martes, 23 de mayo de 2023

Aspectos médico-farmacéuticos del embrión humano (II)

La existencia del embrión humano exige que en la práctica clínica y, cuando sea precisa, en la actuación farmacológica del embarazo, sea realizada con la suficiente y responsable profesionalidad.

El Prof Herranz profundiza sobre esta delicada cuestión. 

“…Las relaciones del embrión joven con los fármacos constituyen un capítulo muy interesante de la ética médica. Son fuente inagotable de conflictos, pero lo son también de posibilidades terapéuticas. Se dan aquí unas circunstancias muy especiales. 

La peculiar biología del embrión crea, por decirlo así, una farmacología específica, muy estrechamente vinculada al modelo diádico: una acción farmacológica beneficiosa para la madre puede provocar efectos indeseados en el embrión. Pero, a su vez, la instalación del embrión en la unidad materno-embrionaria implica la insoslayable condición de que sólo podemos actuar farmacológicamente sobre el embrión a través del organismo materno.

Estas peculiares y difíciles relaciones han llevado a clasificar, en el contexto de la farmacología clínica, a la mujer gestante y a su embrión en la categoría de sujetos vulnerables, una situación de desventaja, que la tragedia de la talidomida se ha encargado de hacer perdurar. 

…Desde una perspectiva ético-médica, (se abordarán) cinco puntos

1) Los riesgos farmacológicos para el embrión joven. 

Aunque los fármacos que recibe la gestante pueden dañar al hijo a todo lo largo de la vida prenatal, el período embrionario es el momento en que sus efectos nocivos pueden alcanzar mayor trascendencia. A todos los médicos se nos ha enseñado en las Facultades que lo ideal es no prescribir medicamentos durante el embarazo, muy en especial en sus tres primeros meses. 

Pero seguir esa indicación equivaldría no pocas veces a privar a las gestantes de tratamientos medicamentosos eficaces e inocuos. ¿Por qué tanta restricción? ¿Tiene algún fundamento?

Parece que sí. Primero de todo, porque el embrión humano joven posee una biología peculiar, que determina su peculiar sensibilidad y reactividad a los fármacos. El embrión joven no ha desarrollado todavía, o posee sólo en estado muy rudimentario, los mecanismos a través de los cuales, en la vida postnatal, los medicamentos son manejados para que ejerzan sus efectos.

El propio organismo embrionario y su joven placenta no han desarrollado parte de las estructuras moleculares y celulares para la captación, metabolización y eliminación de muchos fármacos. Estos no pueden ejercer sus acciones específicas sobre efectores que todavía no se han desarrollado o no han madurado en grado suficiente. 

Pueden, sin embargo, provocar daños. El espectro de reacciones farmacodinámicas del embrión es muy reducido. Una de dos: o los fármacos carecen de efectos en él, muchas veces porque la placenta es impermeable para ellos; o si, por el contrario, son activos, interfieren, no con funciones muy diferenciadas, sino con las funciones básicas del organismo embrionario, que son la proliferación celular y la diferenciación de los esbozos de los órganos. Las consecuencias son fáciles de comprender: unas son generales e inespecíficas, como muerte del embrión y aborto, o también déficit global del crecimiento con peso disminuido al nacer; otras son focales y específicas, constituyen los variadísimos tipos de malformaciones o trastornos locales del desarrollo. Es la toxicidad teratogénica

La susceptibilidad del embrión a los fármacos varía con su edad. Y es diferente para los distintos medicamentos. En las primeras dos semanas, el embrión es relativamente refractario a sufrir trastornos malformativos. Bajo los efectos de los medicamentos que le perjudican, de los agentes anticancerosos que se dan a la madre, por ejemplo, el embrión puede sufrir pérdidas celulares que, si no sobrepasan un determinado nivel, pueden ser compensadas sin consecuencias gracias a la formidable capacidad de reparación de sus células toti- o pluripotentes; si los daños superan un determinado umbral de intensidad, pueden causar lesiones irrecuperables que conducen a su muerte. 

Entre las semanas tercera y octava se extiende el período de máxima sensibilidad teratogénica. Es la fase más temida, en que los medicamentos pueden provocan malformaciones. Dentro de esas cinco semanas, los teratógenos suelen actuar en un momento específico, que llamamos período crítico, y que dura unos pocos días, o incluso sólo unas horas, para cada fármaco.

Algo parecido ocurre con las malformaciones: cada una de ellas se produce en un tiempo específico. Diferentes fármacos, si actúan en el correspondiente momento crítico, pueden inducir un mismo tipo de malformación. Pero ocurre también que determinados fármacos provocan con regularidad determinadas malformaciones aisladas o complejos de malformaciones: se habla entonces de síndromes malformativos, como, por ejemplo, los debidos a la talidomida o a la hidantoína.” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999.


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