jueves, 26 de agosto de 2021

El alcohólico asintomático

Conviene acudir a la medicina para aclarar qué se entiende por enfermedad sintomática, asintomática, y mera sospecha de enfermedad. 

Ser sintomático es asistir al reflejo de la enfermedad que se manifiesta por signos, que deben ser valorados con precisión por el facultativo. Ser asintomático es tener una enfermedad que actualmente no da síntomas, y sólo corresponde al médico la valoración de su existencia tras una consulta reglada, que le dará una relevancia escasa, media o mayor, como enfermedad asintomática. Ciertamente, ni en la enfermedad sintomática, ni en la asintomática, la valoración diagnóstica nunca viene concedida únicamente por unas pruebas de laboratorio, radiológicas, etc. sean positivas o no, sino por la valoración diagnóstica del facultativo. Lógicamente, la mera sospecha imaginaria de enfermedad se coloca fuera de los límites de la medicina.

Pues bien, la enfermedad alcohólica, en la historia natural de cada paciente, ofrece un perfil casi óptimo para considerar la definición de ambas manifestaciones de la enfermedad, tanto en su vertiente asintomática como sintomática. 

La versión asintomática en la enfermedad alcohólica muy frecuentemente transcurre durante un largo periodo de tiempo que, incluso, puede ser de meses, con el agravante de ir consolidando, de forma casi silente, una afectación severa o muy severa.

En medicina, se sabe que estos enfermos alcohólicos padecen desde el inicio una alteración de conducta que transcurre oculta durante largo tiempo, formando parte de una verdadera enfermedad asintomática, en donde el enfermo mimetiza formas de comportamiento que se conciben como normales, tanto para su entorno como incluso para el propio enfermo. 

Si nos referimos a las alteraciones orgánicas de la e
nfermedad alcohólica, normalmente, de forma paralela a las alteraciones de la conducta, sólo suelen manifestarse de forma muy solapada al cabo de largos meses. Por ejemplo, a nivel hepático toman asiento lesiones que pasan desapercibidas y que, al no ser advertidas, no pueden dar ni siquiera la alerta al paciente en la conveniencia de abstenerse del alcohol. Alerta, que le alejaría de la evolución tórpida hacia la irreversibilidad de la cirrosis y sus graves complicaciones. No es el hígado el único órgano que se ve afectado por el estado asintomático de la enfermedad alcohólica, ya que ésta pone en marcha más de 60 enfermedades en el organismo. 

Sirva de ejemplo la enfermedad alcohólica para confirmar que, al margen de la realización de pruebas y de su positividad o no, siempre se precisa la completa valoración diagnóstica del facultativo para definir cuándo estamos ante la enfermedad sintomática o asintomática con su rango de afectación, escasa, media o importante. Por supuesto, está fuera de consideración médica la imaginativa sospecha de enfermedad.


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