Hay que asumir que vivimos en compañía de error, por mucho que se quiera evitar. Hay que prestarle atención si se quiere que sea fuente de progreso.
“La paradoja central: los errores, inevitables, han de ser evitados. Todos conocemos el aforismo de Hipócrates que nos hace considerar como al médico se le va la vida en aprender un arte que no llega a dominar, que las oportunidades de aprender se le escapan, que la experiencia adquirida resulta a veces engañosa, que es muy difícil decidir con acierto. El famoso aforismo ha consolado a muchos médicos en la desazón que sus errores les han causado. Pero ha servido también de licencia para ignorarlos.
Parece, ya lo he dicho, que ha correspondido a la ética médica de hoy dinamizar el dicho hipocrático. Aprender abiertamente de los propios errores está ganando terreno. Ya no es la actividad oculta, privada, de antaño.
El impulso viene del reconocimiento de la inevitabilidad del error. Hace años, Gorowitz y Maclntyre publicaron un artículo básico: “Hacia una teoría de la falibilidad médica”. Empezaba diciendo “Ningún tipo de falibilidad es más importante, y ninguno menos comprendido, que la falibilidad de la práctica médica. La propensión del médico a cometer errores que dañan es intensamente negada, quizás porque es intensamente temida”.
La tesis de Gorowitz y Mclntyre es que no sólo se dan errores médicos, sino que son inevitables. Y la razón profunda es esta: “nuestra comprensión y nuestras predicciones sobre los casos singulares no pueden derivarse de la simple aplicación, a sus condiciones iniciales, de los criterios de las leyes biológicas. El mejor juicio posible puede resultar erróneo. Y no porque la ciencia no haya progresado lo suficiente o porque el médico haya juzgado caprichosa o negligentemente; sino por la necesaria falibilidad de nuestro conocimiento de los casos singulares”.
Poco después, Mclntyre y Popper, en un artículo titulado “La actitud crítica en medicina: la necesidad de una nueva ética”, afirmaron que es cierto que el conocimiento científico crece aquí y allá por acumulación de datos e ideas nuevas. Pero crece mucho más a menudo gracias al reconocimiento de errores: refutando conocimientos obsoletos y teorías erróneas.
Cito literalmente: “Todos nos equivocamos, es imposible que alguien pueda evitar todos los errores, incluso los evitables. Es necesario revisar la antigua y equivocada idea de que debemos evitarlos: esa idea nos ha llevado a la hipocresía. Y sin embargo, hemos de evitar los errores. Es cosa muy difícil, en la que ningún ser humano puede tener éxito total; incluso los más grandes creadores de la ciencia, llevados por su intuición, caen muy frecuentemente en el error”.
Esta idea debería empapar el ánimo de todos, médicos y pacientes, para no vivir en un mundo de fantasía.” En Desde el Corazón de la Medicina. Libro Homenaje al Prof Gonzalo Herranz por la OMC, 2013, 220-228.
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