viernes, 29 de octubre de 2021

El término pre embrión, la primera causa de pérdidas de vidas humanas (I)

   En la publicación “Embrión Ficticio” (Ed Palabra) el Prof Herranz indica que "la idea de prembrión fue construida por científicos que usaron su ciencia para cambiar la moralidad social”. En el libro se prueba, con sólidos argumentos científicos, que el prembrión no existe y que las consecuencias de asumir este concepto son muy graves desde un punto de vista humano: la utilización o eliminación de personas en estadio embrionario.

Habla el Prof Herranz:

   “Los científicos que crearon ese término lo hicieron con el propósito de que el público aceptara la idea de que, durante las dos semanas que siguen a la fecundación, la entidad biológica que se desarrolla no es propiamente un ser humano, o, al menos, que no lo es "con todas las de la ley". Dijeron que el preembrión era un mero complejo celular al que no se podía, ni biológica ni ontológicamente, considerar o tratar como a uno de nosotros. Añadían que solo más tarde, pasados ya esos 14 días, el preembrión hecho ya embrión, se hacía digno del respeto que se debe a los seres humanos. 

   Con el preembrión ocurre una cosa curiosa, pero inquietante: el concepto está fuerte, sigue vigente en casi todas partes; pero el término preembrión apenas se usa ya: es una palabra "tabú", que sonroja: ya no aparece en la bibliografía científica, y muy poco en la literatura bioética. Eso viene a indicar que no es "agua clara".  

   Las consecuencias son muy serias y muy reales. La principal es mantener la idea de que el preembrión no exige de nosotros ser tratado como un ser humano de pleno derecho, pues, aunque no sea una cosa o un animal no humano, no es todavía una persona, ni tiene derechos comparables a los de un adulto o un niño.

   Puede, en consecuencia, el preembrión ser usado en beneficio de otro, puede ser destruido si la conveniencia superior de un tercero así lo reclama. Ese uso y esa destrucción ocurren habitualmente en la práctica de la reproducción asistida (FIV), en los experimentos para obtener células troncales embrionarias, o cuando se usan ciertos métodos contraceptivos que impiden la nidación. Quien acepta la idea de preembrión considera que esas acciones son tolerables. Abrigo la esperanza de que la lectura de mi libro ayude a muchos a reexaminar sus ideas biológicas y morales sobre el embrión humano joven.

   Ya dije antes que ese concepto sigue vivo, y muy activo. Muchos investigadores y prácticamente todos los periodistas científicos creen con fe muy firme en la idea de preembrión: defienden la fecundación in vitro, la investigación con células troncales embrionarias, los contraceptivos que impiden la implantación. Y eso mismo creen muchos de los que leen las secciones de ciencia de los periódicos o de la tele. La mujer y el hombre de la calle han sido educados por los medios en la noción de que los embriones jóvenes carecen de valor moral, que destruirlos no es destruir un ser humano viviente, que no hay problema moral cuando se los sacrifica para obtener ciertos beneficios.” Entrevista al Prof Gonzalo Herranz. Mundo Cristiano. A fondo. Noviembre 2013


domingo, 24 de octubre de 2021

El termino pre-embrión: falsedad al servicio de la fecundación in vitro

En una entrevista el Prof Herranz define el interés inicial que llevó a crear artificialmente el termino "preembrión", carente de base biológica científica. Ese postulado “de biología deformada” sigue teniendo eco hoy en día en el mundo científico internacional formando parte del cuerpo de doctrina científica y, por supuesto, sosteniendo grandes intereses comerciales, como la industria de la fecundación in vitro, en detrimento de miles de vidas humanas embrionarias diarias.

Respuesta del Prof Gonzalo Herranz, a una pregunta en Diario Médico (24.XI.2014) 

P/ El término de preembrión lo introdujo Clifford Grobstein en junio de 1979. Según ha escrito usted, es un término engañoso desde el punto de vista biológico, pero que ha influido enormemente en la bioética y en algunas legislaciones. ¿Existe esa fase previa al embrión?

R/ "No. En embriología humana se ha usado el término “embrión” para designar al ser en desarrollo desde la fecundación hasta el final del 3er mes. Antes de la fecundación hay gametos; y si va bien, después de ella, embriones. Como los embriones se desarrollan, si queremos hablar con precisión nos referimos a embriones de 1, 2, 3, y más días; … 

Pero el embrión es ya embrión desde que termina el proceso de la fecundación. Grobstein, en su artículo de Scientific American de 1979 (de casi un año después de nacer la primera niña probeta) habla de (o más bien se saca de la manga) cuatro fases del desarrollo prenatal: celular o preembrionaria, embrionaria, fetal y de autonomía vital, pero describe juntamente las dos primeras, no las separa. Alude a que el preembrión, la fase celular, se transforma en embrión “después de la implantación, por el aumento de tamaño, la génesis de la forma, y la aparición de estructuras rudimentarias y órganos”. Vaguedades inespecíficas. Lo que le interesaba a Grobstein era, me lo sospecho, distraer a sus lectores para poder decirles después que la fecundación in vitro “no manipula personas, sino células humanas. Los estadios implicados no solo son personas, sino que también son preembriones”. Mera prestidigitación verbal, ontología barata, y lo que es peor, una biología deformada por intereses ideológicos."


miércoles, 20 de octubre de 2021

El embrión deshumanizado (y II)

Seguimos con la entrevista al Prof Herranz, en la que ofrece "tratamiento" frente a la "enfermedad" de la falsedad científica, seducida y acomodaticia, por orientación a intereses particulares, y que se está demostrando actualmente tan corrosiva para la sociedad. El tratamiento que propone es: “…Para aceptar que esos argumentos son falaces se necesita una gran apertura de mente, algo de estudio, y mucha generosidad moral”

Continuando con la entrevista: 

P/ Una de las tesis que señala en el libro es que la Bioética ha sido blanda porque se apoyaba en una Biología blanda también. ¿Acaso la ciencia no es siempre sólida y verdadera?

R/ “Creo que en el libro (`El Embrión Ficticio´) demuestro lo débil, parcial y acomodaticia que ha sido la embriología de que se han servido los comités, los parlamentos y los académicos para montar la bioética de la contracepción y de la fecundación in vitro. La ciencia aspira a ser sólida y verdadera o, al menos, basada en pruebas. Eso es el ideal al que siempre se ha de aspirar. Pero la ciencia de andar por casa se presta a amaños: a escoger lo que más conviene para conseguir un fin determinado. En bioética, los científicos actuaron como oráculos; y los no-científicos creyeron a ciegas en lo que aquellos les decían.”

P/ Habla de una necesaria reformulación de la Bioética. ¿Qué espera que su obra aporte en esta dirección?

R/ “La bioética ha sido muy poco crítica con la ciencia de la que se ha servido. Me gustaría que mi libro indujera a muchos a tomar mucho más en serio la Biología de la Bioética.”

P/ La interdisciplinariedad se suele entender como fortaleza en el estudio de los problemas. ¿Por qué usted la señala como debilidad de la bioética?

R/ “Me parece que la interdisciplinariedad no ha funcionado a su nivel más profundo: en la validación sincera de los datos intercambiados entre las distintas disciplinas. Ha habido mucha tolerancia, por no decir blandura, para ideas y datos que apoyaban los prejuicios cientificistas y las ideologías de política social. Creo que será muy interesante estudiar las actas de los grandes comités nacionales de bioética, para medir el nivel de connivencia que se dio entre sus miembros y, especialmente, la falta de oposición interna, de pluralidad de visiones: muchos de esos comités eran, y siguen siendo, ideológicamente `monocolor´”.

P/ ¿Qué le diría a una mujer que aborta, a un científico que investiga con embriones humanos o a una pareja que va a recurrir a la fecundación in vitro?

R/ “Hay que hablarles con mucha comprensión y paciencia, porque esas personas están en situaciones muy poco propicias al debate sereno. Su conciencia subjetiva está ya fraguada. Se han autoconvencido de que están haciendo algo muy bueno y que mucha gente buena piensa así. Es muy difícil devolverles a la realidad, invitarles a que formen su conciencia rectamente, a que revisen los argumentos con que justifican sus acciones. Para aceptar que esos argumentos son falaces se necesita una gran apertura de mente, algo de estudio, y mucha generosidad moral.”

P/¿Por qué es el zigoto un ser humano?

R/ “Lo es porque el zigoto humano, antes que nada, es ya un hijo, en el que unen dos progenies, dos familias humanas. Al reunir los genomas del padre y de la madre, se hace capaz de adquirir y expresar determinados caracteres hereditarios que justo le entroncan biológicamente con un pasado humano, con unas familias, y que determinan en buena medida su futuro, humano también. Además, la fecundación no solo confiere al zigoto una herencia genética, y un dinamismo para que inicie el desarrollo, sino que lo inserta en un ambiente del que recibe estímulos epigenéticos que le obligan a reaccionar, a adaptarse a situaciones nuevas, a desplegar muchas posibilidades. Y, en el embrión humano, todo esto –genoma, dinamismo de desarrollo, estímulos epigenéticos– es siempre específicamente humano…” Entrevista al Prof Gonzalo Herranz, ACEPRENSA, Sole Maldonado Ayuso, 2013.


martes, 19 de octubre de 2021

El embrión deshumanizado (I)

Vamos a reproducir una entrevista que surgió tras la publicación del libro del Prof Gonzalo Herranz "El Embrión Ficticio. Historia de un mito biológico" (Ed Palabra, en versión inglés y español). Sobran las palabras frente a la claridad diáfana del Prof Herranz respecto a cómo se fue introduciendo artificialmente el termino preembrión tanto en el mundo científico como en la sociedad. 

El Prof Herranz asegura que libro `El Embrión Ficticio´ es “un modesto punto de arranque” para un cambio que debe darse tanto en la propia bioética como en la legislación, pues “las leyes de muchos estados contienen vicios graves en lo que concierne a su fundamentación biológica”.

P/ En la introducción de “El Embrión Ficticio” dice usted que lo que le llevó a escribir este libro fueron las pequeñas sospechas que se fueron acumulando durante años. Pero ¿qué fue lo que le llevó a ponerse manos a la obra?

R/ “Cuando uno se incorpora a la ciencia, es llevado por la corriente. Uno empieza siendo un aprendiz pasivo. Pero si no se adormece, empieza a ver problemas. Y los problemas piden soluciones. Con respecto a la bioética del embrión, yo fui acumulando sospechas, anotando incongruencias, hasta que un día me dije: esto hay que revisarlo a fondo. Eso en lo estrictamente científico. Tenía además, el convencimiento de que no puede haber contradicción entre ciencia verdadera y fe verdadera. Las dos cosas, crítica de la ciencia y convencimiento de la fe, fueron dos fuerzas sinérgicas, que me ayudaron a perseverar años en busca de datos y pruebas. La embriología de que se han servido los comités y los parlamentos para hacer leyes ha sido parcial y acomodaticia.”

P/ Parece, según señala en su libro, que la responsabilidad de que se hayan asentado argumentos que no garantizan un estatuto ético al embrión es también de los propios científicos.

R/ “Sí. Hay que olvidarse de la idea de la ciencia como algo puro, objetivo, imparcial. La ciencia de hoy, con su enorme poder y autoridad, es una empresa humana, hecha por personas muy inteligentes, pero muy ambiciosas y, en muchos casos, imbuidas de ideologías sociopolíticas muy definidas. La minusvaloración del embrión humano empezó con los científicos que programaron la contracepción moderna. Sabían que la contracepción causa de modo inevitable la pérdida de embriones humanos: para que pudiese ser aceptada por la sociedad era necesario decir que los embriones perdidos en la contracepción no eran propiamente seres humanos. Ahí empezó todo: los científicos crearon una imagen empobrecida del embrión y se la dieron a los filósofos y teólogos; y estos la aceptaron encantados, pues, de ese modo, la contracepción quedaba libre de la sospecha de destruir embriones.” Entrevista en ACEPRENSA, Sole Maldonado Ayuso, 2013.


viernes, 15 de octubre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (XI): Una nota final

Como último apunte de esta sección “El hombre nunca ha sido preembrión” (I-XI), vaya un aplauso agradecido, y más que merecido, al Prof Gonzalo Herranz, por su clarividencia científica puesta a servicio de la ciencia, en este original trabajo suyo `El Embrión Ficticio´ que, aunque hasta ahora todavía no ha recibido el suficiente reconocimiento internacional que merece, sí es lógico que mostremos justo agradecimiento, porque también refleja de forma excelente una limpia fidelidad y autenticidad científica, que tanto contrasta con la que frecuentemente, y desgraciadamente, nos vemos envueltos, y en donde no es rara la respuesta del silencio, siempre expresión de muy baja calidad, a propuestas de calado científico acreditado que se abren paso. Un ejemplo de ello se expresa a continuación.

Demos paso al Prof Herranz: “Omito cualquier referencia a los asuntos tratados en el epílogo del libro ‘El Embrión Ficticio’. Voy a referirme muy brevemente a una cuestión que algunos me han planteado: el posible impacto que pueda tener el libro, y, sobre todo, la teoría que propongo sobre el mecanismo de la gemelación monozigótica. Para responderla me harían falta dotes proféticas, que no tengo.

Puedo, sin embargo, manifestar mis deseos: me gustaría que el libro fuese leído críticamente, y, en especial, que los lectores críticos manifestaran, públicamente o en privado, su parecer. Creo en el debate constructivo, que de mi parte será siempre amistoso. Lo más temible en una circunstancia así es tener el silencio por respuesta. Pienso que la polémica buena, racional, educada y fuerte, es una delicia. La polémica destemplada hace sufrir, pero más sufrimiento causa el silencio.

Esa es de momento mi experiencia. A principios de junio de 2013 se publicó en versión virtual un artículo mío en la revista Zygote (Herranz G. The timing of twinning. A criticism of the common model). Ese artículo contiene lo biológico básico del capítulo IV del libro, y solo de pasada alude a sus implicaciones éticas. He difundido ese artículo bastante ampliamente. Lo envié por correo electrónico a más de tres centenares de embriólogos, genetistas, obstetras y bioéticos que, en años recientes, han publicado sobre la biología de la gemelación monozigótica o sus implicaciones bioéticas. Han pasado ya meses suficientes para hacer una evaluación provisional de las respuestas. Las más frecuentes han sido, como era de esperar, el silencio o un formalista acuse de recibo. Son bastante numerosas las que, a un cortés agradecimiento, añaden la promesa de leer el artículo y comentarlo: no parece que muchos la hayan cumplido. No faltan, felizmente, los casos de investigadores, algunos de muy elevado nivel, que me ofrecieron sus críticas y con los que podido mantener un animado intercambio de pareceres. Finalmente, dos importantes embriólogos han publicado en revistas internacionales unos comentarios muy duros a mi trabajo…

Estudié atentamente esos comentarios y redacté mis respuestas, creo que razonables y correctas, y las envié a los editores de las correspondientes revistas. Tengo la impresión de que, de momento, están siendo sometidas a un fastidioso proceso de dilaciones que preanuncian el rechazo de mis respuestas. Habrá que esperar a ver en que acaba todo eso. En bioética, como en palacio, las cosas van despacio.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 312.


miércoles, 13 de octubre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (X)bis: El “argumento” de la pérdida precoz de embriones

Seguimos con esta falacia, la del “argumento” de la pérdida precoz de embriones. En ética médica es muy rentable desvelar el engaño de las invenciones, porque así se frena su tóxica y letal repercusión social.  

Continuamos con el Prof Herranz: “Se han dado también interpretaciones “optimistas” de la pérdida embrionaria precoz. Desde una óptica eugenista, el fenómeno es celebrado como un eficacísimo recurso para aligerar la pesada carga de la enfermedad genética humana e impedir la degradación del patrimonio genético de la especie: una eliminación rápida y temprana de deficientes y deformes que se hace en el mejor interés de la raza. Y, desde la óptica de la reproducción humana asistida, se ha afirmado que no existen diferencias significativas entre la cuantiosa pérdida natural de embriones y la pérdida de embriones que se da en la reproducción artificial, de modo que esta última no puede ser acusada de ser una práctica nociva, pues no lo es más que el proceso natural.

En tiempos recientes el argumento ha experimentado ciertas derivas controvertidas. Por un lado, algunos bioéticos han insinuado que quienes conceden pleno estatus ético al embrión han de reconocer que la muerte embrionaria precoz constituye el “mayor azote de la humanidad” (supone prácticamente la muerte de más de la mitad de los seres humanos), por lo que quienes militan en el campo pro-vida han de sentirse obligados a hacer todo lo posible para prevenir esa tragedia: no habría otro asunto en el mundo que pudiera ganar a este en magnitud y prioridad.

Por otro lado, y de mano de ciertos bioéticos laicistas, ha surgido un problema relativamente nuevo: el que podría llamarse la escatología de los embriones. Uno de ellos razonaba así: “Incluso si generosamente excluimos todos los embriones anormales concebidos —suponiendo que su imperfecta expresión génica ha bloqueado de algún modo la instalación en ellos de un alma—, resultará aún entonces que quizás el 40 por ciento de todos los residentes en el Cielo no llegaron a nacer, ni desarrollaron un cerebro, ni tuvieron nunca emociones, experiencias, esperanzas, sueños o deseos”. 

Baste cerrar la referencia a tales elucubraciones teológicas con la sensata observación de Lee de que lo que Dios puede hacer o no hacer con los embriones tempranamente muertos, a no ser que lo revele a alguien, es una empresa que desborda nuestra limitada inteligencia.

La muerte embrionaria precoz presenta muchas incógnitas todavía. Probablemente su causa principal esté en las alteraciones génicas y cromosómicas que trastornan los delicados mecanismos moleculares de la misma fecundación y del desarrollo inicial. Parece que es también muy cuantioso el efecto de factores ambientales, en primer lugar los maternos que actúan en el curso de la implantación, lo mismo que los fallos en los delicadísimos mecanismos que rigen tanto el desarrollo intrínseco del embrión, como el intercambio de señales entre el embrión y la madre.

Conviene señalar, como conclusión de este complejo asunto, que sólo podrá tratarse con objetividad cuando se cumplan ciertas condiciones: la primera es que podamos disponer de datos fiables y no de simples cálculos influidos por prejuicios ideológicos. La segunda es conseguir una clara caracterización biológica de las entidades resultantes de la fecundación y seamos capaces de distinguir entre verdaderos embriones humanos (sanos o más o menos gravemente enfermos) y los productos no-embrionarios, carentes de potencialidad para devenir un ser humano. Conocemos ya muchas anomalías cromosómicas y génicas que son incompatibles con el desarrollo.

Cuando esas condiciones se cumplan será posible comprender con más claridad las causas de lo que ahora llamamos pérdida embrionaria espontánea. Esta no será ya vista como mero fracaso biológico, sino como el precio que se ha de pagar a cambio del inapreciable privilegio de la diversidad biológica de cada individuo, de la originalidad irrepetible de cada ser humano, de las ingentes ventajas que la reproducción sexuada y el proceso singularizador de cada gameto que la meiosis proporciona, y también de los errores de la regulación epigenética del desarrollo inicial.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 310-312.


domingo, 10 de octubre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (X): El “argumento” de la pérdida precoz de embriones

El Prof Herranz, hace ver que cuando se construye una moral sobre presupuestos biológicos no demostrados, el resultado inmediato es la confusión y la argucia para excusar acciones que carecen de ética. Es el caso, esta vez, del “argumento” de la pérdida precoz de embriones que, de forma bien dosificada, es también muy útil para la planificación anticonceptiva y abortista.  

En palabras del Prof Gonzalo Herranz: “Es bien conocido que un número muy elevado de productos de la fecundación se malogran muy tempranamente. Bien podría ocurrir que fueran alrededor de las tres cuartas partes, pero eso es una suposición.

No sabemos cuántos embriones se pierden y seguiremos ignorándolo mientras no dispongamos de procedimientos muy precisos para detectar que la fecundación se ha iniciado y completado. 

Sabemos, sin embargo, que son muchos los casos en que los gametos fusionados no culminan el proceso de la fecundación, pues ni siquiera se realiza la primera división en dos blastómeros: tales fecundaciones no llegadas a término no son, en realidad, fecundaciones. 

…Esa “cuantiosa pérdida” de embriones suscitó el interés preocupado de algunos bioéticos y teólogos, que consideraron que un despilfarro tal de vidas humanas iniciales podría ser prueba del escaso valor biológico, ontológico y ético del embrión humano: pensaban que era razonable dudar que pudieran ser miembros de la familia humana un número masivo de seres cuya existencia rudimentaria y fugaz pasa inadvertida, que a nadie provocan pena ni duelo. 

…En el campo bioético, “el argumento” ha sido presentado a veces recargando las tintas: para resaltar la insignificancia del embrión inicial muerto tan prematuramente algunos lo han echado en la cuenta de la menstruación. Y, así, han hablado de embriones que son expulsados con la cubierta endometrial en lo que parece ser una simple menstruación, o que “entre el 60 y 80 por ciento de los embriones naturalmente concebidos son simplemente baldeados con el flujo menstrual de la mujer, sin que la cosa se note”. 

Son, una vez más, expresiones retóricas, que, en su empeño de depreciar al embrión, ignoran la realidad biológica: los embriones que fenecen antes de la implantación mueren bien en la trompa, bien en la superficie del endometrio; y, lo mismo que los ovocitos no fecundados, sufren autolisis o son fagocitados. Esos ovocitos fecundados se disuelven mucho antes de la menstruación y nada tienen que ver con ella. Sólo los que mueren cuando ya han iniciado la implantación son candidatos al aborto menstrual.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 310-311.


lunes, 4 de octubre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (IX)bis: El “argumento” de la totipotencialidad

Hay “argumentos” científicos que, sin una rigurosa y elemental comprobación experimental que le acredite su verosimilitud, se abren paso para su aceptación internacional con la sola certeza que le aporta el mero pensamiento hipotético. Ese es el caso de las afirmaciones que sustentan el concepto de preembrión, como lo va dejado diáfanamente claro el Prof Gonzalo Herranz. El “argumento” de la totipontencialidad es una de las falacias que intentaron respaldar la irrealidad del preembrión, con el colosal aplauso ganancial de la industria anticonceptiva. 

Con palabras del Prof Herrnaz: “En fin de cuentas: ¿hay pruebas fiables acerca de la totipotencialidad “fuerte” de los blastómeros de embriones humanos de, por ejemplo, tres o cinco días?; ¿alguien ha demostrado alguna célula embrionaria distinta del zigoto humano que sea capaz de desarrollarse para producir un feto completo, incluidas la línea germinal y las estructuras placentarias? De momento, la respuesta es no….

Algunos autores han llegado a afirmar que los 4 primeros blastómeros son “potencialmente totipotentes”, pero para que el argumento de la totipotencialidad pueda ser tomado en serio en decisiones éticas de enorme trascendencia, necesita superar el nivel de mero experimento mental: los que lo defienden tendrían que presentar niños nacidos de células que no sean el zigoto. Pero no lo han hecho. De momento, el argumento de la totipotencialidad es un argumento vacío.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 310.