, conscientes de que ya era demasiado tarde para dejar de beber y poder evitar un desenlace que se presumía más o menos próximo.

   Una primera afirmación básica de la que hay que partir y asumir, es que el alcoholismo es una enfermedad, y una enfermedad grave. Tiene la característica de que se va gestando silenciosamente, con inicio casi imperceptible, utilizando, en muchas ocasiones, un pretexto para solucionar un problema o dificultad personal más o menos justificada, tanto en el joven como en el adulto, como puede ser, por ejemplo, querer sobreponerse a una tendencia a la timidez que se quiere solucionar con una ingesta alcohólica pretendida como “normal” (que es muy por encima de lo que es el valor normal). Otras veces, esa ingesta “normal” se desea como ayuda para sobrellevar un fracaso, etc. Ahí el alcohol presta un “gran servicio”, pero también constituye es el inicio de una dependencia que puede llevar a una esclavitud de por vida.

   Ese servirse del alcohol para obtener un cierto beneficio personal, es especialmente dañino en el joven. El adulto tiene, en principio, ciertos recursos para ser más consciente del problema que le genera el alcohol, y así superar algunas situaciones que le abocan a la bebida. Pero el joven, por su lógica inmadurez, está especialmente expuesto y sin apenas recursos para evitar el progresivo avance de la enfermedad alcohólica, y se queda atrapado por ella.

   Está muy demostrado que el joven, en la ingesta de alcohol, está muy influenciado por la conducta que observa en sus padres. Unos padres que no ayuden con su ejemplo a la hora del propio consumo de bebidas alcohólicas, o no expliciten, de forma clara, que la bebida alcohólica tiene sus límites, o bien, resten importancia a estados de ebriedad, o bien, aprueben, aunque sea sólo tácitamente, ciertos excesos en este tema, indudablemente están marcando de forma considerable las actitudes que tomen o tomarán sus hijos en esta materia.

   Conviene saber, además, que todo joven tiene un proceso de maduración cerebral que finaliza ya entrada la segunda década de la vida, y por esa razón, son numerosos los trabajos que alertan del consumo de alcohol en la etapa temprana de la vida. Es un argumento que debe pesar en la responsabilidad de los padres.

   En los momentos que nos encontramos, ciertamente, no resulta ésta una tarea nada fácil, cuando los jóvenes tienen, hoy en día, prácticamente todo permitido, y se viste de “normalidad” lo que es más bien frecuente, como es cualquier conducta tomada por la mayoría: el “botellón” en grupo de jóvenes (de comienzo a los trece años). Pero pienso que esa dificultad para prevenir en los inicios la enfermedad alcohólica no debe asumirse con la conformidad de que se puede hacer poco. por remediar ese estado. Es más, por el contrario, debe ser una razón poderosa para estar especialmente alerta. El ser consciente de ese problema ya es una clara victoria.

   Actualmente también hay que contar que los jóvenes sufren una poderosa presión social fomentada por un permisivismo sin límites que favorece y fomenta el alcoholismo entre ellos. Es de sobra conocido que el alcohol es puerta de entrada a todo tipo de drogas, al libertinaje de la permisividad sexual, etc. en el que el consumo de alcohol es un aliciente querido, buscado, y fomentado sin frenos por esa razón.

   La solución pienso que debe venir, esencialmente, no tanto por un severo control de los padres, un mayor control policial, un incremento de tasas en la bebida, mayores trabas en la consecución del alcohol, etc. Indudablemente, esos procedimientos pueden ser en ocasiones aceptables estrategias, pero lo que es del todo insustituible, y más eficaz, es promover un programa de adecuada formación en este campo, que sirva para suministrar un criterio personal de comportamiento, y así prevenir la enfermedad alcohólica con el conocimiento de los graves y numerosos estragos que a nivel individual y social produce.

   A todos nos conviene estar atentos al consumo individual del alcohol, que por ser saludable su consumo, tiene también un saludable límite.


LOS ENFERMOS ¿SON PERSONAS O COSAS? (IV)

   En este nuevo apartado el Prof Gonzalo Herranz denuncia una carencia especialmente necesaria en el trabajo asistencial con el enfermo, y que al faltar, aunque sea de forma inadvertida, de hecho se puede tratar al enfermo como cosa, olvidando que el facultativo se debe ante todo al enfermo que presenta unas alteraciones, y no sólo a unas alteraciones, más o menos anónimas, que resolver. Hace referencia más especial a España, pero puede ser extensivo, en buena parte, a muchas Facultades de Medicina fuera de España.  

   “La visión monocular y sus causas. No es esta la ocasión para hacer una lista de los actos de omisión y comisión derivados de la visión monocular, de esa media ceguera. Voy a referirme brevemente al más elemental de todos ellos. En su lenguaje coloquial, en el argot que hablan los médicos entre sí, los médicos apenas se refieren a personas. No llaman a sus pacientes por su nombre y apellido: los designan con etiquetas diagnósticas o términos operativos. En pasillos y ascensores de los hospitales, se oye hablar de las dos nefrectomías de esta mañana, de la cirrosis biliar primaria que acaba de ingresar, del cateterismo de ayer, … A veces se habla de los pacientes como culpables del fracaso de las intervenciones médicas: …“la paciente desobedeció el plan terapéutico y cayó otra vez en una insuficiencia hepática de caballo”. Quizá se habla así para guardar, en unos casos, el secreto profesional, y, en otros, como mecanismo inconsciente para preservar la salud mental, el ego, o el orgullo profesional. 

   En todo caso, negar el nombre a una persona es el primer paso hacia su cosificación, hacia robarle humanidad: se pone así entre paréntesis al hombre y se maneja sólo su problema. El efecto a largo plazo de este recurso reduccionista es desentenderse de todo lo que sea irrelevante para la etiqueta asignada, es establecer el prejuicio cientifista deshumano como guía de actuación. La etiqueta sustituye, como categoría mental, a la persona… 

   En España, los estudiantes de Medicina y los jóvenes médicos reciben una educación muy exigente en lo científico. Pero, en lo que respecta a la formación humana y ético-profesional, están en una amplísima mayoría sometidos… a una dieta carencial….

   Al hacer la historia clínica, apenas se pone a hablar el paciente, el joven médico ya está preguntándose hacia dónde apuntan, en términos de órganos o sistemas, de funciones y regulaciones, de mecanismos celulares o moleculares, los datos que cuenta el paciente en su relato, o los que él le sonsaca en el interrogatorio. Lo demás carece de interés: lo que la enfermedad suponga de crisis existencial para el paciente, o el impacto que ella pueda tener en la vida personal o familiar. Eso, de momento, es irrelevante,…

   Esa formación, duramente técnica y escasamente humana, crea un hábito intelectual del que no es fácil salir: la enfermedad y, en consecuencia, el enfermo, son vistos en un campo visual reducido, en el que lo personal es eclipsado por lo biológico. Un estudiante, que ha oído hablar de complejas familias de fármacos o de la clasificación de rarísimos trastornos congénitos del metabolismo, puede terminar su carrera sin que nadie la haya hablado o invitado a reflexionar sobre qué es, en qué se manifiesta y qué exigencias nos impone, eso que se llama dignidad humana. Nadie le ha ayudado a adquirir una visión cordial, acogedora, de los derechos de los pacientes: todo lo más, han oído hablar de esos derechos como una estrategia más del oportunismo de los políticos, o como papel mojado. Todo lo más, interesa el consentimiento informado no tanto como muestra de respeto ético sino como pararrayos jurídico. 

   Es lógico, con este trasfondo educativo, que la ética juegue un papel secundario en nuestros hospitales y ambulatorios, pues son mayoría ya en ellos los médicos que se han formado en la ignorancia de las humanidades médicas. No es fuerte el apoyo ni cordial la acogida que en muchos hospitales recibe el comité de ética asistencial. El modo de tratar a los pacientes como personas, el nivel de práctica del respeto ético, no sólo es menos que óptimo: se resiente de la falta de ambiente, de habilidades aprendidas, de destrezas practicadas. Se actúa, en lo humano, de modo más intuitivo que reflexivo. Son muy frecuentes las faltas por omisión”. En El Corazón de la Medicina” (libro homenaje), 2013, pag. 229-243. 

lunes, 7 de diciembre de 2020

LOS ENFERMOS ¿SON PERSONAS O COSAS? (III)

Siguiendo con la relación médico-paciente, el Prof Gonzalo Herranz, valora la actitud doble que debe tener el médico para conducir su actuación de forma correcta. Es decir, prestar auxilio al paciente tanto con la ciencia como con la consideración para que no se oscurezca nunca la dignidad de la persona enferma.

   En ese sentido se expresa el Prof Herranz:

   “La visión binocular del médico.  Así pues, delante del enfermo el médico ha de resolver un enigma: el de reconocer en el paciente, cualquiera que sea su condición, toda la dignidad de un ser humano. La enfermedad tiende a eclipsar, en mayor o menor medida, la dignidad humana del paciente: la limita, la oculta e, incluso, amenaza arruinarla. Si gozar de buena salud nos da, en cierto modo, la capacidad de alcanzar una relativa plenitud humana, estar enfermo supone, de mil modos diferentes, una merma, pequeña o grande, de la capacidad de desarrollar el proyecto de hombre que cada uno de nosotros acaricia. Nos limitan los pequeños achaques e indisposiciones, que roban alegría de vivir o nos acobardan ante el trabajo que queda por hacer. Nos limitan, sobre todo, las enfermedades crónicas, que, con el paso de los años, van incapacitando o provocan sufrimientos físicos o morales nada fáciles de soportar, que desaniman o deprimen.

   Por eso, los médicos hemos de comprender que la enfermedad no consiste sólo en trastornos biológicos. Es cierto que las enfermedades tienen, como estudiamos en los libros de patología, causas y mecanismos; se expresan en una infinita variedad de desarreglos moleculares o celulares, de trastornos de correlaciones que pueden analizarse y cuantificarse, y sobre los que podemos influir con los muchos recursos de nuestro arsenal terapéutico. 

   Pero, conviene insistir, la enfermedad es, además de todo eso y al mismo tiempo, a veces de un modo casi exclusivo, una amenaza a la integridad personal, que somete a prueba al enfermo, lo aboca a una crisis existencial. Por esta razón, la atención médica no puede reducirse a una simple operación técnico-científica. Incluye muchas veces una dimensión interpersonal. Pues no trata sólo de neutralizar o destruir la causa de la enfermedad, aliviar el dolor, y/o paliar los síntomas que provienen de estructuras biológicas deterioradas. Ha de suprimir también la amenaza de soledad, minusvalía e indefensión con que amaga la enfermedad. Necesita muchas veces el médico administrar, junto con sus medicamentos, esperanza y consuelo, paz y calor, coraje o tranquilidad

   Hay una expresión que, al parecer, se remonta a Séneca y San Agustín, que muestra con mucha elocuencia esa situación del hombre enfermo, esa inextricable coexistencia de lesión física y necesidad espiritual: `Res sacra miser´. El hombre enfermo es una cosa sagrada y, a la vez, digna de compasión. Con esta denominación, recuperada por Vogelsanger, se expresa de modo magnífico la especial situación de la humanidad del hombre víctima de la enfermedad seria, incluida la enfermedad terminal. Traduce de maravilla la coexistencia de lo sagrado y dignísimo de toda vida humana, con la miseria del decaimiento orgánico causado por la enfermedad. 

   Cuando el médico considera al enfermo como alguien que es incondicionalmente digno, aunque caído en una miseria profunda, entonces está mirándole con visión binocular. La gente quiere ser atendida por médicos que tengan la ciencia suficiente para comprender y resolver los problemas de su biología, y que sean lo suficientemente humanos para comprender y resolver los problemas de su existencia puesta en crisis por la enfermedad. 

   Pero la gente se queja muy frecuentemente de que muchos médicos se han vuelto ciegos para lo humano, han perdido el sentido del relieve”. En El Corazón de la Medicina” (libro homenaje), 2013, pag. 229-243.

lunes, 30 de noviembre de 2020

LOS ENFERMOS ¿SON PERSONAS O COSAS? (II)

Dentro de este apartado sobre la valoración del paciente como persona, el Prof Gonzalo Herranz establece una de las líneas maestras que debe presidir siempre la relación médico-paciente. Por paradójico que resulte, es imprescindible “la necesaria cosificación del paciente” pues, “lo que puede parecer una objetividad desapegada es el comienzo de una relación verdaderamente humana”

   Estas acertadas directrices tienen actualmente gran vigencia por el alce, hoy en día, de la llamada “consulta telemática”, que establece una raíz distorsionada de actuación médica por pretender que esté  exclusivamente centrada en la relación de datos que suministra el paciente por medio digital, desconectados de la imprescindible exploración físico-visual que debe realizar el médico.

Pasamos la exposición del Prof Gonzalo Herranz recogidas en la publicación “El Corazón de la Medicina” (libro homenaje), 2013, pag. 229-243.

“La necesaria cosificación del paciente

   El primer requisito ético del médico es poseer la necesaria competencia. La obligación de ciencia precede a sus otros deberes. Es contraria a la ética la actuación del médico ignorante, anticuado o técnicamente inhábil. 

   Por eso, suelen ser desafortunadas las acusaciones que se hacen a la ciencia médica, y a la tecnología que de ella se deriva, de ser frías, distantes, alienantes. La ciencia objetiva le es al médico tan necesaria, al menos, como la compasión, …. 

   Es necesario, en Medicina, desechar el prejuicio anti-tecnológico. Es injusto decir sin más que los aparatos e instrumentos aumentan la distancia entre médico y paciente, que la tecnología médica tiende a mustiar lo humano de la medicina, del paciente y del médico a la vez. Ese es un prejuicio grave y de consecuencias funestas. 

   La tecnificación de la Medicina ha de entenderse como un refinamiento de la sensibilidad no sólo técnica, sino ética; como un esfuerzo, lleno de humanidad, un impulso de justicia, con el que ayudar más eficazmente al mayor número….

   Ante su paciente, el médico no se puede comportar primariamente como un ser sólo compasivo. El médico no es una madre cariñosa. Su función primaria es captar y analizar, es decir, comprender con precisión y objetividad las palabras que oye, los datos que observa, los signos que, en la exploración física e instrumental, pone de manifiesto.… ha de despersonalizar en cierto modo esa narración vivencial (del paciente) para traducirla al lenguaje abstracto de las categorías científicas. 

   En el curso de la atención médica correcta, se ha de llegar siempre a un momento en el que el médico ha de dejar a un lado la relación humana principal con su paciente… Ha de convertir al paciente en objeto de observación y manejo, pues sólo entonces puede el médico obtener un conocimiento exacto, objetivo, científico-natural del proceso patológico y del tratamiento correspondiente. 

   De este modo, se introduce un elemento objetivo en la relación médico- enfermo, que no sólo exige explorar físicamente, invadir con preguntas fuertes la intimidad personal, someter a estudios analíticos el cuerpo y la sangre del paciente… Lo que puede parecer una objetividad desapegada es el comienzo de una relación verdaderamente humana

   Mientras dura la exploración física o cualquier otra exploración diagnóstica o terapéutica, el paciente abdica del dominio personal sobre su propio cuerpo y se aviene a convertirlo en un objeto sobre el que el médico aplica sus gestos profesionales... 

   La ciencia médica no es sólo motivo legítimo de orgullo profesional para el médico. La tecnología es, en principio, amable. Lleva dentro de sí mucha capacidad de humanizar la relación médico-paciente, de quitarle hierro, de hacerla más eficaz

   La realidad es así… La confianza en el médico ya no se apoya principalmente en ciertas cualidades personales antiguamente muy valoradas -la simpatía campechana o el ojo clínico- sino más bien en su objetividad de científico, en lo fiable y actual de sus conocimientos, en su profesionalidad, en su familiaridad con los métodos analíticos y terapéuticos acreditados. Se da así el hecho aparentemente paradójico de que el máximo de subjetividad del paciente, su confianza en el médico, se apoya en el máximo de objetividad del médico, en su información científica y su habilidad técnica

   Es, por ello, necesario eliminar la falsa confrontación entre competencia técnica del médico (objetividad, experiencia y ciencia) y sus cualidades humanas (carácter e integridad ética). Precisamente la verdadera idoneidad, la legítima autoridad moral del médico, consiste en reunir ambos campos de competencia, inseparables en el buen médico”. 


sábado, 28 de noviembre de 2020

LOS ENFERMOS ¿SON PERSONAS O COSAS? (I)

El Prof Gonzalo Herranz, en este apartado toca un área dentro del trabajo médico que es de importancia capital. Los médicos no tenemos otro centro sobre el que girar que el enfermo. El centro no puede estar desplazado por dar solución, a como de lugar, una carga asistencial que empobrece la relación con el paciente, ni puede ser un cumplimentar protocolos, ni un adquirir información útil para estadísticas sanitarias en pro de una medicina basada en pruebas. Todo ello lleva a cosificar al enfermo.

   Por supuesto, supone cosificar al enfermo sustituir la consulta médica, que como tal tiene que ser en esencialmente presencial, por la telemedicina en donde el médico está sustraído de la valoración visual y la exploración siempre debida.  

   Aquí se expone, en sucesivos apartados, sus aportaciones recogidas en la publicación “El Corazón de la Medicina” (libro homenaje), 2013, pag. 229-243.

   “Y, sin embargo, esa pregunta, tan extraña en apariencia, no está fuera de lugar. Es una pregunta llena de sentido, que, en Ética médica, necesita ser encarada con frecuencia. Y, aunque el problema no es de ahora, no faltan indicios hoy de que la relación médico-paciente se está despersonalizando.

   Se quejan a veces los pacientes de que han recibido de sus médicos un trato poco humano, de que no han sido tratados como personas.

   Y se quejan también a veces los médicos de que ya no ejercen, ya no les dejan ejercer, la medicina como personas, esto es, con humanidad, con estilo individual, conforme a la ley del arte. Dicen que muchas veces no entran en relación con personas de carne y hueso, pues muchos días la opresiva carga asistencial convierte las horas de consulta en un rápido y frustrante desfile de figuras... Dicen que no pueden individualizar los servicios que prestan a los pacientes, pues, por un lado, con el montón de protocolos de actuación que andan por ahí circulando y a los que hay que adherirse rígidamente, se sienten despojados de su juicio clínico…. Algunos sienten que, en buena parte, la medicina basada en pruebas es una conspiración contra lo peculiar de cada persona enferma, cuya individualidad queda absorbida en una especie de anonimato estadístico que todo lo uniformiza.

   Hay… datos y razones suficientes para sospechar que se da en Medicina, sino la realidad, sí al menos el riesgo de despersonalizar la relación entre pacientes y médicos. Y, en medicina, despersonalizar muchas veces quiere decir cosificar." 


martes, 24 de noviembre de 2020

ERROR Y NEGLIGENCIA MÉDICA. ASPECTOS ÉTICOS (y III)

La nueva cultura del error debe ser enseñada y asumida por los estudiantes de cualquiera de las especialidades médicas, como una de sus más importantes facetas de su formación. Pero, como dice el refrán `no se enseña lo que no se practica´, y es en los docentes, es decir todo médico que tenga a su cargo labor de formación, quien debe cargar con la responsabilidad de tener la lección bien aprendida por practicada: el error es un valioso e inestimable instrumento de progreso, una vez aceptado y rectificado, tanto para la práctica médica diaria, como en la progresiva labor de formación médica.  
   
Ver las precisiones realizadas en el apartado (I) respecto a la fuente de que es tomada este nuevo apartado (III). Prof Gonzalo Herranz, en “Desde el corazón de la Medicina” (libro homenaje), 2103, pag. 226-228. Pasamos a reproducir sus palabras:

   “…(El) hospital así es un lugar éticamente privilegiado, el laboratorio en que los estudiantes y médicos jóvenes aprenden ética médica

   Parece que, lamentablemente, no se enseña mucho acerca de los errores en nuestros hospitales. En parte, es una actitud negativa, condicionada por el estilo de la educación médica vigente en Europa, y, entre nosotros, fuertemente consolidada por el sistema MIR, inmensamente eficaz, pero con la tacha de que premia el acierto y castiga el error, gratifica la memorización de datos y desincentiva la capacidad crítica. Educamos, no sé si a sabiendas, corriendo el riesgo de que los conocimientos puedan mustiar la ciencia, o, mejor dicho, la sabiduría. En parte, tal actitud viene de que no se conoce el nuevo modo de entender los errores. 

   En realidad, fuera de unas pocas lecciones en Medicina legal, a nuestros estudiantes no les enseñamos el mínimo deseable sobre el modo de encarar los errores que se dan en dos campos importantes: en la atención de los pacientes y en la relación con los colegas. Incluso se favorece más la vieja usanza de la ocultación y la vista gorda. El sistema educativo, aquí y fuera, incita al estudiante y al joven médico a no cometer errores, pues está bien claro que, en los exámenes, pueden descalificar; en las pasantías clínicas, hacerle a uno objeto de irrisión; en la residencia, afear la hoja de servicios. No enseñamos, o lo hacemos poco, con la teoría y el ejemplo, las buenas prácticas de rectificar los errores y reconocer la ignorancia, dos recursos esenciales para llevar una vida profesional sincera. Nuestros licenciados entran en la profesión con esa carencia.

   Todavía han de pasar años para que madure el ciclo de la cultura nueva del error médico. No se puede hoy hacer predicciones firmes. Aunque la pelota está todavía en el tejado, es cada vez más intenso el mensaje que nos dice que tratar los errores con sinceridad, abiertamente, tomando el médico la iniciativa, sin esperar a que el paciente o sus allegados sospechen o pregunten, no lleva, como es mera y extendida intuición, a una tasa más elevada de litigios por mala práctica. Es cada vez más patente que la sinceridad crea una relación más humana y amistosa entre médicos y pacientes…”

lunes, 23 de noviembre de 2020

LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA ¿SE PUEDE VENCER?

La contestación no es sencilla. Sin duda se pueden mitigar y reducir sus efectos de forma muy importante con la supervisión médica.

En primer lugar, hay que ser conscientes que la enfermedad alcohólica es una enfermedad como tal. No es un vicio, aunque en los primeros estadios pudiera ser así, pero cuando está arraigada como dependencia, ya estamos hablando de una enfermedad en sentido pleno y exige control médico preferente.

Hemos dicho que se debe acudir cuanto antes al médico. De ello depende que su pronóstico varíe y empiece a mostrarse favorable. No es lo mismo, por ejemplo, encontrar un estadio inicial de afectación hepática, que es relativamente fácil de revertir, que cuando la afectación hepática es severa y difícil de superar, con frecuentes descompensaciones, que colocan al enfermo habitualmente en estado crítico. Con mayor importancia si además de la enfermedad hepática contraída se padece la afectación psicológico - psiquiátrica de la dependencia.  

Uno se podría preguntar cuándo acudir al médico, o cuándo debe acompañar al médico, al enfermo alcohólico. Se pueden dar, a modo de orientación, las siguientes pautas: 

1) cuando, en los últimos meses, en una ocasión, durante pocas horas, se ha superado la ingesta de más de medio litro de vino (equivalente a 4 ó 5 cañas),

2) cuando se tienen pensamientos de que se debería poner fin al beber, 

3) cuando la familia o amigos le recomiendan que deje de beber, 

4) cuando se presentan sentimientos de culpabilidad por beber. 

5) cuando la familia, o el propio individuo, nota que por la mañana necesita ingerir bebida alcohólica para encontrarse confortable.

Si está presente alguna de estas situaciones, no se debería diferir la consulta médica, pues existe sospecha importante grado de dependencia alcohólica, que de por sí es muy difícil de superar.

jueves, 19 de noviembre de 2020

ERROR Y NEGLIGENCIA MÉDICA. ASPECTOS ÉTICOS (II)

Ventaja del error en medicina 

Ver las precisiones realizadas en el apartado (I) respecto a la fuente de que es tomada este nuevo apartado (II) (Ref. Prof Gonzalo Herranz, en "Desde el corazón de la Medicina" (libro homenaje), 2013, pag 220-228)

   "Es necesario revisar la antigua y equivocada idea de que debemos evitarlos (los errores): esa idea nos ha llevado a la hipocresía. Y sin embargo, hemos de evitar los errores. Es cosa muy difícil, en la que ningún ser humano puede tener éxito total; incluso los más grandes creadores de la ciencia, llevados por su intuición, caen muy frecuentemente en el error. Esta idea debería empapar el ánimo de todos, médicos y pacientes, para no vivir en un mundo de fantasía.

   Sólo con humildad ética es posible aceptar el desafío de vivir en el reconocimiento lúcido de nuestras propias limitaciones y carencias. Y sólo la humildad intelectual nos da los medios para tratar de reconocerlas y superarlas.

   Sigue habiendo, entre los médicos, de cualquier edad e ideología, una resistencia muy extendida a comunicar sus errores a los pacientes. Una actitud que forma parte de la empobrecedora mentalidad defensiva, contraria, como dice nuestro Código, a la ética médica. Es necesario abrirse a la llamada nueva cultura del error médico, que sustituye la vieja conducta de la ocultación, el reproche y el castigo por la conducta nueva de la confesión, el diagnóstico, el tratamiento y la prevención del error, que ha de enraizarse tanto a nivel personal como institucional.

   No se puede ocultar que hay ahí un choque cultural… que exige un cambio profundo de actitudes. No parece exagerado decir que ahí está en juego la humanidad de la medicina, el sentido de la radical igualdad humana. El impulso para el cambio no está en el miedo (al error), sino en el reconocimiento de la humanidad del paciente.

   El propósito del nuevo ethos (sobre el error) es educativo y práctico: ayudar a todos a mejorar no incurriendo en errores ya detectados; no castigar a los que yerran, sino beneficiar a todos con la lección que su error ha hecho aprender. Se podrá así crear un ambiente de confianza, en que la necesaria función crítica nunca es personal y peyorativa, sino que brota del respeto mutuo y del deseo de mejorar la suerte de los pacientes.

   Si llega a consolidarse, la nueva cultura operaría en los pacientes una ganancia de humanidad: saber que los médicos son humanos, pueden estar cansados, sufren crisis como los demás mortales, pueden equivocarse, que la medicina no es el hada madrina de la que hablan los periodistas. 

   Alguien ha sugerido que, en la nueva cultura, la profesión médica deberá cambiar el silencio sobre el fallo médico, para ponerse a hablar con realismo y circunspección de él: la mayoría de edad de los pacientes exigiría que los médicos les hablaran, en la negociación del consentimiento para los actos médicos, de la posibilidad de que se produzcan errores involuntarios.

   Si el nuevo ethos (del error) prendiera, veríamos que además de reconocer los errores ya cometidos, buscaríamos los puntos flacos del sistema que favorecen la comisión de errores para repararlos lo antes posible. Los pacientes son una fuente viva, inagotable, de revelación de errores, si conseguimos ganarlos para el nuevo ethos. 

   Escuchar al paciente es, además de muestra de civilidad, un signo de respeto a su humanidad. Los pacientes pueden ayudar a evitar errores, especialmente los inminentes, que son los más difíciles de prevenir… Un protagonismo así (por parte de los pacientes para alertar a su vez de imprevisiones…etc) no puede ofender, sino reforzar el carácter amistoso de la relación médico-paciente. Tratar a los pacientes con el respeto ético debido a seres inteligentes y personales puede prevenir muchos errores."

miércoles, 18 de noviembre de 2020

ERROR Y NEGLIGENCIA MÉDICA. ASPECTOS ÉTICOS (I)

Valoración del error y negligencia en ética médica 
En el apartado presente, "Error y negligencia médica. Aspectos éticos (I)" y en los sucesivos II y III, se recoge de forma prácticamente literal el contenido que el Prof Gonzalo Herranz, tiene publicado en "Desde el corazón de la Medicina" (libro homenaje), 2013, pag 220-228, con algunas correcciones, hechas con su aprobación, con el fin de adaptar el texto a este medio de difusión.

¿De qué errores entiende la ética profesional de la medicina? 

-… Por errores de la ética médica entendemos los eventos adversos, pero evitables, cuya consistencia se ha de juzgar a tenor del estado del arte y del contexto institucional.

-Difiere de la noción jurídica de negligencia ..., en especial de la negligencia confirmada por sentencia judicial… que convierte a médicos y pacientes en extranjeros morales que han de dirimir sus diferencias ante los tribunales.

-Excluimos también los errores leves, benignos, inocuos, que sólo cobran importancia en una perspectiva rigorista. 

-Los que nos interesan son los eventos adversos pero evitables en que pueden incurrir las personas (médicos y enfermeras) o las instituciones (hospitales, ambulatorios) en el curso de la atención que prestan a los pacientes. 

-No son denunciados al judicial, pero, justamente por ello, necesitan ser considerados desde una perspectiva ética. 

-Por ser adversos, estos eventos implican la producción de algún tipo de daño no trivial. 

-Su rasgo más característico es ético, no técnico: podían, y debían, haber sido previstos o evitados, independientemente de que el daño derive de alguna acción puesta (errores de comisión), o de una acción omitida, necesaria para prevenir un daño (errores de omisión). 

-Son inducidos por distracción, negligencia, ignorancia, inadvertencia o falta de responsabilidad ética

-Merecen reproche moral (ocasionalmente también disciplinario profesional) porque podían haberse evitado si se hubieran cumplido las obligaciones deontológicas de respeto ético por las personas, de competencia técnica, de conocimiento debido, o de seguimiento apropiado de los procedimientos establecidos. 

-El grado de reproche ético que se ha de adjudicar a un error negligente es variable. 

-Depende de la intensidad del descuido; del sufrimiento o daño infligido; de la responsabilidad, asumida o delegada; de las circunstancias laborales; de la urgencia con que se ha de intervenir. 

-En esa valoración influye el factor contextual, incluidas las normas institucionales, voluntarias, supererogatorias, mediante las que un hospital define su propio estilo ético, los usos y costumbres “locales”, y, por decirlo así, se defiende de la decadencia ética. En las instituciones sanitarias, la negligencia ética es acumulativa, infecciosa.” 

PROFESOR GONZALO HERRANZ RODRÍGUEZ


En este apartado iremos volcando parte del ingente tesoro proveniente del Profesor Gonzalo Herranz en lo referente a la ética médica. La alta calidad de su producción está firmemente contrastada a nivel internacional. Sus lecciones en esta área de la medicina no solo han iluminado y han puesto en evidencia contrastes que estaban oscurecidos y sin apenas relieve, sino que en muchos casos ha servido para denunciar viciados y falsos derroteros asumidos como correctos por la conducta médica, también a nivel internacional, durante muchas décadas y que, en numerosos casos, todavía persisten. Todo ello expuesto con sencilla brillantez y claridad meridiana. No extraña, por tanto, su amplia repercusión actual en el mundo médico. Pero también es cierto que por muy intensa que haya sido la influencia de su docencia hasta el presente, es todavía muy grande el fruto que queda por valorar y asimilar.  

Baste unos pequeños trazos de su historial: 
-Expresidente y Secretario de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial de España. Exvicepresidente de la Comisión de Ética del Comité Permanente de los Médicos de la Comunidad Europea. Exvicepresidente de la Federación Mundial de Médicos que Respetan la Vida Humana. Consultor de la Congregación Vaticana para la Educación Católica. Miembro del Consejo Directivo de la Academia Pontificia para la Vida. Miembro del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO.
-Experto en diferentes ocasiones ante el Parlamento Europeo, la Comisión de la Comunidad Europea y ante el Congreso de los Diputados de España. Miembro del Grupo de Trabajo que redactó los Principios de Ética Médica Europea de la Conferencia Internacional de Ordenes Médicas. Presidente de la Comisión de redacción del Código de Ética y Deontología Médica de España.
-Ha sido invitado a pronunciar conferencias en numerosas Universidades y Asociaciones médicas de todos los continentes.

lunes, 16 de noviembre de 2020

LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA: EFECTOS PERSONALES Y SOCIALES DEVASTADORES


Es importante que el enfermo alcohólico cobre conciencia de su enfermedad. De hecho, cuando conoce que puede conseguir mejorar ostensiblemente su situación opta, con frecuencia, por acudir a la consulta médica, aún cuando esté al principio con dudas más o menos razonables. Satisface comprobar que se le pueden ofrecer posibilidades de mejora eficaces, e incluso esperanza de curación, a ese tipo de pacientes con enfermedad de curso irreversible.

Actualmente, tanto en hombres como en mujeres, se observa un incremento del alcoholismo. Pero desgraciadamente, el incremento es tremendamente significativo en la juventud, en donde la proporción hombres o mujeres está equilibrada. El incremento del fenómeno del “botellón”, que no se remedia, ni se remediará, con mayor vigilancia policial, presagia un descontrol a todos los niveles, social y personal, todavía más preocupante en esta seria enfermedad.

La enfermedad alcohólica en sus distintas manifestaciones a nivel hepático, sistema nervioso central, cardiaco, pancreático, traumatológico por los accidentes de todo tipo que provoca, etc, y por supuesto, psiquiátrico, viene a suponer un 10% de los pacientes ingresados en el un centro hospitalario. Es una cifra que habla por sí sola del respeto que se le debe tener a la enfermedad alcohólica, y habla también, por contra, de la poca importancia que se le está prestando actualmente.

Cuando no le prestamos, a nivel social y profesional, la importancia que se le debe, nunca encontraremos remedios eficaces a las tragedias que desencadenan día a día, aunque sean muchas las quejas. Por supuesto, en un ambiente la crisis social, de crisis de ansiedad, de fomento de pánico social y  económico, etc., sin duda, incrementarán el número de pacientes con enfermedad alcohólica. Serán cada vez más los que se sumarán a sentirse atraídos por el alcohol como refugio que aminore sus preocupaciones. Y desgraciadamente, el alcohol consigue ser muy eficaz en aminorar temporalmente sus preocupaciones. Ahí, precisamente, empieza la espiral vertiginosa de la enfermedad que acaba esclavizando. El enfermo alcohólico necesita que se le saque de la soledad que le atenaza, y de la que es incluso incapaz de pedir auxilio en su inconsciencia. 

No se podrá abordar una solución eficaz en esta cuestión, si no se plantea un serio plan de formación a distintos niveles: familiar, escolar, universitario, y, ciertamente, sanitario. Otras medidas que no tengan en cuenta ese plan de formación, como la mayor vigilancia policial etc., no pasarán de soluciones parciales, de parcheo circunstancial, y poco eficaces.  

Por ejemplo, los padres deben se debe saber que el sistema nervioso central del adolescente está en periodo de madurez, y la toxicidad del alcohol es tremendamente lesiva en ese estadio, junto a otros trastornos psicológicos que provoca: desatención a los deberes familiares y escolares, retraso en el nivel de aprendizaje, y escasa motivación para otras aficiones que no esté presente el alcohol… etc. 

Los daños, en bastantes casos, pueden ser muy difíciles de reparar. Sin embargo, es muy gratificante comprobar que enfermos seriamente afectados por el alcoholismo pueden iniciar una recuperación muy esperanzadora.


jueves, 12 de noviembre de 2020

LA TRAGEDIA DE MINUSVALORAR LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA


“La solución de la enfermedad alcohólica no se basa en más vigilancia, más persecución y más castigos. La solución tiene otros cauces principales”

Causa asombro comprobar cómo persiste el desenfoque y la confusión a la hora de juzgar y asumir socialmente los problemas que provoca el alcohol. Para intentar que desaparezcan los accidentes graves por el uso del alcohol, la solución principal no es poner más vigilancia en las carreteras, más agentes de vigilancia, etc.

El problema del alcoholismo en general, y más en la juventud, tiene mucho más calado. La medicina, ya desde hace lustros, habla y previene que el alcoholismo en los jóvenes adolescentes provoca serias alteraciones en el sistema nervioso central y ocasiona, a corto y largo plazo, alteraciones psicológicas importantes.

Por ejemplo, el descontrol en la bebida alcohólica provoca:

-Alteraciones importantes en la memoria y en la expresión verbal en los adolescentes.

-Se ha comprobado que existe en los consumidores jóvenes un riesgo en déficit de atención, acentuación de estados de hiperactividad, y desordenes tipo bipolar, que causan desordenes en el desarrollo y madurez cerebral. 

-Está demostrado que el alcohol es la principal causa de muerte en adolescentes. 

-Se multiplican y se agravan las alteraciones en reuniones masivas en donde el protagonista es el alcohol, creándose un ambiente de descontrol y desinhibición cerebral masivo que propicia la enajenación mental multitudinaria. A ese “polvorín de dinamita” sólo le falta una “chispa” para que acontezca la tragedia con llegada urgente de ambulancias.

Urge concienciar a los poderes públicos, a la sociedad y especialmente a los padres, del alcoholismo en la juventud, peligro al que están expuestos los jóvenes de forma demasiado ordinaria. De poco sirve las lamentaciones tras una tragedia, y menos cuando no se quieren resolver las causas principales que la provoca.

Hay, sin duda, especio para la esperanza. La batalla está vencida, aunque ciertamente haya que sufrir algunas derrotas, con tal que:

-se reconozca que el problema es muy urgente, 

-que se adopten programas alternativos de ocio en adolescentes, por ejemplo, en el arte y en el deporte, diseñados con alto nivel profesional,

-prever las causas que incitan a la bebida para actuar sobre ellas, 

-involucrar activamente a la familia y a la sociedad en este cometido, 

-usar en la escuela métodos modernos de aprendizaje en prevención.

domingo, 8 de noviembre de 2020

ALCOHOL Y MALOS TRAGOS

Un método diseñado por la Unidad de Alcohol logra que el 70% de los enfermos prescindan de la bebida durante tiempo prolongado.

El método es eficaz. Pero el camino no acaba aquí. El alcoholismo es una enfermedad con un sinuoso recorrido y hay que estar al tanto en cada paciente: comprobar que sigue abstemio, porque es posible que recaigan en un 50% al año.

El alcoholismo tiene una fuerte carga de prevalencia. La población con una ingesta excesiva (más de cinco bebidas al día) se sitúa en torno al 4,3% entre los hombres y el 0,6% en las mujeres. Por eso, es importante disponer de un método que facilite la resolución o reducción de la bebida del alcohólico crónico.

El método diagnóstico-pronóstico consiste en informar al paciente de su actual alteración hepática y de su pronóstico a mediano y a largo plazo si persiste en el consumo. Es importante incorporan también los consejos de otros especialistas, como psiquiatría. Todo ello con un seguimiento y una valoración trimestral periódica dependiendo del estado clínico, y la evolución de los marcadores biológicos. Así,  de esta manera, el paciente ve cómo mejora su evolución y mejora también su pronóstico.

El método ha resultado ser más eficaz en las mujeres que en los hombres: el 67% de los hombres deja de beber durante un año, frente al 89% de las mujeres. 

El consumo excesivo de alcohol está relacionado con 60 enfermedades diferentes, con daño en órganos vitales como cerebro, tracto digestivo, cardiovascular, y sistema inmune. El alcohol también está condicionando un incremento del 10% de los procesos cancerosos.


martes, 3 de noviembre de 2020

LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA: PROBLEMA SANITARIO DE PRIMERA MAGNITUD

La enfermedad alcohólica es un problema sanitario de primera magnitud, como lo califica la Organización Mundial de la Salud, por lo que supone también una pérdida social y humana de talento y productividad. De los pacientes ingresadas en un hospital, el 10%  sufre una patología directa o indirecta relacionada con el alcoholismo.  

El alcoholismo es el causante de 60 tipos de enfermedades que se asocian al exceso de ingesta. Afecta prácticamente a todos los órganos. También incrementa en un 10% de la patología cancerosa a distinto nivel.

Hace mucho tiempo que saltó alarma con el alcoholismo. Son más de tres millones de vidas las que se lleva por delante cada año a nivel mundial, es la tercera causa de muerte en el mundo, y lo peor de todas estas estadísticas es que es una enfermedad evitable.

Es cierto, que el vino no es una bebida a proscribir, pero también es cierto que tiene sus límites. Es bueno conocer esos límites para que no vaya ejerciendo una lenta y progresiva dependencia en el individuo, de la cual es muy difícil desprenderse por sí solo.  

El número de pacientes varones supera a las mujeres, aunque en las mujeres el efecto del alcohol es más dañino. La mujer tiene menos capacidad para metabolizar el alcohol (prácticamente la mitad que posee el hombre). 

Está demostrado que el tratamiento médico orientado al alcoholismo puede llegar, con determinados métodos, a un 70% de deshabituación. 

domingo, 1 de noviembre de 2020

LA BEBIDA ALCOHÓLICA EN ADOLESCENTES


Los datos demuestran que cuando los jóvenes beben, lo hacen con mayor intensidad en comparación con los adultos.

Los estudios también confirman que se comienza a beber cada vez más jóvenes.

Quizás lo más aterrador, es que el alcohol lidera las causas de muerte, y es el principal causa de fallecimiento de los de menos de 21 años.

Riesgos y factores que se asocian a mayor incidencia de la bebida en los jóvenes:

    -historia familiar de alcoholismo

    -dificultades socioeconómicas

    -pobreza

    -paro

    -predisposición familiar

    -disponibilidad de acceso al alcohol

El alcohol es la droga principal de la juventud:

    -en los últimos años los jóvenes beben bastante más y bastante más temprano.

    -la bebida alcohólica está muy extendida entre adolescentes, y 

    -cuando los adolescentes beben, lo hacen de forma excesiva.

    -la mayor tasa de dependencia es entre los 18  a 24 años

    -se comienza a edades más tempranas. Actualmente se inicia a los 13 años.

    -los que comienzan a beber a los 15 años, multiplican por 4 la posibilidad de enfermedad           alcohólica en la madurez.

Consecuencias de la bebida en los menores de edad tienen efectos adversos a corto plazo:

    -problemas académicos

    -problemas sociales

    -quebrantamiento del estado de salud

    -alteraciones de conducta sexual

    -alteraciones de memoria

    -incremento de violencia y muertes violentas

    -alteraciones en la madurez cerebral con resultado de alteración de la conducta.


sábado, 31 de octubre de 2020

EL ALCOHOL: SUS LÍMITES

Alcohol como bebida, en sí misma, debe ser aceptada, y podemos decir con certeza que incluso tiene su nivel recomendable. Pero tiene, también, como todo, sus límites. El peligro serio empieza cuando se rebasan esos límites aceptables y la razón comienza a ser suplantada por una conducta descontrolada.

Esa conducta descontrolada puede coger fuerza de vértigo cuando, sirviéndose del alcohol, va ganando protagonismo conducirse por meras sensaciones y estados de ánimo.

El alcohol, que en un principio es buscado como instrumento que facilita el la alegría social,  concederse una compensación, o para favorecer la apariencia de un rol, puede traicionar a al consumidor fuera de límites, y pasar de instrumento de uso para dichos fines, a hacerle sucumbir en la dependencia alcohólica, al principio de forma silente y progresivamente, casi imperceptible, hasta provocar la enfermedad alcohólica, de la que es muy difícil sobreponerse.

Sobrepasar los límites aceptables en la ingesta del alcohol puede subvertir a la persona. El individuo pasa del autodominio natural a un estado de progresiva enfermedad causada por los efectos del alcohol en su organismo. Con el agravante de que ese inicio de enfermedad le irá condicionando de forma progresiva su conducta bajo el rigor de dependencia física y psíquica.

Las políticas de prohibición, en este problema del alcoholismo, tanto a nivel individual y como social, consiguen algunos resultados positivos, y pueden tener su papel importante. Pero no es ese, en mi opinión, ni con mucho, el camino más eficaz.

Considero que es más realista a la hora de ganar terreno en esta batalla mantener un estado constante y actualizado de formación a diferentes los niveles sociales, tanto educacional como sanitario.

Si se busca el alcohol como aliado para solución para ayudar y provocar artificialmente un estado de alegría social, lo más probable es que los síntomas de su abuso no tarden en hacerse presente en forma de confusión, y descontrol de funciones orgánicas y psíquicas, que precipitarán, paradójicamente, a un estado progresivo de tedio, depresión y soledad.

Si se busca como aliado de refugio, para olvidar o desinhibirse de problemas, ese refugio se desplomará, más temprano que tarde, ante la falta de consistencia en esa solución buscada.

Si se busca como aliado para mantener un status social, por una personalidad acomodaticia y notablemente inmadura, se agravará todavía más el estado de indefensión y de soledad por el descontrol que ocasiona.

Está comprobado que la ingesta abusiva de alcohol, aunque sea de forma esporádica, tipo botellón, etc., en edades tempranas, cuando el sistema nervioso central todavía se está conformando, puede producir efectos deletéreos en la maduración neuronal que dejarán seriamente comprometido el nivel intelectual de los que la sufren, además de suponer un peligro próximo que desliza a la dependencia alcohólica, de la que es muy complicado desembarazarse.