Durante un tiempo, de mano del Prof Gonzalo Herranz, vamos a intentar poner en claro lo inconsistentes que son las razones científicas que niegan, o ponen en duda, que el embrión, desde los primeros estadios, es un ser humano al que nada le falta para ser y poderse llamar hombre.
El trabajo está desarrollado por el Prof Herranz en su libro “El embrión ficticio. Historia de un mito biológico” Ed Palabra (en versión española e inglesa).
“Una mirada atenta a lo que pasa en el mundo nos revela que, en todas partes y desde hace ya unos decenios, la contracepción y la reproducción asistida son tenidos, científica y sociológicamente, por grandes y muy benéficos avances. Son mayoría tanto los que se muestran encantados por la liberación sexual que la contracepción ha hecho posible, como los que piensan que la reproducción asistida es un milagro de la ciencia que ha traído felicidad a millones de parejas estériles. Parece que solo la Iglesia católica piensa de modo diferente al negar su aprobación moral a esas técnicas. Esa negativa le ha valido ser tachada de madrastra insensible y retrógrada.
¿Por qué la Iglesia ha adoptado esa posición tan impopular? La respuesta a esta pregunta es compleja; reduciéndola a la faceta que aquí nos importa, se puede decir que la Iglesia lo hace como una acción más de su incansable defensa de la vida y la dignidad de todos los seres humanos, en especial, de los más débiles: en este caso, en defensa del embrión. Y, como en la contracepción y en la reproducción asistida se destruyen o se pierden embriones humanos, la Iglesia dice que esas prácticas constituyen un grave mal moral.
Eso es ir contracorriente, de modo que, en la tarea de defender al embrión humano, la Iglesia se ha ido quedando sola. Hace ahora algo más de 50 años, casi todo el mundo pensaba que el embrión humano era merecedor del máximo respeto, y que no era decente, sino criminal, dañarlo o destruirlo. Pero el mundo ha cambiado: los profesionales, los legisladores, la gente civilizada y moralmente correcta, la mayoría de los ciudadanos, ya no piensan así: se han dejado convencer por los biólogos de que tales técnicas no matan embriones propiamente dichos, sino solo células precursoras, entidades que no son embriones. En consecuencia, concluyen, esas técnicas son aceptables: más aun, son moralmente buenas por ser inmensamente beneficiosas. Según la opinión bioética dominante, la mayoría está en lo cierto; la Iglesia católica, en el error.
…Pero, ¿es cierto que las tecnologías reproductivas no hacen daño a nadie? Respondo que, con base en los datos de la ciencia, se ha de afirmar que esas tecnologías destruyen no preseres humanos o proyectos de hombre, sino seres humanos a los que nada les falta para ser y poderse llamar hombres… Los argumentos que podríamos llamar ‘preembrionistas’ nunca se basaron en datos embriológicos fuertes y comprobados, sino solo en suposiciones más o menos plausibles o en observaciones preliminares; es decir, no pueden llevar a conclusiones fiables. La inocencia con que, gracias a los argumentos, se revistió a las tecnologías reproductivas resulta al cabo ser mera presunción.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 300-301."
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