viernes, 10 de septiembre de 2021

El hombre nunca ha sido preembrión (V): El "argumento" de la irrelevancia biológica de la fecundación

El hecho incuestionable de la fecundación se puede evaporar, carecer de contenido y, en definitiva, sin base para existir, si intencionadamente se observa con irrelevancia, e intencionadamente también se le despoja de la peculiaridad biológica objetiva que lo define, y así, de paso, de contenido ético. 

El Prof Herranz lo explica en estos términos: “El desplazamiento del “comienzo” de la vida individual a la implantación obligaba a los fautores de la nueva terminología a vaciar de contenido biológico y ético el evento de la fecundación. La nueva visión era incompatible con la tradición cultural y biológica que consideraban la fecundación como un acontecimiento básico, fundante, en el que el nuevo individuo es originado como hijo de una madre y un padre, que no sólo le asigna una herencia genética, sino que determina si va a ser mujer o varón, y que, además, inicia y activa su desarrollo.

Para el nuevo modo de ver las cosas, todo eso pierde relevancia:

-En el “argumento” enseña que la fecundación es un eslabón más en una cadena, en un `continuum´ biológico, cuyos límites temporales son difusos, pues no se produce en un instante, en un momento, sino que consiste, a su vez, en una serie sucesiva de fenómenos entrelazados que se superponen unos a otros.

-Además, el “argumento” afirma que prácticamente nada nuevo ocurre en la fecundación: los elementos que forman el zigoto son los que han traído consigo cada uno de los gametos,... 

-Sólo, al cabo de unos días, el embrión empieza a hacer cosas por su cuenta (activar genes propios, producir materiales, lanzar señales, reaccionar a estímulos…), pero hasta entonces prácticamente todo ha estado a cargo de componentes recibidos de los gametos…

-La fecundación, como defiende otro argumento (el de la pérdida masiva de embriones recién fecundados) fracasa tantas veces que no parece lógico reconocer que sus productos merezcan ser reconocidos como algo de elevado valor, pues a veces la fecundación, en vez de producir embriones, produce tumores. 

…Todo el “argumento” tiende básicamente a convertir el proceso de la fecundación en un asunto problemático, sin comienzo ni final definidos, sin contenido propio.

Cierto que la vida del zigoto continúa la vida de los gametos que lo constituyen, pero el zigoto es mucho más que la suma de los meros gametos: estos son células asombrosas, increíblemente sofisticadas, pero terminales, condenadas a morir en unas pocas horas o días. La fecundación las cambia radicalmente: fundidas en el nuevo ser, en el zigoto, protagonizan una “explosión” repentina y violenta de vida capaz de durar años y años. Además, negar que la vida del individuo humano se inicia con la fecundación equivale a anular el papel decisivo, determinante, del padre (y no sólo del gameto masculino) en el acto humano de engendrar un hijo, como si la transmisión de la vida humana se hiciera mediante un proceso amorfo, anónimo, asexuado.

En mi opinión, el proceso biológico de la fecundación se termina al final de la primera división mitótica del zigoto y los dos primeros blastómeros se separan al uno de otro. Tal opinión, que cuenta con un respaldo cada vez más extenso, concede el justo relieve a la realización de los rasgos biológicos fundamentales de la fecundación: en los dos primeros blastómeros el del nuevo individuo se constituye completo por primera vez; su formación manifiesta el impulso al desarrollo; su composición cromosómica determina el sexo…” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 304-305.


No hay comentarios:

Publicar un comentario