Siguiendo con la exposición del Prof Herranz, asistimos a un aspecto crucial en toda investigación científica, que es especialmente relevante al tratar cuestiones que afecten a la viabilidad de vidas humanas. Ahí, si cabe, el rigor científico se debe apurar al máximo repeliendo todo asomo acomodaticio en torno a un consenso ya previamente orientado para ser acogido y aprobado.
Así se expresa el Prof Herranz: “El problema de la interdisciplinariedad es grave. En la introducción del libro “El Embrión Ficticio” señalo que en el origen de los argumentos ha habido un fallo serio del trabajo interdisciplinar. Es obvio que la bioética es una disciplina en la que convergen muchas otras: es, por definición, interdisciplinar.
Pero, por desgracia, en la génesis de los argumentos, falló la interdisciplinariedad. A mi parecer, la interdisciplinariedad no consiste en que cada participante aporte los datos de su disciplina para después yuxtaponer las contribuciones de todos. Consiste en algo más difícil y complejo:
-en explicar cada uno sus ideas a los demás, y después de mucho preguntar todos y de entender todos para debatir y acordar,
-en asumir cada uno, en el acuerdo o el disenso, la responsabilidad moral e intelectual de lo que se ha informado o concluido.
-no cabe la simple división de funciones y de responsabilidades.
Cuando se está tratando de vidas humanas, no pueden los biólogos decir: ‘la ciencia dice esto sobre `la cronología de la gemelación’, cuando en realidad están dando opiniones sobre hechos no probados. Tendrían que decir: no sabemos nada seguro sobre ese asunto. Los filósofos y teólogos no deberían aceptar hipótesis biológicas como si fueran a hechos comprobados, sólo porque esas hipótesis más o menos plausibles concuerdan y afirman sus intuiciones morales.
Tengo la sospecha de que la mayor parte de las comisiones, nacionales o no, que actuaron como grupos interdisciplinares para informar al pueblo y a sus representantes sobre la bioética de la reproducción humana, eran muy homogéneas en su ideología: los portavoces de las diferentes disciplinas mostraron una gran confianza recíproca, y llegaron a acuerdos con notable facilidad, movidos sin duda por sus buenas intenciones de abrir camino al progreso científico y al aperturismo moral.
Por ejemplo, los embriólogos: dieron una versión biológica del embrión que, lógicamente, procuraba inclinar la opinión de los demás a favor de la investigación sobre embriones; los demógrafos hacían hincapié en el papel determinante de la contracepción en la regulación de los nacimientos.
Esa homogeneidad ideológica implicó el pasar por alto tanto la necesidad de depurar los datos científicos, como la de ponderar si tales datos podían avalar conclusiones morales y sociales de enorme importancia. Pienso que el debate interdisciplinar en torno a la embrioética se resintió de la credulidad con que los no-científicos aceptaron la información que les brindaron los expertos en embriología.
… Eso es quizás prueba de la buena fe en los científicos que inspira, todavía hoy, a la mayoría de los miembros de los grupos interdisciplinares, una fe que podríamos llamar “fe del carbonero en el testimonio científico”. Ante los datos de la ciencia, los comisionados no se atreven a adoptar una actitud crítica.
Me parece justificada, al menos como tema para quien quiera indagarlo, la sospecha de que la bioética del embrión hecha en los dos últimos decenios del siglo XX presenta un flanco biológico muy débil. Es una biología floja y contaminada de prejuicios, que facilitó, gracias a sus argumentos, la autorización e incluso el apoyo entusiasta de la sociedad a la reproducción asistida y a la contracepción…. Prácticamente nadie lo advirtió ni lo denunció entonces, a pesar de que los datos científicos selectivamente asumidos por la bioética ‘oficial’ del embrión entraban en abierta colisión con la ética del respeto a la vida y la dignidad de todos los seres humanos desde la concepción. Hoy apenas se habla de eso, pero las ideas siguen ahí: constituyen, por así decirlo, doctrina científica oficial, intangible.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 302-303.
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