El mundo occidental respira indiferente una atmósfera nazi devastadora: se propicia el aborto como la solución, aceptable y deseada, para todo nacimiento defectuoso.
La respuesta del Prof Herranz no deja lugar a la duda.
Cuestión: Sucede no pocas veces que el diagnóstico prenatal se pone al servicio de una mentalidad eugenésica, que acepta el aborto selectivo para impedir el nacimiento de fetos afectados por distintas patologías.
Respuesta: “En efecto, a medida que avanza el diagnóstico prenatal (incluido el diagnóstico genético pre-implantatorio) se va imponiendo en genetistas y obstetras, lo mismo que en la sociedad general, la idea de que solamente es aceptable el hijo que está libre de taras genéticas o de defectos del desarrollo. De este modo, la mentalidad eugenésica empieza a dominar estratos cada vez más extensos de la sociedad, sobre todo en las sociedades más avanzadas y en los sectores más ilustrados de ellas.
Los médicos y biólogos ofrecen, sonriendo, desde las páginas de los periódicos o en las pantallas de la televisión la puesta a punto de técnicas que anticipan en el tiempo el diagnóstico de lo "no deseable" y la posibilidad de desembarazarse de una criatura que no será competitiva. No se trata ya sólo de dejar que los padres elijan libremente. Cada vez más, desde el punto de vista del médico, el diagnóstico prenatal, a veces el encarnizado diagnóstico prenatal, es el medio de sobrevivir incólume en una cultura de rechazo a la tara congénita. Fallar un diagnóstico prenatal, o atender a un embarazo del que nace un niño con lesiones malformativas o con trastornos genéticos no detectados a tiempo, es una situación que puede costarle muy cara al médico. Todo (la jurisprudencia, la legislación, la exigencia social) impone al médico como signo de competencia profesional un deber nuevo: permitir el nacimiento exclusivamente de niños sanos.
En las sociedades avanzadas de hoy, la opción del aborto es la solución propuesta no sólo para los casos en que se demuestra un diagnóstico incompatible con la vida o de trastornos graves del desarrollo neurológico y psicológico de las criaturas; es un imperativo para los casos de duda. El aborto es la solución jurídica-mente más segura, más ventajosa para el médico. Las sentencias judiciales les han llevado a la cínica convicción de que un feto deliberadamente abortado, aunque fuera sano, nunca crea problemas; una criatura malformada, pero viva, los crea.
Esto es lo que está sucediendo en las sociedades que aspiran a que no haya especímenes biológicos deficientes, que todos los niños nacidos hayan pasado por ese filtro de calidad, de la creciente optimización de la reproducción humana. Un médico alemán lo señalaba de un modo gráfico: las exigencias de calidad del feto han convertido al feto enfermo en una especie de parásito que debe ser expulsado del cuerpo, como si fuera una lombriz intrauterina. En eso está quedando el respeto debido al ser humano minusválido antes de nacer. Esta mentalidad eugenésica está haciendo saltar en pedazos la idea del hijo como un regalo de Dios, como don recibido, como milagro, y la está sustituyendo por la idea del hijo como objeto que se diseña y que ha de cumplir ciertos requisitos para ser aceptado.
En bioética se tiene por insulto intolerable el trazar algún paralelismo entre la política eugenista nazi y la práctica eugenista que se está imponiendo de modo práctico, y con creciente adhesión, en las sociedades avanzadas de hoy. Es evidente que hay marcadas diferencias de procedimiento, y que han transcurrido muchos decenios de avances científicos y refinamientos técnicos. Pero el resultado final, erradicar el error genético, la minusvalía congénita, es el mismo: los dos son producto de una visión exclusivamente biologista del hombre. De momento, las decisiones eugenésicas están en manos de los progenitores. Pero no cabe duda de que la mentalidad eugenista está penetrando hondo entre obstetras y genetistas. Cada vez es más fuerte, más dominante, la idea de que forma parte de la competencia profesional el ofrecer productos terminados de alta calidad.” (En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, 84)
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