Es Archibald Cochrane un eminente médico británico, inspirador de la medicina basada en la evidencia, el que relata una experiencia propia durante la II Guerra Mundial:
“Los alemanes arrojaron a un joven prisionero soviético en mi pabellón una noche. La sala estaba llena, así que lo puse en mi habitación porque estaba moribundo y gritando y no quería despertar a los enfermos. Lo examiné. Tenía una cavitación bilateral macroscópica obvia y un roce pleural severo. Pensé que esto último era la causa del dolor y los gritos.
No tenía morfina, solo aspirinas, que no surtían efecto. Me sentí desesperado. Yo sabía muy poco ruso entonces y no había nadie en la sala que lo hablara. Finalmente, instintivamente me senté en la cama y lo abracé. Los gritos cesaron casi de inmediato. Murió pacíficamente en mis brazos unas horas después. No era la pleuresía lo que provocaba los gritos sino la soledad. Fue una lección maravillosa sobre el cuidado de los moribundos. Me avergoncé de mi diagnóstico erróneo y mantuve la historia en secreto.”
Me parece que esta experiencia viene a demostrar algo muy evidente en medicina, ya que tratar al enfermo y resolver su situación no se consigue sólo, ni se consuma, en lograr optimizar la administración farmacológica, ni en aplicar unas precisas técnicas quirúrgicas, ni en una ajustada política de prevención, si todo ello no va al unísono con un esmerado trato médico de cercanía y humanidad. La completa eficiencia del tratamiento médico no puede prescindir de un componente humano también de calidad.
Es evidente que en la reciente pandemia de covid ha habido mucho ejercicio sanitario de tratamiento farmacológico, de UCIs, etc., junto a un esforzado ejercicio de prevención con aislamientos, confinamientos, etc., llevado a cabo con cierta eficacia. Pero es indiscutible también que todo ello ha estado desprovisto en un porcentaje demasiado alto de la cercanía humana que es también imprescindible en medicina, dando lugar a excesivas situaciones de trato lejano que propició muertes en soledad propias de un perfil cercano a la crueldad.
Si desaparece en el ejercicio de la medicina el necesario ingrediente del acompañamiento humano relegándolo a un plano secundario de importancia frente al sofisticado tratamiento que proporciona la técnica, se corre el peligro de mermar gravemente el verdadero potencial de eficacia médica que el enfermo precisa, y como el caso de la eutanasia desprecia.
Juan Llor Baños
Medicina Interna
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