viernes, 10 de febrero de 2023

El ficticio embrión. Entrevista (II)

Hoy en día no se puede pensar con rigor que la ciencia médica esté exenta de manipulación, sea objetiva e imparcial. La historia abunda con en ejemplos, algunos muy recientes. Uno de ellos es la elaboración ficticia del concepto de pre-embrión, que perdura con su fraudulenta exposición hasta la actualidad.

El Prof Gonzalo Herranz no puede ser más explícito.   

Pregunta: Parece, según señala en su libro (“El embrión ficticio. Historia crítica de un mito biológico”, 2013, Ed Palabra), que la responsabilidad de que se hayan asentado argumentos que no garantizan un estatuto ético al embrión es también de los propios científicos.

Respuesta: Sí. Hay que olvidarse de la idea de la ciencia como algo puro, objetivo, imparcial. La ciencia de hoy, con su enorme poder y autoridad, es una empresa humana, hecha por personas muy inteligentes, pero muy ambiciosas y, en muchos casos, imbuidas de ideologías sociopolíticas muy definidas. La minusvaloración del embrión humano empezó con los científicos que programaron la contracepción moderna. Sabían que la contracepción causa de modo inevitable la pérdida de embriones humanos: para que pudiese ser aceptada por la sociedad era necesario decir que los embriones perdidos en la contracepción no eran propiamente seres humanos. Ahí empezó todo: los científicos crearon una imagen empobrecida del embrión y se la dieron a los filósofos y teólogos; y estos la aceptaron encantados, pues, de ese modo, la contracepción quedaba libre de la sospecha de destruir embriones.

Pregunta: Una de las tesis que señala en el libro es que la Bioética ha sido blanda porque se apoyaba en una Biología blanda también. ¿Acaso la ciencia no es siempre sólida y verdadera?

Respuesta: Creo que en el libro demuestro lo débil, parcial y acomodaticia que ha sido la embriología de que se han servido los comités, los parlamentos y los académicos para montar la bioética de la contracepción y de la fecundación in vitro. La ciencia aspira a ser sólida y verdadera o, al menos, basada en pruebas. Eso es el ideal al que siempre se ha de aspirar. Pero la ciencia de andar por casa se presta a amaños: a escoger lo que más conviene para conseguir un fin determinado. En bioética, los científicos actuaron como oráculos; y los no-científicos creyeron a ciegas en lo que aquellos les decían. Entrevista al Prof Gonzalo Herranz, en Aceprensa, 11 noviembre 2013.

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