viernes, 12 de febrero de 2021

EL ABORTO Y LA MEDICINA (y II)


   El porqué no nacen Síndromes de Down, la respuesta no parece que haya que buscarla en otra causa mas que en la eliminación como primera opción, casi de protocolo sin alternativa, de quien presente sospecha de nacer con esa enfermedad. En una gran mayoría de países occidentales sólo nacen el 4% de los diagnosticados. Igual suerte corren otras enfermedades genéticas diagnosticadas en el embarazo. Es una mala praxis médica que se pliega a la aberración con el servilismo médico a los deseos subjetivos de unos padres que no ven en su nuevo hijo horizontes satisfacción garantizados. Si esa actitud de los padres fuera recogida por la autoridad y se impusiera al médico, no cabría, en honor a no hacer de la profesión médica un acto de servilismo, mas que invocar la objeción de conciencia. 

El Prof Herranz, en este resumen, diagnostica con claridad esa auténtica “enfermedad febril eugenista", y subraya la importancia de la objeción de conciencia frente a la obligación de plegarse a un servilismo profesional médico que lo sitúa al margen de la ética profesional. 

El peligro eugenista

“Ha crecido en el primer mundo el rechazo de la deficiencia congénita. Para muchas personas es algo intolerable. En primer lugar porque supone un fallo en el diagnóstico prenatal. A medida que éste afina sus filtros, y allí donde la preeminencia profesional depende de esa finura, es fácil entonces que se pueda convertir en motivo de emulación: "he de hacerlo yo también, pues si no lo hago, pierdo prestigio, me tienen por peor médico". Es curioso: parte de la deshumanización de la Medicina y del giro de la ética médica hacia el nuevo profesionalismo viene de la amplitud del catálogo de "servicios" que el médico ofrece para complacer a sus clientes. Ha habido casos de permitir o provocar la eutanasia de un neonato deficiente con el propósito de conseguir seguridad jurídica. Se puede dar entonces la paradoja de que sea el mismo obstetra que, para su propia seguridad, ha dado muerte al neonato, el que da el pésame a la madre por el neonato muerto. 

La discusión sobre el infanticidio eutanásico de neonatos "insatisfactorios" tiene mucho que ver con el egoísmo de los progenitores que no desean cargar con ese pesado fardo, y con la mentalidad eugenista de algunos obstetras. La legislación y la jurisprudencia holandesa han establecido que si los padres rechazan al neonato enfermo, se le puede aplicar la eutanasia, porque la atención de esa criatura les resultará extremadamente gravosa y la vida del hijo les parecerá muy desgraciada. La prerrogativa de solicitar y obtener la eutanasia neonatal se proyecta como solución para la vida minusválida, objeto de una creciente intolerancia. 

Vuelve a aflorar aquí el paralelismo entre la eugenesia nazi y la eugenesia de hoy. La inspiración y el método son diferentes. Pero el resultado final es semejante: erradicar la deficiencia biológica, la escoria genética. 

Derecho a la objección de conciencia

“No creo que ningún Estado moderno (en la ley fundamental, en la Constitución) no reconozca a los ciudadanos un crédito muy amplio de libertad ideológica. La objeción de conciencia debería ser respetada en todas partes, no sólo porque pertenece a la libertad ideológica, sino porque es, desde mi punto de vista, uno de los más grandes logros de los que pueda enorgullecerse una sociedad moderna. Y debería hacerlo no por una cuestión de mera tolerancia formal (o de agnosticismo ético), sino por respeto a la dignidad de las personas. La objeción de conciencia, vivida como un auténtico derecho, es un monumento a la madurez ética de la sociedad moderna….

Las acciones objetables son pocas: sólo aquellas cuya comisión le destruye a uno como agente moral. Si yo cometiera un asesinato alevoso me destruiría a mí mismo como persona moral, puesto que para mí la vida de todo ser humano es un bien moral primario que ha de ser respetado. Matar un embrión, destruir un feto humano, es para mí una acción moral incompatible con el respeto que, como agente moral, me debo a mí mismo. Si yo lo hiciera, me anularía, me suicidaría éticamente, me convertiría en un ser moralmente despreciable…

Un enemigo muy fuerte de la objeción de conciencia es la pasión moderna de algunos de los que dirigen por obtener de sus súbditos una obediencia servil. Muchos Ministros de Sanidad, muchos gerentes de Hospitales, muchos directores médicos tienden a irritarse cuando surgen disidentes a su acción de gobierno. Quieren de todos una obediencia sumisa, eficiente; aspiran a que nadie se salga de la fila, a que las cosas funcionen como la seda, a que se cumplan las directrices que ellos han impuesto muy sabiamente para informar y uniformar la conducta de los demás. Exigen una obediencia sumisa, y para inducirla utilizan amenazas y aplican sanciones a discreción. Saben cómo hacer difícil la supervivencia de los objetores. A muchos débiles consiguen doblegarlos, y a los fuertes marginarlos. 

Para entender la objeción de conciencia en sus términos reales, en la realidad de un Hospital, de un Servicio nacional de salud, es necesario darse cuenta de que la objeción también tiene otro enemigo muy poderoso: los colegas no- objetores. 

En el fondo, la objeción de conciencia no es percibida por lo no-objetores como una feliz manifestación de la diversidad moral, que debería provocar reacciones de compresión y tolerancia. Es cierto que la objeción puede generar incomodidades al no-objetor, que deberían ciertamente ser compensados por un eventual aumento de trabajo. Pero trágicamente la objeción de conciencia es percibida por algunos como una bofetada moral. Que un colega se niegue, incluso renunciando a muchas oportunidades, a practicar abortos, es para algunos un reproche muy difícil de llevar. De hecho, cuando en algunos países que presumen de democráticos y abiertos el derecho a la objeción de conciencia ha sido suspendido defacto, no derogado en la ley, la causa hay que buscarla no en una iniciativa de los gobernantes, sino en la presión de los colegas. 

A mí me parece que es necesario negociar soluciones. Por ejemplo, que a los médicos objetores se les exija (como antes sucedía a los objetores al servicio militar) la prestación de servicios profesionales sustitutorios. Pero no se les debería inquietar en su opción fundamental de objetar a la práctica del aborto y de otras prácticas incompatibles con la propia conciencia”. 

En Al Servicio del Enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz, 2015, Ed EUNSA, pag 104-111.

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