jueves, 29 de diciembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (y XIII)

La atención paliativa forma parte esencial e intrínseca del quehacer de todo médico y enfermera. Poseerla o no, cualifica o excluye del ejercicio de la medicina.

El Prof Gonzalo Herranz lo expone con claridad: 

“Si el médico o la enfermera se dejan llevar de razones utilitaristas, llegan más temprano o más tarde a la conclusión inevitable de que hay pacientes, sobre todo, familiares de pacientes, cuyo deseo de seguir viviendo o de ayudar a vivir, es irracional y caprichoso, pues tienen por delante una perspectiva detestable. Razonan así: “las vidas de ciertos pacientes, unos capaces de decidir y otros incapaces de hacerlo, son tan carentes de calidad, que no son dignas de ser vividas. El empeñarse en vivirlas es un deseo injusto, que conlleva un consumo irracional de recursos, económicos y humanos: ese dinero y ese esfuerzo laboral podrían ser mucho mejor empleados”. No es difícil construir argumentos de apariencia racional que expropian al paciente, o a los responsables del paciente, de la libertad de escoger seguir viviendo.

No son estas situaciones hipotéticas. El laboratorio social que es Holanda ha presenciado ya y, en cierto modo ha confirmado, con jurisprudencia, las cuatro fases de la expansión de la eutanasia.

Cada día que pasa me convenzo de que los Cuidados Paliativos encierran una ética de gran densidad: son un tesoro precioso de la Medicina y la Enfermería, una fuerza que encarna y defiende sus valores éticos más íntimos y básicos. Son, además, el antídoto que nos preserva contra la tentación, temible y atractiva a la vez, de la eutanasia; y que salva a nuestros hospitales del error deshumano del ensañamiento terapéutico.

La obligación de médicos y enfermeras de respetar y de cuidar toda vida humana es una fuerza moral maravillosa e inspiradora… Quiero personalmente agradecerles (a médicos y enfermeras) su interés y dedicación a la atención paliativa. Los cuidados que ustedes prodigan están salvando a la Medicina del gran peligro de convertirla en cómplice de los fuertes contra los débiles… Han escogido ustedes una especialidad llena de futuro. Muchas gracias.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.


viernes, 23 de diciembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (XII)

¡Muy Felices Navidades!
 ¡y un 2023 lleno de alegrías!
El médico tiene prohibido actuar irresponsablemente. Actúa irresponsablemente cuando su subjetividad gobierna sus decisiones. Si la subjetividad se entroniza en él y, por ejemplo, se vincula con la eutanasia, nunca prestará oídos a los Cuidados Paliativos, y su irresponsabilidad se convertirá en ordinaria administración.

El Prof Gonzalo Herranz, no puede ser más explícito: 

“Al médico o a la enfermera que hayan sucumbido a la tentación de matar por compasión y llevado a cabo una eutanasia, se les presenta una disyuntiva fuerte: o se arrepienten sinceramente, o con la misma sinceridad ya no podrán dejar de matar. Porque si son éticamente congruentes consigo mismos, y creen que han hecho algo bueno cuando pusieron fin a la vida de su paciente, no podrán rehusar, por coherencia, a seguir haciéndolo. Y lo harán en casos cada vez menos dramáticos y saltándose con mayor facilidad, en nombre de su ética, las barreras legales.

Porque si la ley, como parece en las leyes de eutanasia de primera generación, sólo autorizara la eutanasia o la ayuda al suicidio a quien la pidiera libre y voluntariamente, ¿qué razones podrá aducir el que la haya practicado conforme a la ley, para negarla a quien es incapaz de pedirla, pero se encuentra en una situación biológica tanto o más depauperada, o cuya atención es mucho más cargosa para los demás? Está seguro de que, indudablemente, el que ha dejado un testamento de vida explícito, el demente profundo o el oncológico en coma, la pedirían si tuviesen un momento de lucidez. 

Por muy cuidadoso que sea de la autonomía de sus pacientes, por mucho que respete su capacidad de elección, si piensa que hay vidas tan carentes de calidad que no merecen ser vividas, concluirá que a veces sólo queda una cosa que escoger: la muerte del extremadamente débil. Si un médico o una enfermera consideraran que la eutanasia es remedio superior a la atención paliativa, no podrían evitar convertirse en mandatarios subjetivos de los pacientes terminales. Pues, ante un paciente incapaz de expresar su voluntad, razonan así en su corazón: “Es horrible vivir en esas condiciones de precariedad biológica o psíquica. Yo no querría vivir así. Esa vida no es vida. Yo preferiría mil veces morir. Lo mejor, lo único decente que puedo hacer por ellos, es poner fin a su tragedia.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.


jueves, 15 de diciembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (XI)

Mostrarse firmes en los cimientos de la ética médica nos inmuniza de una degradación, sin paliativos, en la propia profesión. No nos conviene perder, a médicos y enfermeras, ni una sola palabra de lo que a continuación nos refiere el Prof Gonzalo Herranz.

“A juzgar por lo que dicen ciertas encuestas sociológicas, hay, entre los profesionales de la salud, un sector, de tamaño indeterminado, que acepta la idea de que está justificado, e incluso de que es virtuoso o moralmente obligado, poner término a ciertas vidas humanas carentes de calidad. Y algunos de ellos están dispuestos a hacerlo, ya colaborando a que el paciente ponga voluntariamente fin a su vida, ya practicándole la eutanasia….

…Creo que conviene, para evaluar por contraste en valor inestimable de la atención paliativa, preguntarnos qué pasa cuando se autoriza legalmente la eutanasia y la ayuda médica al suicidio.

Mi tesis es clara: cualquier legislación tolerante de la eutanasia, por restrictiva que pretenda ser en el papel, provoca un cambio brutal, que afecta a los principios y a la práctica de la atención médica. La perturba profundamente, la degrada en lo ético y la empobrece en lo científico.

La decadencia ética no es difícil de calcular. En la dinámica de la permisividad legal, y en la conciencia del médico, despenalizar la eutanasia empieza por significar que matar sin dolor es una forma excepcional de tratar ciertas enfermedades, que sólo se autoriza para situaciones extremas y muy estrictamente reguladas.

Pero, sin tardanza, de modo inexorable, por efecto del acostumbramiento social, del engolosinamiento de los medios de comunicación, y del activismo pro-eutanasia, la despenalización restrictiva termina por significar que matar por compasión es una alternativa terapéutica aceptada de hecho, con más indicaciones de las que se pensaba en un principio. Y es tan eficaz, que los médicos no pueden moralmente rehusarla. La razón es obvia: la eutanasia -una intervención limpia, rápida, eficiente al cien por ciento, indolora, compasiva, mucho más cómoda, estética y económica que el tratamiento paliativo- se convierte en una tentación invencible para ciertos pacientes y sus allegados.

Despenalizada la eutanasia, lo grave para un número de médicos y enfermeras, es que las virtudes profesionales específicas -la compasión, la prevención del sufrimiento, el sentido de justicia, el deber de no discriminar entre sus pacientes- se vuelven contra ellos, de modo que se ven impulsados por sus propias virtudes profesionales a la aplicar cada vez más esta terapia liberadora: no se puede negar a un paciente el alivio definitivo que, en circunstancias similares, se ha dado a otros; ni es operativo retrasar para más tarde lo ya ahora se presenta como el remedio indicado y eficaz. El concepto de enfermedad terminal se ensanchará más cada vez; las indicaciones de la eutanasia se irán haciendo más extensas y precoces.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.





¡¡Muy feliz Navidad!!

¡¡y un 2023 lleno de alegrías!!

domingo, 11 de diciembre de 2022

Eutanasia: el arma de la derrota

Cuando se ejerce la medicina se intenta que cada acto médico ayude a solucionar o, al menos, mitigar el estado de debilidad que presenta el paciente. Así lo exige el enfermo y la deontología médica. Al paciente no le interesa, esencialmente, saber los mecanismos fisiopatológicos que tiene alterados, sino cuál es la solución que cabe adoptar y los procedimientos más correctos, rápidos, y eficaces que se deben tomar para solventar su padecimiento.  

En su actuación el médico tiene a su cargo una persona que muestra un deterioro orgánico o psíquico, en mayor o menor proporción, reclama que se le preste una atención integral a su persona, y requiere, desde el inicio, ser acogido por la ciencia y la humanidad del facultativo.

Tanto si el resultado del acto médico conduce felizmente a la curación, como si sólo cabe adoptar medidas de cuidados paliativos, invariablemente debe permanecer constante la actitud médica inicial. Es decir, querer garantizar siempre el mejor cuidado científico y humano posible. Por otra parte, mantener viva esa conducta básica inicial asegura y facilita que los procedimientos científicos que se vayan tomando están en la vía adecuada.

Muestra nítida de ejemplaridad de ello se tiene en la Medicina Militar, al menos, en lo que respecta al ejército español. En las misiones en donde tiene que actuar, sean ordinarias o especiales, es regla de oro que estén presididas por no hacer, en absoluto, acepción de procedencia de los pacientes que les llega, sea de un signo u otro, y vengan de donde vengan, tratando a cada uno con la misma dedicación profesional. Se subraya, así, que lo esencial en todo acto médico es acoger a la persona vulnerada para prestarle los conocimientos científicos que le solucione o, al menos, le alivie la gravedad de su situación. 

Por tanto, en el horizonte de la actuación del médico militar no tiene cabida la eutanasia, pues, para él, el enfermo cuenta desde el inicio con todo el amparo científico y paliativo eficaz disponible, sin dar cauce a una valoración espúrea del paciente según criterios de mayor o menor utilidad, o de calidad de vida, que son los que abastecen y nutren a la mentalidad eutanásica.  

Las siguientes palabras sintetizan muy bien lo que se viene comentando: “hemos aportado, durante toda la historia militar, sacrificio, heroísmo, conocimiento, ciencia… en definitiva, vida. Porque nosotros lo que aportamos es vida y tranquilidad a nuestros soldados. Lo venimos haciendo desde siempre de manera organizada” General Manuel Guiote, médico militar.

En la Medicina Militar al médico sólo le mueve un interés básico: sacar a cualquier enfermo que le llegue de su comprometida o grave situación, venga de donde venga, y sólo por el hecho de ser enfermo. El médico militar, tiene muy aprendido, y asumido, que el médico que no sabe cuidar o paliar tampoco sabe curar.

Juan Llor Baños

Medicina Interna

11.XII.2022


jueves, 8 de diciembre de 2022

El respeto ético a la debilidad (X)

En un mundo en donde la calidad de vida tiene tanto predicado, es lógico que cuando esa calidad de vida en el paciente está sentenciada en su declive irreversible se la deba proteger, al menos, con la misma profesionalidad del médico, pero esta vez dirigida a cuidar y paliar. El médico que no sabe cuidar o paliar, a ciencia cierta, tampoco sabe curar.

El Prof Gonzalo Herranz, lo explica: 

“Cuando los indicadores objetivos sentencian en un momento que el desajuste orgánico es ya irreversible, que se ha iniciado la fase terminal, sin vuelta atrás, de la enfermedad, hay que abandonar la idea de curar, para emplearse en el oficio, muy exigente de ciencia, de competencia y de humanidad, de cuidar, de paliar. El acto de reconocer que ya no hay recursos curativos de los que se pueda echar mano puede ser duro, pero es una manifestación neta y profunda de humanidad, un juicio justo, una acción ética elevada, veraz y que está llena de solicitud. Puede ser una coyuntura muy difícil de aceptar por el paciente y su familia, que pone a prueba su confianza en médicos y enfermeras. Es lógico que el paciente sienta la necesidad de contar con una segunda opinión. Y nunca deben ponérsele trabas a que llame a un colega competente.

La gente va entendiendo cada vez mejor que su confianza en quienes le atienden ya no se puede basar principalmente en que médicos y enfermeras les complazcan con su simpatía campechana e indulgente. Tienden a confiar más bien en su objetividad científica, en la fiabilidad de sus conocimientos, en su competencia técnica, en su familiaridad con los métodos de diagnóstico y tratamiento aceptados. Y también en su templada renuncia a lo inútil, y, llegado el caso, en su dominio de los cuidados paliativos.

La atención paliativa, es vacuna contra la eutanasia. La atención paliativa presta un servicio impagable a las profesiones sanitarias: las protege del peligro de caer en la dinámica destructora de la eutanasia.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.