Es evidente que la dignidad del enfermo, como persona, no se define por unos parámetros de cantidad, sean fisiológicos o de baremo medible de respuesta de consciencia. La dignidad nunca es susceptible de cuantificarse. Si lo fuese, se reduciría a elemento de tasación y negociación que la disolvería de raíz. Son otros los elementos que definen la dignidad del enfermo, como los expresa el Prof Herranz.
"Siempre, antes igual que ahora, ha habido ciertas mentalidades ciegas al valor ético de la debilidad. Las filosofías del poder y la vitalidad, antiguo-paganas o modernas, han manifestado siempre su desprecio, disfrazado a veces de compasión, hacia el enfermo y el débil....
Pienso que hay una dignidad específica del paciente que emana de su legítima exigencia de protección para su humanidad precaria, de su derecho humano a recuperar lo más posible de su integridad personal.
El respeto del médico ha de ser proporcionado a esa necesidad: el paciente tiene derecho a la atención del médico, a su tiempo, a su capacidad, a sus habilidades. Y, en todo el curso de la relación médico-enfermo, mientras el médico cumple, en nombre de la humanidad, su oficio sanador, ha de mantener lo que me gusta llamar una visión binocular de su paciente.
Ha de mantener constante su conciencia de que está delante de un ser humano, de que la relación médico-enfermo es una relación persona-persona, una relación sujeto-sujeto, una relación yo-tú. Y, al mismo tiempo que el enfermo exige ser aceptado seriamente por el médico como persona, necesita ser examinado y considerado como un objeto biológico trastornado.
El paciente no puede ser reducido nunca a un conjunto de moléculas desarregladas o de órganos desconcertados, o como un enigmático problema diagnóstico o una simple oportunidad de ensayo terapéutico. Es esas cosas y, a la vez, una persona que, bajo apariencias tan precarias, preserva intacta su dignidad.
De no participar de esta convicción, se llegaría a la pesimista conclusión de que el débil, el terminal, el moribundo y el comatoso permanente, carecerían de dignidad humana. En efecto, decir que la dignidad humana puede disminuir o perderse a causa de la debilidad y el sufrimiento, equivale a decir que la dignidad humana depende de la capacidad de controlar cosas incontrolables como son el envejecimiento, la minusvalía o la enfermedad terminal...
Mortalidad y precariedad nos colocan a todos al mismo nivel de valor, en una igualdad esencial. De la confrontación con la finitud que a todos nos espera, brota la conciencia de que los hombres coincidimos y nos identificamos en las experiencias del dolor y las penas, de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte; una experiencia que nos amalgama a todos en la realidad de la dignidad común..." En “Desde el Corazón de la Medicina”, Libro homenaje de la Organización Médica Colegial al Prof Gonzalo Herranz, 2013, pag 294-306.
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