Seguimos dando pasos en la tarea de cómo el Prof Herranz ha logrado denunciar la falsedad científica, y por tanto, la carencia de todo fundamento ético, en torno a la ficción de lo que ha venido a llamarse preembrión.
Según el Prof Herranz: “En el libro, `El embrión ficticio´, trato con detalle la historia del preembrión, tanto de la palabra y como del concepto. Es bien conocida la eficacia del empleo táctico de las palabras, del uso de neologismos para cambiar las mentalidades. Y, aunque sobre la creación y usos del término preembrión han corrido ríos de tinta, trato de ofrecer algunos datos que hasta ahora habían quedado marginados.
La historia es instructiva, pues nos revela cosas bastante extrañas: una palabra que surge independientemente en dos, o tres, sitios casi simultáneamente y acuñada para un propósito común.
Es muy curioso que dos de sus creadores, Clifford Grobstein y Anne McLaren, la propongan por primera vez de un modo casual y que la olviden por algún tiempo, para recuperarla cuando se dan cuenta del valor del neologismo en el debate social sobre la fecundación in vitro. Los dos autores han contado la historia íntima de la recuperación de la palabra olvidada, y de cómo lo que empezó como barrunto se convirtió más adelante en convicción.
Al leer esos relatos se hace casi inevitable la sospecha de estar ante una maquinación. En efecto, al cabo de unos años, la palabra preembrión ya no es usada en los contextos biológicos y bioético: cumplidos sus objetivos tácticos, devino un término ‘quemado’. La siguen empleando unos pocos nostálgicos, aunque curiosamente permanece en la legislación española (p. ej., Ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción asistida humana; Ley 14/2007 de investigación biomédica; Ley 7/2003 de Andalucía de investigación sobre preembriones humanos).
Sin embargo, la historia del preembrión es una llamada de atención sobre el enorme poder sociológico que puede alcanzar una palabra falsa, un eslogan.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 303-304.
Estos párrafos alcanzan su fuerte sentido si se han leído los anteriores.
ResponderEliminarMuchas gracias, Javier
Eliminar